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Relatos del 48

René Castro

Relatos del 48

René Castro Salazar

Relato No. 1

El abuelo candidato a presidente y Francmasón

Allá por el año 1940 don Virgilio Salazar Leiva, fue candidato a la presidencia de Costa Rica. Compitió contra el Dr. Rafael Calderón quien encabezaba el partido Republicano Nacional y con el Licenciado Manuel Mora que encabezaba al Bloque de Obreros y Campesinos (los comunistas criollos).

Don Virgilio perdió y no sacó ni un solo diputado a pesar de que la Confraternidad Guanacasteca, quien le postulaba, movilizaba miles de sabaneros a caballo, pero montar a caballo y votar en esos años no era lo mismo (ver poema: “ y eran cinco mil albardas”, de Ramírez Sáisar)

Don Virgilio era el padre de mi abuelo Fito Salazar, ambos eran liberianos, enjutos y tenían buen verbo. Su casa quedaba por la Ermita de la Agonía que aún se encuentra en pie y que en mis años de infancia era rincón de fantasmas y aparecidos. Por esas casualidades de la vida terminé viviendo unos años en la misma esquina en que habitara mi abuelo con mi madre de niña y apenas a una cuadra de la casona de los otros Salazar en Liberia, y al estudiar algo de historia me encontré con la sorpresa de que en esa Ermita rondaban muchos de los héroes de la guerra nacional de 1856, que fueron enterrados improvisadamente en varios sitios de Liberia cuando el cólera hizo estragos. La Ermita se construyó encima de esa sangre y esos huesos heroicos.

Cuenta la historia oral de familiares y amigos, que a veces se torna en leyenda sin darse uno ni cuenta, que don Virgilio hizo su campaña electoral a caballo a lo ancho y largo del Guanacaste y que cuando entraba a algunos pueblos pequeños, salía el cura con agua bendita y unos cuantos fieles con banderas a recibirles: Guerra al anticristo, fuera los francmasones y el abuelo tenía que retirarse del pueblito. Dicen que fue el agua bendita y no la bendición de urnas, lo que impidieron que sacara diputados y lo que logró la magia de que los miles de sabaneros no encontraran las urnas en las cuales debían depositar sus votos.

Pasadas las elecciones del 1940, don Virgilio se convenció que mejor se dedicaba a la educación y a difundir los principios de la masonería. Así publicó la primera gramática española encargada por el entonces ministro de educación don Carlos Gallini. Alguna vez, tuve el libraco entre mis manos, era como de cien páginas, de papel periódico y con forro grisáceo, era sencillamente infumable. El método de enseñanza se basaba en aprender raíces griegas y latinas, y se partía del supuesto que, si se conocía el origen de las palabras, estas se emplearían bien ya fuera en poesías o discursos.

Lo cierto, es que los discursos no tuvieron mucho éxito y la poesía la dejaría para su hijo Fito Salazar, lo que si sucedió es que se encontró en el camino con el gran poeta nicaragüense Ruben Darío y este decidió hacerse Masón. Don Virgilio se comprometió a ir a su ungimiento en la orden de la masonería nada menos que en la propia Managua. Cuando se corrió la voz y comenzaron a sonar los nombres de algunos de los invitados entre quienes había varios expresidentes y aristócratas centroamericanos, el obispo de Managua dio estricta orden “de que en su parroquia no se realizaría semejante afrenta a la santa iglesia”.

Se dice que don Virgilio, pragmáticamente, consultó al obispo adónde terminaba la circunscripción de su parroquia. Definidos los limites, hicieron las ceremonias masónicas en una finca en las afueras de la parroquia de Managua y Ruben Darío se incorporó a la masonería centroamericana.

René Castro

Elecciones 1940

Relato No. 2

Mientras tanto en Liberia, comenzaban a soplar vientos de violencia y revolución…

Don Pepe se les escapó: disfrazado de mujer

A partir de la elección de 1944, las acusaciones de corrupción y el fraude electoral crecieron. Ya en ese entonces, se acusaba al presidente Rafael Angel Calderón de favorecer a su protegido don Teodoro Picado frente a don León Cortés, y se decía que en la calle eran los comunistas quienes defendían la alianza caldero-comunista. La situación en Costa Rica se tornaba cada vez más difícil y violenta.

En 1946 muere don León y emergen una serie de nuevos líderes en las tiendas de lo que se había dado en llamar la oposición. Don Otilio Ulate se convierte en candidato, gracias a que escribía en periódicos como El Diario de Costa Rica, La Hora y a su verbo. Mi padre René Castro Hernández, a la sazón con 16 años como miles de estudiantes de secundaria se sumaron a la huelga de brazos caídos convocada por el verbo encendido de Ulate en 1947.

Eran meses de violencia y conspiración. Amigos y parientes, nos contaron la anécdota de como Pepe Figueres se le escapó a la policía, disfrazándose de mujer y saltando de tapia en tapia en el Barrio México de antaño, unas semanas antes de que explotara la revolución.

Mis abuelos paternos (José Castro Valverde y Marina Hernández Maire) vivían a unas cuadras del mercado Borbón y tenían como vecinos a los Figuls. En la casa de Emilia Figuls se reunían a conspirar Figueres, Oduber con otros contertulios como Gonzalo Facio, Fernando Figuls y por supuesto don Chente Argüello. La policía calderonista los tenía vigilados y a varios de ellos les seguía los pasos.

Un día de tantos, la policía rodeó la casa de mis abuelos y sus vecinos. Don Pepe, Daniel y Chalo Facio estaban dentro. La policía comenzó a hacer registros y a presionar. Don Pepe saltó la tapia a las casas vecinas, pero todas estaban vigiladas, no parecía haber salida.

Mi abuelo José estaba en un predicado: Figueres entró a su casa, pistola en mano, dispuesto a no ser detenido sin volar bala, la policía afuera. Su hijo menor, era simpatizante calderonista y aunque estaba en cama con pulmonía, al oír a su padre discutir con Figueres, quiso levantarse de su lecho de enfermo e ir a denunciarlo, lo que no le permitieron sus hermanos mayores. Meses después a mi tío le expulsarían del Colegio Seminario por andar armado, la violencia política invadía el país.

Daniel Oduber y Chalo Facio se entregaron y entretuvieron a la policía. Al rato llegó doña María Figuls a la casa de mis abuelos. Mi abuela Marina, María Figuls de Argüello y otras damas, decidieron salir a la calle y dar una caminata en las propias narices de la policía. Una de las damas era don Pepe Figueres disfrazado de mujer, quien así evadió el cerco.

Al poco tiempo, en otra operación semejante para capturar a Figueres, se produciría un crimen. Esta vez la policía no permitió tretas: ametralló la casa del doctor Valverde Vega, quien cayó herido de muerte el primero de marzo de 1948. La suerte estaba echada.

Don Pepe había llegado a la conclusión que el gobierno de Calderón y su protegido Picado, no aceptarían elecciones libres y no entregarían el poder por las buenas. Pepe y sus hombres comenzaron a prepararse para levantarse en armas, en palabras de Henrietta Bogs, su esposa de entonces, comenzaron a conspirar desde 1942. Alguna vez oí a Daniel Oduber hacer comentarios casi como inocentes de “cuando teníamos que poner bombas”. Daniel fue detenido varías veces en esos años, y a otros como don Jorge Manuel Dengo les detuvieron durante los días del levantamiento, la acusación típica era conspiración o sabotaje. Por lo que he oído, probablemente muchas acusaciones eran ciertas.

René Castro

Rene Castro Hernandez regresó sano y salvo de la revolución. Le recibe su madre Marina Hernández Marie (mi abuela), quien con María Figuls complotaron para sacar a don Pepe Figueres del cerco tendido por la policía en 1948. Ellas vivían en las vecindades de Barrio México, en San José.

Relato No. 3

Así se plantaban las semillas de la revolución del 48…

Muchachos de la revolución de 1948

Escribo esta historia en la cuaresma cristiana en Roma. Esos 40 días cambiaron el mundo. Por eso a los ticos no nos es difícil comprender que la historia patria tuviera un giro tan dramático en tan solo 40 días en el año 1948 , la revolución armada duró del 12 de marzo al 20 de abril, en ese año la muerte se adueñó de los campos y de todo ese sufrimiento surgió la Segunda Republica. Este es un retazo de lo sucedido.

El primero de marzo el Congreso de la republica anula la elección que había electo como Presidente a Otilio Ulate, ese mismo día acribillan al doctor Valverde Vega en las puertas de su casa y muere dos dias después. El país es un torbellino. Fito Salazar, mi abuelo materno era diputado calderonista y mi padre era un colegial que se aprestaba a unirse a Figueres.

Mi padre, René Castro Hernández, era menor de edad en 1948, sin embargo, desde los albores de la revolución se identificó como uno de los “glostoras y medallitas”(ver foto) . Muchos años después nos explicaba: “es que muchos llevabamos el pelo peinado con glostora, que era como un gel, y en el pecho llevábamos medallas de la virgen de los Ángeles”.

Cientos de glostoras se escaparon de los colegios y de la Universidad en ese marzo caliente y se fueron a las montañas a unirse con campesinos, que llegaban principalmente de Dota, San Isidro y San Ramón. Todos ellos respondían al llamado del líder: “Necesito gente”. Así de simple, unos con sus medallas, otros con sus machetes, todos se aprestaban a empuñar un fusil y seguir a don Pepe a la rebelión. Lo cierto es que casi ninguno sabía disparar y que las armas eran un verdadero potpurrí. Unas fueron compradas en México, otras prestadas por dominicanos de la Legión del Caribe y guatemaltecos vinculadas al gobierno de Árbens y una que otra fue robada al ejército costarricense.

La guerra inició en el Empalme, en el camino que lleva al Cerro de la Muerte en las cercanías de la finca La Lucha, de allí irían a San Isidro. Tras fieros combates y decenas de muertos, se apoderaron del pueblo y del aeropuerto para recibir las armas que llegarían desde Guatemala. Calufa y las columnas comunistas llevaron la peor parte, pero ellos se lamieron las heridas y continuarían peleando con heroicidad.

Tras muchas escaramuzas, el 11 de abril, pequeñas unidades figueristas son aerotransportadas desde San Isidro a Limón y toman rápidamente la ciudad y el puerto. Sin embargo, el jaque mate fue la marcha noctámbula de cientos de milicianos – o tal vez fueron fantasmas silenciosos- que tomaron Cartago el 12 de abril. Las fuerzas del gobierno intentarían sin éxito retomar la ciudad, solo en la batalla del Tejar, se contaron más de 200 muertos de ambos bandos. Los muertos se acumulaban, pero la balanza parecía inclinarse hacia Figueres.

El 17 de abril, cunde la alarma: entra a la palestra el ejército somocista, que rápidamente tomó La Cruz y Ciudad Quesada, y quizá por un instante pudo cambiarse el balance de fuerzas. Pero no fue así. Por un lado, los figueristas se organizaron en varios batallones suicidas que se lanzarían a retomar San Carlos desde aviones que sobrevolarían el campo de aviación y por otro, los comunistas no se prestaron a la treta somocista.

La misma noche del 17 de abril, Don Pepe por los rebeldes y Manuel Mora por los comunistas, acuerdan en las montañas de Ochomogo el fin de la guerra. Allí se pactó lo esencial tanto en lo político como en lo militar. Simbólicamente, a Figueres lo acompaña el cura Benjamín Núñez, a Mora el líder sindical Carlos Luis Fallas (Calufa). El Pacto formal se firma el 19 de abril en la embajada de México. En los días previos los hermanos Calderón y el ejército somocista habían huido hacia Nicaragua, pronto les seguirá el presidente Teodoro Picado. Para el 20 de abril la revolución armada había oficialmente terminado.

Así en 40 días, inició y terminó la revolución armada, dejando no menos de 2000 muertos en los campos de la primera república y varios miles caminando hacia el exilio, entre ellos, el ex diputado calderonista Fito Salazar mi abuelo liberiano….

René Castro

Excombatientes glostoras del «Batallón Simón Bolívar», participantes en la acción militar de Tarbaca.

Relato No. 4

El triste camino del exilio

A partir del 20 de abril de 1948, la lucha armada cesa. El sr. Santos León Herrera, se encargó durante 18 días de la transición del gobierno de Picado y de entregar el poder formal a Figueres y a la junta de gobierno. La Junta gobernaría por 18 meses y luego en Noviembre de 1949 entregaría el poder al Presidente electo Otilio Ulate, quien llamaría a elecciones libres en 1953.

Las familias que perdieron un hijo, un padre o un marido los llorarían por años y aún hoy sin un conteo oficial (una tarea pendiente), se estima en más de 2.000 los muertos de ambos bandos. A estos dolientes se les sumarían los que sufrieron la tristeza del exilio. Mi abuelo, Rodolfo Salazar, mas conocido como Fito, sería uno de los que debió marchar al exilio. Él fue uno de los 27 diputados que anuló la elección de Ulate en 1948, lo que detonó la revolución encabezada por don Pepe.

Las heridas eran terribles, las familias estaban dividas, los amigos distanciados, los vecinos convertidos en enemigos. Mi tío Manuel Jirón, hermano de mi abuela Luz, era uno de los líderes del figuerismo en Guanacaste. Su cuñado Fito, lo era del calderonismo. Al finalizar la revolución armada, al cuñado triunfante le tocó detener al perdedor y posteriormente, exilarlo hacia Nicaragua. Eso les distanció de por vida.

Para mi madre de quince años, sus hermanos menores, y para sus numerosos primos, vendrían años duros. Sin el apoyo de las tías Salazar Solorzano, típicas solteronas de pueblo y unos poco amigos que se atreverían a romper el cerco social, hubiese sido muy difícil superar la tormenta política. Mi madre y sus parientes tendrían que usar una y otra vez los vestidos de los mayores, comer lo que había y sobre todo mantener buena cara ante los malos tiempos. Doña Giselle hubo de abandonar el colegio de Señoritas y regresarse a Liberia, conforme la tormenta amainaba ingresó a la Normal Superior y se hizo maestra. Muchos de los jóvenes de la familia hicieron lo mismo: estudiar conforme se podía y trabajar en lo que hubiese.

No le compre, no le venda, no le hable. Era la instrucción que Ulate había predicado a los suyos respecto al adversario político. A la hora del triunfo se les aplicó con dureza. Mi familia liberiana, fue marginada por muchos. En otras palabras, mi abuela, mi madre Giselle Salazar Jirón y sus otros cuatro hermanos, quedaron casi desamparados en Liberia. Las familias Salazar y Jirón, se distanciaron y así miles y miles por todo el país vivirían un calvario diario por los dolores de parto de la Segunda República y del cambio que se anunciaba pero que no terminaba de llegar. La ansiada estabilidad y la paz aún tardarían en llegar, más aún, se tornarían en elusivas.

En San José, don Pepe y la junta de gobierno, comenzaron a gobernar por decreto. Cumplirían casi al pie de la letra el pacto con Manuel Mora y los comunistas: no sólo no se tocaron las garantías sociales, ni el código del trabajo sino que se profundizaron con la nacionalización de la banca, y el impuesto al capital. Pero sectores de la Junta propugnaban por castigar a los combatientes derrotados y querían proscribir a los comunistas, en muchos casos esos sectores se saldrían con la suya.

El 1 de diciembre de 1948, Figueres da el mazazo histórico a una almena del Cuartel Bellavista y anuncia la disolución del ejército. El 8 de diciembre se realizan las elecciones para la Asamblea Constituyente, y aunque el incipiente partido socialdemócrata de Figueres obtiene una tímida representación de tan solo 4 diputados de un total de 45, Rodrigo Facio y Luis Alberto Monge, soñaban con una constitución más progresista. Todo indicaba que la joven Segunda República estaba por rendir sus primeros frutos y el horizonte de la patria se ensanchaba.

En eso, en un 10 de diciembre por cierto, Costa Rica es invadida desde Nicaragua. Primero el ex presidente Calderón con un grupo armado toman la Cruz y a los dos días se les suma el ejército somocista. El país pasó de la esperanza a la ira, de la reconciliación de vuelta al odio, fue como que de repente el día se volvió noche. En pocas horas Figueres y Ulate llaman al pueblo: miles responden. Mi padre acaba de cumplir 18 años, Luis Alberto Monge acababa de resultar electo diputado constituyente, y así cada quien dejó lo suyo y empuñó de nuevo un fusil y en pocos días miles de voluntarios se movilizaron hacia el norte. La contrarrevolución rápidamente fue repelida y fracasó.

Muchos años después, el abuelo envejecido, me contaba sus historias de exilio y de lo duro que fue y me insistía: “no todos son ángeles en un lado, ni demonios en el otro”. Alguna vez le dije a mi padre, pobre el abuelo, vivió un duro exilio. Mi padre con la dureza de los glostoras me replicó: “¿Y que quería? ¿Que les dieran una medalla?”, refiriéndose a la anulación de las elecciones y a la contrarrevolución.

René Castro

Walter Sagot, René Castro Hernandez (mi padre) y Jorge Figuls (en primer plano de i-d), en el “Tony Chironi” que según se me ha dicho era una embarcación.

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