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Ahorita vuelvo Setico… la espera sin retorno

Carta a mis sobrinos

Ahorita vuelvo Setico… la espera sin retorno

Autor Federico Picado Odio
Seudónimo: Lico
Niños y niñas del 48 escriben

Ocho meses después de finalizada la guerra y cuando bajo el nuevo gobierno ya se habían apaciguado bastante los ánimos y el país en general había vuelto a la tranquilidad.

Faltando solo 12 días para que el año de 1948 finalizara y en pleno auge de las celebraciones navideñas, cinco ciudadanos costarricenses fueron masacrados por el único delito de no comulgar con el nuevo régimen, pues habían pertenecido al bando perdidoso; pero sin haber participado en las acciones bélicas pues todos eran hombres pacíficos, respetables y muy prudentes, aunque si idealistas en la solución sana de los problemas más serios de que adolecía la sociedad y el país en general fundamentalmente en el campo de las relaciones laborales, por lo cual se habían involucrado muy activamente en la promulgación de las Garantías Sociales con el código del trabajo y el seguro social; beneficios que significaban su más preciada conquista. Por esto fue que miles de obreros se habían movilizado hasta los campos de lucha para defenderlas, las cuales sentían amenazadas si el ejército revolucionario obtenía el triunfo

Estos cinco costarricenses fueron encarcelados en el Cuartel de Limón y sacados pocos días después bajo el silencio y la oscuridad de la noche, hacia un lugar solitario y escondido llamado MB Codo del Diablo** ubicado sobre la línea férrea entre Limón y San José y todavía con las manos esposadas unos con otros en parejas, fueron fusilados con ametralladora: estando en el suelo recibieron sendos disparos de gracia con revólver, como para estar seguros de que se cumpliera con acierto el especial propósito del operativo.

Al grupo de las victimas fue agregado un nicaragüense quien a pesar de pertenecer a Las filas del ejército victorioso de la revolución, recién unos días pasados había tenido un seno altercado personal con miembros de la comandancia local, donde se mal trataron verbal y físicamente resultando muy mal herido el nicaragüense quien en vez de ser llevado a un hospital por sus delicadas condiciones físicas, fue recluido en una cárcel local juntamente con los reos políticos. Coincidió la presencia del nicaragüense, con la rabia del comandante hacia él. para que fuera incluido ipso-facto en el grupo de cinco que salían para ser fusilados

Fue tan evidente para los Tribunales de Justicia la comisión del delito, que no hubo reparos en condenar a tres responsables de cometer lo que ha sido considerado por expertos como el mas vergonzoso asesinato que por motivaciones meramente políticas se haya efectuado en nuestro tradicionalmente pacifico y democrático país Un lunar que costará mucho disimular en el transcurrir de la historia patria.

Los nombres de los 5 costarricenses más el nicaragüense son.

Federico Picado Sácnz
Tobías Vaglio Sardi
Lucio Ibarra
Octavio Sáenz Soto
Alvaro Aguilar Umaña
Narciso Sotomayor Ramírez

¿Quién era Federico Picado Sáenz?

De una singular capacidad y disposición para ayudar al prójimo como si hubiera nacido para eso. Un estudiosos visionario, valiente, honesto, inteligente, consciente de las necesidades del ser humano y convincente en bu soluciones que consideró adecuadas y ante las cuales era inclaudicable. lo que lo llevó al máximo sacrificio personal antes que traicionar la verdad que su conciencia le señalara.

En las últimas elecciones de febrero de 1948 la provincia de Limón únicamente tema derecho de elegir un diputado al Congreso de la República. Hubo tres candidatos de tres partidos diferentes y precisamente este nombramiento recayó por decisión mayoritaria de los votantes en Federico Picado S., quien fue escogido por su sólida popularidad y su brillante trayectoria en defensa de los intereses de la provincia, además que había sido un diligente regidor municipal en el cantón central.

El crimen «del Codo del Diablo» planeado con toda alevosía y premeditación, toma características de extrema gravedad constituyéndose en un atropello frente al altar mismo de la patria como una flagrante violación a los sentimientos más puros de la idiosincracia costarricense y a los principios cristiano-juridico-éticos que han regido al país desde siempre en un sólido marco de paz y concordia cutre todos. Porque una cosa es morir en un campo de batalla en pleno fragor de la lucha y otra muy diferente ser fusilado en tiempos de paz mientras se está cautivo por razones netamente político-partidista (La vida de cualquier reo es sagrada).

Todo el periodo después de la guerra y hasta que fue muerto, Federico Picado padeció toda clase de persecución y de vejámenes, fue humillado en la vía pública por militares que hacían ostentación de poder, fue amenazado, era acosado caprichosamente y detenido porque asi se le ocurría a cualquier comandante; cada vez que era detenido su esposa interponía un recurso de habeas corpus y se le obligaba a soltarlo de inmediato porque nunca hubo causa que diera fundamento para privarlo de su libertad justificadamente, ni siquiera por meras sospechas.

En una ocasión muy delicada en que uno de sus hijos de apenas tres años se enfermó gravemente, Federico y su esposa fueron recomendados por el médico local para llevarlo a San José procurando que lo atendiera un especialista; a efecto de que no surgieran contratiempos que impidieran o atrasaran el viaje, aún cuando era totalmente innecesario e improcedente, Federico se hizo presente a la oficina del comandante de plaza para informarle del viaje que haría y de la importancia de que no interrumpieran, dada la emergencia del niño, el comandante de plaza le contestó que sabia de sus calidades y que fuera sin ninguna preocupación a cumplir con su obligación de curar a su hijo, que de parte de él no había ningún inconveniente, salieron los padres con el pequeño hacia la capital cuando en Siquirres al hacer el tren su parada de rigor subió un grupo de guardias buscando a Federico Picado porque debía ser devuelto inmediatamente hacia Limón; los montaron en el tren que venia de San José y regresaron al Puerto del Atlántico.

Desde que Setico, su hijo mayor ingresó a primer grado en la escuela pública de varones de Limón «Tomás Guardia», Federico vivía ilusionado, pues le daba grandísima importancia al día cuando saliera de sexto grado con el certificado de la primaria; así las cosas entonces hicieron el compromiso de que lo celebrarían con mucha alegría. Precisamente, el día que se celebró el acto público fue cuando acababan de tomar preso por última vez a su padre. Del diploma tuvo noticias pero no lo pudo ver.

Un día lodos estaban en la casa, Federico, su esposa y los dos hijos, charlaban animadamente sobre algún terna corriente, cuando de pronto frente a la casa de un camón de carga descendieron como veinte guardias fuertemente equipados inclusive con armas de cañón largo y fueron directamente a la casa diciendo con voz de militares el que parecía el jefe: «Federico Picado queda detenido por orden del Ministro de Seguridad».

Federico, quien ya estaba cansado de la represión y tanto acoso de los militares deteniéndolo cada vez que se les ocurría sin ninguna razón valedera, estaba dispuesto a no entregarse a las autoridades ni una vez más; el sentimiento que embargaba a todos era de dolor intenso como presintiendo lo peor, algo que no se había experimentado antes y seguros de que si Federico no salía le pasaría igual e peor que a Sotomayor que recién lo habían golpeado bruscamente sacándolo violentamente de su casa a cinchazos y culatazos después de haber provocado dentro de su casa un escándalo brutal donde todo el vecindario de la cuadra se lamentaba los gestos de su esposa que en estado de gravidez era empujada para que no estorbara la acción de la policía. Cuando sacaron detenido al señor Sotomayor y lo montaron en un camión, estaba semidesnudo con la espalda y la cara bañados en sangre.

Esto lo quería evitar para Federico, su esposa c hijos; entonces era un choque de sentimientos los que se estaban viviendo en aquel trance tan difícil.

El padre viendo la desesperación de los suyos y los guardias pendientes; quizá ellos los potenciales asesinos, tal vez sabiendo la suerte que le esperaba a aquel hombre; vale preguntarse si no se les revolverían las entrañas oyendo aquel dramático diálogo entre el padre y esposo con sus hijos y su madre, sabiendo que eran los últimos segundos que estarían juntos; aquel hombre apechugando todo su dolor para si mismo y sacando fuerzas con una sonrisa forzada les da ¿rimo diciendo: «Vieja envíame café bien rico en la mañana; estén fuertes, será como las otras veces… cuídame los hijos*’, abrazos y besos entre todos y la salida… que sería la definitiva.

Un toque final en la cabeza diciéndole: «Ahorita vengo. Setico».

El desayuno que nunca se entregó

(Este podría ser el titulo de la siguiente historia).

El veinte de diciembre muy temprano, como Setico ya había terminado la escuela tenia tiempo para ir él mismo a dejar el cafecito que tanto esperaba su papá Corrió hasta el cuartel de Limón cuidando que llegara caliente y que no hubiera mucha gente en la fila.

Ahí espero aquel hijo con cierta impaciencia porque el retén no aparecía por lo menos tan rápido como el deseaba. Sabia que no podía entrar pues no era hora de visita pero si le llegaría el cafecito y sabría quien se lo trajo y que le cumplimos su deseo, pensaba.

El retén recogía a otras personas y dejó de último a Setico, hasta que ya no quedó nadie más. Salió a la puerta tomó impulso y se acerco diciendo: «¿Usted viene a dejar desayuna a quién?» «A fulano de tal mi papá». Por favor espere un momento, dijo sin coger el café.

Pasaron algunos minutos que se hicieron bien largos, para salir de nuevo diciendo: «El señor Federico Picado fue llevado anoche a San José».

Muy triste Sálico se devolvió a su casa pensando que eso significaría una prolongación de la ausencia de su papá de la casa y por qué lo llevaría de noche si lo pudieron haber llevado en el tren regular de pasajeros durante el día y por qué tanta urgencia de llevarlos así sin avisar a sus familias. ¿Qué estará pasando?

Cuando llegó a la casa y su mamá fue enterada la preocupación aumentó. ¿Qué hacer en esa situación? ¿Qué pasos hay que dar? ¿Ir todos a San José? No, mucho gasto. ¿Ir la mamá y dejar solos a los hijos? No, podría extenderse mucho el tiempo. Bueno dijo la madre: «Setico, tienes que irte vos sólito a San José, hay que llévale cobijas a tu papá y ropa y averiguar lo que pasó y regresas, yo sé que puedes hacerlo – muy inteligente y ya tenes 12 anos.

Setico no opuso ninguna resistencia s solo dijo: necesito que me digas qué rumbo tomar una vez que me baje del tren es San José».

«Bueno dijo su mamá: Te bajas del tren y caminas hacia el oeste directo sin cruzar, hasta que llegas a la farmacia Fischel. te fijas bien en los letreros. En la farmacia entonces si cruzas a mano derecha y te vas directo hacia el norte hasta llegar a la Penitenciaria Central. Ahí entregas este paquete a tu papá y averiguas todo».

Durante el viaje en el tren transcurrió sin contratiempos. Para Setico si fue un viaje tenso sobre en el fuero intimo; le embargaba la ^certidumbre, le preocupaba la salud de su madre y más por eso es que prefirió hacer el este viaje a la capital porque para ella podría resultar bastante fucile y agobiante tener que soportar todo el viaje en el tren y además visitar la famosa penitenciaría con toda la historia que lo rodea y ver a su esposo ahí.

En fin. pensando y pensando así fue devorando kilómetros aquel tren teniendo por delante para Setico una de las experiencias más fuertes y groseras que un jovencito de 12 años pudiera soportar.

En un tramo del camino Setico divisó un estimable abogado conocido de la casa, que viajaba también en el mismo tren y que siempre en Limón se mostraba muy tratable y atento, entonces le fue a saludar con confianza pero le impactó que este abogado se mostró un tanto impaciente y preocupado como rehuyendo la conversación, por ejemplo al pedirle el periódico «Diario de Costa Rica» más bien lo escondió entre su ropa y de dijo alguna excusa y se alejó.

Mientras tanto aquel tren con su traqueteo de hierros unos contra otros, no alcanzaban a ahogar el choque de emociones que aún permanecían más fuertes en su mente pensando qué le dirá su padre ahora al verlo, cuándo regresara, por qué no les dejan vivir tranquilos y en paz si su padre es muy bueno, a mucha gente le ha ayudado sin interés de paya de ninguna clase, por eso es que nunca nos falta lo básico está asegurado A el le gusta cómo es su papá pero por que parece que hay gente que lo odia y muchos son gente pobre como ellos, ¿qué les pasa?

Su padre no anda buscando honores para si. no tiene pretensiones vanidosas… algún día tendrá su premio.

Ahora si está llegando a la capital; está más cerca de lo que creía; está entrando a la estación. Busca su paquete, se abotona la chaqueta y espera la orden de salir.

Al detenerse aquel tren se levanta el muchachito sin percatarse de nada más, busca la puerta y salta para buscar la calle hacia el Oeste Le parecía ver mucha gente pero no se fijaba en nadie, tenía una tarea que cumplir y a eso iba con la mirada fija, de pronto oigo pasó, oyó como que le llamaban cuando sintió, entre otras gentes que pasaban, unos brazos que le apretaban su cabeza mientras oía que le decía una voz «Setico adonde va si lo estoy esperando», era tía Nina, una señora alta tanto como simpatiquísima y adorable, «te estoy esperando y tu tío Alfredo te espera en la casa en Barrio Los Ángeles, vamos»; «bueno tía, yo voy pero primero pasemos a dejarle esta ropa a papá porque a él lo trajeron anoche detenido y me dijeron en el cuartel de Limón que lo trasladaron a la penitenciaria y a eso vine, para dejarle estas cobijas y otras cosas, ¿para qué ir a la casa y después tener que volver a la peni?». Este fue básicamente el diálogo que ahí se suscitó. Tía Nina parecía que no podía gesticular palabras y con sus ojos llorosos le pidió «Setico vamos a la casa después veremos lo demás, por favor»; ante tal ruego de la tía, Setico accedió no muy convencido pues tendrían que ir a pie hasta el Barrio Los Ángeles y después regresar igual hasta la penitenciaría, no había dinero para autobús y menos para taxi. Se iba a gastar mucho tiempo. La caminada se hizo bien larga y la tía casi no hablaba pues se mantenía llorando aunque se esforzaba para que no se le notara. Setico preguntaba si ya llegarían, si faltaba mucho; y tía Nina le respondía «muy poco, después del próximo cruce ahí no mas está la casa».

Aceleraron el paso, llegaron a una puerta semiabieria, la tía la empujó y entraron. Lo que pasó ya se lo imaginarán: una sala mediana, sin muebles, con un ataúd al centro montado sobre dos mesitas y de espalda a las paredes unos pocos tíos, parientes y amigos que habían podido llegar por propia iniciativa.

Setico se acercó directo al féretro, tembloroso, todavía con una leve esperanza de que no fuera su padre el que estaba ahí; su tío Alfredo lo abrazó y juntos contemplaron el rostro de su padre y hermano: Federico.

Hablaron de la masacre y obstinación como se ensaiWon sobre aquel cuerpo; Setico prefirió no ver las heridas, sino sólo lo que estaba a la vista especialmente el rostro, el cual mostraba un golpe aparentemente de culata sobre la trente pues el hueso frontal tenía una hendidura.

Han pasado 50 años y todavía en los oídos queda el eco de aquellas últimas palabras «Ahorita vuelvo… Setico».

Se rompió el velo de la esperanza, ya sabemos por que no volvió. Todavía Ya entendemos por qué el abogado en el tren no prestó el periódico que traía con grandes fotos la noticia del asesinato del Codo del Diablo.

Pero lo más inverosímil de todo, después de 50 años, es que el asesinato del Codo del Diablo sigue impune todavía.

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