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El Espíritu del 48 (Libro)

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El Espíritu del 48 (Libro)

EL ESPÍRITU DEL 48 es el testimonio del Expresidente de Costa Rica y del Partido Liberación Nacional don José Figueres Ferrer, sobre las causas, propósitos y desarrollo de lo que él llamó Guerra de Liberación Nacional, librada desde marzo hasta abril de 1948. Don Pepe —como se le conoce popularmente—, relata desde la niñez, su preparación para dirigir esa gesta libertaria. Hace un recuento de las corrientes políticas, desde la segunda década del siglo XX, con especial referencia a la dictadura de los hermanos Tinoco (1917-19). Describe las circunstancias que, bajo el régimen del doctor Calderón Guardia, aliado a los comunistas, llevaron al pueblo a luchar por la reivindicación del libre sufragio. Describe el proceso de la Guerra Civil, y además, presenta las orientaciones políticas que deberían presidir el desarrollo del país para lo que él llamó la Segunda República.

Nota: Para poder leer el libro es necesario un programa o app móvil para ver archivos en formato PDF.

INTRODUCCIÓN

José Figueres Ferrer

Este libro responde a un llamado, que recibo con frecuencia, de mis compatriotas y de mis amigos del exterior. Algunos desean conocer datos biográficos míos. Otros muchos se interesan en la historia de la Guerra de Liberación Nacional de Costa Rica, en 1948, y en las dos invasiones de Somoza en diciembre de 1948 y en enero de 1955. A todas esas instancias he procurado responder en el presente trabajo. De hecho, toda mi vida está ligada a la historia de Costa Rica durante una seis décadas de este siglo. Sin embargo, esta narración detallada termina, por ahora, en 1949, cuando la Junta Fundadora de la Segunda República que yo presidí, entregó el poder al Presidente anteriormente electo, don Otilio Ulate Blanco. Esa elección había sido burlada por el gobierno, mediante maniobras y violencias inaceptables.

Esta obra nunca se hubiera escrito sin la insistencia generosa del sacerdote católico R. P. Benjamín Núñez. El Padre es Doctor en Sociología y ha sido Ministro de Estado y, varias veces, Embajador. Sobre todo, fue el valiente capellán del Ejército de Liberación Nacional durante la tragedia de 1948. Al fin del conflicto fue el principal negociador de la paz esclarecida que hoy disfrutamos en Costa Rica.

Hubiera sido difícil elaborar este libro, sin el esfuerzo investigativo de varios años, del historiador, periodista y escritor costarricense don Guillermo Villegas Hoffmeister.

Ambos coautores disfrutan igual que yo mismo, de la ventaja de haber vivido la época que el libro describe, y participado en los acontecimientos políticos y bélicos de aquel entonces.

Yo he sentido, hasta ahora, una extraña renuencia a escribir sobre estas cosas. Me parecía irrespetuoso para los muertos hacer campaña electoral usando la gloria que a ellos pertenece. También me parecía poco gallardo enfrentarme a mis adversarios electorales, frecuentemente politiqueros, señalando realizaciones de la guerra y la postguerra que son grandes para el ambiente nuestro. Mientras tanto algunos periódicos y personas me combatían por los métodos usuales llenos de superfluidad o de pasión, que suelen emplearse en las bregas electorales. Para ilustrar este sentimiento recurro a las frases populares que usamos en Costa Rica:

Eso sería como pegarle a un borracho, o como cazar moscas con ametralladora.

La Providencia ha dispuesto que yo llegue a mi edad actual después de haber dejado de ser candidato a cualquiera posición electoral. Ahora me siento libre para entregar a la historia de mi patria las narraciones que aquí siguen.

Esta historia de la Guerra de Liberación Nacional de Costa Rica se divide, como la Galia de César, tantas veces citada o aludida, en partes tres: la preguerra, que describe las prácticas políticas viciosas que condujeron a la crisis; la guerra misma con sus patéticas e inusuales escenas en el ambiente de un pueblo pacífico por tradición y temperamento; y los comienzos de la postguerra, en los cuales nació la bien llamada Segunda República de Costa Rica.

Dos veces en el siglo veinte se ha atropellado seriamente el derecho electoral en Costa Rica. En 1917 el Ministro de la Guerra, don Federico Tinoco Granados, dio un golpe de estado al ilustre Presidente don Alfredo González Flores, dando comienzo a la Dictadura de los Treinta Meses, de los hermanos Tinoco: don Federico y don Joaquín.

En la década de los años cuarenta, el Doctor Rafael Angel Calderón Guardia y su hermano Francisco, trataron de imponer su dictadura, figurando unas veces como Presidente Rafael Ángel y otras imponiendo sucesores como en el caso del Lic. Teodoro Picado.

En ambas oportunidades un periódico de la oligarquía fue el principal instrumento de poder del gobierno espurio. El primero se llamó La Información, el segundo, La Tribuna. En casi toda América Latina, donde surge un régimen contrario a los intereses populares, aparece un órgano de información que es su instrumento de poder. Anteriormente, durante la Guerra de Independencia de Cuba, el victimario de José Martí en La Habana se llamó El Diario de la Marina. Martí lo llamó El Diablo de la Marina. En Costa Rica las dos veces que se trató de crear el impuesto sobre la renta, que se consideraba como el más justo de los impuestos, aparecieron periódicos que lo adversaban: primero, cuando González Flores, fue La Información y en el segundo intento, surgió La Nación.

La gesta del 48 constituyó, en realidad, un conjunto de episodios de heroísmo dispersos por todo el territorio nacional, tanto en nuestros campos de batalla, como en el frente civil. Muchos fueron los compañeros, hombres y mujeres, que fueron heroicos protagonistas de esos episodios de rebelión contra el régimen caldero-comunista. Se desenvolvieron en acciones clandestinas o en acciones armadas, llenas de riesgo.

Más de uno pensará que don Pepe olvidó sus valientes contribuciones a la victoria final, por no haberlos mencionado en este relato. ¡Lejos de ello! No los incluí porque el relato detallado de esos hechos hubieran rebasado el objetivo central de este libro. Pero los llevo en el corazón y, al recordarlos ahora, todavía me estremecen de emoción.

A todos los que jefearon esos episodios o fueron sus modestos participantes les ruego que escriban ellos mismos su verdad específica sobre la gran gesta nacional. Por eso he querido que los derechos de autor de este libro sirvan, algún día para cubrir los gastos de esas publicaciones. Para que no olvidemos, aunque de corazón perdonemos.

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El Espíritu del 48
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