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Los tres grandes cambios de la humanidad

LOS TRES GRANDES CAMBIOS DE LA HUMANIDAD

José Figueres Ferrer

Mensaje a los escolares y niños en el 129 aniversario de la Independencia Nacional el 15 de setiembre de 1948.

En la fecha de celebración de la Independencia de Costa Rica, tengo la honra de dirigir este mensaje a los escolares y niños de mi Patria, desde mi posición de Presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República. Quiero poner en mis palabras la mayor sencillez porque sé lo difícil que es hablar a los niños y mi deseo es llegar a todas sus jóvenes inteligencias para que entiendan que les ha tocado empezar su vida en la mañana de un día nuevo de nuestro pueblo, cuando comienza a clarear el sol de la Segunda República.

Enseña la historia que los primeros hombres que habitaron la tierra eran unos seres aislados, solitarios, en constante guerra unos con otros y sin más impulsos que protegerse contra las fieras y contra la naturaleza. Despacio fue creciendo la raza humana, porque el hombre solitario no podía defenderse bien contra los animales, las enfermedades, los huracanes, el frío, la lluvia, los torrentes, y todos sus enemigos naturales. Su fuerza y su inteligencia eran muy pocas contra el mundo salvaje. Hoy mismo, hay fuerzas de la naturaleza que el hombre no puede detener, como la de la tempestad y como la del terremoto. Piensen lo que sería aquél hombre primitivo de escasa inteligencia, desnudo, desarmado, sin ideas ni conocimientos, caminando a través de las selvas en busca de alimentos. Era más débil y estaba menos defendido que el niño recién nacido de ahora. El instinto y el miedo hicieron a los hombres agruparse en familias, en tribus después. El hombre era el primer enemigo de su semejante, porque se arrebataban unos a otros los escasos frutos que la naturaleza sin cultivo les daba. Luchando unos contra otros, matándose y persiguiéndose tribus contra tribus y pueblos contra pueblos, vivieron miles de años.

Los pueblos mayores sojuzgaron a los más pequeños. Los más fuertes dominaron a los más débiles y los esclavizaron y obligaron a trabajar para ellos y a servirlos. Los hombres esclavos vivieron peor que los animales que, como el buey y el caballo, nos ayudan hoy en el trabajo.

Andando los siglos la inteligencia humana, esa cruz creadora que ilumina los espíritus, fue poco a poco despertando. Mejoraron los pensamientos y los sentimientos de los hombres. Empezaron a nacer las ideas de la sociedad y de la ley para mejorar la vida. Al fin vino el Cristianismo, como la primera etapa de cambio de la existencia del género humano, a proclamar que el hombre no había venido a la tierra solamente para ser el enemigo mortal de su semejante. Los hombres son hermanos, deben ayudarse unos a otros, no han de odiarse entre sí. «Amaos lo unos a los otros», fue la gran enseñanza del primer cambio.

Esta justa idea fue progresando durante siglos y el pensamiento humano abriéndose a medida que pasaba el tiempo. Como las semillas en la tierra van germinando y brotan en tallos tiernos para luego crecer y hacerse matas frondosas, nuevas ideas iban creciendo que empujaban a la humanidad al progreso. La habitación se hizo mejor; mejoró la manera de cultivar y de cosechar; se aprovecharon más lo dones naturales y se fueron poniendo al servicio de los pueblos. A la idea de que los hombres son hermanos y deben amarse y ayudarse siguió otra. La de que los hombres deben ser iguales delante de las leyes y tener los mismos derechos. Así evolucionó el Cristianismo y nació la idea de la Democracia. Es el segundo gran cambio en el camino hacia una vida mejor.

Primero, los hombres son hermanos, deben amarse entre sí. Después, los hombres son iguales ante la ley, tienen iguales derechos políticos. Se acaba aquí la ideal del hombre esclavo, del señor de vidas y haciendas, del poder tiránico de los reyes y se establecía que los pueblos nombrarían libremente sus gobernantes, se daría todos los derechos políticos. La justicia ampararía a todos por igual. Así vivimos, mejorando año por año las instituciones y las leyes, hasta llegar a la tercera etapa, el gran cambio en que ahora estamos.

Tenemos, pues, que de la vida salvaje a hoy, ha habido dos grandes etapas: la del Cristianismo y la de la Democracia.

Nuestros padres afirmaron la hermandad de los hombres y su igualdad política.

Pero siguió existiendo en las sociedades de los pueblos una profunda e injusta diferencia. La desigualdad económica. La riqueza como creadora de privilegios irritantes.

Como la marcha del mundo y de las ideas no se puede detener, después de que los pueblos consiguen una mejora quieren otra, tal como el escolar que va subiendo de un grado inferior al inmediato superior. Nos ha tocado vivir este tiempo en que el esfuerzo humano se dirige a igualar económicamente a los hombres, es decir, a ordenar las cosas en la sociedad, de manera que con las riquezas creadas por el trabajo de todos, se beneficien a todos. Así como el aire y la luz no se niegan a ningún ser humano, tampoco debe negársele a nadie el disfrute de las comodidades del mundo ni de los adelantos del progreso.

En la naturaleza encontramos muchos ejemplos de esa igualdad y de los bienes que da esa igualdad. El que se pone a observar un enjambre o un hormiguero encuentra que esos pueblos de pequeños animalitos son seres económicos que han organizado su existencia, por instinto, en forma perfecta. Todos trabajan para todos, y los bienes sirven para la vida de todo el pueblo. Acumulan alimentos mediante una faena ordenada perfectamente, en que cada abeja o cada hormiga cumple su deber. Sus bodegas, atestadas de miel y de comida, dan sustento a todos los que son parte de esos pequeños pueblos, nutren a los hijos y su hogar es común sin privilegios. Forman pueblos unidos entre sí, ordenados y que disfrutan del bienestar conjuntamente.

La Humanidad está hoy en esta nueva etapa. En el tercero de nuestros grandes cambios. Ya se ve como cada uno de estos cambios ha sido para mejorar la vida del hombre en la Tierra. Estamos en los días en que se está estableciendo el Solidarismo de los pueblos. Siendo un ser económico el hombre, como la abeja o como la hormiga, tiene que organizar la distribución del bienestar por medio de leyes nuevas que son las que ahora empiezan y las que la Segunda República ha comenzado a implantar en nuestra Patria.

Pero, esas leyes tienen que hacerse con el esfuerzo y la ayuda de todos. Vosotros, niños de mi Patria, podéis tener la seguridad de que cuando seáis hombres hechos y derechos, la vida será para muchos mejor que lo fue para vuestros padres, mucho mejor que lo fue para vuestros abuelos, y una cosa completamente distinta de lo que fue para los hombres que habitaron el mundo hace siglos.

En vosotros, hombres de mañana, y en nosotros, los hombres de hoy, está la fuerza necesaria que realizará este tercer gran cambio que ha de dar a la nación que es nuestra patria una cosecha de bienestar para que la disfruten todos los costarricenses.

La Segunda República nació, con fatigas y sacrificios, al calor de esperanza, la de hacer una Costa Rica mejor para todos sus hijos y para todos los seres humanos que vivan en ella.

Hay que empezar por cambiar la idea que hasta ahora se ha tenido del cumplimiento del deber. Cumplir el deber no es solamente trabajar para tener qué comer o para tener cómo comprar. Cumplir el deber es trabajar y producir para todos nuestros iguales. El día que cada trabajador entienda que lo que hace debe hacerlo mejor para bien propio y el de todos los demás, y sienta en ello gusto y alegría, el mundo habrá cambiado. Naturalmente, que el deber del maestro es mantener un espíritu alerta y bien preparado, que haga la enseñanza grata y fructífera; el del agricultor, hacer producir mucho a la tierra; el del artista, pintar los mejores cuadros, hacer las estatuas más bellas, cantar más armoniosamente y producir su música más hermosa; el del banquero, movilizar el dinero y ayudar al desarrollo económico; el del comerciante, comprar al productor y poner los productos a disposición de sus vecinos; el del obrero, hacer mejores obras cada día, fabricar el mueble, el pan, la casa, producir la electricidad, manejar el automóvil o la locomotora; el del periodista, dar un diario veraz, informar con exactitud lo que pasa, orientar la opinión; el del gobernante, administrar bien la hacienda pública, ordenar con prudencia, hacer verdadera justicia. Todo eso se hace ahora. Pero todo eso debe hacerse de ahora en adelante, sin mirar únicamente la paga o la ganancia que esas actividades representan. Sin pensar en enriquecerse mediante la explotación del hombre o de la sociedad. No puede ser la mejor ilusión del hombre de hoy, la pequeña esperanza de salir de pobre, como decimos.

Que cada uno vea que hay algo superior. Y que todos estemos contentos. Es alcanzar el bienestar común, el bienestar colectivo, lo que nos dará el contento de vivir, hará la grandeza de la patria y la verdadera libertad del hombre.

Dicha así, en simples palabras corrientes, esta idea sencilla y noble del Solidarismo nacional, es la que he querido presentar en este Mensaje del Día de la Patria del año 1948, primero de la Segunda República y dirigido a los escolares de todo el país.

Estudiante, niño costarricense: la evolución humana se condensa así:

Por el Cristianismo, tú amas a tu compañero, aprendiste a considerarlo tu semejante y ni lo odias ni lo persigues.

Por la Democracia, te sientas en el mismo banco con el rico o con el pobre, con el descalzo o con el calzado.

Por el Solidarismo, amarás a tu compañero, serás en todo igual a él y todos tendréis el mismo bienestar.

Estas son palabras de fe, que digo lealmente, con la esperanza en el cambio que estamos empezando y al cual estamos obligados a ayudar todos los costarricenses, para alcanzar una vida más justa y mejor. Quiero con estas palabras despertar en las almas, el deseo de servicio colectivo y generoso de todos para ayudar a la producción de grandes riquezas y de bienestar, que todos disfrutemos en un ordenamiento social más justo. Si eso se consigue, el temor que todos sentimos de la posible miseria de mañana; los privilegios de las diferencias económicas que son causa del odio y de las luchas entre las clases sociales, la miseria, la falta de alimento, de casa y de abrigo que sienten muchos compatriotas nuestros, y que a todos nos conmueve, todo eso desaparecerá. No veremos en las filas de los escolares a unos muy bien vestidos y a otros andrajosos. Deseamos que no haya andrajos para vestir a niños en nuestra patria. Deseamos que todos tengan sus pies calzados. Que en todas las casas haya satisfacción y contento. Que sean iguales en trato negros y blancos, pobres y ricos y que la prosperidad del país, mediante el trabajo y la buena administración, favorezca a todos y no solamente a unos pocos. Esa es la nueva idea en el gran cambio de ahora. Ese es el Solidarismo que está llegando a la humanidad para hacerla más feliz.

Con esas ideas y esas esperanzas, os saludo, escolares y niños de Costa Rica, en este día. Renovando mi fe en la Patria querida y en sus destinos, os aliento en la esperanza de que la vida, bajo la mirada de Dios, será cada día mejor para todos los hombres.

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