Bellavista armas e historia
La construcción del Cuartel Bellavista (o Buenavista) se inició en 1917 por decisión de Federico Tinoco.
En 1949, el lugar pasó a ser la cuarta casa del Museo Nacional.
Cuando el Bellavista fue utilizado por el ejército, el edificio tuvo la siguiente distribución:
Al norte, la bodega de armas.
Al nordeste, dos casas donde vivían el primer y el segundo comandantes.
Al este, los dormitorios de la tropa.
Al sur, en la parte baja, las celdas, la cocina, los baños y los sanitarios;
En la parte superior, algunos dormitorios y la enfermería. Al oeste, la comandancia, los dormitorios de los oficiales y la sastrería.
Las paredes hablan
Revelaciones el Museo Nacional abre al público lugares ocualtos del antiguo Cuartel Bellavista
Hace casi seis décadas, la ciudad josefina dejó de ser vigilada día y noche por soldados armados con fusiles desde los torreones del Cuartel Bellavista.
Las huellas de los balazos en los fortines del viejo cuartel traen a la memoria momentos políticos difíciles, en los que el Bellavista estuvo directa o indirectamente involucrado.
Tal es el caso de la dictadura de los Tinoco (1917-1919), cuando comenzó la construcción del cuartel.
El lugar fue escenario del Bellavistazo en 1932, del Cardonazo en 1949, y de otros hechos políticos que tal vez no lleguemos a conocer, en especial los ligados a la guerra civil de 1948.
Entre los vacíos de conocimiento sobre el conflicto del 48 está la cantidad exacta de personas muertas por su causa. Las versiones a veces difieren por centenas. Son oscuros números que también fueron “alimentados” desde el Bellavista.
En ese sentido, sobresale el recuerdo de dos niños de apellido Guzmán que en 1948 ingresaron al cuartel el día posterior en el que fue tomado, al parecer sin violencia, por las fuerzas de Figueres.
Este testimonio fue recuperado por un concurso de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica sobre “los niños del 48”; dice lo siguiente:
“¡Era el Bellavista!
“Atravesamos la entrada principal, ningún guardián cuestionó nuestra presencia, éramos posiblemente los únicos niños ese día, al menos en ese momento. Avanzamos hacia el interior del edificio y nos dejaron de pie en el pasillo frente al patio central del cuartel.
“Nuestros ojos de inmediato enfocaron imágenes imperecederas en nosotros pues ese patio estaba cubierto por muchos cuerpos de hombres fallecidos boca arriba unos, otros con el rostro contra el suelo, con sus duras miradas, diversas expresiones en los pálidos rostros y con diferentes vestiduras. ¿Quiénes eran?”.
Como vemos, todavía falta mucho por discutir sobre ese período de la historia costarricense, en especial sobre sus silencios; pero el Cuartel Bellavista también tiene otras historias que contar, menos controversiales que la anterior.
Recorrido
En ese histórico lugar, se ha abierto la exhibición De Cuartel a Museo . Se ubica en uno de los rincones del edificio mejor conservados y más solicitados por el público; es decir, la parte donde se encuentran las antiguas celdas de castigo para los soldados.
Por medio de fotografías, textos y testimonios, en esta exhibición se recorre las diversas etapas y transformaciones de la edificación, así como se hace una breve travesía por la historia del ejército y del Museo Nacional.
Empero, sus sencillas paredes, sus pisos y su cielo raso son los que tienen la primacía en narrar al público parte de la historia de la vida cotidiana del viejo cuartel.
Por ejemplo, se puede ingresar en el torreón sureste, con sus troneras por donde soldados como Víctor Masís y Fernando Faith vigilaron la ciudad en la década de 1940, según sus recuerdos de juventud.
En el recorrido por la exhibición además es posible observar los particulares e incómodos retretes usados por los soldados, que en algunos visitantes han generado reflexiones sobre las ventajas modernas en la solución de tan humana y básica necesidad.
Cuando el Museo se trasladó al cuartel, selló con cemento esos retretes. Se los redescubrió hace diez años, después de haber sido, durante decenios, el albergue de la antigua exhibición de la colección de arte sacro del Museo Nacional.
Lo interesante de la sección de los sanitarios es el contraste que presenta con el elegante cielo raso del antiguo Congreso, que se encuentra en el mismo lugar.
Ese local parlamentario fue un edificio simbólico de la Costa Rica cafetalera de Juan Mora Porras. El local fue demolido en la década de 1950, pero se rescató una parte de su techo.
Hace cincuenta años los servicios sanitarios del cuartel y el antiguo Congreso no fueron considerados dignos de ser rescatados, pero hoy parte de sus legados coexisten con igual derecho en el mismo espacio.
Memorias en graffiti
Sin embargo, es en las antiguas celdas del cuartel cuando las paredes establecen un diálogo sin intermediarios con el visitante.
Como parte de las múltiples y contradictorias memorias de la guerra civil de 1948 quedaron en sus muros imágenes y palabras de índole sexual, religiosa y sobre todo política, plasmadas tanto por los que ingresaron contra su voluntad en las celdas como los que dejaron sus victoriosas firmas en ellas.
A veces, los graffiti son transgresiones que soportan las paredes cuando los papeles no pueden hacerlo.
Compartimos algunos graffiti con quienes que no han visitado la exhibición. Por ejemplo, el siguiente destaca por su ironía:
“Se alquila cuarto con un cajón de cama, con un portón de fierro y candao, y salirse ni a putas asta que lo saquen” (transcripción textual).
Este otro, de 1949, sobresale por la angustia:
“Es tan pesada la crus de mi vida que llevarla casi no puedo pero a dios imploro fuersas y paciencia ho al menos un consuelo” (transcripción textual).
Acordes con los convulsos años de la guerra civil del 48, no podían faltar los siguientes:
“Viva Otilio Ulate”,
“Abajo Calderón Guardia” y “Recuerdo de Rafael Jiménez Sargento del pelotón #10 del vatallón vuena vista 10/12/48”.
Fuentes: Luis Gerardo Zumbado y La Nación Ancora del del 12 Octubre 2008, artículo de Gabriela Villalobos
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