Jorge Rossi Chavarría
Capítulo VII
La «traición» de los leales
ANTECEDENTES Y DETALLES INTERESANTES DE LA INVASIÓN CALDERONISTA EN ENERO DE 1955
En diciembre de 1948, cuando la Junta Fundadora de la Segunda República llevaba nueve meses de gobierno, el doctor Calderón Guardia y algunos amigos que lo habían acompañado en su fallida campaña presidencial para las elecciones de 1948, apoyados por fuerzas militares de Nicaragua, se atrevieron a intentar el derrocamiento del gobierno de la Junta y se produjo la invasión que trajo la muy lamentable pérdida de ciudadanos altamente estimables en nuestro país. Al atacar los invasores a una patrulla de la Cruz Roja costarricense apoyada por voluntarios, murieron el ingeniero Jaime Gutiérrez Braun, el joven sacerdote Jorge Quesada, el licenciado en farmacia Oscar Mainieri, el doctor Antonio Fació Castro y el joven Jorge Delgado Flores. También en una emboscada que los invasores hicieron a un destacamento de voluntarios que apoyaban al Gobierno en Puerto Soley, murieron personas tan estimables como el licenciado Eloy Morúa, Bernal Vargas Fació y otros valientes ciudadanos. Gracias a un fuerte respaldo de la ciudadanía, los invasores fueron rechazados.
Pero el ex presidente Calderón Guardia no se resignaba con la nueva vida legalmente democrática que había adquirido Costa Rica después de la guerra civil del 48, y a mediados del año 1954 comenzaron a llegar informes de diversas fuentes en el sentido de que el doctor Calderón se estaba organizando para otra invasión, de nuevo con el apoyo abierto y franco del dictador de Nicaragua Anastasio Somoza García. Se sabía que el general Somoza le había dado las instalaciones de una vieja fortaleza de la Guardia Nacional de Nicaragua en el sitio llamado Coyotepe donde se estaba organizando la invasión con costarricenses que, por haber participado en los desmanes de los gobiernos de Calderón Guardia y Teodoro Picado, se hallaban fuera del país. Por otra parte, el dictador Somoza sentía que don Pepe Figueres alentaba a los nicaragüenses opositores a su dictadura que estaban exiliados fuera de su patria, y desde México y otros países trataban de organizar movimientos para derrocar a Somoza. Todo eso formaba un clima de tensiones entre ambos gobiernos, entre ambos gobernantes y, desde luego, en amplios sectores políticos de ambos países.
Durante una reunión anual de representantes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en Washington a mediados de 1954, el presidente del Banco Central de Nicaragua, señor León Debayle, me planteó la posibilidad de que grupos de amigos del presidente Somoza y amigos del presidente Figueres pudieran reunirse para analizar discrepancias y tratar de buscar una solución armoniosa a las distorsiones que se estaban dando por razones lógicas en las relaciones entre ambos gobiernos y pueblos. La lógica de tales distorsiones emanaba del apoyo que, evidentemente, Somoza había dado al doctor Calderón Guardia y a sus amigos invasores en el año 1949, así como el apoyo que había brindado y, según informes, continuaba dando a las fuerzas rebeldes calderonistas, con miras a una nueva invasión de nuestro territorio.
No me pareció que esa podía ser una solución, puesto que se trataba de asuntos de mucho mayor fondo, pero mi responsabilidad como Ministro del gobierno era plantearle la sugerencia al señor presidente. A don León Debayle yo le había contestado que posteriormente le daría una respuesta, después de hacer las necesarias consultas con el gobierno aquí en Costa Rica. Como el asunto no era en realidad procedente de acuerdo con don José Figueres, dispusimos dejar la cosa en suspenso para esperar si había algún otro movimiento de parte del amigo Debayle, quien por cierto era hermano político del general Somoza, cuya esposa era doña Salvadorita Debayle.
Poco tiempo después el licenciado Jaime Solera Bennett, quien era presidente del Banco Central de Costa Rica y con quien algunos miembros del gabinete teníamos muy buen acercamiento personal aunque no de carácter político porque don Jaime nunca había pertenecido al Partido Liberación Nacional, asistió a Nicaragua a un torneo de golf y al regreso me dijo que León Debayle le había solicitado que me trajera un mensaje: me invitaba para asistir a Nicaragua, conversar con el presidente Somoza y tratar de concretar de algún modo la iniciativa que él me había planteado en Washington. Volví a tratar el asunto con el presidente Figueres, si bien le dije de antemano que no sonaba bien ir yo a Nicaragua por una serie de razones, entre ellas el riesgo de malas interpretaciones sobre un contacto con los círculos de la dictadura en Nicaragua, pero efectivamente pensamos que sería procedente algún esfuerzo por buscar el medio de evitar mayores tensiones. Además, por aquello de que parecían estar avanzando los preparativos para una invasión, pensamos solicitarle a don Jaime que nos hiciera el gran servicio de visitar Nicaragua, tratar de conversar con el general Somoza valiéndose de la iniciativa de don León Debayle su colega, puesto que ambos eran presidentes de los bancos centrales de ambos países, y aquí nosotros pospondríamos cualquier clase de gestión o acción hasta tanto no conocer el resultado de esa visita.
Don Jaime aceptó el encargo con gran sentido de patriotismo y se dispuso a viajar a Nicaragua. Hizo el viaje de un día para otro, pues al llegar no más fue conducido por don León Debayle a la casa del presidente con quien tuvo una entrevista muy larga. El informe de don Jaime consta en un documento que transcribiré a continuación y que fue evidentemente de gran valor para nosotros, puesto que de ahí en adelante supimos que no había más remedio que prepararse para afrontar la invasión en cualquier momento.
El informe de don Jaime consta en la carta cuyo texto dice así:
JAIME SOLERA BENNETT
Abogado
Apartado 1514
San José, Costa Rica
CONFIDENCIAL-PERSONAL
29 de diciembre de 1954
Señor licenciado
Don Jorge Rossi Ch.
Ministro de Economía y Hacienda
S. M.
Muy estimado amigo:
Complaciendo los deseos expresados por el señor Presidente de la República y por usted, me es grato adjuntar a la presente un memorándum con carácter confidencial sobre la misión que se me encargó llevar a cabo ante el señor Presidente de la República de Nicaragua. Como en ese memorándum se hace mención a las Instrucciones que yo recibí de usted y del señor Ministro de Relaciones Exteriores, muy atentamente le ruego informarme si las mismas están correctamente expresadas en el documento que le remito.
Soy su afectísimo servidor y amigo.
JSB/lt
Intl.
El sábado 18 de diciembre me reuni con los señores Mario Esquivel y licenciado Jorge Rossi, Ministros de Relaciones Exteriores y Economía respectivamente, en el despacho del segundo y me solicitaron trasladarme a Managua para ofrecer al Gobierno de Nicaragua un plan que solucionara la situación de tensión que existe desde hace varios meses entre nuestro país y Nicaragua. Desde hacia varias semanas el licenciado Rossi me había dicho que en conversación tenida con el doctor León Debayle en Washington, había expresado el doctor Debayle su creencia de que un acercamiento, fuera de los canales diplomáticos, podría ser efectivo y como tenía mi viaje a Nicaragua para tomar parte en el Torneo Centroamericano de Golf me pidió conversar con el señor Debayle en Managua. En esa oportunidad fui recibido por el señor Debayle en su casa de campo y le expuse ampliamente las ideas del señor Rossi, quien me había pedido manifestar expresamente al doctor Debayle que continuaba creyendo que valdría la pena intentar el método sobre el cual habían conversado en Washington y que se basaba fundamentalmente en la idea del señor Debayle de un conducto extradiplomático. El señor Debayle mostró muchas esperanzas en el plan y me sugirió hablar esa misma noche con el Presidente de Nicaragua. No accedí porque no tenía suficiente autorización del Gobierno de Costa Rica para proponer algo concreto y le manifesté que a mi regreso a San José me pondría en contacto con el señor Presidente y algunos de sus ministros y que si era necesario regresaría a Managua. De nuevo en San José, enteré de mi conversación con el señor Debayle al licenciado Femando Foumier. por estar ausente de su Oficina el señor Esquivel y luego al señor Ministro de Relaciones Exteriores. Todos creimos que era conveniente, en asunto de tanto importancia tener una nueva reacción del señor Presidente Figueres antes de continuar las negociaciones. Días después fui invitado por el señor Esquivel para almorzar en la Casa Presidencial con el señor Figueres y este se manifestó de acuerdo en ofrecer las seguridades en la misma forma en que fui autorizado por los señores Esquivel y Rossi antes de mi viaje a Managua en la conversación citada al principio.
Con las instrucciones concretas a que luego me referiré, hice el viaje a Managua el lunes 20 de diciembre y fui recibido en el Aeropuerto las Mercedes por el doctor Debayle, quien estaba enterado de mi llegada por habérsela anunciado telefónicamente el licenciado Rossi y por cablegrama que le dirigí el sábado 18. El señor Debayle me informó que había obtenido una cita con el Presidente Somoza para las 7 de la noche de ese día y me invitó a almorzar en su casa. En esa oportunidad le referí el plan concreto que llevaba y opinó que ofrecía una base interesante. Le dije que no creía conveniente que en la conversación se discutieran los hechos pasados, pues en esa forma, no llegaríamos a nada constructivo y le rogué cooperar conmigo en lograr que la conversación se concretara a los ofrecimientos que yo podría hacer. De esa conversación deduje que el señor Debayle no había hablado extensamente sobre el asunto con el Presidente Somoza, pero que éste si estaba enterado someramente del motivo de mi viaje.
A las 7 de la noche en compañía del doctor Debayle fui a la Casa del Presidente e inmediatamente fui recibido por el señor Presidente Somoza en uno de los salones contiguos al principal de la casa. Durante esa parte de nuestra entrevista, únicamente estuvimos presente el señor Presidente, el doctor Debayle y yo. El General Somoza me recibió muy amablemente y le expresé que yo no tenía ninguna representación oficial, que no era partidario del señor Figueres y que si hacía esa visita era porque en mi condición de ciudadano costarricense me preocupaba el peligro y perjuicio que significaba para nuestros países la situación existente entre los dos gobiernos. Le expliqué el origen de las negociaciones y le dije que, si bien mi gestión no era oficial, todo lo que le iba a proponer podría ser confirmado por los funcionarlos del Gobierno de Costa Rica, especialmente por miembros del Gabinete del señor Figueres.
Una vez hecha esa introducción le dije que concretamente podía ofrecerle seguridades del Gobierno de Costa Rica de que en nuestro territorio no se tolerarían movimientos revolucionarios en contra del actual Gobierno de Nicaragua y que todas las medidas necesarias para evitar esos movimientos serían puestas en práctica por el Gobierno del señor Figueres. pues Costa Rica está empeñada en mantener en plena vigencia los pactos internacionales suscritos, no sólo por respeto a Nicaragua, sino a todas las demás naciones de América que eran signatarias de los mismos: que tanto el doctor Debayle como el licenciado Rossi habían creído que era conveniente un acercamiento previo mediante la visita de ministros a los dos países y que si mediaba una invitación de su colega, el licenciado Rossi se trasladaría inmediatamente a Managua para confirmar los ofrecímientos que yo estaba haciendo. También le sugerí la posibilidad de que simultáneamente se cursaran invitaciones y bien podría venir a Costa Rica su Ministro de Obras Públicas para conversar con el señor Orlich. En este punto de la conversación fui interrumpido por el señor Presidente Somoza quien me manifestó que comprendía bien la naturaleza de mi misión y que agradceia mucho mi risita pero que él veía muy difícil llevar a cabo el plan que le proponía porque no tenía confianza en el Presidente Figueres y me hizo una larga narraeión de todas las pruebas que tenía, las cuales inculpaban al Gobierno de Costa Rica en relación con los hechos revolucionarios de abril. Me citó todas las pruebas de la nota de Cancillería y algunas otras que yo desconocía. El General Somoza habló casi por espacio de media hora y no lo interrumpí porque me dijo que él necesitaba expresar todo lo que sentía en relación con este asunto, pues así como yo actuaba sinceramente el quería corresponderme de la misma manera. En el curso de la conversación me dijo varias veces que el Presidente Figueres había conocido y aprobado los planes de los revolucionarios para matarlo a él y a sus hijos y que no podía tener confianza en sus ofrecimientos, especialmente después de que él, a pesar de los antecedentes, había dado pruebas de amistad al señor Figueres, como por ejemplo la lujosa delegación que nos visitó para el cambio de Gobierno y el deseo que tenía de enviar a Puntarenas, para que fuera bautizado por la señora de Figueres el barco nicaragüense que lleva el nombre de Costa Rica y que si el Presidente Figueres había actuado en esa forma, mientras fuera Presidente de Costa Rica podría volver a hacerlo influenciado por los enemigos del régimen nicaragüense y que, si momentáneamente pensaba distinto, como yo lo expresaba, la garantía de los Ministros del señor Figueres no era suficiente, pues después de todo él era el Presidente. Se mostró muy dolido por la frase aparecida en la revista “Time» de la semana anterior y atribuida al Presidente Figueres y me dijo que si no había invadido a Costa Rica para deponer al señor Figueres por la fuerza de las armas era porque quería mucho a nuestro país y le dolía derramar sangre inocente, cuando el único culpable era el Presidente Figueres y algunos de sus colaboradores y que me aseguraba que ningún nicaragüense invadiría nuestro territorio pero que, si revolucionarios costarricenses organizaban algún movimiento contra el actual Gobierno de Costa Rica él lo vería con simpatía y que les daría unos triquitraques o un puño de balas (esas fueron sus palabras textuales). Me manifestó que la Cancillería costarricense no había hecho otra cosa que burlarse de su Gobierno y que en cada nota que se cruzaba trataba de ponerlo en ridiculo y que forzado por esa situación que lo ponía en mal predicado con su propio pueblo, había hecho la “mueca» de enviar parte de su ejército a la frontera y que por lo tanto siendo él el ofendido y no habiendo recibido debida satisfacción de la Cancillería costarricense veía imposible el acercamiento que yo le proponía. En esa parte de la conversación lo interrumpí para manifestarle que el Ministerio de Relaciones de Costa Rica si había complacido muchas de sus peticiones, como por ejemplo la entrega del reo Mojica. la cual había tenido que ser defendida por la prensa. El señor Presidente Somoza me citó como uno de los ejemplos de esas burlas el caso del Coronel Herrera Pinto, que según él era uno de los comprometidos en el movimiento para matarlo y el Gobierno de Costa Rica, en su contestación, había dicho que se trataba de un tal Coronel Herrera que vivía en Nicoya de origen nicaragüense. Le dije entonces que el Coronel Herrera Pinto había salido de Costa Rica para ocupar un cargo en Washington a lo que me contestó que hacia mal el Presidente Figueres en sacar del país a los culpables, pues cuando pudiera necesitar de su ayuda no tendría a su alrededor sino a inocentes.
También me citó como una burla para el Gobierno de Nicaragua el que los Juicios por comercio ilícito de armas no hubieran sido fallados, ni sancionados los funcionarios aduanales que permitieron la entrada de un camión de doble fondo venido de México con armas y unas valijas pasadas por el Aeropuerto Nacional.
Me invitó a comer y pasamos al comedor el cual estaba preparado para cinco personas. Al sentarnos se manifestó que tenía interés en que yo conociera a sus hijos y que los mandaría a llamar. Poco tiempo después llegó el señor don Luis Somoza, hijo mayor del Presidente y cambié el tema de la conversación. Poco rato después llegó el otro hijo del Presidente Somoza. Coronel Anastasio Somoza Debayle, quien se sentó a mi derecha. Durante casi todo el tiempo de la comida hablamos de muy diversos temas económicos y de política centroamericana. El Presidente Somoza refirió el proceso de la revolución en Guatemala, admitiendo que él había tenido una directa intervención y que él no atacaba a nadie por la espalda. Nos dijo que por esa razón había roto relaciones previamente con Guatemala y que si algún día el Gobierno de Costa Rica era derrocado por los revolucionarios él garantizaría la vida del Presidente Figueres lo mismo que sus bienes, para pagarle con un bien el mal que le había querido causar a él y a sus hijos, pues ésa es su linea de conducta y que con mucha frecuencia les hace mayores favores a sus enemigos que a sus amigos. Me refirió pasajes de la vida del General Chamorro y me contó la participación que había tenido en el último atentado contra su vida. Aproveché la oportunidad para manifestarle que de acuerdo con sus propias palabras el movimiento tenía ramificaciones en Nicaragua a lo que me contestó que si era cierto, pero que a Chamorro lo tenían los revolucionarios como instrumento para usarlo como líder después de que lo hubieran asesinado a él y que una vez con el control, los revolucionarios jefeados por Leal pensaban liquidar al General Chamorro. Al final de la comida el Presidente le dijo a sus hijos que deseaba informarlos de la misión que yo llevaba y les explicó lo que le había dicho. Le dije entonces que hasta el momento no le había expresado todo lo que yo podía decirle, pues no me había dado oportunidad de hablar sin interrumpirme y que le rogaba concederme la palabra para exponer ordenadamente todas mis ideas. Le dijo a sus hijos que yo tenía la palabra y que nadie me interrumpiera hasta que yo lo deseara. Le agradecí su atención y le manifesté que me gustaba mucho que estuvieran presentes los señores Somoza Debayle para que pudieran ser testigos de todo lo que yo tenía que decirle a su padre y comencé mi exposición con un breve resumen de los aspectos referentes a seguridades, mantenimiento de los pactos existentes y acercamiento previo y luego les dije que si ese procedimiento probaba ser satisfactorio para el Gobierno de Nicaragua, de común acuerdo y para darle un remate al asunto, podría ser llevado por mutuo consentimiento a conocimiento de la ODECA. la cual podría nombrar comisiones mixtas, para que en forma permanente resolvieran cualquier punto de fricción entre los dos Gobiernos y que las relaciones podrían ser de nuevo normales, aunque bien se comprendía que no podría desarrollarse en un plano de cordialidad por los antecedentes que existían entre los dos Presidentes. También aseguré que Costa Rica retiraría todas las fuerzas de la frontera, la cual quedaría bajo el control de la Guardia Nacional. Que el Presidente Figueres había ofrecido públicamente la amnistía y que todas las personas que habían salido de Costa Rica con el evidente propósito de volver en plan revolucionario, podrían regresar sin tener la menor molestia o represalia por parte del Gobierno. Que para ofrecer las garantías a que antes me había referido, era necesario que los grupos de costarricenses que estaban en el territorio centroamericano (no dije en Nicaragua), se disolvieran y regresaran a nuestro país y que si bien era cierto que el Gobierno del señor Figueres estaba entrenando varios miles de voluntarios, no era sino un movimiento de defensa, ante la evidente actitud de rebeldía de las personas que intentaban derrocar el Gobierno de Costa Rica y que de ninguna manera se tenía la intención de atacar a ningún otro país. En un tono un poco burlón el Presidente Somoza me dijo que cómo estaba la Pantera Negra. Le hice mención de que estos entrenamientos se hacían con conocimiento de la Misión Militar de los Estados Unidos y que si el plan que le estaba proponiendo tenía buen efecto, el Gobierno de Costa Rica suspendería inmediatamente ese entrenamiento, el cual podría ser constatado por los servicios de información del Gobierno nicaragüense u oficialmente por medio del envío de una misión militar nicaragüense que sería bien recibida en nuestro país dentro del plan esbozado. Como demostraciones de la buena voluntad de Costa Rica de mantener relaciones con los países con quienes había tenido tensión internacional. les manifesté que ya la Asamblea Legislativa había aprobado erogaciones para establecer misiones diplomáticas en Venezuela y en la República Dominicana.
Terminé así la exposición de los puntos que podía ofrecer de acuerdo con las instrucciones recibidas y al finalizar don Luis Somoza me dijo que después de conocer las razones que tenía el Presidente para desconfiar del señor Figueres. cómo reaccionaria yo si estuviera en su situación a lo que le contesté que nada podía decirle porque yo no era el Presidente de Nicaragua. El Coronel Somoza le dijo a su padre que si algo pasaba, el Gobierno de Costa Rica sacaría a relucir mi misión. También me manifestó el Coronel Somoza que tanto él como su padre estaban convencidos de que el Presidente Figueres tenía entre sus planes declararle la guerra a Nicaragua y que al iniciarse las hostilidades intervendrían los demás Estados americanos, con lo cual el Presidente Figueres lograría la terminación del conflicto y que ellos se defenderían en sus propio territorio en la forma más enérgica posible y que otra de las ideas era bombardear la Casa Presidencial de Managua para dar comienzo a las hostilidades.
Luego, tanto el Presidente Somoza como sus hijos se refirieron a la propaganda de carácter internacional que efectuaba el señor Figueres con fondos nacionales y me citaron una serle de periodistas a sueldo del Gobierno de Costa Rica en los Estados Unidos. No recuerdo sus nombres. El señor Luis Somoza me dijo que si en nuestro país se tenía que publicar los gastos en el periódico oficial, a lo que le contesté que así era. Me preguntó entonces que de dónde tomaba el Gobierno de Costa Rica los fondos para pagar esa propaganda a lo que le contesté que lo ignoraba y que si existían los pagos suponía que eran de algunas partidas de eventuales. En esa parte de la conversación el Presidente Somoza trajo al tapete la discusión sobre las sumas que el Gobierno de Costa Rica le seguía dando a los revolucionarios expulsados de nuestro territorio. Le dije que ese era un asunto que yo ya había conversado con el doctor Debayle y que los miembros del Comité Consultivo de Relaciones Exteriores habíamos asumido la responsabilidad de recomendar que a esas personas se les dieran los fondos necesarios para ponerlas en otro país en donde pudieran ganarse su vida y que él debía comprender que no podíamos sacarlos con una mano adelante y otra atrás. Ante mi explicación el Coronel Somoza reaccionó favorablemente y me manifestó que nuestra decisión era atendible.
Después discutimos de otros asuntos, entre ellos la nacionalización bancaria de Costa Rica y el Impuesto del 10% al Capital y yo les di mi opinión, la cual ya es conocida.
En el curso de esa fase final de la conversación, le dije al Presidente Somoza que yo tenía la impresión de que el Gobierno de los Estados Unidos le daba respaldo al Gobierno del señor Figueres, a lo cual reaccionó visiblemente molesto y dijo que el Gobierno de los Estados Unidos sabia muy bien la actitud de cada uno de los Presidentes y que al día siguiente él había obtenido rectificación del Departamento de Estado en cuanto a la noticia del envío de los aviones a Panamá, porque él tenía que saber a qué atenerse con el Gobierno de los Estados Unidos y que aunque Nicaragua era un país pequeño, no podía aceptar una actitud como la anunciada y desmentida luego del Gobierno de los Estados Unidos, porque tenía un pacto militar, el cual no existía con Costa Rica.
Como habíamos conversado durante varias horas le manifesté al Presidente Somoza que si él veía alguna posibilidad de solución, yo con mucho gusto la trasmitiría: que tenía mucho interés en este asunto y que como yo era empeñoso, me dolía mucho el fracaso de mi misión. Me repitió que él no veía posibilidad de arreglo mientras el señor Figueres fuera Presidente de Costa Rica y que menos cuando en otra oportunidad, cuando había estado dispuesto a aceptar una nota de Costa Rica en la cual se le informara que determinadas personas habían salido del territorio nacional y no podrían regresar, no se quiso incluir el nombre del señor Bctancourt y que él había pedido bien poco tomando en cuenta el agrario sufrido, que podría haber pedido un millón y se había conformado con un centavo y que ni eso había querido concederle el Gobierno de Costa Rica: que el asunto de Betancourt era para él cuestión de principio, pues no le importaba que estuviera en Costa Rica o fuera de Costa Rica y que más bien para él era mejor que estuviera aquí. Le dije entonces que en esa oportunidad nosotros mismos, los miembros del Comité Consultivo, le habíamos recomendado al Ministro de Relaciones no aceptar la inclusión del nombre del señor Betancourt porque no sabíamos si después de aceptar esa manifestación, el Gobierno de Nicaragua nos plantearía nuevas exigencias. El señor Somoza se mostró muy dolido de que el Ministro de Relaciones Exteriores señor Esquivel se hubiera pronunciado públicamente en el sentido de que el señor Betancourt podía volver a Costa Rica cuando lo deseara.
Dándome cuenta de que la posición del Presidente Somoza era irreductible, le agradecí su atención y le manifesté que saldría al día siguiente para Costa Rica. Nos levantamos de la mesa y me acompañó hasta la puerta de la casa: nos despedimos y su hijo el Coronel Somoza me acompañó hasta la escalinata. Me preguntó si siempre pensaba irme al día siguiente y le dije que lo haría si arreglaba el permiso de salida en la Oficina de Migración. Me dijo que él podía arreglármelo ahí mismo, pidiéndome el pasaporte y de su puño y letra, me puso una razón en el mismo. Le manifesté que notara que era el de un turista corriente y que le agradecía mucho su deferencia, siendo una buena prueba de que había conversado con ellos. Nos despedimos y en su propio automóvil nos llevaron a la casa del doctor Debayle. con quien estuve conversando algún rato sobre el resultado de la conversación. El doctor Debayle se mostró muy dolido y preocupado porque podría creerse que él había conocido previamente la actitud del presidente Somoza y tanto esa noche como al día siguiente, cuando fue a dejarme al aeropuerto, me rogó manifestarle al Ministro Rossi que él había tenido esperanza de éxito. Le dije que estaba convencido de su buena fe y sinceridad y que así se lo diría al señor Rossi y que si bien era cierto que yo había fracasado, estaba tranquilo porque tenía la sensación de haber cumplido con mi deber como costarricense y que la gestión suya y la mía, bien podrían ser como una semilla que dentro de algún tiempo diera sus frutos, porque el Presidente Somoza tendría que meditar sobre nuestra larga conversación y sobre las ofertas concretas que le había hecho y que tal vez, después de algún tiempo, otra persona con mejor suerte que yo podría lograr el acercamiento que era tan necesario para el futuro de nuestros dos países.
El señor Debayle me había invitado para una comida que me darían esa noche los miembros de la Junta Monetaria del Banco Nacional, pero le dije que me excusara pues consideraba que no debía perder tiempo en regresar a San José e informar inmediatamente del resultado de mi gestión al Presidente Figueres y a sus Ministros señores Rossi y Esquivel, lo que hice el martes 21 de diciembre a las seis de la tarde en la Casa Presidencial en San José.
Poco tiempo antes, guiados por los informes y rumores relativos a una nueva invasión habíamos iniciamos los esfuerzos defensivos, pues considerábamos la situación de carácter urgente. Las organizaciones armadas nuestras, concretamente la Guardia Civil y el Resguardo Fiscal, que existía en esa época, necesitaban aumentar su armamento: sus jefes habían estado en contacto con representantes diplomáticos de los Estados Unidos para adquirir un lote de armas que ya había sido especificado. Se contaba con que lo podían embarcar en cualquier momento, pero no había partida en el Presupuesto Nacional para hacer esa compra. Era una suma algo superior a los cuatrocientos mil dólares y cuando se me planteó esa necesidad, en mi calidad de ministro de Hacienda encontré que debíamos buscar alguna solución extraordinaria, puesto que habría sido absurdo y riesgoso presentarse en ese momento en la Asamblea Legislativa para solicitar una modificación del presupuesto que permitiera contar con recursos fiscales para esa erogación. Hubiera sido como invitar a los posibles invasores para que adelantaran su atropello a la institucionalidad costarricense. Aquí habíamos recibido ya otra colaboración valiosa de don Jaime Solera a la estabilidad y seguridad de nuestra nación. Como presidente del Banco Central me dijo que no tendría ningún inconveniente en que se girara un cheque del banco directamente al Departamento de Estado de los Estados Unidos con la autorización y responsabilidad total de él, y que cuando las armas estuvieran ya a buen recaudo en los recintos policiales, se solicitara la modificación presupuestaria. Agregó que si hubiera algún problema, él respondería con su peculio a esa suma para evitar complicaciones mayores. Por cierto que por ese gesto de don Jaime hubo posteriormente un pequeño incidente confuso, pues en un momento en que el ex presidente don Otilio Ulate tuvo una polémica por alguna discrepancia con don Jaime, dijo don Otilio que Jaime había hecho directamente la compra de las armas, lo cual como se ha explicado, no correspondía a la realidad de los hechos.
Se procedió del modo indicado y llegó a tiempo el armamento para que las fuerzas de policía y principalmente el Gobierno como un todo se sintieran más protegidos ante la amenaza de la casi inminente invasión del calderonismo. Estábamos, pues, relativamente preparados para repeler la invasión en el momento que se presentara. Al fin se vino la fuerza agresiva e ilegitima por la frontera norte, después de hacer un intento por entrar al país a través del norte de Alajuela, cuando un primer contingente de invasores atacó un avión comercial conducido por el capitán Guillermo Núñez, heroico militante de la guerra de 1948, que había aterrizado en Ciudad Quesada y pudo mostrar, al llegar a San José, impactos de bala causados por el ataque de los invasores.
Al tener noticia de ese primer intento de ataque a las instituciones de nuestro Gobierno legalmente constituido, nos dispusimos a enfrentar la amenaza de la invasión que inmediatamente después penetró por el sector de La Cruz en la provincia de Guanacaste. Por la fuerza que aparentemente traían los invasores, gracias al respaldo de Somoza, pensamos que era indispensable proteger al país con aviones de combate, puesto que los invasores contaban con algunos aviones de transporte y otros de combate que habían obtenido gracias al apoyo de algunos otros gobiernos dictatoriales latinoamericanos que eran enemigos nuestros porque temían que el ejemplo democrático de Costa Rica alentara a sus opositores que vivían exiliados en otros países y para quienes don José Figueres mostraba una lógica simpatía por el beneficio que de semejantes grupos rebeldes a las dictaduras de sus países habíamos recibido en nuestra guerra civil de 1948.
Así fue como se inició un proceso de consulta al órgano correspondiente de derecho internacional que era el Consejo General de la Organización de Estados Americanos, y se buscó la forma de adquirir unos pocos aviones de guerra que permitieran repeler la invasión en forma más eficiente y práctica. Se iniciaron esas gestiones y se presentó con carácter urgente el caso de la agresión de Nicaragua a la OEA que dio acogida a nuestra propuesta. Detalles muy interesantes de esos procesos que constituyeron nuestra mejor arma de defensa constan en los documentos que transcribiré a continuación, relativos al trámite de nuestras denuncias ante la OEA.
Con respecto a la compra de los aviones hubo algunas circunstancias que vale la pena comentar, porque fueron pasajes interesantes de nuestra historia en esa época. Las gestiones ante el Gobierno de Estados Unidos se hicieron por medio de la cancillería, cuyo titular era don Mario Esquivel Arguedas, y del Ministerio de Hacienda a mi cargo. Planteamos la solicitud de compra de los aviones con carácter de urgencia a través del embajador norteamericano en nuestro país, que en esa época era el señor Robert F. Woodward, funcionario de carrera de mucho prestigio que desempeñaba con gran propiedad su función en Costa Rica y a quien por eso le teníamos mucha simpatía. El embajador se comunicaba con el subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, que era el señor Henry Holland, a quien conocíamos personalmente por haberlo tratado en algunos eventos internacionales y también en algún momento en que él había visitado Costa Rica.
En medio de esas conversaciones, un día como a las dos de la tarde, al iniciarse una reunión en la cancillería, nos dijo el embajador que había logrado un visto bueno del Departamento de Estado de su país, pues el señor Henry Holland, subsecretario para Asuntos Latinoamericanos le había dicho que seria posible hacer la venta a Costa Rica de los aviones que solicitábamos, a condición de que se obtuviera el visto bueno del Consejo General de la Organización de Estados Americanos, o sea, la OEA. Recomendó entonces el Embajador a don Mario que se comunicara con nuestro embajador en Washington, el doctor Antonio Facio Ulloa, para solicitarle que de inmediato también le pidiera al Secretario de la OEA, el doctor José Antonio Mora, de nacionalidad uruguaya, que convocara al Consejo en sesión extraordinaria para plantearle el asunto. Don Mario le respondió al embajador que lo haría desde luego en esa forma pero no tan de inmediato, sino que él prefería pedirle al doctor Facio que le solicitara al señor Mora convocar en las primeras horas de la noche para una reunión de emergencia a las 10.00 p.m. El embajador se sorprendió e hizo la observación de que se perdería tiempo y que era mejor acelerar las cosas. Don Mario explicó, no sin una sonrisa ingeniosa, que si se convocaba desde las dos o tres de la tarde, pensarían los embajadores que se trataría de una simple reunión del Consejo: pero que si se convocaba de urgencia hacia el anochecer para una reunión casi a la media noche, habría la sensación de que se trataba en realidad de una emergencia y que al “sacar esos viejitos de sus casas, abrigados con sus gabanes en el frío de enero en Washington a esas horas, habría un mejor resultado” (palabras textuales de Mario Esquivel).
Se procedió conforme queda relatado y fácil es suponer que pasamos la noche en vela mantenidos en comunicación con nuestra embajada en Washington, hasta tener la grata noticia de que después de un intenso debate a media madrugada concluyó la sesión con un acuerdo por medio del cual se aprobaba el apoyo que el Consejo de la OEA daría a los Estados Unidos en la posible transacción de los aviones para apoyar al gobierno de Costa Rica.
Desde la tarde anterior nos había dicho el embajador Woodward que si la cosa se aprobaba los aviones podían salir en la mañana de una base aérea en Texas. Atenido a eso empezamos a organizamos para la recepción de los aviones. Efectivamente, convocamos a los pilotos nacionales que en su totalidad estaban dispuestos a servir al gobierno luchando por la legalidad y la integridad territorial. Se nos informó la hora y el momento en que podían llegar los aviones, que tal como se dijo antes fueron cuatro Mustang F-51, un tipo de avión de guerra muy ágil que tenía bastante prestigio en actividades de la fuerza aérea de los Estados Unidos y de otros países.
A la hora señalada nos dimos cita en el aeropuerto varios funcionarios del gobierno con el grupo de pilotos. Los que estaban dispuestos a colaborar con el gobierno prestando voluntariamente sus servicios fueron prácticamente la totalidad de los pilotos costarricenses, encabezados por los aviadores que habían servido a la guerra civil en 1948: capitanes Guillermo Núñez, Otto Escalante. Manuel E. Guerra. Johny Victory, Fernando Araya. Arturo Lutz y otros compañeros y amigos de ellos que formaban ese valiente voluntariado.
Con gran emoción vimos aparecer en nuestro cielo azul uno por uno los cuatro pequeños puntos en el firmamento que poco a poco se fueron agrandando hasta dar la forma de los aviones que, para nuestra satisfacción, fueron aterrizando en el Aeropuerto El Coco que todavía estaba en construcción.
Cuatro pilotos de la Fuerza Aérea norteamericana los habían conducido desde Texas y detrás de ellos arribó un avión de transporte militar norteamericano que traía repuestos, accesorios y armas. También venían los integrantes de un pequeño destacamento cuyo comandante nos hizo la entrega formal de los aparatos.
Lo más impresionante de toda esta historia fue el cuadro que mostraban nuestros pilotos formados en una fila de disciplinados e impacientes patriotas que mostraban su deseo de entrar en acción, aunque desde luego seria necesario un periodo de adiestramiento en el manejo específico de esos aviones. Preguntamos al comandante norteamericano cuánto tiempo seria necesario para que unos pilotos comerciales pudieran prepararse para el adecuado manejo de esos aviones de guerra. Tranquilamente nos contestó que tal vez dos o tres meses. Tuvimos que tragamos nuestra congoja pues el asunto era de gran urgencia. Los invasores habían tomado ya la población de La Cruz y comenzaban a internarse hacia Liberta, con miras a tomar posiciones y hacerse fuertes en la provincia de Guanacaste. Nuestros heroicos pilotos tomaron la cosa con cierta calma y reserva; simplemente se dispusieron a iniciar el entrenamiento, pero al segundo día los capitanes Guerra y Victory, cada uno volando un avión, se dispararon en forma inusitada hacia el norte, sobrevolaron la población de La Cruz y la ametrallaron haciendo gran impacto en los tanques de agua en una acción verdaderamente heroica, pues de ahí en adelante fue ya más fácil para el gobierno repeler a los invasores.
Lo relatado es lo que indicaba mi memoria, pero a fines de 1997 tuve la buena idea de visitar en Washington al señor Woodward con quien he mantenido correspondencia amistosa, pues conservo muchos buenos recuerdos de su gestión diplomática en nuestro país. Después de un buen rato de conversación en la cual intercambiamos recuerdos, tuvo la gentil idea de ofrecerme enviar un memorándum en inglés sobre todos estos acontecimientos desde el ángulo que los vivió él, o sea, del servicio diplomático y de las relaciones internacionales de los Estados Unidos.
El texto del memorándum del Sr. F. Woodard, traducido al español, es el siguiente:
Robert F. Woodward
1642 Avon Place, N.W.
Washington, D.C. 20007
5 de octubre de 1997
Estimado Jorge:
Escribiré en inglés para darle mis comentarios lo más pronto posible. En vez de hacer comentarios sobre detalles de su memorándum, creo que la manera más sencilla es relatar mis propios recuerdos sobre el intento de Invasión a Costa Rica en la primera o segunda semana de 1955. (Numeraré los párrafos con el propósito de facilitar la referencia).
1. Cuando estaba preparándome para salir de Washington con destino a mi nuevo puesto como embajador ante Costa Rica, a finales de octubre o principios de noviembre de 1954, hice una «visita de cortesía» al director de la CIA, Mr. Alien Dulles. Durante el transcurso de una conversación relativamente sin importancia, él me sorprendió con el comentario: «Quiero asegurarle, Woodward, que no estamos tratando de derrocar al gobierno de Costa Rica». No contesté nada a ese comentario, que encontré muy extraño. Yo no había tenido absolutamente ninguna sospecha sobre la preparación de una invasión desde Nicaragua.
2. Llegué a Costa Rica a finales de noviembre de 1954. Todavía no había tenido ningún conocimiento sobre una posible invasión o intento de derrocar al gobierno de Costa Rica. Cuando pensé en el comentario de Mr. Allen Dulles, lo atribuí a su deseo de desmentir un rumor que yo había escuchado de que el Secretario de Estado, su hermano, consideraba que el gobierno del Presidente Figueres era indeseablemente «liberal».
3. Mi primer conocimiento sobre una posible invasión lo tuve cuando la invasión efectivamente ocurrió. La información llegó a través de una conversación radio-telefónica del Ingeniero del Departamento de Caminos Públicos de los Estados Unidos, encargado de la construcción de una sección de la Carretera Interamericana que daría una carretera a la frontera de Nicaragua y uniría a los dos países por medio de una carretera (en vez de un trillo para Jeep) por primera vez. La conversación telefónica era entre este ingeniero y el hombre del Departamento de Caminos Públicos de los EE.UU., encargado del trabajo en Centroamérica, Mr. Marvin Harshberger, cuya oficina estaba en San José. Mr. Harshberger le dijo a su ingeniero que diera instrucciones de que todos los camiones que estaban usando fueran llevados de regreso a un campamento que habían establecido cerca de la ciudad de Liberta. En una conversación telefónica posterior, el ingeniero que estaba entonces en Liberta le dijo a Mr. Harshberger que un «investigador» de las fuerzas invasores había ido a su campamento y parecía muy interesado en los camiones como método de transporte a San José de las fuerzas invasores. Sin embargo, las fuerzas invasores, formadas por unos trescientos o cuatrocientos hombres, estaban todavía solo a unas pocas millas dentro del territorio de Costa Rica y a por lo menos 30 millas del campamento donde los camiones estaban estacionados.
4. Entonces fui informado (según recuerdo, por el Subsecretario de Estado Henry Holland, quien estaba a cargo del Departamento de Asuntos Interamerieanos) que él le había dicho al Embajador de Costa Rica en Washington, antes de que la invasión realmente ocurriera, que probablemente se llevaría a cabo esa Invasión. Se me dijo que Mr. Holland le sugirió al Embajador que solicitara una reunión del Consejo de la OEA y que le pidiera que enviara una comisión investigadora a Costa Rica y a Nicaragua a tratar de detener la invasión.
5. Se aprobó con prontitud una Comisión de Embajadores formada por cinco miembros, autorizada por la OEA, la cual fue enviada a los dos países en un avión proporcionado por el Gobierno de los Estados Unidos. Uno de los miembros de la comisión era el Embajador de los Estados Unidos ante la OEA, Mr. John Dreier. Llegaron a San José cuando las fuerzas policiales de Costa Rica estaban ya en camino hacia Nicaragua a combatir a los invasores. Luego la Comisión rápidamente voló a Nicaragua para tratar de persuadir a Somoza de que detuviera la invasión. No tuvieron éxito.
6. No recuerdo haberme enterado sobre el embarque de armas y municiones de los Estados Unidos a Costa Rica antes de que ocurriera la invasión. Esto me sorprende, ya que obviamente este era un factor muy significativo en esta critica situación.
7. Pasó un día y no hubo ninguna indicación de que los invasores estuvieran logrando algún progreso, y ninguna información de que la policía de Costa Rica hubiera atacado a los invasores. Luego, temprano en la mañana, cuando estaba saliendo de la cama, recibí una llamada telefónica de Mr. Holland que se inició con el extraño comentario: “¿Está lloviendo ahi?» Luego me dijo que yo iba a escuchar un fuerte ruido. Unos minutos después, escuché un avión, pero no escuché realmente el sonido de su fuego de ametralladora sobre la calle principal de San José. El aparato era un avión de combate WWII, conducido por un piloto mercenario americano llamado Jerry de Larm quien, según escuché, estaba viviendo en Guatemala. Él había disparado la ametralladora de manera que las balas salieran horizontalmente y no le hicieran daño a nadie, pero los casquillos cayeron ruidosamente sobre la calle principal de San José y enojaron muchísimo a la población.
8. El avión piloteado por de Larm era una de las cinco naves aéreas de los invasores. Las otras cuatro eran: un avión de pasajeros DC3 proporcionado a los invasores por el Dictador de Venezuela, Pérez Jiménez, y las otras tres eran aviones «Jitney» de un solo motor. Escuchamos que más o menos a la hora de la aventura de Larm, uno de los carabineros de la policía de Costa Rica había derribado el DC3 de los invasores con un disparo de rifle asombroso.
9. Al día siguiente del vuelo de Larm sobre la calle principal de San José, llamé por teléfono a Mr. Holland en Washington y le comenté que, debido a que el Gobierno de Costa Rica no tenía Fuerza Aérea (ni tampoco Ejército), yo estaba pensando que seguro recibiríamos una solicitud de ayuda, posiblemente para obtener aviones para combatir la invasión. La Comisión de la OEA no parecía estar logrando ningún progreso en persuadir a Somoza de que detuviera la invasión. Por el contrario, Somoza le dijo a la Comisión que él no tenía el control de la invasión, aunque había permitido que ésta tuviera su base en Nicaragua. Luego declaró que si cualquier grupo de costarricenses disparaba hacia el lado suyo de la frontera, ordenaría a las fuerzas nicaragüenses que atacaran a Costa Rica.
10. No más de dos horas después de mi conversación telefónica con Mr. Holland, recibí una solicitud del Ministro de Relaciones Exteriores, Sr. Mario Esquivel, de que fuera a su oficina para una conversación que resultó ser una reunión con el Presidente Figueres y otros miembros clave de su Gabinete, así como con el Director de Aviación Civil, Sr. Facio. El Presidente Figueres me dijo en esa reunión, que el Gobierno de Costa Rica deseaba comprarle al Gobierno de los Estados Unidos cuatro aviones de combate, similares al que había volado el piloto de los invasores sobre la calle principal de San José. Regresé a mi oficina e inmediatamente llamé a Mr. Holland por teléfono de nuevo.
11. Yo no sólo le hice llegar a Mr. Holland la solicitud por los cuatro aviones, sino que también le expresé mi propia opinión de que, además de tratar de darle ayuda urgente al Gobierno de Costa Rica, seria de mucha ayuda obtener la «aprobación» de la OEA para darle a la ayuda un carácter multilateral para contrarrestar publicidad en el sentido de que los Estados Unidos habían actuado unilateralmente en el derrocamiento del Presidente Arbenz de Guatemala. Mr. Holland me pidió que pusiera por escrito mi sugerencia en un telegrama urgente. Recuerdo que me mencionó que ya había hecho algunas indagaciones preliminares y había averiguado que había unos pocos aviones de combate WWII en buenas condiciones de operación en manos de la Guardia Nacional de los Estados Unidos en la Base Kelly en Dallas.
12. Esta solicitud por cuatro aviones se hizo un viernes en la tarde: yo no recuerdo la fecha precisa a principios de enero de 1955, pero recuerdo claramente que era un viernes, ya que creo que marcó un record mundial en el establecimiento de una fuerza aérea cuando esos aviones fueron efectivamente entregados tres días más tarde, el lunes por la mañana, y dos de ellos estaban en combate el miércoles, piloteados por dos muy capaces pilotos costarricenses de lineas aéreas comerciales, el Sr. Guerra y el Sr. Victory. Todos los oficiales y personas involucradas en sofocar ataques internacionales deben enterarse de este operativo, que dio como resultado una Fuerza Aérea en operación y combatiendo a un enemigo sólo cinco días después de que era tan sólo una idea.
13. Se me dijo más tarde que Mr. Holland había podido obtener los cuatro aviones de la Guardia Nacional de los Estados Unidos, pero que antes de que esto pudiera hacerse, había tenido que obtener la aprobación del Secretario de Estado, lo cual requirió una muy larga conversación en la residencia del Secretario de Estado durante la mañana del sábado siguiente a que el Gobierno de Costa Rica hubiera hecho la solicitud, Holland me dijo que, una vez que hubo tenido éxito en esa gestión, había seguido mi sugerencia de pedir la aprobación de la OEA que había instado al Embajador de Costa Rica a que solicitara una reunión del Consejo bajo la cláusula que los faculta para actuar como representantes de sus Ministros Exteriores.
14. La reunión de la OEA se llevó a cabo tarde esa noche, y como a la 1 a.m. del domingo en la madrugada se tomó una resolución por medio de la cual se le solicitó al Gobierno de los Estados Unidos que vendiera los cuatro aviones al Gobierno de Costa Rica, dándole así un carácter multilateral a la transacción.
15. Los cuatro aviones de combate salieron de la Base Kelly en Dallas como a las 3 p.m. del domingo en la tarde, con órdenes de aterrizar en la Ciudad de México para reabastecerse de combustible. Estas naves estaban acompañadas por un avión DC4 cargado de municiones para las ametralladoras de los aviones de combate. Estos aviones llegaron al nuevo aeropuerto fuera de San José como a las 9 a.m. de la mañana del lunes. (El comandante del Base Kelly me había telefoneado el domingo para expresarme su preocupación de que los aviones pudieran ir a combate con las insignias de los Estados Unidos en sus alas. Yo había llamado inmediatamente al Sr. Facio. Director de Aviación Civil, y él me dijo que esto se solucionaría rápidamente. Tan pronto como los cuatro aviones se estacionaron en fila cerca del nuevo edificio del aeropuerto, que todavía estaba en construcción, pintores costarricenses estaban ya bajo las alas cambiando la insignia a una de Costa Rica, antes de que los cuatro pilotos pudieran despojarse de su equipo y bajar de los aviones.)
16. El Jefe de los pilotos norteamericanos me preguntó inmediatamente, “¿Dónde están los pilotos costarricenses que se espera que yo entrene?- Cinco pilotos costarricenses de la Línea Aérea LACSA estaban ya listos. El piloto americano les entregó a cada uno de ellos un manual bastante grueso acerca de los aviones de combate y, pidiéndoles que lo estudiaran cuidadosamente, dijo que les haría un test como a las 5 p.m., y que si lo pasaban, podrían volar los aviones de combate al día siguiente. Al día siguiente, martes, dos de los pilotos de LACSA, el Sr. Guerra y el Sr. Victory, pasaron todas las pruebas y llevaron dos de los aviones a combatir el próximo día, miércoles.
17. Cuando los invasores fueron ametrallados por los pilotos costarricenses desde los dos aviones de combate, la invasión terminó. Los invasores retrocedieron hacia la frontera pero no entraron a Nicaragua. Se sintieron protegidos por la amenaza de Somoza de que ordenaría a todas las fuerzas nicaragüenses atacar Costa Rica si un solo tiro era disparado a través de su frontera. La Comisión de la OEA, que había hecho todo lo que podía para calmar a Somoza, entonces anunció que había una “zona de no combate» en ambos lados de la frontera Costa Rica-Nicaragua de una anchura de uno o dos kilómetros. Los invasores se refugiaron ahí y mataron algunas cabezas de ganado para alimentarse. Dos o tres días después, la Comisión de la OEA aparentemente opinó que Somoza no llevaría a cabo su amenaza de atacar y la Comisión anunció que la “zona de no combate» quedaba eliminada. Con esta noticia, todos los invasores regresaron a Nicaragua, donde se dispersaron libremente. Un pequeño grupo de los invasores intentó una invasión a un pequeño pueblo de Costa Rica, más adentro en el territorio del país en el lugar donde se había producido el intento de una invasión mayor. Pero esta pequeña invasión fue atacada por una pequeña fuerza de costarricenses que valientemente aterrizó un avión en una pequeña pista en el pueblo y repelió a los invasores de manera definitiva.
18. Unos meses más tarde, fui invitado por el Embajador Americano en Managua a visitarlo y acepté. El Embajador hizo arreglos para que visitara a Somoza. Yo tenía curiosidad por ver a Somoza, a quien nunca había visto antes, y tenía curiosidad por oír lo que tenía que decir. Me dijo, “Yo no hice mucho por ayudar a esos muchachos que querían derrocar a Figueres. Sólo les di un puñado de triquitraques».
19. Pensé que la ayuda obtenida por Henry Holland había sido extraordinaria, más bien asombrosa, y nunca he comprendido por qué no fue apreciada por el Presidente Figueres.
Robert F. Woodward
La conversación con el Embajador Woodward y la lectura de su informe, me indujeron a obtener en los archivos de la Organización de los Estados Americanos copias de las actas de las sesiones y resoluciones relacionadas con la solicitud que había planteado Costa Rica para enviar una Comisión Investigadora y la posterior solicitud para que se autorizara la compra de los aviones. El señor Woodward me hizo ver que esa resolución de la OEA era de gran trascendencia, puesto que no era simplemente la aprobación de la venta de unos aviones que nuestro gobierno esperaba comprar al gobierno de los Estados Unidos, sino que fue una verdadera aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Creo que es de gran importancia conocer en detalle estos acontecimientos, por lo que puede presentarse en el futuro a otros países que sientan una agresión de otro país con armamento más fuerte o con ejércitos agresores sin que el país agredido tenga los medios suficientes para defenderse adecuadamente. De los documentos obtenidos en los archivos de la OEA, se desprende que una vez que se aprobó el envió de la Comisión Investigadora, esta partió para Nicaragua a las 6 de la mañana del miércoles 12 de enero. En ese mismo día se reunió el Consejo, actuando ya provisionalmente como Órgano de Consulta, para considerar la solicitud cablegráfica proveniente del Gobierno de Costa Rica en el sentido de proporcionarle asistencia militar inmediata. En esa sesión, el Consejo entre otras medidas acordó solicitar de los Gobiernos que se encontraran capacitados para hacerlo, que pusieran a disposición de la Comisión Investigadora aviones que realizaran vuelos pacíficos de observación sobre las regiones afectadas por la situación pendiente.
En la resolución que tomó el Consejo para designar la Comisión se resolvió en forma concreta lo siguiente:
1. Encomendar al Presidente del Consejo que se dirija cablegráficamente a la Comisión Investigadora a fin de solicitarle que presente, con toda urgencia, tan pronto como llegue a Costa Rica, un informe preliminar sobre la situación existente en el Territorio de esa República, a fin de permitir al Consejo tomar la decisión que proceda adoptar de acuerdo con el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca.
2. Solicitar a los Gobiernos americanos que adopten las medidas necesarias para impedir el uso de sus territorios para cualquier acción militar contra el Gobierno de otro Estado.
3. Solicitar de los Gobiernos, que se encuentran capacitados para hacerlo, que pongan a disposición de la Comisión Investigadora aviones que, en nombre de ésta y bajo su supervisión, realicen vuelos pacíficos de observación sobre las regiones afectadas por la situación pendiente, previa notificación, por parte del Presidente del Consejo, a los Gobiernos cuyos territorios se atraviesen.
En los anales de la OEA consta también que, posteriormente, los Gobiernos de Ecuador, Estados Unidos, México y Uruguay informaron al Consejo que, conforme a la Resolución adoptada el 12 de enero de 1955, habían puesto a la disposición de la Comisión Investigadora aviones para que realizaran vuelos pacíficos de observación sobre las regiones afectadas en la América Central. Los Gobiernos de Costa Rica y Nicaragua ofrecieron proporcionar aviones para el mismo propósito.
Es explicable que el gobierno de Nicaragua hizo la citada oferta simplemente para disimular o para no desentonar con otros países, porque ya hemos conocido y continuaremos analizando con más detalles las responsabilidades de ese país en nuestro problema de la invasión.
En el examen de toda esta situación es interesante observar la rapidez con que los Estados miembros de la OEA actuaron para apoyar a Costa Rica. Tanto es así que, con fecha 13 de enero, el doctor Luis Quintanilla, Presidente de la Comisión Investigadora, envió su primer informe que dice lo siguiente:
EXCELENTÍSIMO
SEÑOR JOSÉ A. MORA
OEA, WASHINGTON
(URGENTE)
Tenemos el honor de informar que aterrizamos San José a las 7 a.m. hoy habiendo sido cordialmente recibidos aeropuerto por Ministro Relaciones Exteriores doctor Mario Esquivel y altos funcionarios gobierno que nos están presentando las mayores facilidades para buen desempeño nuestra misión stop asimismo comisión tuvo el honor de ser recibida por el primer mandatario, excelentísimo señor José Figueres, acompañado de su gabinete stop comisión ha iniciado activamente sus trabajos de investigación stop así efectuó sesión de 10 a.m. a 1 p.m, en la que participaron amablemente canciller Esquivel y varios altos funcionarios administración y elementos oficiales autorizados stop a reserva detallar asunto en informe global que hemos empezado a elaborar podemos ya atender solicitud del consejo y comunicar formalmente: primero, que aviones procedentes del extranjero han volado ilegalmente sobre territorio Costa Rica: segundo, que con posterioridad resolución consejo contenía llamado especial, aviones procedentes del extranjero han ametrallado y soltado bombas diversos puntos territorio Costa Rica, inclusive esta capital: tercero, que existen serios indicios que armamentos y municiones han sido suministrados de fuente extranjera a elementos rebeldes en territorio Costa Rica, y cuatro, que operaciones militares están actualmente desarrollándose en territorio costarricense contiguo frontera noroeste stop esta tarde 6 p.m. comisión considerará urgentemente otros aspectos problemas planteados su telegrama esperando telegrafiar mañana conclusiones al respecto stop respetuosamente.
LUIS QUINTANILLA, PRESIDENTE COMISIÓN INVESTIGADORA
El propio día 13 por la noche celebró la Comisión Investigadora una sesión nocturna de la cual informó en la mañana del día 14 al señor Presidente del Consejo de la OEA, en los términos siguientes:
San José, Costa Rica
Enero 14, 1955
Embajador José Mora
Presidente Consejo OEA – Unión Panamericana
Washington, D.C.
Nuestro anterior relativo resolución aprobada consejo enero doce hónrame comunicarle sesión nocturna comisión adoptó unánimemente siguiente acuerdo dos puntos comillas comisión investigadora en uso atribuciones conferidas a ella por el consejo actuando provisionalmente como órgano de consulta coma en el cablegrama del trece de enero de 1955 y en atención a los datos que le han sido proporcionados por el señor Presidente del Consejo de la OEA en cablegrama de igual fecha en tomo al ofrecimiento hecho por el gobierno de los Estados Unidos de América coma de proporcionar aviones para que la comisión investigadora pueda llevar adelante las observaciones pacificas en el área de la América Central que preocupa actualmente al órgano de consulta y en vista de la urgencia de proceder cuanto antes a efectuar esos reconocimientos pacíficos coma decidió primero encarecer al señor embajador de los Estados Unidos de América miembro de la comisión investigadora que de acuerdo con los asesores técnicos militares de la propia comisión investigadora coma adopte las medidas necesarias para iniciar inmediatamente esa labor de reconocimiento pacifico en la zona o zonas que la comisión estime apropiada o pertinente para los fines que persigue utilizando generosamente ofrecidos por el gobierno de su país dos recomendar que mañana viernes catorce se realice reconocimiento aéreo sobre el área comprendida desde la zona de Liberia Costa Rica hasta las zonas fronterizas del noroeste tres comunicar acto seguido esta decisión al señor presidente consejo actuando provisionalmente órgano de consulta y a los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua enero trece comillas.
LUIS QUINTANILLA
La tercera comunicación de la Comisión Investigadora se despachó por via cablegráfica al señor José Antonio Mora el mismo día 14, viernes, y dice lo siguiente:
Tengo el honor de transcribir a usted a continuación el texto del acuerdo tomado hoy unánimemente por la Comisión y que dice:
“La Comisión Investigadora del Consejo de los Estados Americanos actuando provisionalmente como Órgano de Consulta informa:
1. Que a la luz de los datos hasta aquí recogidos por la Comisión se ha comprobado hoy la presencia en El Amo, cerca de La Cruz, hoy en poder de las fuerzas rebeldes, contiguo a la frontera que limita a Costa Rica y Nicaragua, de dos aviones de combate AT6 y un avión de transporte DC3;
2. Que existen graves presunciones de que continúan llegando del exterior elementos de guerra en violación de la integridad territorial, la soberanía y la independencia política de la República de Costa Rica.
Al transmitir estos hechos la Comisión Investigadora estima de su deber manifestar al Consejo que todos los datos registrados autorizan a establecer que, cuando menos, una parte substancial de los elementos bélicos es introducida por la frontera norte del territorio de Costa Rica: por lo que cree pertinente recomendar al Consejo de la OEA actuando provisionalmente como Órgano de Consulta, dirija inmediatamente un llamado formal al Gobierno de Nicaragua haciendo hincapié en la seriedad creciente de la actual situación que compromete la integridad, la soberanía y la independencia política de Costa Rica.
Igualmente, la Comisión Investigadora se permite recomendar al Consejo de la OEA que contemple desde ahora las medidas que, de acuerdo con las disposiciones del Tratado de Río deberán aplicarse, si las circunstancias así lo demandaren.
Luis Quintanilla, Presidente de la Comisión Investigadora”
De nuevo es interesante resaltar la rapidez con que estaban actuando, tanto la Comisión Investigadora como el Consejo de la OEA. Es satisfactorio observar la rápida respuesta que se estaba dando en las gestiones de nuestro país; tanto es así que el propio día 14 por la tarde, el Consejo aprobó la siguiente resolución:
EL CONSEJO DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS,
ACTUANDO PROVISIONALMENTE COMO ORGANO DE CONSULTA,
Habiendo tomado conocimiento de los cablegramas transmitidos de San José de Costa Rica por la Comisión Investigadora en cumplimiento de la solicitud de información que le fue hecha en el punto 1 de la Resolución de fecha 12 del corriente:
Teniendo en cuenta la gravedad creciente de la actual situación que afecta la integridad, la soberanía y la independencia política de Costa Rica, y
Reafirmando la permanente voluntad de los Estados Americanos a favor del mantenimiento de la paz.
RESUELVE:
1. Condenar los actos de Investigación de que es victima Costa Rica y llamar la atención acerca de la grave presunción de que existen violaciones de tratados internacionales vigentes.
2. Hacer un llamado formal a todos los Gobiernos americanos para que refuercen las medidas que hayan adoptado en este caso, y especialmente al Gobierno de Nicaragua en vista de que la Comisión Investigadora señala en su último informe cablegráfieo que una parte substancial de los elementos bélicos es introducida por la frontera norte del territorio de Costa Rica.
3. Disponer que la Comisión Investigadora envíe Observadores a todos los aeropuertos en la región afectada por la situación, así como a cualquier lugar que pudiera ser utilizado para el transporte de fuerzas o elementos militares hacia Costa Rica, a fin de determinar la procedencia de tales fuerzas y materiales.
4. Solicitar a los Gobiernos que, sin perjuicio de las atribuciones que consagra el Articulo 12 del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca, consideren la fecha y sede de la Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores.
Con la misma celeridad con que se venía actuando, dos días después, o sea, en la madrugada del 16 de enero de 1955 se tomó la resolución para la compra de los aviones y a la cual se ha referido en detalle el Embajador Woodward en su informe.
En los anales de la OEA consta que la citada sesión comenzó a las dos de la madrugada del día 16 de enero. Informó el presidente del Consejo que había recibido dos comunicaciones de parte del Gobierno de Costa Rica y de la Comisión Investigadora que requerían acción urgente por parte del Consejo. Es importante hacer ver que la solicitud del Gobierno de Costa Rica se concretaba, entre otras cosas, a demandar un control efectivo de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, y solicitar a los gobiernos de los Estados miembros de la Organización que facilitaran a nuestro gobierno medios de defensa contra ataques aéreos y aviones de combate con los cuales se pudieran repeler ataques aéreos, así como elementos adecuados para establecer la vigencia y defensa contra nuevas agresiones.
La sesión en que se tomó el acuerdo que le dio el apoyo real a Costa Rica fue aquella a la cual se convocó para altas horas de la noche del día 15 de enero de 1955 por ocurrencia de don Mario Esquivel y lo que sobre ella consta en los archivos de la Unión Panamericana, o sea, la OEA, es que:
Después de considerar los informes cablegráficos de la Comisión Investigadora en el sentido de que Costa Rica no disponía de aviones o armas necesarias para defenderse de ataques de aviones extranjeros del tipo que estaba llegando a manos de las fuerzas revolucionarias, y después de escuchar al representante de los Estados Unidos al efecto de que si el Consejo así lo solicitara accedería a la petición que había recibido del Gobierno de Costa Rica de compra de aviones, el Consejo aprobó la siguiente resolución:
El Consejo de la Organización de los Estados Americanos, actuando provisionalmente como órgano de consulta.
Teniendo en cuenta la petición formulada por la delegación de Costa Rica; y en consideración a los informes de la Comisión Investigadora del Consejo actuando provisionalmente como Órgano de Consulta según los cuales el gobierno de Costa Rica no dispone de aviones o armas necesarias para defenderse de ataques de aviones extranjeros del tipo que ahora está llegando a manos de las fuerzas revolucionarias:
En conocimiento de que el Gobierno de Costa Rica ha gestionado la compra de aviones; y teniendo presente la exposición de la Delegación de Estados Unidos en el sentido de que si el Consejo así lo solicitara accedería a la solicitud que ha recibido del Gobierno de Costa Rica de compra de aviones.
RESUELVE:
Solicitar de los Gobiernos de los Estados Miembros de la Organización que den rápido curso a los pedidos de compra de aviones que Costa Rica les haya hecho.
También es importante señalar que según documentos de la OEA, en el curso de otra sesión que celebró el Consejo por la tarde del mismo día 16 de enero, o sea unas 15 ó 18 horas después de que se aprobó la solicitud del Gobierno de Costa Rica para la compra de los aviones, se dice que:
El Representante de los Estados Unidos informó al Consejo que los cuatro aviones P-51, que habían sido objeto de discusión en la sesión de la mañana, habían salido ya rumbo a Costa Rica.
La Comisión Investigadora continuó durante varios días más en Costa Rica durante los cuales brindó colaboración a nuestro Gobierno y suministró instrucciones sobre la forma cómo debería actuar con respecto al Gobierno de Nicaragua, así como también intervino ante Somoza para lograr que cesara cualquier intento de ayuda a los revolucionarios. Todo lo anterior es una página de gran trascendencia en la historia, no sólo de Costa Rica sino de los países que conforman la Organización de Estados Americanos, pues mediante los acuerdos tomados se dio vida y realidad al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, se facilitó el final de la agresión a nuestro territorio y se dejó una expectativa favorable, como hemos dicho antes, para otras situaciones similares en el Continente americano. De ese criterio es el señor Woodward, pues al hacer recuento de sus acciones y gestión a favor de Costa Rica, había un fundamento especial: el hecho de que Costa Rica no tuviera ejército, y la trascendencia que puede tener ese acuerdo hacia el futuro para inducir a otros países de América Latina a seguir el ejemplo de Costa Rica y suprimir o reducir los ejércitos, dejando desde luego los recursos para cuidar el orden y la seguridad en los territorios de los respectivos estados.
Para la cultura política y jurídica de Costa Rica en lo que se refiere al derecho internacional, es conveniente que las actuales y futuras generaciones conozcan en detalle estos acuerdos del Consejo de la OEA que reconocieron el derecho a la defensa de Costa Rica sin tener ejército, y también observar que en virtud de la gravedad que el asunto tenía y la legitimidad de las acciones de Costa Rica se procedió de una forma inusual en cuanto a relaciones internacionales, o sea que se actuó con una serenidad pocas veces vista.
Ignoro si en los cursos de derecho internacional público que se imparten en las escuelas o facultades de derecho de Costa Rica y de otros países, se considera la trascendencia de ese acuerdo y también debo comentar con pena que los textos de historia y las lecciones de historia patria que se han dado en Costa Rica en lo últimos cincuenta años no han valorado en todo su significado los hechos que se suscitaron cuando, después de haber reconstruido Costa Rica su sistema democrático en virtud de la guerra de 1948, se vio en posición de defenderse de los atropellos que significaron la invasión de fines de 1948 y principios de 1949, así como también el sangriento ataque que a nuestra patria hicieron los costarricenses que pretendieron nuevamente llevarnos a un caos político y al desorden de nuestras instituciones en 1955. Valga esta observación para que después de cincuenta años de ocurridos esos acontecimientos, cuando ya no debe haber resabios ni rescoldos de lo que fueron las luchas, sólo subsista el gran resultado de la restauración del orden legal y constitucional, de la renovación de los valores patrios y de las instituciones que se operó a partir de ese momento, a pesar de los atentados contra el orden institucional a que nos hemos referido en estas narraciones.
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