Batallón de El Empalme
Pilar estratégico en la Revolución del 48
La Guerra Civil costarricense de 1948 —también llamada Revolución del 48—, fue un enfrentamiento directo entre las fuerzas del gobierno de Teodoro Picado y los rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), liderado por José Figueres Ferrer. En aquella contienda que duró poco más de 40 días, una unidad emergió como decisiva: el Batallón de El Empalme.
Situada en la ruta Panamericana, la zona conocida como El Empalme se convirtió en un punto clave —y altamente disputado— entre las tropas revolucionarias y las gubernamentales. Allí se estableció una columna rebelde con el propósito de detener el avance gubernamental hacia San Isidro de El General, necesaria para el triunfo de la revolución por su alto valor estratégico.
Durante intensos combates los días 30 y 31 de marzo, y parte del 1° de abril, la columna resistió férreamente los ataques del gobierno. Tras una ofensiva sostenida, los revolucionarios lanzaron un contraataque sorpresivo que logró desalojar a las fuerzas enemigas de la Sierra y preservar la posición.
El Empalme
El Batallón de El Empalme no solo defendía un punto geográfico, representaba un núcleo cohesionador de fuerzas, integrando combatientes de diversas zonas —como La Sierra, Santa Elena y San Isidro— bajo un comando unificado, destacando nombres como Alfonso Mora Güell y Frank Marshall.
Marshall, por ejemplo, un gran militar, terminó escalando posiciones hasta llegar a ser jefe del Estado Mayor del ELN. Fue una figura central en varias batallas clave, incluida la del Tejar de Guarco, donde el batallón participó decisivamente en la derrota del gobierno.
Tras consolidar posiciones en El Empalme, el batallón formó parte de la histórica Marcha Fantasma, una operación nocturna que llevó a los revolucionarios hacia Cartago. Esa madrugada del 12 al 13 de abril de 1948, la columna avanzó por zonas bajas y boscosas, rodeando y sorprendiendo al ejército gubernamental en la ciudad, marcando un punto de inflexión en el conflicto.
El accionar del Batallón de El Empalme fue decisivo para que las fuerzas de Figueres avanzaran sobre la capital y finalmente ganaran la guerra. Poco después, el nuevo gobierno abolió el ejército (1 de diciembre de 1948) y se instaló la Junta Fundadora de la Segunda República, estableciendo la Constitución vigente desde 1949
Su papel fue celebrado por su audacia en el combate, cohesión bajo presión y su contribución al desenlace de la contienda revolucionaria.
El Batallón de El Empalme simboliza la audacia militar y la firme determinación de los revolucionarios en la Revolución del 48. Su actuación estratégica en El Empalme y su participación en la Marcha Fantasma ejemplifican la valentía y el sacrificio de quienes lucharon por restablecer la legitimidad electoral en Costa Rica.
Como uno de los baluartes revolucionarios, su legado quedó grabado en el pasaje que dio paso a la Segunda República y avanzó hacia un futuro sin ejército y con fuerte énfasis en la democracia social.
Frank Marshall y el Batallón de El Empalme
Cuando estalló la Guerra Civil de 1948 en Costa Rica, Frank Marshall Jiménez tenía apenas 19 años. Estudio en un internado en Alemania, antes del inicio de la segunda guerra mundial, donde tuvo entrenamiento militar, que era obligatorio para todos los alumnos. Fue formado en la disciplina del aula pero pronto enfrentado a la dura realidad del combate. Como tantos jóvenes idealistas de su tiempo, Marshall se alistó en el Ejército de Liberación Nacional liderado por José Figueres Ferrer, convencido de que el país necesitaba un nuevo rumbo.
Su destino lo llevó a integrarse al Batallón de El Empalme, una de las unidades más reconocidas de la fuerza revolucionaria. Esta agrupación se convirtió en uno de los baluartes clave de los figueristas, conocida por su tenacidad, su adaptabilidad al terreno montañoso y su compromiso con la defensa del sufragio, la limpieza del sistema electoral , la lucha contra la corrupción, y el inicio de una nueva etapa republicana.
El joven Marshall combatió en las filas de este batallón durante las cruciales operaciones en la región de El Empalme, una zona montañosa en el cruce a Santa María de Dota cerca del cerro de la muerte, que se convirtió en punto estratégico para detener a las fuerzas caldero-comunistas en sus intentos de llegar a San Isidro de El General. El Batallón tuvo una destacada partición en la toma de Cartago y la batalla de El Tejar.
Aunque con el tiempo se distanciaría del figuerismo oficial, nunca renegó del significado histórico de la lucha de 1948 ni de su participación personal en ella. Más bien, en la contrarrevolución de diciembre de 1948 y la invasión del 55, estuvo en primera línea defendiendo al país.
Su paso por el Batallón de El Empalme no fue solo un episodio juvenil, sino una experiencia que marcó su vida.
La vestimenta improvisada
Los combatientes del Batallón de El Empalme, como muchos otros del bando figuerista, enfrentaron no solo al enemigo armado, sino también a las inclemencias del clima montañoso. El frío, la lluvia constante y la humedad de la zona ponían a prueba la resistencia de jóvenes mal equipados para una guerra.
Ante la escasez de ropa adecuada, muchos soldados improvisaron sus abrigos utilizando sacos de gangoche, ese material áspero y grueso que comúnmente se usaba para empacar café o arroz. Con cortes rudimentarios, algunos les hacían aberturas para la cabeza y los brazos, creando una especie de poncho tosco que servía tanto para abrigarse como para protegerse de la lluvia. Otros simplemente se los echaban encima como capas.
Estos improvisados uniformes hablan de una guerra de recursos limitados, en la que la creatividad y el coraje suplían la falta de medios. También evocan la dureza de la vida del combatiente raso, especialmente aquellos que, marchaban jóvenes e idealistas hacia la incertidumbre de la montaña, con un fusil en una mano y un saco de gangoche al hombro.
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