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Respuesta al Ideario Costarricense

RESPUESTA AL IDEARIO COSTARICENSE

José Figueres Ferrer

Ideario Costarricense
Editorial Surco
San José, Costa Rica, 1943 Pag. 241-243.

México, Marzo 29 de 1943.

Señores:

Don Angel Coronas Guardia, don Daniel Quirós Salazar, don Eduardo Calzada Bolandi, don Fernando Cañas Vargas, don Froylán González Luján, don Santos Quirós Navino, don Carlos Sáenz Herrera, don Arturo Castro Esquivel.

Señores:

Contesto gustosamente su interesante encuesta en que solicitan opiniones sobre cuál ha de ser el proceder de nuestro país en el mundo de la post-guerra.

Yo creo que la mejor contribución que nosotros podemos aportar es, poner orden en nuestra propia casa. A continuación cito unas cuantas de las medidas que podrían tomarse:

1.- Abolir la politiqueria en la administración pública.- Esto es fundamental. ¿Por qué no se ha de administrar el país como se administra el Banco Nacional de Costa Rica, para citar una institución del Estado? ¿Por qué, si tenemos en la mayor parte de nuestras actividades (los negocios privados y las instituciones autónomas) normas de cordura y eficiencia, o al menos la honesta aspiración de ellas, por qué, pregunto, hemos de consentir que la superestructura administrativa sea un continente descubierto a donde vayan los aventureros a probar fortuna?

2.- Restablecer la libertad.- Entiendo genéricamente por libertad todas las normas tendientes a elevar la dignidad del hombre. Esta necesidad no se discute; se siente, o no se siente. Este sentimiento florece más allá de los prados donde pastan nuestros orejudos politiqueros. Es el sentimiento que periódicamente ha demostrado con sangre, en toda la historia, su capacidad de persistir sobre la tierra; y que hoy lo está probando aún en Europa, con elocuentes bombas de ocho mil libras. Es el sentimiento de nuestros abuelos del 56, de nuestros padres en el 18, de nuestros afrentados compatriotas de hoy. Hemos sido un país de instituciones, y no hemos de resignarnos fácilmente a verlo convertido en una orgía de machetones.

3.- Implantar, con la rapidez que se pueda, el tecnicismo profesional y el servicio civil en todos los organismos administrativos en sustitución del empirismo y del compadrazgo.

4.- Dar al país una orientación social; hacer que el Estado asuma gradualmente, y técnicamente, la dirección de toda actividad económica, con estos objetivos: mayor producción de riqueza y más equidad en su disfrute.

5.- Adoptar una política externa inteligente, que mantenga inquebrantable nuestra adhesión a las causas nobles de la humanidad, entre las cuales está el principio de la soberanía irrestricta de las naciones pequeñas. Una política que garantice ampliamente las inversiones de capital extranjero en nuestra economía, asegurándose al mismo tiempo de que contribuyan a nuestro mejoramiento social, y de que no extraigan más riqueza que el legítimo interés del capital. Para ser independiente hay que ser competente.

6.- Aumentar la población, favoreciendo la inmigración de sangre europea fácilmente asimilable, y combatiendo eficazmente la mortalidad infantil.

7.- Reorganizar la educación pública, que ya es bastante buena, intensificarla y adaptarla más a las necesidades y nobles anhelos de nuestro país. Extender sus beneficios a la población adulta, en forma que mejore las costumbres de vida y las relaciones sociales, y que levante el espíritu cívico. Formar un pueblo donde los aspirantes a tiranuelos no encuentren sicarios que los secunden; donde nadie se preste a intervenir sin asepsia en las entrañas venerables de la urna electoral.

La lista podría continuar y hacerse larga; mas lo indispensable es esto: que haya una meta, un resultado definido que se persiga y hacia el cual se orienten todos los esfuerzos. Ese objetivo podría ser el siguiente: tener, dentro de un término de veinte años, un país verdaderamente independiente y verdaderamente democrático, con una población de un millón de habitantes, todos calzados, bien nutridos, bien alojados, sanos, cultos y libres. Las palmeras dan fruto a los veinte años. Un programa así lo empezaría a dar desde el primer día.

Señores de la encuesta: esta inquietud de ustedes -hombres jóvenes ya formados y de prendas por todos conocidas- no es un fenómeno esporádico, desconectado en nuestro país; es más bien la primera ondulación avanzada de una ola incontenible de generaciones nuevas, que viene dispuesta a extirpar del suelo patrio todos los males conspicuos de la politiquería y la ineptitud, imponiendo normas de competencia y responsabilidad. Nos vienen majando los talones los muchachos nacidos en los tres o cuatro lustros siguientes al nuestro, dispuestos todos a terminar la zarabanda. Juzgando por mi experiencia con jóvenes campesinos costarricenses, Y por mis relaciones actuales con nuestros universitarios en el exterior, llego a creer que resultará pequeña para tantas fuerzas, la tarea de nuestra regeneración patria. Iremos más allá: demostraremos, en la retorta diminuta de nuestro laboratorio sociológico, a un mundo flagelado por la duda y la discordia, hasta dónde puede ser eficiente un régimen de respeto y libertad.

Reciban ustedes, y el país, mi saludo cordial,

J. FIGUERES.

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