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La Abolición del ejército en Costa Rica: Hito de un camino de democracia y Paz

La Abolición del ejército en Costa Rica: Hito de un camino de democracia y Paz

La Abolición del ejército en Costa Rica
Hito de un camino de democracia y Paz

Ana Luisa Cerdas Albertazzi y Gerardo A. Vargas Cambronero

Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas
y Junta Administrativa de la Imprenta Nacional, 1988

pp. 59 a 67 del libro “La Abolición del ejército en Costa Rica: Hito de un camino de democracia y Paz”.

Proscripción del ejército en Costa Rica

Los hechos armados producidos durante los meses de marzo y abril de 1948, producto en última instancia de la anulación de las elecciones por parte del Congreso y la llegada al poder de José Figueres a la cabeza de la Junta Fundadora, propiciaron una nueva etapa política y profundas transformaciones en el campo económico principalmente.

Los últimos antecedentes inmediatos de la eliminación del ejército costarricense se producen entre los años de 1946 y 1949.

Entre 1946 y 1948 las fuerzas armadas, que han venido sufriendo un largo proceso de debilitamiento, se encuentran sin armamento, con la falta de una adecuada organización y con dificultades económicas que le impiden un desarrollo aceptable a sus funciones.

En parte para remediar esta situación al Presidente Picado en 1946 y 1947 trató de conseguir implementos bélicos con resultados negativos como lo confirma el siguiente texto:

«En agosto de 1946, Picado solicitó ayuda a Estados Unidos para adquirir cinco aviones y constituir así su fuerza; la petición fue denegada. En enero de 1947, se efectuó otra solicitud de armamento, que tampoco prosperó. Se argumentaba que el país debía $ 82.000,00 a Estados Unidos por el material que había recibido al amparo de la Ley de Préstamo y Arrendamiento. Al lado de negarle la ayuda militar directa, Estados Unidos fue más allá, presionó a otros países para que tampoco se la dieran.»

Don Teodoro dejó constancia de ello al afirmar que:

«Cuando en el último año de mi administración quiso el gobierno importar de los Estados Unidos en cierta oportunidad, algunas armas automáticas, no pudo obtener de las autoridades americanas los permisos necesarios, que le fueron negados… Y cuando sobrevino la guerra civil y quizo adquirir armas y municiones que se necesitan con urgencia siquiera para equipararse a sus adversarios, encontró en todos los países a los que recurrió, ejerciendo un licito derecho, la respuesta negativa que por su significada uniformidad equivalía a su derecho de bloqueo internacional.» (Fallas Barrantes, 1984, p. 67).

Al término de la revolución y al asumir el poder la Junta de Gobierno se vio enfrentada a la situación de qué el ejército gubernamental que fue vencido por las fuerzas del ejército de liberación nacional, estaba en una total desorganización y carecía de materiales bélicos. Las escasas armas que tenían estaban inservibles y más bien constituía un remedo de ejército y no una fuerza militar verdadera.

Ante ello se le presentaban a la Junta Fundadora dos alternativas sobre las medidas a tomar con respecto al ejército. Una posibilidad era la de convertirlo en un verdadero ejército con el armamento y la preparación necesarias, la cual implicaba utilizar grandes recursos presupuestarios en la compra de armamentos, proporcionarle adiestramiento y dotarlo de una infraestructura militar y, llegar así a contar con una fuerza castrense similar o sino igual a los existentes en otros países de la América Latina. Esta decisión hubiera sido nefasta para la vida democrática y los avances en el campo social y económico en los cuales el país requería una mayor atención.

La otra alternativa la más lúcida, democrática y civilista, fue la de abolir el ejército y poder así dedicar considerables recursos económicos en el mejoramiento de la situación social y económica de toda la población.

Los frutos beneficiosos de esta sabia decisión, que expresó una consecuente interpretación de nuestro desarrollo histórico son disfrutados por una ciudadanía consciente del valor y trascendencia de este hecho histórico.

En el corto período comprendido entre el 8 de mayo de 1948, momento en que la Junta de Gobierno toma posición de su cargo, y el 31 de octubre de 1949. cuando la Asamblea Nacional Constituyente aprueba definitivamente la abolición del ejército y la incorpora como precepto de la Constitución Política vigente, se suceden los últimos hechos en los planos práctico y jurídico, que terminarán con la eliminación definitiva del ejército en nuestro país.

Abolición del ejército

José Figueres Ferrer, Presidente de la Junta de Gobierno, de un mazazo derriba una almena del Cuartel Bellavista, simbolizando la abolición del ejército en Costa Rica, 1º de diciembre de 1948. Foto cortesía del Museo Nacional.

Ceremonia del 1º de diciembre de 1948-Cuartel Bellavista

En una sencilla pero efusiva ceremonia, realizada en el patio central del entonces Cuartel Bellavista, se dio la noticia de que el ejército costarricense se disolvía. Los periódicos de la época reseñaron con los mejores detalles el simbólico acto y transcribieron los discursos pronunciados por Edgar Cardona, Ministro de Seguridad Pública, José Figueres, Presidente de la Junta y Uladislao Gámez, Ministro de Educación Pública.

«A eso de las ocho de la mañana se congregaron destacamentos militares, la Banda Militar y representaciones de escuelas primarias y colegios de Segunda Enseñanza frente a la Casa Amarilla. Ahí estaban el señor Presidente de la Junta de Gobierno don José Figueres y sus ministros. Luego de iniciarse el desfile, que recorrió viarias de las principales calles de la capital, éste tomó rumbo al Cuartel Bellavista. Allí se encontraba el Cuerpo Diplomático…como también muy estimables ciudadanos y elementos extranjeros, entre ellos altos militares de la Misión Militar Norteamericana y una enorme cantidad de público.

En el patio principal del Cuartel se reunieron varios cuerpos del Ejército Nacional, de la Policía de Seguridad Pública, del Resguardo Fiscal, la Banda y los alumnos de varias escuelas y colegios.» (La Prensa Libre, 1º de diciembre de 1948).

Luego de cantarse el Himno Nacional, el Ministro de Seguridad Pública, Coronel Edgar Cardona dio la sensacional noticia, que hasta ese momento se había tratado de mantener en el mayor secreto posible. Posteriormente habló el Ministro de Educación Pública don Uladislao Gámez y por último don José Figueres Ferrer, Presidente de la Junta de Gobierno.

Don Edgar Cardona expresó el hondo carácter democrático que se desprendía de ese simbólico acto y entre otros conceptos emitidos dijo:

«La Fuerza Pública hace dejación de lo que ha sido una fortaleza, para ponerla al servicio de la educación del país…

…la Junta de Gobierno tiene fe y seguridad en su arreglo popular, pues no se concibe de otro modo que quienes conquistaron el poder por la fuerza de las armas, se desprendan de esta fortaleza, sino que tienen un amplio respaldo en la opinión pública…»

A raíz de críticas de que Educación Pública tenía un presupuesto muy alto expresó:

«Creo por el contrario que cada ministerio debe contribuir en alguna forma, aun con sacrificio de sus propias funciones, para ayudar a solventar, la situación del presupuesto educacional del país, y el Ministerio de Seguridad Pública quiere ser el primero en dar su aporte, ofreciendo el remanente de su presupuesto que resulta como consecuencia de la supresión del Ejército Nacional…» (La Prensa Libre, 1º de diciembre de 1948).

El Ministro Cardona dijo además, que la medida de proscribir el ejército la habían conocido los militares tan sólo unas pocas horas atrás, pero que aun así muy conscientes y como buenos costarricenses habían ofrecido su cooperación para la feliz consecución de esta medida.

En las palabras pronunciadas por el señor Ministro de Educación Pública don Uladislao Gámez, expresó conceptos llenos de un gran contenido humano, patriótico y democrático.

Dijo entre otras cosas:

«Aquellos hombres que lucharon por una patria libre, entregan hoy este Cuartel para que sea depósito sagrado de toda nuestra historia.»

«…Campo por especial ha de ocupar en el Museo este hecho que presenciamos: las fuerzas de las armas entregando su cuartel para que la fuerza de la cultura entre triunfante en él.» (La Prensa Libre, 1º de diciembre de 1948).

Por su parte don José Figueres, Presidente de la Junta de Gobierno expresó:

«El Ejército Regular de Costa Rica, digno sucesor del Ejército de Liberación Nacional, entrega hoy la llave de este Cuartel a las escuelas, para que sea convertido en un centro cultural.

La Junta Fundadora de la Segunda República declara oficialmente disuelto el Ejército Nacional, por considerar suficiente para la seguridad de nuestro país la existencia de un buen cuerpo de policía…» (La Prensa Libre, 1º de diciembre de 1948).

Enfatizó su deseo de que nuestro país, recién ensangrentado, recuperara pronto su tranquilidad y que las heridas causadas cicatrizaran más fuertes y más sanas.

Una fuerte y cálida ovación se dejó oír entre los invitados y el público presente.

Una vez cumplida la parte protocolaria y oficial de los discursos, siguió un acto simbólico en el cual el Ministro Cardona hizo entrega al Ministro Gámez de las llaves del Cuartel, para que fuera convertido en la sede del Museo Nacional.

Dicha idea había sido sugerida por don Rómulo Valerio, profesor de Ciencias y Director en ese entonces de la institución cultural, quien el 18 de mayo de 1948 había presentado la solicitud escrita a la Junta de Gobierno, la cual fue aprobada cuatro días después.

Seguidamente don José Figueres, de un mazazo, rompió un pedazo de pared simbolizando con este acto la eliminación del ejército y el fin del Cuartel Bellavista.

Con el traspaso del Cuartel Bellavista al Museo Nacional se acababa con un símbolo de opresión potencial y se restituye así la antigua casa de don Mauro Fernández, reformador de la educación costarricense al servicio de la educación y la cultura del país.

Los aplausos y el júbilo de los presentes irrumpieron en los viejos corredores y patios, finalmente Figueres abrazó a los miembros del ejército allí presentes y a miembros del nuevo ejército costarricense: los escolares y estudiantes de secundaria.

Abolición del ejército

Aspecto general de la ceremonia oficial en el antiguo Cuartel Bellavista, con motivo del Acto de Abolición del Ejército en Costa Rica, 1º de diciembre de 1948. Foto Mario Roa.

La abolición del ejército por precepto constitucional

En mayo de 1948 la Junta Fundadora integró una comisión para que elaborara un proyecto de Constitución. Sus integrantes fueron los señores Fernando Volio Sancho, Fernando Baudrit Solera. Manuel Antonio González Herrén, Fernando Lara Bustamante, Rafael Carrillo Echeverría, Fernando Fournier Acuña, Rodrigo Facio Brenes, Eloy Morúa Carrillo y Abelardo Bonilla Baldares.

Esta Comisión Redactora entre los puntos que analizó se refirió al asunto del ejército, llegando al acuerdo de proponer su proscripción.

Dos meses atrás, los días 2 y 3 de abril de ese año 1949, se había producido un hecho de hondas repercusiones en cuanto al proceso de abolición del ejército en Costa Rica. Ese hecho conocido como «El Cardonazo» fue un intento de golpe de cuartel encabezado por el Coronel don Edgar Cardona Quirós. Ministro de Seguridad Pública de la Junta de Gobierno, quién al lado de un grupo de amigos se sublevaron en el Cuartel de Artillería y en el Cuartel Bellavista se alzó en armas otro grupo al mando del mayor Fernando Figuls.

En el Cuartel de Artillería varios de los oficiales capturaron a los jefes revolucionarios, y en el Bellavista el gobierno asedió intensamente a los golpistas hasta lograr su rendición, con un saldo de seis muertos y 29 heridos.

Este acontecimiento demostró una vez más que en Costa Rica un golpe de cuartel no es suficiente para tomar el poder y eso recalcó más la conveniencia de proscribir el ejército como institución permanente.

Interpretando el sentir de los costarricenses por los hechos antes descritos el Secretario de la Comisión don Eloy Morúa manifiesto el 18 de junio lo siguiente:

«Cree la Comisión que debe mantenerse y asegurarse la tradición de civilidad que ha vivido la República desde su nacimiento proscribiendo la organización de fuerzas militares con carácter permanente y reduciendo la organización militar de orden y seguridad.» (Fallas Barrantes. 1984, p. 71).

Producto de las discusiones de la mencionada Comisión Redactora, se elaboró una justificación que dice así:

«En nuestra opinión, proscrita la guerra como instrumento de política nacional e internacional —como lo está— y aceptado por todos los países del continente el arbitraje obligatorio para solucionar los conflictos internacionales; careciendo felizmente Costa Rica de toda tradición militar y observando los daños graves que el militarismo ha producido en casi todos nuestros países, sin ningún beneficio compensatorio, hemos pensado que no existe razón alguna para mantener un ejército.» (Asamblea Nacional Constituyente, 1951, p. 621).

Es importante prestar atención a la anterior justificación para eliminar el ejército, por cuanto expresa una serie de sustanciales razonamientos que manifiestan la honda preocupación por las consecuencias de mantener un aparato militar.

La Segunda Guerra Mundial había terminado escasos tres años atrás, la destrucción que causó no se puede comparar en términos de pérdidas materiales como tampoco en la de vidas humanas, con ningún otro conflicto bélico a lo largo de la historia de la humanidad. Los millones de seres humanos que perdieron sus vidas en ese conflicto armado son una advertencia para el mundo sobre los peligros de la guerra y el desarrollo bélico y militar. De ahí que ante los ojos de los costarricenses aquel enfrentamiento unido al dolor profundo de las muertes que causó la revolución se tomaba como un estandarte de lucha contra la permanencia de un ejército y las posibilidades de guerra con las que se saldaban los problemas internos y entre las naciones.

La guerra, ese instrumento odioso, utilizado para «arreglar diferencias», debía de cambiarse por el arbitraje y el diálogo como medios de resolver los problemas. Además nos advierte con el ejemplo de lo que el militarismo ha significado en la gran mayoría de los países del Continente Americano, en donde por su culpa las revoluciones y los golpes de Estado han estado al acecho constante de la paz y Ea estabilidad de los habitantes, causando el pánico, la muerte, la destrucción y la pobreza de los que han sufrido sus consecuencias.

A la luz de la comentada justificación, en el proyecto de Constitución Política que elaboró la Comisión Redactora que integró la Junta de Gobierno se incorporó el artículo 10 que literalmente dice:

«Queda proscrito el ejército como institución permanente. Para la vigilancia y conservación del orden público, el Estado contará con las fuerzas de policía necesarias. Solo por convenio continental o para la defensa nacional podrán organizarse fuerzas militares. Estas fuerzas lo mismo que las de policía, estarán siempre sujetas al poder civil y no podrán deliberar ni hacer manifestaciones o declaraciones en forma individual ni colectiva. Al Ministro del ramo corresponde explicar públicamente los actos de sus subalternos.»

La Asamblea Nacional Constituyente desechó el proyecto que la Comisión Redactora nombrada por la Junta de Gobierno le presentó y acordó tomar como base de la nueva Constitución la Constitución Política de 1871, a partir de la cual le harían las reformas e incorporarían las innovaciones necesarias para ajustarías a las necesidades que el país requería para sustentarse en preceptos constitucionales más modernos y acordes con el momento histórico que se vivía.

Aún así tomaron en cuenta algunas ideas expuestas en el proyecto que presentó la Comisión Redactora.

En la sesión del 4 de julio de 1949, los diputados Constituyentes Ricardo Esquivel F., Juan Trejos Q., Enrique Montiel G.; del Partido Unión Nacional propusieron la moción para que se proscribiera el ejército, en la cual se contemplaban sólo dos cambios con respecto al proyecto original; la palabra continental se sustituyó por internacional y se suprimió la última frase.

En esa oportunidad el diputado Gómez preguntó a los señores diputados proponentes de la moción para abolir el ejército como institución permanente, si ello «excluiría la organización de un ejército ciudadano, como el suizo, que voluntariamente se disciplinaba y entrenaba bajo el control del Ministerio de Seguridad Pública para acudir en defensa de la Patria en forma eficiente».

El diputado Esquivel explicó:

«Ella (la moción) no excluye la organización ciudadana voluntaria que se indica, porque no constituiría un ejército permanente de carácter militar y porque tal organización, como tendencia a la defensa nacional, tampoco la excluye el artículo que se discute.» (Asamblea Nacional Constituyente, 1956, p. 439).

Todo lo anterior quedó constando en el Acta Nº 101 de la Asamblea Nacional Constituyente y en la sesión del 18 de octubre durante la revisión general de todo lo aprobado, se ratificó el artículo (Acta Nº 101 y finalmente en la sesión del 31 de octubre se aprobó definitivamente el texto del artículo según consta en el Acta Nº 178, el cual con ligeras modificaciones de forma es el que hoy aparece en la Constitución Política en el articulo Nº 12 del «Título I La República» en capítulo único.

Abolición del ejército

Desfile por la Avenida Central hacia el Cuartel Bellavista con motivo del acto de la Abolición del Ejército el 1o de diciembre de 1948. Foto Mario Roa.

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