Necesarias explicaciones históricas
Enrique Obregón Valverde
Posiblemente la mayor parte de los padres de los combatientes que murieron en la guerra civil de 1948, en Costa Rica, ya estén muertos, pero sobreviven hijos y nietos. Si analizamos lo que ha venido sucediendo en nuestro país en los últimos años —las desviaciones morales y la total despreocupación por solucionar los grandes problemas sociales—, pienso que una gran mayoría de los parientes de esos combatientes se esté preguntando ahora si existió alguna razón justificable para que entregaran sus vidas.
Pero también esa pregunta se la están haciendo miles de ciudadanos que no tienen parientes muertos en la citada guerra, pero que recogen las consecuencias económicas y políticas de una forma de gobernar contraria a los intereses, deseos y esperanzas de los pueblos.
Me refiero a los parientes de todos los que combatieron, de uno y otro bando, y a las consecuencias que estamos padeciendo ahora. No a las causas de la insurrección que fueron justas y derivadas del fraude electoral que se llevó a cabo desde las esferas del poder, de los negocios al amparo del gobierno y de una gran necesidad nacional de volver por los fueros de la moral en las acciones públicas y de los más elementales principios democráticos que se habían abandonado casi totalmente.
León Cortés, gran caudillo
A partir de 1936, León Cortés confirmó su condición de gran caudillo de una mayoría del pueblo costarricense. Cuando terminó su período, se le reconocía una labor honrada y eficiente, así como su autoridad para imponer el orden público y garantizar buenos resultados con c! trabajo de los empleados y funcionarios públicos. Desde este punto de vista, el pecado que se le imputó fue el de exceso de autoridad, pero todos los costarricenses sabían que en la Presidencia de la República había un hombre que trabajaba honradamente y obligaba a trabajar.
Cuando don León terminó, le extendió la mano a Rafael Angel Calderón Guardia que entonces no tenía liderazgo alguno y que sólo pudo obtener apoyo popular como consecuencia del prestigio y la presencia carismática de don León. Al respecto se ha de recordar que don León lo había nombrado como su Tercer Designado — Vicepresidente—. Cuatro años después, Calderón le pagó impidiendo su segundo triunfo electoral, al apoyar sospechosamente a don Teodoro Picado, un intelectual que no tenía entonces, ni tuvo jamás, liderazgo político en este país. A Teodoro Picado lo inventó Calderón Guardia, pensando que, después, le entregaría de nuevo la Presidencia. Al viejo estilo de don Ricardo y don Cleto, pero sin que aquél fuera don Cleto ni éste don Ricardo. Nadie habla de Picado
Cincuenta años después de 1948, nadie habla de Teodoro Picado como de un gran líder político, pero sí se sabe que León Cortés, Calderón Guardia, Otilio Ulate y losé Figueres fueron grandes conductores populares. Tal vez, lo que le sucedió a don Teodoro fue que lo sacaron de su habitat natural, que era el de profesorado de méritos y su gran intelectualidad, para trasladarlo a la política en la cual siempre nadó en aguas turbias, porque no demostró jamás capacidad para estas labores, llevando a cabo una de las acciones de gobierno más desteñidas que hemos tenido y en la cual la mano de Calderón Guardia siempre estuvo presente. Solamente recordemos que el Primer Designado qae nombró fue Francisco Calderón Guardia.
Cortés, Calderón, Ulate y Figueres fueron líderes porque lograron el apoyo de grandes sectores populares. Pudieron confundirse con los campesinos y con los obreros, cada cual en su estilo y con proyectos políticos distintos. Pero don Teodoro no pudo untarse de pueblo, careció siempre de un proyecto político aceptable, y cuando asistía a las reuniones políticas, iba como en el aire, pronunciaba discursos brillantes, pero lejos siempre del pueblo: no pudo comunicarse con un campesino ni con un obrero. Era un intelectual que en la política actuaba como si lo estuvieran empujando. En ese campo, jamás transmitió confianza en lo que estaba diciendo. Su palabra era hermosa, pero carecía del halo de una necesaria espirituaiidad que imprime el líder verdadero. Al final de su vida, triste para él, vergonzoso para Costa Rica, terminó siendo Secretario particular de So-moza, uno de los déspotas más sangrientos que ha tenido América Central. Trágico destino de un hombre que entró a la política sin entusiasmo ni vocación, y que ocupó la Presidencia de la República sin haberse enterado jamás de lo que debía hacer allí, posiblemente sintiendo que él sólo había nacido para desempeñar brillantemente una cátedra universitaria.
Manuel Mora, el último…
El último gran líder de esa tormentosa época de los años cuarenta, fue don Manuel Mora, pero siempre como un representante y conductor de una pequeña minoría. Don Manuel fue líder indiscutible de un sector obrero de gran importancia en este país, pero su compromiso con el marxismo le impidió ser el gran dirigente de masas que pudo haber sido. No obstante, fue el dirigente popular que durante más tiempo mantuvo su liderazgo en este país.
Pero, regresando a la pregunta inicial de este comentario, es posible que tengamos que admitir que sí existió ese deseo nacional de confirmar, por otro medio, todo lo que de república y democracia siempre deseamos los costarricenses.
A la guerra se fue porque unos violaron los principios básicos de la democracia y atropellaron las normas honradas del buen gobierno, y el pueblo entero deseaba respeto al voto popular, justicia y gobernantes honorables y decentes. Esto es necesario que quede como punto de partida de una revolución que sucedió y de unas causas que le dieron origen. La Revolución del 48 no se puede deslegitimar ahora manifestando que fueron los sectores de oposición de esa época quienes hicieron los fraudes electorales; que León Cortés era un pobre politiquillo que perdió las elecciones, no por el fraude de Calderón Guardia, sino porque carecía totalmente de apoyo popular y que las elecciones de 1948 no fueron anuladas por el Congreso Nacional. Sencillamente no se puede invertir la Historia.
Hay que analizar ahora
Lo que sí debemos analizar con seriedad ahora es por qué hemos llegado a una práctica general de corrupción y al abandono total de sanos principios en el gobierno y, consecuencia de ello, por qué estamos entregando una sociedad sin ninguna protección, totalmente desigual en oportunidades, con un alarmante porcentaje, cada vez mayor, de miseria. Eso es lo que tenemos que explicar, aceptando responsabilidades y ofreciendo soluciones. Porque lo que está mal, no es la causa de la revolución sino sus consecuencias, cincuenta años después. Sus consecuencias sociales y económicas para el pueblo. Por qué cambiamos la directriz social de los orígenes por el negocio particular y el asalto a la hacienda pública. El por qué ahora nos hemos convertido en partidos políticos silenciosos, cuando sabemos lo que está pasando Debemos explicar el silencio. El largo silencio de tantos años. El complaciente silencio.
Explicar que el derecho a elegir libremente a los gobernantes, en nuestro país, se debe a José Figueres y al Partido Liberación Nacional así como la universalización del sufragio al reconocer el voto de la mujer y la ciudadanía a los 18 años. Pero también explicar que para que exista la democracia auténtica, en la realidad y no solamente en el papel, hay que poner en marcha un proyecto de solución a los problemas sociales, de los campesinos, de los obreros, de los maestros, de los pequeños industriales y comerciantes, que los grandes y poderosos se defienden solos. Construir de nuevo una democracia sociaL una democracia de todos y para todos.
El sacrificio de los combatientes
Y finalmente saber que los partidos políticos, ideológicamente concebidos y con responsabilidad para aceptar principios morales elementales, son indispensables en la reestructuración de una democracia bien concebida. Y recordar siempre, en todo momento, el clásico principio: «El respeto a las leyes evidencia el alto sentido moral de un pueblo».
Si, el sacrificio de los que entregaron sus vidas en la revolución de 1948 tuvo plena justificación: lo hicieron por confirmar los valores de la República y la Democracia de Costa Rica. Lo que debemos explicar ahora, los que todavía continuamos vivos, es por qué no somos consecuentes con las razones por las cuales aquellos combatientes ofrecieron un sacrificio total.
Tomado de Ojo 9-10-2002
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