Domingo García Villalobos(1908 – 1988)
Del campo de batalla del 48 a arquitecto de la seguridad civil
Domingo García ocupa un lugar especial en la historia de Costa Rica. Combatiente en la Guerra Civil de 1948 y más tarde Ministro de Seguridad Pública durante la primera presidencia constitucional de José Figueres Ferrer (1953-1958), su vida resume el tránsito de un país en armas hacia una nación que, tras abolir el ejército, debió construir un modelo de seguridad basado en cuerpos policiales civiles.
Nacido el 15 de noviembre de 1908, creció en un país marcado por tensiones sociales y políticas que estallarían en la década de 1940. Su momento decisivo llegó con la Revolución del 48, cuando se unió al Ejército de Liberación Nacional encabezado por José Figueres Ferrer.
En los combates, se destacó por su disciplina y capacidad de mando. Era parte de ese grupo de hombres que, desde La Lucha en las montañas de Cartago, articularon una fuerza improvisada pero decidida a cambiar el rumbo del país. La victoria de Figueres y sus tropas abrió el camino para la fundación de la Segunda República y, poco después, la abolición definitiva del ejército.
Tras la guerra, se mantuvo cercano al liderazgo figuerista, acompañando de manera discreta pero constante las tareas de consolidación del nuevo orden institucional. La eliminación del ejército permanente, decretada en diciembre de 1948, implicaba un desafío enorme: ¿cómo garantizar la seguridad de los ciudadanos y la defensa del Estado sin fuerzas armadas?
La respuesta fue la creación de cuerpos policiales especializados, que con el tiempo se transformarían en la Guardia Civil. Domingo García formó parte de ese proceso desde sus inicios, aportando su experiencia militar en la reorganización del Resguardo Fiscal y en la coordinación con autoridades locales para mejorar la capacidad de control del orden público.
Cuando Figueres asumió la presidencia constitucional en 1953, lo eligió como Ministro de Seguridad Pública. Era la primera vez que se consolidaba esa cartera bajo la nueva institucionalidad, y su gestión resultó crucial para sentar las bases de una seguridad sin ejército.
Durante su administración se fortalecieron los cuerpos policiales, se mejoró la persecución del delito y se consolidó la Guardia Civil como fuerza de apoyo en las comunidades. García supo navegar un periodo marcado por tensiones políticas internas —con los grupos calderonistas en el exilio que invadieron el país en el 55— y externas, en un contexto centroamericano convulso bajo la sombra de la Guerra Fría.
Falleció el 18 de enero de 1988 a los 79 años de edad, dejando atrás la memoria de un hombre de acción que se transformó en constructor institucional. Su vida encarna una paradoja: fue combatiente en la guerra, pero su legado duradero fue el de la paz, al ayudar a crear el modelo de seguridad civil que ha distinguido a Costa Rica por más de siete décadas.
En un país orgulloso de no tener ejército, representa a quienes entendieron que las armas podían abrir paso a una nueva era, pero que el futuro debía sostenerse sobre instituciones civiles, firmes y democráticas.
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