Primera dama Ivonne Clays

Yvonne Clays Spoelders

Primera dama Yvonne Clays
primera mujer diplomática de Costa Rica

Capítulo 3 y 4 del libro de Miguel Acuña V.

3

AMISTAD FAMILIAR, POLÍTICA Y DIPLOMÁTICA

«No hay amigos que no sean generosos entre ellos?
Yvonne Clays.

La primera dama diferenciaba los tres conceptos, asignándole a cada uno sus límites y advirtiendo que quienes los traspasaran sufrirían graves consecuencias. Se complacía en citar a Cicerón, quien escribió: «La primera ley de la amistad es que los amigos no se pidan cosas imposibles, y nunca hacerlas en tal caso, porque si fuera una obligación hacer todo lo que los amigos quisieran, esto no sería amistad, sino conjuración.»

La familia de doña Yvonne permaneció en Bélgica, donde estaban sus raíces, pero el engranaje familiar de su entorno, después de 1927, se formó en su patria adoptiva, donde ella colocaba en un pedestal al doctor Rafael Ángel Calderón Muñoz y a Ana María Guardia Mora, de cuyo honorable hogar era hijo primogénito su esposo. Con ellos compartió creencias, gustos, aficiones, vacaciones, planes, compromisos, sueños e ilusiones.

Desde la casa de sus suegros en Barrio Otoya, la señora Clays empezó a cultivar amistades con la crema del más alto estrato económico de la «Aldea», mientras su esposo se dedicaba al ejercicio profesional de médico – cirujano y, después de 10 años, doña Yvonne podía comunicarse en perfecto español, gracias a sus amigas: Suzanne, esposa del doctor Mario Luján, Elena Lahmann y su suegra Ana María Guardia.

Era el año 37. El doctor Rafael Ángel Calderón Guardia había consolidado su prestigio profesional. A su consultorio llegaba la clientela más selecta, la Legación Americana y los funcionarios de la United Fruit Co.; pero, dos días por semana, también eran atendidos campesinos de todas partes del país, cargados de humildes regalos para pagarle sus servicios. «La consulta, en esos días, daba la imagen de algo así como una de las clínicas periféricas que hoy tiene el Seguro Social».22

En el mismo año el doctor saltó a la arena política «para terminar con el 90% de los costarricenses descalzos que sobrevivían en pobreza extrema, por causa de la guerra». En esta empresa lo acompañó su padre, el doctor Calderón Muñoz y la primera dama, quien ya tenía conciencia del estado de su patria adoptiva. El tiempo y el destino eran propicios para llegar a la casa presidencial, donde «él se distinguirá por vestir con elegante sobriedad y modales de gran señor y ella brillará como una mujer muy guapa, elegante e inteligente».23

El 8 de mayo de 1940 inició Yvonne Clays Spoelders su rol como primera dama de la República, título con que entrará en la historia de Costa Rica.

Si en los diez años vividos con sus suegros había logrado definir el concepto de amistad familiar, en los próximos cuatro años aprenderá que la amistad política se caracteriza por encuentros y desencuentros propios del trato humano, con efectos buenos y malos.

Para alcanzar sus metas, los gobernantes y quienes buscan situarse en la cima de la burocracia, simulan amistad y piden cooperación a cambio de cargos, embajadas y poder, además de lealtad e incondicionalidad que, con mucha frecuencia, terminan en complicidad, traición y corrupción.

La amistad familiar es para siempre; por el contrario, en la amistad política opera un axioma que dice. «mientras el poder no nos separe». Opera también la sentencia de Cicerón: «En política es difícil que haya amistades verdaderas, no obstante que, para Aristóteles «la amistad política es uno de los principios fundamentales de la política, porque surge de la aplicación de la razón práctica, aplicada a las cuestiones públicas. La discusión abarca, además, el análisis de la tesis opuesta, a saber la enemistad o la guerra como principio político».

De la personalidad de Yvonne, en función de primera dama, existe el testimonio de un Ministro de la Administración, Fernando Soto Harrison: “En esa función mostró una fuerte personalidad y fue la única persona que tuvo el coraje de cuestionar algunas amistades de Rafael Ángel y advertirle del peligro de tales personajes».24

Del jefe del Partido Comunista Costarricense, la primera dama previno al mandatario acerca de su doble moral. En efecto, mientras existió el pacto nazi-soviético que permitió la invasión de Polonia y el desconocimiento del pacto franco-ruso25, los comunistas criollos acusaron al presidente de delitos graves lo costarricense, es decir, sin pruebas: – presidente vendido a las compañías eléctricas, católico fanático, amigo político de Franco y Somoza, culpable de nepotismo y de contratos sin licitación, proclive a la dictadura que utiliza las garantías sociales para gobernar por decreto, sin las garantías individuales y populista electorero; pero cuando se dio la invasión de la Unión Soviética por el ejército alemán, el jefe comunista absolvió al presidente de toda acusación y le pidió apoyo para el Frente Nacional Anti Nazi, origen de la amistad caldero-comunista o alianza calderocomunista de 1943. Giró 180°, de acuerdo a las órdenes del secretario del Partido Comunista de los Estados Unidos, Earl Browder, sin ningún rubor.

A esta alianza estratégica algunos intelectuales comunistas la llamarán “magnífica simbiosis»; pero, para quien denunció el engaño, será la causa de la Guerra Civil de 1948, que costó al país más de doscientas vidas.

La administración calderonista tuvo dos adversarios políticos de mucho peso: don Ricardo Jiménez Oreamuno y don León Cortés Castro. Esta enemistad política frustró el intento de la reforma electoral con que se pretendió alargar el periodo presidencial por dos años, proyecto que fue retirado de la Asamblea Legislativa cuando ya estaba aprobado en segundo debate, no obstante el intencionado ablandamiento, al otorgársele a don Ricardo el Benemeritazgo de la Patria.26

A mediados de enero de 1944, la primera dama se fue de vacaciones a Puntarenas. La acompañó la señora Clemencia Mata Bonilla, amiga de don Ricardo, quien residía en una finca delPacífico.

La misión era llevarle al anciano expresidente una invitación para una cena privada con el presidente en la casa presidencial. El patriarca aceptó, vino a la Capital el 6 de febrero y fue atendido espléndidamente por el matrimonio Calderón – Clays.

En la reunión se acordó que don Ricardo publicaría «un reportaje en que defendería las tesis oficiales que incluían las Garantías Sociales y el Código de Trabajo». La publicación salió el 12 de febrero, un día antes de las elecciones en que Teodoro Picado derrotó a León Cortés (13 de febrero de 1944).

La amistad política entre Rafael Ángel Calderón y Ricardo Jiménez, fue restablecida gracias al don de gentes de Yvonne Clays, un año antes de la muerte del Benemérito, el 4 de enero de 1945, en San José.

La enemistad política entre el expresidente Cortés y el presidente Calderón nunca pudo ser subsanada. Fue una misión imposible para la primera dama, porque don León nunca perdonó a su enemigo político, haberlo incluido en la «lista negra» como pro-nazi, enemigo de los Estados Unidos, a lo cual siempre se opuso doña Yvonne, porque ella sabía que la única razón era eliminarlo de la política y porque le constaba la alta estima de Roosevelt por don León, quien lo había visitado al término de su presidencia, de manera que no era cierto el veto del Departamento de Estado para que, como líder de la oposición, optara por una segunda presidencia.

Doña Yvonne nunca estuvo de acuerdo con la amistad que el presidente mantenía con el arzobispo Víctor Sanabria, ni con las leyes que de tal trato se derivaron: la derogación de las leyes liberales de 1884, la enseñanza obligatoria de la religión en las escuelas y la confesionalidad del Estado costarricense. Ella pensaba igual que Jacques Maritain: «Una de las peores culpas de que pueden hacerse culpables los católicos en política, es comprometer a Cristo que no tiene más compromiso que con la Iglesia».

Tampoco vio bien que el presidente se exhibiera en un carro con el arzobispo y el jefe comunista el día de la Independencia, para apoyar el Código de Trabajo, impuesto por la lógica de su conveniencia, sin necesidad de tales padrinos.27

De labios de su amiga Eleonor Roosevelt se enteró de la forma en que Franklin invitó al secretario de Estado del Vaticano, Eugenio Pacelli, para que silenciara al padre Charles Couglin que se había vuelto contrario a Roosevelt y que en sus demagógicos programas radiofónicos atacaba violentamente al presidente por su política del Segundo New Deal, por sus inclinaciones socialistas y por sus continuos ataques al nazismo, que llevarían a los Estados Unidos a una segunda guerra con Alemania. La visita del futuro papa, Pío XII, aseguró el voto de los católicos de Nueva York en la tercera elección. Su amiga tampoco estuvo de acuerdo con la mezcla de la política con la religión.

Cuando lleguen los años de persecución política, a nuestra exprimera dama le pasarán la factura. Eleonor era anticatólica y enemiga del cardenal Spellman de Nueva York.

La función diplomática para mantener la llama de la amistad internacional fue la principal tarea que se puso en sus manos, según consta en sus Memorias: «En el ámbito internacional tuve muchísimo trabajo, por el hecho de que durante nuestro viaje a los Estados Unidos, habíamos adquirido graves compromisos. La situación aquí era muy tensa, por la cercanía del Canal de Panamá. Toda la parte internacional Rafael Ángel la descansaba en mí, por la cuestión de los idiomas que yo dominaba perfectamente: español, francés, inglés y alemán. Tenía que entenderme con cantidad de funcionarios y visitantes distinguidos, así como con los alemanes que estaban en una situación muy difícil durante la guerra. Esas funciones debía cumplirlas sin descuidar las visitas de miembros de la familia, recepciones, citas y obras de caridad que no se podían evadir».28

Con orgullo y agradecimiento, la primera dama daba fe de la amistad con los Estados Unidos, iniciada en 1851 con la firma de un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. Consideraba que los Estados Unidos nunca habían violentado los derechos soberanos de Costa Rica; habían respetado su autonomía como nación y siempre son solidarios cuando hemos necesitado ayuda. Agregaba que esa amistad pasaba por una edad de oro, pues todas las puertas estaban abiertas para cualquier proyecto en que nuestra nación se interesara.

Con la llegada de un egresado de las Universidades de Lovaina y Libre de Bruselas a la Presidencia de la República, junto con la primera dama de origen belga, se esperaba un puente de intercambio diplomático y cultural; pero la perspectiva fue truncada por la invasión y capitulación belga.

Para complacer al doctor Calderón Muñoz, se invitó al exministro Paul van Zeeland29, quien pronunció un discurso en el Congreso y explicó el modelo que se había impuesto en su país en 1937, advirtiendo que el modelo sería sometido a una Reforma de Armonización y Actualización después de la guerra, para darle autonomía y superar la confusión entre derecho laboral y los servicios de salud, basado en la asistencia social. Explicó que el antiguo modelo estaba basado en el principio de solidaridad para el otorgamiento de prestaciones sociales y se refirió a la ley de accidentes de trabajo. Reconoció que el término «seguridad social» nació con la ley de 1935 de Estados Unidos, donde por primera vez, a nivel normativo, aparece esta terminología (Social Security Act) y en la cual el mundo de la post guerra tendrá que basarse.

Con particular empeño fueron atendidas las relaciones amistosas con los países fronterizos, sin ninguna injerencia en los problemas internos. Se dio prioridad al gobierno del doctor Arnulfo Arias Madriz de Panamá, porque el presidente tenía interés en enterrar el Conflicto del Río Coto, donde fueron abatidos veinte soldados costarricenses. El Tratado Echandi – Jaén fue ratificado por el Congreso en mayo de 1941 y, en 1944, se terminó la demarcación final de la frontera en las vertientes del Atlántico y del Pacífico. Firmaron por Costa Rica, Teodoro Picado y, por Panamá, Adolfo Guardia. El apellido «Echandi» del Tratado, fue propuesto por la primera dama, quien apreciaba mucho a don Alberto Echandi, Ministro de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracia y Culto. Los amigos del presidente propusieron «Tratado Guardia-Arias», pero privaron las razones de la esposa del Doctor.

Por humildad costarricense y elegancia europea, la diplomática Yvonne Clays Spoelders atribuyó a su esposo la técnica refinada de analizar con sentido crítico la evolución de los hechos, las costumbres, ideas dominantes e historia de las naciones civilizadas, con quienes se deseaba mantener relaciones amistosas perdurables de mutua conveniencia, para bien de la humanidad y promesa de días mejores.

22. Soto Harrison (1991). Qué pasó en los años 40, p. 30.
23. Soto Harrison, op.cit. p. 33.
24. Entrevista con Fernando Soto el 8 de abril de 1995.
25. Pacto entre Ribbentrop y Livinov del 23 de agosto de 1939.
26. El título de benemérito, le fue otorgado al tres veces presidente, el 12 de marzo de 1943.
27. «Como gobernante cometí el error de confundir la lealtad personal con la lealtad del hombre de Estado, que son cosas diferentes». (discurso del 15 de noviembre de 1947,en Diario de Costa Rica. Dr. Calderón Guardia).
28. Entrevista con Villegas Hoffmeister en 1985.
29. Primer Ministro de Bélgica de 1935 a 1936 y de 1936 a 1937.

4

MEDIACIÓN DIPLOMÁTICA

«La verdad solo existe para el que quiere conocerla»
Jean Lacouture.

Cuando el presidente Calderón visitó a Roosevelt, éste mantenía sus opiniones tradicionales sobre política exterior y de defensa, lo cual incluía la Ley de Neutralidad aunque había ordenado la formación de una potente escuadra Atlántica de la Armada, para hacer frente a cualquier amenaza.

Informó a los visitantes que existía un grave peligro de guerra debido a la orden de la persecución antisemita en toda Alemania (1938) y a la existencia de un tratado de mutua protección entre Gran Bretaña y los Estados Unidos. Repitió que, sin la menor duda, habría guerra y que el momento sería cuando Hitler pusiera en peligro a Inglaterra. Lo inexplicable es que nunca el presidente Roosevelt se refirió a una guerra del Pacífico que se iniciaría después del bombardeo de Pearl Harbor.

Meses después de la traición japonesa, el asesor de confianza de Roosevelt redactó el decreto para resolver problema de bajas causadas por submarinos alemanes que estaban hundiendo barcos aliados.

Dicho decreto, considerado por los historiadores un error histórico y una flagrante violación de los derechos humanos, nació como una orden para que se arrestara a todos los ciudadanos alemanes, italianos y japoneses mayores de 21 años, residentes en países latinoamericanos y los enviaran en condición de «internados», a los Estados Unidos. Se incluían a sus esposas e hijos.

Los países en guerra con el Eje ejecutaron la orden, con excepción de Argentina, Chile y Uruguay, los cuales arrestaron a los enlistados pero no los enviaron a los campos de concentración en Texas, Oklahoma y La Florida.

Bolivia, Ecuador, Colombia y Centro América sí obedecieron. Brasil los confinó en una isla.

En Costa Rica la Ley N° 66 del 27 de junio de 1942 autorizó la fiscalización de bienes enemigos; declaración de bienes por parte de súbditos de naciones totalitarias; establecimiento de una Junta de Custodia, con facultad de enajenar o dar en arriendo o administración los bienes de ciudadanos alemanes, italianos o japoneses que hubiesen quedado abandonados con motivo de la expulsión del país o de la imposibilidad de reingreso a él por razones de defensa nacional.30

Una vez ratificados los decretos del Ejecutivo, el presidente envió a la primera dama a cumplir una misión especial en Washington: solicitar asesoría militar para el debido cumplimiento en la tarea de vigilancia y control de los prisioneros; ayuda para el cuido, trato humanitario, alimentación, servicios de salud y educación de los niños en edad escolar; garantía de trabajo, con el salario mínimo, para quienes lo solicitaran; sacar de las listas a quienes tuvieran la nacionalidad costarricense y pago del transporte a los prisioneros, protegidos por la Cruz Rojа Internacional.

La First Lady Yvonne, como era conocida en los círculos políticos de la Casa Blanca, regresó a Costa Rica en la segunda semana de julio, feliz por la misión cumplída; pero se encontró con tres sucesos que no dudó en calificar de surrealistas: en la noche del 2 de julio había sido volado un barco bananero en el muelle de Limón, matando a los trabajadores que cumplían labores de carga y descarga; el Comité Anti Nazi había organizado un desfile de protesta que se convirtió en saqueo de negocios de alemanes,italianos y españoles; al ciudadano costarricense José Figueres se le había expulsado del país por pronunciar un discurso redactado por el abogado Alberto Martén Chavarría, ligándolo con la Guerra Civil Española que había terminado hacía 4 años.

Por prudencia y porque las mujeres no opinaban sobre los asuntos de Estado, doña Yvonne guardó silencio; pero estuvo de acuerdo con el arzobispo Sanabria «por su posición anti-nazi y anti-comunista».31

La guerra pasaba por un momento crucial. «En el Pacífico la situación era muy difícil. Costa Rica estaba comprometida ciento por ciento con las fuerzas aliadas y su Ministerio de Seguridad Pública, como sus equivalentes en todos los países aliados, formaban una cadena dirigida militarmente desde el comando aliado. Como consecuencia de sus compromisos internacionales, el país estaba sometido a una verdadera intervención de los militares de la Embajada Americana, a tal extremo que para viajar era preciso obtener de la Embajada una prioridad».33

No hay duda – comentó doña Yvonne – que a la sombra de la realidad descrita, con las garantías constitucionales suspendidas en los años de guerra, se cometieran grandes abusos. Los custodios descuidaron las propiedades, las hipotecaron, vendieron o subastaron, en perjuicio de sus verdaderos dueños y, por causa de los espías, se desató una persecución de alemanes, italianos y japoneses inocentes, sin el respeto de las leyes morales básicas.

El héroe del 48, Frank Marshall, quien patrocinó un libro sobre Yvonne Clays33, reconoció que la mediación competente y eficaz de la primera dama de los años 40-44 le permitió escapar de un amargo destino en un campo de concentración, como seguidor de la disciplina militar germana, durante la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo podrían testimoniar muchas familias quienes ella resolvió el problema planteado por el fatídico decreto de Roosevelt, denunciado por Mussolini ante el Comité Ejecutivo Nacional Fascista como «el producto de un hombre lleno de amargo odio a toda la humanidad a causa de que había quedado tullido por la poliomielitis a los 43 años».34

Es irónico e hipócrita el «humanitarismo sentimental» de Benito Mussolini, pues él sabía que los nazis estaban deportando a los judíos a Auschwitz, para ser asesinados en las cámaras de gas y por eso se negó a que los judíos de Italia fueran deportados, manteniéndolos en condición de «internados» e ignorando la insistencia de Heinrich Himmler, comandante de la SS, cuando lo visitó en Roma, en octubre de 1942. Así pues, la intervención de Mussolini fue muy infortunada, porque provocó acusaciones en el sentido de que existía una conspiración anti-alemana por razones puramente personales de Roosevelt, en lugar de centrar la atención en una guerra que siempre había querido.

No cabe la menor duda de que en el caso de los extranjeros internados por razones de guerra; en los accidentes que calificó de surrealistas; en las graves consecuencias del Decreto de Roosevelt, y en la Misión que le fue asignada, la opinión de la primera dama rebasó los límites del aldeanismo y proyectó una visión de política internacional desconocida en el país.

30. Ley N° 66 del 27 de junio de 1942, Colección de Leyes y Decretos.
31. La Tribuna, 3 de octubre de 1942.
32. Soto Harrison, op.cit., p. 103.
33. Villegas C.: El otro Calderón.
34. 3 de enero de 1943, ante Comité Ejecutivo Fascista.

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