Guillermo Villegas Hoffmeister1932 – 2010
Periodista e historiador de la memoria costarricense
En la historia reciente de Costa Rica, pocos nombres han sabido tender un puente tan sólido entre el periodismo y la historiografía como el de Guillermo “Memo” Villegas Hoffmeister. Nacido en Alajuela en 1932, dedicó su vida a narrar, investigar y preservar los episodios fundamentales de la identidad nacional, siempre con un profundo amor por su tierra natal.
Villegas cursó la secundaria en el Instituto de Alajuela y más tarde viajó a España, donde se formó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Esa combinación de raíces alajuelenses y experiencia internacional marcaría su estilo: riguroso en la búsqueda de fuentes, pero siempre cercano al relato humano.
Su trayectoria en la prensa lo llevó a desempeñar prácticamente todos los roles de la redacción: redactor de sucesos, jefe de información, director y cronista. Trabajó en diarios como La República, La Hora, Excelsior, y en 1979 participó en la fundación de La Extra, que se convirtió en uno de los periódicos más leídos del país.
Para Villegas, el periodismo no era solo un oficio, sino una herramienta para rescatar la memoria y darle voz a los protagonistas olvidados de la historia.
La provincia de Alajuela fue el centro vital de su labor investigativa. Revisó archivos, desempolvó documentos y entrevistó a decenas de testigos para armar un fresco histórico que combinaba el rigor académico con el pulso narrativo del reportero.
En 1956 recibió un reconocimiento nacional por su investigación sobre Juan Santamaría. Seis años después, ganó el primer premio del Concurso Histórico sobre la independencia de Centroamérica. Estas distinciones consolidaron su prestigio como investigador.
Sin embargo, su mayor aporte llegaría con la reconstrucción de la Guerra Civil de 1948, tema al que dedicó décadas de trabajo. Obras como Testimonios del 48, De las calles a la guerra y San Isidro de El General en llamas abrieron una ventana a las vivencias de combatientes, familias y comunidades que marcaron aquel momento decisivo. Su libro más influyente, La guerra de Figueres: Crónica de ocho años (1998), es considerado una de las miradas más completas y apasionadas sobre el periodo.
Obras destacadas
Además de sus investigaciones sobre la Revolución del 48, Villegas publicó títulos como:
- El otro Calderón (1986)
- El Cardonazo (1988)
- Alajuela y la ley de la ambulancia (1989)
Cada uno de estos trabajos contribuyó a fortalecer la reflexión histórica y cívica en el país.
La solidez de su obra le valió en 1999 el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en Historia. Ocho años después, la Municipalidad de Alajuela lo declaró Hijo Predilecto de la ciudad, un homenaje al hombre que convirtió su amor por la provincia en literatura histórica.
Quienes lo conocieron lo recuerdan como un periodista íntegro, honesto y generoso. Falleció en 2010, dejando tras de sí un legado de libros, artículos y recuerdos que mantienen viva la memoria de Costa Rica.
El gran reportero del 48
Es creencia popular, leyenda autorizada e idea generalizada el hecho de que el periodista y gran personaje alajuelense Guillermo Villegas Hoffsmaister es el escritor costarricense que más sabe de la Revolución del 48.
«Don Lolo Rodríguez tenía un radio, en San Rafael de Poás, y a la par el trapiche y un dínamo que aprovechaba el agua del mismo trapiche. Ese dínamo le daba la energía que usaba en la casa. Por ese radio oímos nosotros la sesión del 1 de marzo en que el Congreso anuló la elección de Ulate. Hasta ese momento no teníamos noticia de Figueres.
«Éramos un grupo independiente. Estábamos Jorge Hernández, conocido como el Negro Jorres; Gilberto Rodríguez; estaban mis primos Chalo y Jaime Rodríguez Cordero; Jorge Luis Solórzano Salas; Femando Bonilla Navarro, Francisco y Ricardo Rojas Argüello; Mario Flores Miralles, que era nuestro jefe; Senén Murillo; Eusebio Murillo; hermano de una señora Doña Fe, y que vivían cien varas antes de llegar a la iglesia de Poás, no más entrando; Manuel Rodríguez Jocotes…
«Nos fuimos esa misma noche. Cuando íbamos cerca del Volcán Poás llegó Don Miguel Ángel Rodríguez, hijo de Luis Rodríguez, a dejarle plata a Gilbertillo, a dejar cigarros, y un recado para uno de los compañeros, Senén Murillo. El mensaje era de Iris, su esposa. Ella era mariachi. El mensaje era el siguiente: ‘que te vayás o que ella te viene a traer.
«El plan era atacar la jefatura política por detrás y llevamos las armas, pero ya cuando Senén se vino se fregó todo. Un día de tantos llegamos a La Paz. De camino se nos unieron Filadelfo ‘Lelo’ Rodríguez y Chevico Rodríguez. De ahí fue el traslado a Altamira. Lelo fue el baqueano. Nadie conocía mejor que él, que nunca ha salido de Los Negritos. Tuvo que trabajar mucho, igual que su papá, Don Luis, cuando hizo la finca La Josefina.
«Nos fuimos a Altamira, y de ahí en avión para San Isidro de El General. De ahí tomamos camino hasta el final de la revolución. Entre los hombres que se distinguieron por su valor, su decisión y su desinterés estuvieron los tres hermanos Rodríguez González, Gilberto,
Chevico y Lelo, así como los hermanos Rodríguez Cordero. En general, todo el grupo de Poás estuvo a la altura».
Revolución de chiquillos
«La revolución del 48 la hicimos chiquillos: Miguel Salguero tenía 14 años, yo tenía 16 años; Frank Marshall, jefe del Estado mayor, tenía 24 años; Tuta Cortés tenía 28 años; Édgar Cardona tenía 30, y Don Pepe tenía 42 años. La realidad es que, en esos momentos, el patriotismo no tuvo edad. Ni de un lado ni del otro.
«El hombre de la Guerra del 48 y de la lucha contra la invasión del 55 fue Frank Marshall, indudablemente. Frank Marshall tomó ‘El Amo’. Tengo una anécdota bellísima acerca del corazón de Frank. En un momento determinado, bajo las ametralladoras de la Unión Cívica Revolucionaria quedaron a disposición el doctor Calderón Guardia, Paco Calderón y Luis Paulino Jiménez, entre muchos otros.
«Óscar Saborío Alvarado, uno de los comandantes del batallón de la Unión Cívica Revolucionaria, dio orden de aniquilar a todo el grupo, que era fácilmente aniquilable, pero Frank lo detuvo, alegando que al enemigo que huye, puente de plata’. Frank los tenía copados y tuvieron que huir.
«Después de la guerra del 48, entré de nuevo al Instituto de Alajuela, pero en diciembre de ese año vino la contrarrevolución y participé de nuevo. Al frente mío estuvieron Frank Marshall y Óscar Saborío. En el ataque de Puerto Soley estaba Óscar Saborío y le mataron a un cuñado.
«Frank Marshall era un hombre integralmente valiente, absolutamente amigo y totalmente generoso. Después de que firmó su nombre en la historia del 48 y el 55, el país fue mezquino con él. El famoso contrabando de Chomes fue magnificado porque siempre hubo interés de destruir a Frank. Es más, en gobiernos de Liberación Nacional tres veces trataron de asesinar a Frank.
«Don Pepe le tenía miedo a pesar de que Frank fue incondicional con él. Es más, lo salvó en Cartago cuando la oficialidad del ejército se le iba a levantar. Venían resentidos porque Don Pepe llegó sólo una vez a El Empalme’. Lo llevó Don Alberto Martén, que fue el hombre que sí se preocupó por el frente de ‘El Empalme’. Él les mandaba comida y municiones …
«Después, en El Cardonazo, en el que participaron Edgar Cardona, Tuta Cortés, Miguel Ruiz Herrero, todos estaban resentidos con la junta, especialmente con Figueres. Además, algunos estaban en contra de la nacionalización bancaria, otros contra Don Alberto Martén y contra el padre Núñez, casi personalmente, y todos muy molestos con Figueres. Ellos tenían sus razones. La marginación que se hizo del ejército de Liberación Nacional molestó a mucha gente.
«En todo caso, el único que no abandonó a Figueres fue Frank Marshall, a pesar de que tenía motivos suficientes para haberlo abandonado. No quiso que se estableciera una anarquía total. Por eso apoyó a la Junta Fundadora de la Segunda República. Es bueno aclarar que Frank jamás fue liberacionista. Él fundó su propio partido, la Unión Cívica Revolucionaria, un mes antes de que se fundara Liberación Nacional».
Don Pepe
«Le ayudé a Don Pepe a escribir El espíritu del 48. Él y yo éramos muy cercanos, pero nos peleábamos de cuando en cuando, como le corresponde a los buenos amigos. Me gustaba molestarlo. Una de las cosas con que lo molesté en algunas ocasiones es que estábamos en la casa de Quirazú, y llegaron a visitarlo en varias oportunidades el embajador de Rumania, el de Yugoslavia, y la embajadora Claudia Chamorro, de los sandinistas. Ahí almorzaban, y nunca quise compartir la mesa con ellos. Yo me iba para la cocina. ¿Qué iba a sentarme con los comunistas? Don Pepe se quería molestar conmigo por esto, pero lo hacía más que todo por fregar.
«Don Pepe fue un gran hombre, tal vez una ballena en un pocito de agua. Don Pepe tuvo la virtud de que desafió, sin ningún tapujo, conveniencias sociales y políticas. Nunca se quedó con abejón en el buche. Lo que tenía que decir, lo decía, fuera una barbaridad o no lo fuera. Lástima que esas gentes se mueren, y en lugar de ellos aparezca tanta borraja».
Tomado de la colección de Centenario de don Pepe Volumen I
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