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50 años de la gesta heroica de José Antonio Echeverría y compañeros

50 años de la gesta heroica de José Antonio Echeverría y compañeros

50 años de la gesta heroica de José Antonio Echeverría y compañeros

Testimonio de Fernando Salazar Navarrete

Con motivo del 50 aniversario de la asonada que se conoció como el Asalto a Palacio, en que heroicamente perdió la vida un puñado de valerosos opositores a la dictadura de Fulgencio Batista, mi querido amigo Melvin Sáenz nos recuerda la inmolación de José Antonio Echeverría y sus compañeros del Directorio Revolucionario, brazo político-militar de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), de la cual Echeverría era presidente.

Tras los rastros de la presencia en Costa Rica de aquel grupo estudiantil encabezado por José Antonio, que en un gesto muy noble y solidario vino a Costa Rica en el mes de enero de 1955, hace cerca de cuatro años me entrevistó un periodista que hizo un documental para la televisión cubana. Ignoro cómo se dio cuenta de que yo era uno de los testigos de primera mano de lo que hicieron los miembros de la FEU en Costa Rica en aquellos tormentosos días en que nuestro país era víctima de una conjura internacional de los dictadores de la región para derrocar al presidente de Costa Rica. El documental “Los desafíos de José Antonio” que dirigió el cubano Oscar Suárez, fue exhibido en Cuba y también se presentó en Costa Rica en una muestra de cine y video.

Me dí cuenta de cuán poco es conocido el episodio de la presencia de los universitarios cubanos en los días de la invasión caldero-somocista de 1955. Sólo unos cuantos conocemos a estas alturas detalles de tan elevada dignidad y entrega revolucionaria del grupo de José Antonio y compañeros, y es lo que me mueve a entregar estas líneas.

Quizás por ser un líder universitario en aquella época, a mí se me encargó recibir y acompañar a los miembros de la FEU que venían a sumarse a la lucha que libraban los costarricenses. Hice amistad con José Antonio y sus compañeros y puedo dar testimonio de la pureza e impresionante misión que los trajo a Costa Rica. Desde el primer momento que pisaron el suelo nacional manifestaron su intención de que se les permitiera estar en el frente de la guerra. Hubieran jugado un importante papel en las movilizaciones cívicas y estudiantiles que se produjeron en esos días, pero querían verse entre los combatientes que luchaban en Guanacaste. El permiso para cumplir sus deseos se los dio Don Pepe Figueres.

Recuerdo muy bien la entrevista que mantuvieron con Don Pepe, en la que José Antonio pidió que se les diera entrenamiento militar y se les asignara en el frente de la lucha. Por cierto que Don Pepe recibió el gesto de aquellos muchachos muy conmovido y les manifestó en forma muy intensa su agradecimiento por la solidaridad que mostraban en aquel momento aciago para Costa Rica.

Una nota de la que soy testigo de excepción: al salir los jóvenes cubanos, Don Pepe me llamó aparte y me advirtió “Cuando lleguen a Guanacaste dígale a Chico que les ofrezca entrenamiento militar, pero que no los mantenga cerca de las zonas de riesgo del frente”. Y terminó diciéndome esto: “Que guarden sus vidas para la lucha que les espera en Cuba”. Don Chico Orlich era el comandante de todas las operaciones militares en Guanacaste.

Cuando ya se vislumbraba un cese de hostilidades, los jóvenes cubanos regresaron a San José y tuvieron una última cita con Don Pepe, a quien agradecieron la oportunidad del entrenamiento que habían recibido. Aprovecharon los últimos días en Costa Rica para ir a un campo de tiro en el cantón de La Unión, que yo hoy no sabría ubicar, en donde acompañados por instructores militares continuaron sus prácticas en el manejo de armas livianas. En una de esas tardes claras de enero, visitaron el Volcán Irazú, de donde conservo una foto con todos ellos.

Es muy duro reflexionar sobre lo que el destino deparó a los valerosos jóvenes que con José Antonio cayeron a raíz del Asalto a Palacio. Ellos viven como héroes y mártires. Hicieron realidad una estrofa del Himno Nacional de Cuba “Que morir por la Patria es vivir”.

Comentarios

Muchas gracias a Fernando Salazar Navarrete por esta crónica del paso por Costa Rica de los dirigentes estudiantiles cubanos del año 1955 (en la película de Oscar Suárez que citás aparezco yo hablando de J. A. Echeverría). Fernando tuvo el honor de recibir y acompañar a estos jóvenes que perdieron sus vidas en la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista allá en Cuba. Hacés un justo honor a la memoria de estos héroes, y como dice José Martí, honrar honra.

Un abrazo,

Victor Buján

—o—

Quiero agradecer a mi estimado amigo y maestro don Fernando Salazar Navarrete por su mensaje que he leído con profundo interés. Don Fernando fue actor y testigo de primera línea del gran compromiso y trabajo internacionalista de Liberación Nacional en los cincuenta y principios de los sesenta con nuestros amigos y compañeros en Cuba, Venezuela, República Dominicana, Haití, Honduras, Nicaragua, Ecuador, Perú, etc. La verdad es que uno se admira ante todo lo que hizo esa generación de costarricenses socialdemócratas en favor de las causas revolucionarias democráticas en América Latina y el Caribe.

Yo he ido juntando poco a poco alguna información pero jamás se compara a la testimonio vivo de personajes como don Fernando. En estos meses recientes tuve la oportunidad de leer el libro de memorias de don Beto Cañas, así como el libro homenaje de Evangelina para don Marcial Aguiluz, que reúnen algunas de las grandes cosas que hizo don Pepe en favor de los revolucionarios venezolanos, cubanos y dominicanos, no todas por cierto. Incluso algunas en las que el mismo don Beto y don Marcial participaron no fueron abordadas en detalle. Lástima que don Pepe no fuera más amplio en sus trabajos literarios sobre este apasionante aspecto de su gesta. Hay cosas que se quedaron en su memoria así como en la de otros grandes como el Padre Benjamín, don Chico, don Marcial y don Fernando Valverde.

Hay mucha tarea pendiente, entonces, en este campo. Yo tuve la oportunidad de conversar «in extenso» con don Pedro Miret en La Habana quien compartió conmigo muchos detalles sobre el apoyo político, logístico y material que brindó don Pepe al Movimiento 26 de Julio, así como con el Presidente Carlos Roberto Reyna quien, con su reconocida bonhomía y franqueza, me dio muchos detalles de aquel brillante período de la historia de la región y de su relación con don Pepe, don Marcial Aguiluz Orellana y don Moisés Herrera Aguirre.

Hay un asunto concreto que a mi me sigue intrigando y llamando la atención: el viaje de don Pepe y Ustedes a La Habana en marzo de 1959. Miret me contó que el avión Sierra Maestra llegó a la base de Columbia, donde hoy está Ciudad Libertad, y quién los recibió, en nombre de Fidel, fue el Comandante Camilo Cienfuegos. También me contó con detalle su versión propia de lo acaecido en la Tribuna el 29 de marzo. La gran ironía es que David Salvador, quien le arrebató el micrófono a don Pepe, terminó en Miami. Ojalá don Fernando, quien formaba parte del grupo, algún día nos cuente el detalle de lo sucedido.

El trabajo de investigación que efectuó Oscar Suárez fue importante y permitió desentrañar mucho detalle y pienso que de lo que él recopiló se podría efectuar un trabajo más amplio. A estas alturas puedo decir, con orgullo y humildad, que en algún momento de mi etapa cubana lo animé a él así como a otros amigos y compañeros del ICAIC a involucrarse en la investigación sobre esa etapa de la vida tan digna de José Antonio y compañeros.

En fin, hay tanta historia apasionante en este tema que yo espero que ojalá alguna compañera o compañero se anime a entrarle. Por ejemplo, sigue estando pendiente la historia definitiva de la Legión Caribe.

Nada más para terminar recuerdo dos historias: la primera con don Pedro Miret, quien me contó del compromiso de Fidel y los muchachos del M-26 con don Pepe de hacer justicia por todas las barbaridades que había cometido Juan José Tavío en Costa Rica. La verdad es que el compromiso fue honrado y el parte de misión cumplida entregado personalmente. La segunda con mi querido amigo y compañero Angel Edmundo Solano, quien, una vez en Panamá, compartió conmigo la alegría y la felicidad que vivió en el Estadio Nacional el primero de enero de 1959 cuando anunciaron por los altoparlantes el triunfo de la Revolución Cubana.

Don Fernando, de nuevo muchas gracias por su mensaje.

Le reitero mi saludo cordial,

Melvin Sáenz

—o—

Amigas, amigos

La historia cubana estuvo a las puertas de un alumbramiento promisorio 50 años atrás, tal vez muy diferente al curso que tomó en 1959. La especulación histórica es siempre riesgosa, de esto ya nos ha advertido Niall Fergusson en su libro, pero cuando se trata de revisar la fecha del 13 de marzo de 1957 no deja de ser tentadora.

¿Cuál sería el destino de Cuba si la acción armada contra el Palacio Presidencial de La Habana hubiera conseguido liquidar al dictador Fulgencio Batista y abrir una etapa de transformaciones democráticas en el país? ¿Habría lugar para la revolución tras el magnicidio del entonces hombre fuerte de Cuba? ¿Y quedaría espacio de liderazgo para Fidel y sus seguidores si el líder estudiantil José Antonio Echeverría hubiera tomado las riendas de la renovación nacional?

Al cumplirse cinco décadas de los trágicos sucesos del Palacio Presidencial, la ocupación de Radio Reloj y la posterior Masacre de Humboldt 7, quedan aún en pie las interrogantes y los sueños inconclusos de una generación de cubanas y cubanos. El programa del Directorio Revolucionario y los ideales democráticos de José Antonio terminaron diluidos en una avalancha revolucionaria que pronto reinterpretó sus promesas y derivó en una larga experiencia autocrática, investida de socialismo.

Todavía retumban en la memoria de muchas y muchos cubanos los latidos de aquella jornada heroica y sangrienta. Pocas acciones patrióticas del siglo XX cubano se conservan en el imaginario popular con el aliento mítico de hombría, dignidad y de pureza que marcó el ataque al Palacio Presidencial. Cincuenta jóvenes tomaron las armas con la confianza de que ajustarían cuentas a Batista en su propio despacho. El ex combatiente republicano de la Guerra Civil española, Carlos Gutiérrez Menoyo (hermano de Eloy), fue el responsable del plan militar, y Menelao Mora se encargó de coordinar la operación. Los asaltantes se desplazaron hacia allí en dos automóviles y una camioneta de Fast Delivery, que aún se conserva como en el Museo de la Revolución en La Habana (casi ninguno de los turistas hoy se detiene ante este vehículo y más bien preguntan adónde están los objetos del Che Guevara). Gutiérrez Menoyo encabezó el operativo y abrió paso a dos grupos de asalto que comandaban Faure Chomón y Ricardo Olmedo.

El combate dentro del Palacio Presidencial fue cruento y la guarnición, de la que participaba el desgraciado malnacido de Tavío (de muy malos recuerdos para Costa Rica), ofreció dura resistencia. Los combatientes subieron hasta el segundo piso del edificio y comprobaron que el maldito de Batista había huido por una escalera interior aledaña a su oficina. La balacera dejó 29 asaltantes muertos — Menoyo y Mora entre ellos — y los restantes, sin refuerzos ni municiones, lograron escapar y esconderse en refugios de la ciudad.

Casi simultáneamente, a las 3:21 p.m., Echeverría entraba a la cabina de Radio Reloj para interrumpir la transmisión e iniciar su histórica alocución al pueblo de Cuba, dando a conocer la presunta muerte del dictador. La enardecida intervención fue cortada y el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) salió de la emisora en una caravana de tres automóviles, rumbo a la Universidad de La Habana. Minutos después cayó abatido cuando enfrentó, pistola en mano, a un carro policial que casualmente se interpuso en el camino. En el suelo, un agente represivo lo remató con dos balazos en el pecho y uno en la cara. ¿Qué hubiera pasado? Yo no se, pero quiero recordar dos días despúes este cincuentenario tan lleno de dignidad, valor y verdadera pureza revolucionaria; y no me voy tomar la osadía de llamarle irrespetuosamente «manzanita al compañero Martir, primer internacionalista cubano en Costa Rica durante la invasión mariachi somocista de 1955, junto a Faure y Pepín Naranjo. ¡Qué gran ejemplo José Antonio! Yo desde la lejanía espero que Camila, algún día, te siga y pueda subir por las escaleras gloriosas de la Universidad y entrar al Aula Magna como vos lo hiciste.

PD: Si a alguno de Ustedes les interesa esta historia, les recomiendo ver la película Lost City producida por Andy García y estrenada el año pasado.

Melvin Sáenz

—o—

Deseo añadir que con motivo de la invasión de Costa Rica en el año 1955, además de Echeverría estuvo en Costa Rica otro líder estudiantil: Fructuoso Rodríguez, a quien conocí en la Universidad de La Habana. Fructuoso fue uno de los asesinados en Humboldt 7 no recuerdo cuántos años después.

(Soy tico y de padres ticos, pero viví en Cuba del 1o. de marzo de 1952 hasta julio de 1955. El cubano en mi familia era el segundo esposo de mi madre)

Saludos cordiales,

Victor Buján

—o—

Muchas gracias don Víctor y le pido disculpas por mi omisión. Efectivamente, como Usted bien lo indica, Fructuoso Rodríguez fue otro de los mártires de Humboldt 7. Junto a José Antonio, Pepín Naranjo y Fructuoso, también participaron en el grupo de solidaridad de la FEU en Costa Rica durante la invasión mariachi somocista del 55, José Hidalgo Peraza, Juan Pedro Carbó, Rolando Cubela y Faure Chomón. Salud a los héroes y mártires.

Melvin Sáenz

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