José Figueres Ferrer y el caudillismo
Por Carlos Revilla Maroto
En la historia de América Latina, pocas palabras generan tanta evocación —y tanta confusión— como caudillo. Aparece en guerras civiles, en revoluciones, en modernizaciones repentinas y también en regresiones autoritarias. Pero, ¿cómo encaja José Figueres Ferrer en esa tradición? ¿Fue realmente un caudillo? ¿O su liderazgo pertenece a otra categoría?Para responder, vale la pena partir de una definición que no viene de un libro, sino de la sabiduría íntima de la vida cotidiana.
Mi papá, que vivió toda la época de Figueres, solía decir: “Un caudillo es una persona que tiene gente que da la vida por él y otra que lo quiere matar.” Y ciertamente, pocas veces una frase tan simple ha captado tan bien un fenómeno tan complejo. El caudillo vive en un espacio emocional extremo: inspira devoción absoluta y, al mismo tiempo, genera odios irreconciliables. No hay medias tintas. No hay neutralidad. No hay tibieza. Esa definición —tan humana como histórica— sirve como punto de partida para entender a Figueres.
La figura de un caudillo no surge en tiempos de normalidad institucional; aparece cuando el sistema pierde credibilidad, la legalidad colapsa y la población busca un liderazgo fuerte para restaurar el orden o para transformarlo. En 1948, Costa Rica vivía precisamente eso.
Aunque no existe evidencia concluyente de fraude electoral, el país entró en crisis cuando el Congreso decidió anular las elecciones presidenciales del 8 de febrero, pese a que el Tribunal Nacional Electoral había declarado ganador a Otilio Ulate Blanco. Aquella anulación fue interpretada por una parte significativa de la ciudadanía —incluido Figueres— como un atentado contra la voluntad popular y la institucionalidad republicana. Ese mismo 1 de marzo, fuerzas gubernamentales asaltaron la casa del doctor Carlos Luis Valverde Vega —muy querido y respetado por la ciudadanía—, quien resultó herido de muerte y fallecería días después. Este hecho intensificó la indignación pública. La combinación de ambos hechos marcó la gota que derramó el vaso y fue el punto de quiebre que llevó a Figueres y al Ejército de Liberación Nacional a iniciar el alzamiento armado.
Entonces aparece Figueres, no como un caudillo tradicional que busca el poder por ambición personal, sino como el líder de una reacción ante lo que él y buena parte del país percibían como una violación del compromiso político adquirido al finalizar la huelga de brazos caídos de 1947. Aunque la anulación de las elecciones estaba dentro de las potestades formales del Congreso, para muchos significó una traición al acuerdo —entendido como garantía mínima de estabilidad— de que el gobierno respetaría sin reservas el resultado electoral de 1948.
Antes de analizar el caudillismo, conviene recordar que José Figueres no surgió de la nada ni del puro ímpetu personal. Su liderazgo se forjó en diálogo estrecho con el núcleo intelectual del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, cuyos diagnósticos sobre la corrupción institucional, la desigualdad y la urgencia de una modernización democrática Figueres estudió con rigor y asumió como propios. Lo que él hizo —y ahí radica buena parte de su excepcionalidad histórica— fue traducir ese pensamiento a la política real, convertir el análisis en acción y llevar esas ideas al terreno concreto de la reforma y la disputa de poder. Sin esta base, Figueres correría el riesgo de parecer un caudillo espontáneo como los que hoy abundan; pero su trayectoria demuestra exactamente lo contrario: fue un líder preparado, informado y arraigado en una tradición intelectual, algo que está a años luz del voluntarismo personalista y del populismo improvisado de figuras como Rodrigo Chaves.
Elementos caudillistas en Figueres
1. El líder carismático que moviliza lealtades absolutas
Quienes combatieron a su lado en 1948 —desde la gente de La Lucha hasta los legionarios— no solo obedecían órdenes: creían en Figueres. Veían en él al hombre necesario para salvar la república. Había devoción, épica y sacrificio. Había, siguiendo la frase de mi papá, gente dispuesta a dar la vida por él.
2. La existencia de una fuerza armada propia
Figueres comandó un ejército irregular que le respondía directamente a él. No era una institución del Estado, sino una fuerza armada formada para la insurrección y la toma del poder. Eso es profundamente caudillista.
3. El enemigo dispuesto a destruirlo
En paralelo, la otra mitad del país —calderonistas, comunistas y muchos independientes— lo consideraba un peligro. Durante y después de la guerra hubo amenazas, complots y tentativas de eliminarlo. La otra parte de la frase: había gente que lo quería matar.
4. El liderazgo personalista dentro del PLN
El Partido Liberación Nacional nació como un proyecto profundamente figuerista. Durante décadas, su figura ordenó lealtades, definió carreras políticas y modeló la narrativa nacional. Eso también es caudillismo, aunque en una versión institucionalizada.
Pero Figueres no fue un caudillo tradicional. El caudillismo latinoamericano clásico —el de Rosas, Gómez, Estrada Cabrera o Trujillo— tiene características muy distintas que Figueres no comparte. No buscó perpetuarse, entregó el poder en 1949, regresó luego, dos veces, por elecciones libres y finalmente se retiró. No construyó una dinastía, aunque su familia participa en política; no estableció un régimen hereditario; y no anuló la democracia: la reconstruyó.
A diferencia de los caudillos autoritarios, Figueres abolió el ejército, promovió el voto femenino y afrodescendiente, fortaleció el Tribunal Electoral y expandió el Estado social. Su proyecto era institucionalizar, no personalizar. El resultado del 48 no fue un régimen figuerista ni un proyecto personalista, sino el inicio de la Segunda República.
Por eso, muchos historiadores lo clasifican como un caudillo democrático y modernizador. O, más técnicamente, un caudillo civil-reformista, de transición entre el liderazgo revolucionario y el liderazgo institucional.
Figueres vivió toda su vida entre dos fuegos: el amor épico de quienes lo vieron como un libertador y el odio visceral de quienes lo consideraron un peligro. De esa tensión nacieron sus seguidores incondicionales, sus críticos eternos y el aura mitológica que lo acompaña hasta hoy. No es casual que, más de 75 años después de la Revolución y 35 años de su partida, cualquier discusión sobre él siga polarizando. Esa polarización profunda tiene mucho de fenómeno caudillista.
Entonces, ¿fue o no un caudillo? Si utilizamos la definición más aceptada del término, Figueres sí exhibe rasgos caudillistas: liderazgo carismático, centralización del poder durante un periodo de excepción, seguidores devotos y enemigos acérrimos. En cambio, si utilizamos la definición contenida en la frase de mi papá —quizá la más certera—, entonces no hay duda: Figueres fue un caudillo. Pero, y este pero es importante, fue un caudillo inusual, uno que, en vez de cimentar un régimen personalista, decidió construir un sistema para que nadie más en Costa Rica tuviera el poder que él tuvo durante la Junta de Gobierno.
Esa paradoja —el caudillo que funda una república democrática— es lo que lo convierte en una figura única en América Latina y la razón por la que muchos historiadores y politólogos lo clasifican como un caudillo transformador.
En suma, Figueres fue un caudillo en su estilo y origen (hombre de acción, armas, carisma personal), pero un demócrata en su legado y en su fin (construcción de instituciones). Utilizó, en cierta medida, los métodos del caudillismo para edificar un sistema destinado a impedir que volviera a surgir otro caudillo en Costa Rica.
De nuevo, aún ahora, don Pepe no deja de sorprendernos.
Con la ayuda de la IA para algunos temas puntuales.
INFOGRAFÍA
José Figueres Ferrer y el Caudillismo
🟩 ¿Figueres fue un caudillo?
Sí y no.
Tuvo rasgos caudillistas en su liderazgo, pero su legado fue profundamente democrático.
🟦 Contexto de 1948
No hubo fraude demostrado.
El Congreso anuló las elecciones del 8 de febrero, pese a que el Tribunal Electoral había declarado ganador a Otilio Ulate.
Aunque legal, la anulación fue vista como una traición al pacto político surgido tras la huelga de brazos caídos de 1947.
1 de marzo: fuerzas del gobierno asaltan la casa del Dr. Valverde Vega; es herido mortalmente → indignación nacional.
Ambos hechos detonaron el alzamiento.
🟥 Rasgos caudillistas de Figueres
1. Carisma movilizador
Sus seguidores no solo obedecían: creían en él.
Inspiraba devoción, sacrificio y sentido de misión.
2. Fuerza armada propia
Dirigió el Ejército de Liberación Nacional, leal a su liderazgo personal.
3. Enemigos dispuestos a destruirlo
Calderonistas, comunistas y sectores independientes lo veían como una amenaza.
Hubo complots e intentos contra él.
4. Liderazgo personalista en el PLN
El partido nació como un proyecto figuerista.
Ordenó lealtades y moldeó la política costarricense por décadas.
🟧 Lo que NO tuvo de caudillo
No buscó perpetuarse.
Entregó el poder en 1949.
Regresó al poder solo por elecciones libres.
No creó un régimen personalista ni hereditario.
🟩 El legado institucional de Figueres
Abolición del ejército.
Voto femenino y afrodescendiente.
Fortalecimiento del Tribunal Electoral.
Expansión del Estado social.
Construcción de la Segunda República.
🟦 La paradoja
Figueres usó métodos del caudillismo para impedir que Costa Rica volviera a tener un caudillo.
Fue un caudillo en el estilo y el momento histórico, pero un demócrata en el propósito y en el legado.




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