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La última guerra civil de Costa Rica

La última guerra civil de Costa Rica

Testimonio de Eduardo Mora Alfaro
Publicado en Diario Extra
09-02-2005

  • Los relatos de un soldado tico
  • La contrarrevolución de 1955
  • Costa Rica tenía agencia de espionaje
  • “Me los comí en confites”. Esta famosa frase de José Figueres hoy se aclara, pues con los ¢20 millones compró armas

Había concluido la guerra del 48 y el país entraba en un reacomodo, pero siempre con el temor de un nuevo levantamiento. A quienes se retiró del poder mediante las armas buscaban como retomarlo, hasta que se dio lo que se llamó la contrarrevolución. La última guerra civil de Costa Rica en enero de 1955.

Un año antes de que se diera el enfrentamiento armado, el gobierno de José Figueres se fue preparando, no solo en armamento sino incluso hasta creó una oficina de inteligencia.

Para esas fechas nuestro país contaba con un grupo de espías que no tenían nada que envidiarle a la KGB o a la misma CIA. Estos espías fueron claves, pues hasta se infiltraron en el grupo de la contrarrevolución, cuya base central era en Coyotepeque, un cuartel que tenía el gobierno de Nicaragua.

Estos espías estuvieron desde un año anterior trabajando infiltrados en Nicaragua e informando al gobierno sobre los movimientos de la contrarrevolución. Los espías costarricenses fueron tan buenos que incluso hoy no se saben sus nombres, solamente quién fue su jefe: Gonzalo Facio.

De la labor que realizaba este grupo de espionaje costarricense fue que el gobierno de Costa Rica tomó la decisión de invertir ¢20 millones de colones en armas.

Gonzalo Facio y Daniel Oduber viajaron clandestinamente hasta Nueva York, Estados Unidos, donde compraron lo último en armas, las cuales trasportaron hasta Guatemala y luego a Costa Rica.

Esos ¢20 millones fueron los que le increparon a José Figueres preguntándole en qué los había gastado y fue cuando respondió con aquella famosa frase: “Me los comí en confites”. La realidad es que los invirtió en armas para enfrentar la contrarrevolución.

Pero los preparativos previos también se realizaban en el campo donde se presumía era la batalla. Un grupo de 300 personas llegaron a la Hacienda Ahogados, quienes estuvieron conociendo la zona, especialmente la trocha de lo que sería posteriormente la carretera Interamericana. Esto les ayudó mucho para luego del enfrentamiento. Estos hombres estuvieron hasta el 22 de diciembre de 1954.

EL RELATO DE UN SOLDADO TICO

Eduardo Mora Alfaro es quizás uno de los últimos soldados costarricenses, quien supo lo que es empuñar las armas, tanto en la guerra del 48 cuando tenía apenas 16 años y luego a sus 23 años al enfrentar la contrarrevolución. Hoy, a los 73 años, relata lo que ocurrió en lo que ha sido la última guerra civil de Costa Rica.

Invasión del 55

El 18 de enero soldados del Gobierno se enfrentan a miembros de la contrarrevolución y mueren cuatro de ellos, en la gráfica una de las víctimas cerca de la hacienda de Santa Rosa en Guanacaste. De izquierda a derecha: Eduardo Mora Alfaro, Jorge Alpízar, Porfidio Espinoza, Máximo Vargas y Wílber Ledezma. Foto cortesía de Eduardo Mora Alfaro.

Para ese momento Mora Alfaro era un soldado del Resguardo Fiscal de Costa Rica y había estado seis meses en la frontera, regresaron a sus hogares el 22 de diciembre. “Pasamos la Navidad con nuestras familias, pero el 8 de enero de 1955 nos mandaron nuevamente a Guanacaste”.

Mora Alfaro ya estaba listo, les habían entregado armas como morteros, Garan 30-06 y M 3 y hasta aviones. Estaban debidamente uniformados con color caqui, su casco, zapatos de soldado. “Usábamos revólver, pero yo lo metía en un maletín porque pesaba mucho”.

El primer contacto se dio el 12 de enero, cuando un avión pasó bombardeando la ciudad de Liberia. Ese sería el primer encuentro que tendría con los invasores el soldado Eduardo Mora.

“Cali Meza, el Segundo Comandante de Liberia, me llamó para que le ayudara con una ametralladora 30-06 de sitio enfriada por aire”. Mientras Meza le disparaba al avión, el soldado Mora sostenía la faja de tiros para que no se encasquillara.

“En ese momento vino el avión, nos disparó y pegó un tiro en un alero de tejas, me brincaron a mí todos los pedazos en la cara y me hizo una herida”.

El rostro del soldado Mora al momento estaba cubierto de sangre, retrocedió unos pasos y se agachó para limpiarse, pero cuando se fue a incorporar se encontró con que el comandante Cali Meza, le tenía su revólver 45 en la sien izquierda… ¡“Si te vas, te pego un tiro!”, le dijo.

“Ahí tuve que seguir, la sangre me caía sobre las manos cuando sostenía la cinta de tiros, hasta que pasó todo el alboroto con el avión”, explica Mora.

Cuando se fue el peligro lo enviaron al hospital, pero ahí pasó solamente un día, pues al siguiente se escapó, quería estar en el campo de batalla en plena acción.

EL INGRESO DE LOS INVASORES

El ejército conformado por los calderonistas de la contrarrevolución ingresó desde el territorio nicaragüenses en tres compañías designadas A, B y C que en total sumaban casi mil hombres, compuestos entre costarricenses y extranjeros.

“Las tres compañías ingresaron por diferentes rutas. Una por Puerto Soley, la segunda por Peñas Blancas y la tercera por el sector conocido como Cárdenas”, explica Mora.

El plan para las tres compañías era agruparse en la Interamericana a siete kilómetros de Santa Rosa, donde empezarían a avanzar hacia San José y así retomar el poder.

La casona nuevamente sería clave porque además de ser un lugar de descanso, también existe un ojo de agua, la que es muy escasa en esos lugares.

Mientras tanto el ejército del resguardo era al principio de unas 300 personas, pero luego se les sumaron civiles, para llegar a 500 hombres, pero cuando llegó a la Cruz llegaron a ser cerca de seis mil, de diferentes organizaciones o particulares.

La posición de los soldados del Gobierno de Costa Rica también estaba dividida en compañías. La Compañía del resguardo Fiscal se mantenía a siete kilómetros de la Casona, en la trocha de la Interamericana, la Compañía Mario Charpantier avanzaba desde Ahogados hasta la Casa de Santa Rosa y la de Juan Arrea que también avanzaba hacia la Casona.

ENTRE LOS CINCO DE AVANZADA

El soldado Mora regresó a su batallón, El Resguardo, para continuar la marcha. Pero de inmediato lo escogieron para que estuviera entre los cinco de avanzada. Él -junto a cuatro soldados más- fue escogido y enviado hasta la Casona de Santa Rosa. Ese mismo 12 de enero del 55 ya estaba en la Casona. “El temor era que llegara primero el enemigo. Fue por eso que no dormimos en la propia Casona sino en las cercas de piedra, para que no nos fuera a sorprender”.

Ya el 14 de enero llegó la compañía Charpantier, incluido el Lic. Daniel Oduber Quirós, acompañado por un grupo de periodistas; De Bohemia, Lais, Carteleras, José Antonio Echeverría y unos cubanos.

El 15 de enero Oduber se llevó un grupo de gente porque escucharon una bulla y fueron emboscados, fue el primero que se encontró con los invasores de frente. “Se llevaron tres periodistas detenidos y se registraron cuatro muertos. Oduber se pudo escapar con el ‘Cholo’ Mendieta”.

El soldado Mora salió de Santa Rosa para unirse a su compañía la de El Resguardo.

Mientras que la de Charpantier horas después se enfrentaba contra los invasores. Entre los muertos estaba el brillante periodista Jorge Vargas Gené.

“Tras los primeros enfrentamientos sacaron la compañía de Mario Charpantier y entró la de Mario Arrea. Esta compañía se enfrentó a la invasores y uno de los muertos fue el regidor de la Municipalidad de San José, “Tuco” Monge.

Este hombre quien tenía los intestinos afuera, ya sabía que iba a morir y pidió que lo llevaran hasta la Casona de Santa Rosa, donde finalmente falleció. Tras su muerte, “Chico” Orlich pronunció unas palabras que le quedaron grabadas al soldado Mora. –¡Vamos hacia adelante y el soldado que eche atrás le pegó a un tiro!–.

El gobierno de Costa Rica, al estar enterado de que los invasores contaban con aviones solicitó a La Organización de Estados Americanos (OEA) autorización para la compra de aviones de guerra. Fue así como Estados Unidos le vendió a nuestro país cuatro aviones T-51 en la simbólica suma de un dólar cada uno. Estas naves de combate eran piloteadas por Otto Escalante, “Pilly” Herrera, “Macho” Núñez y un señor Manolo. Ninguno de estos aviones nos fueron derribados, pese a que se dieron enfrentamientos incluso hasta aéreos.

EN MEDIO DE LA BATALLA

El 18 de enero el soldado Mora estaba en la carretera Interamericana esperando el ingreso de las tanquetas y equipo de los invasores. Los habían pasado desde el Pelón de la Altura de Liberia hasta la Interamericana. “Había dormido muy mal porque pasé la noche en la raíz de un árbol de Pochote, con ropa y todo el equipo, además que pasamos cuatro noches y cuatro días sin comer”.

Eran las ocho de la mañana, la tropa envió adelante una patrulla a inspeccionar, con tan mala suerte que se toparon con los invasores. “De pronto observamos llegar a José Luis Fernández Chinchilla uno de los hombres que se envió en la patrulla de avanzada informando que ya estaba el enfrentamiento”.

El soldado Mora junto con el resto de la compañía avanzó a paso redoblado. Pese a que llevaba todo su cuerpo cubierto de fajas de municiones, ya que su misión en ese momento era la de ayudante del ametrallador José Antonio Morúa. Pero el avance era muy lento. “Como me estaba quedando atrás le dije al ametrallador que ya no lo acompañaba más, que me iba para el frente”.

Empuñando su arma el soldado Mora corrió hasta el frente. Se refugió en un árbol y empezó a disparar. Estaba en plena batalla. “Ese día nos dispararon más de 100 morterazos”. En el cielo se escuchaban donde caían las balas de los aviones de ambos bandos, los que también se enfrentaban. “Era un ruido infernal donde se escuchaban disparos de todas partes”.

LA COMUNIÓN DEL PADRE ALFARO

“Estaba en la parte que me tocaba cubrir cuando de pronto observé a una persona que se dirigía hacia mi gateando. Pero cuando lo tenía a una diez varas, lo apunté con el arma y le grité: –¡hijo de pu… si da un paso más le pego un tiro!–.”

La persona que venía sin armas se levantó el casco y le dijo al soldado Mora: –“¡No me mates porque aquí te traigo a Dios!–”.

–“¡Lo que sea pero si das un paso más te mato!”.

“Entonces como no hizo caso yo le dije a un compañero, Santiago Rojas Acuña, que lo fuera a traer. Pero una vez que los habíamos culateado un poco nos dimos cuenta de que era el padre Armando Alfaro a quien nunca había visto”.

El padre venía de darle la Santa Ostia a un soldado que se estaba muriendo. “Ahí en ese momento inmemorable llegó y en medio de semejante balacera, en medio del pitar de la fusilería y el ruido ensordecedor de los morterazos de ambos bandos, el ametrallamiento y los aviones que hacían un tremendo ruido, nos dio la Santa Ostia y a partir de ese momento me sentí más católico, más hombre”.

Pero el enfrentamiento era tal que el padre Alfaro al ver que estaba entre la vida y la muerte, tomó prestado un rifle y la respectiva munición que el soldado Mora le había quitado a un muerto y empezó a disparar.

LA OEA EVITÓ EL INGRESO A NICARAGUA

Las tropas del gobierno sumaban en cerca de diez mil hombres, mientras que los invasores eran cerca de mil. Esto hizo que fueran retrocediendo. “Nosotros estábamos claros que los invasores eran apoyados por el Gobierno de Nicaragua y pensábamos seguir hasta su territorio”.

No obstante, llegó un momento en que la OEA envió a sus cascos azules para frenar la avanzada de las compañías ticas. “Cuando pasamos la Cruz y donde llaman las Vueltas, faltando un kilómetro para llegar a Peñas Blancas, ya no nos dejaron pasar, porque el pensamiento de nosotros era llegar hasta Managua, pasara lo que pasara, porque nunca habíamos sentido miedo.

“Eran soldados de los Cascos Azules quienes nos frenaron, ellos estaban en toda la frontera. El soldado Mora, renegó de la presencia de esta nueva tropa y junto a todos los ticos regresaron a sus casas, la guerra se había terminado. Pero sin saber que años después el soldado Mora se convertiría en un casco azul.

La batalla dejó 44 muertos del bando del gobierno de José Figueres, de parte de los invasores murieron 11 soldados, lo que sí se registraron fueron muchos heridos y prisioneros.

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