Otilio Ulate Blanco en la campaña electoral de 1962:
otras memorias de la Guerra Civil de 1948
Manuel Gamboa Brenes
Universidad de Costa Rica
Introducción
Costa Rica inicia después de la Guerra Civil de 1948 un proceso que resultó en una restructuración del sistema electoral y del modelo de desarrollo socio-económico. Además se dio una reconformación del poder político y una nueva orientación de las aspiraciones y alineaciones económicas de los grupos hegemónicos en el país. No obstante, el fortalecimiento de este régimen en las décadas siguientes no fue el resultado solamente de los pactos políticos entre los principales protagonistas del conflicto del 48, como lo ha sugerido la historiografía tradicional costarricense (ver Garro; Busey; Sánchez Vega; Salazar Mora y Salazar Mora; Jiménez Zeledón).
Entre otras variantes que condicionaron las relaciones políticas a partir del 48, las diferencias históricas surgidas en el conflicto armado fueron moldeando el estilo de hacer política en el país en la segunda mitad del siglo XX. La posibilidad que tuvieron casi todos los sectores políticos involucrados en la coyuntura del 48 de seguir participando de la competencia por el poder político,1 fue consolidando un sistema de partidos que representaba a la mayoría de los sectores sociales del país. No obstante, en cada proceso electoral después del 48, esas diferencias históricas, surgidas con el conflicto armado, fueron alimentadas por todas las agrupaciones políticas en competencia. Esto originó que permaneciera el choque entre los principales caudillos del 48 y sus seguidores. Así, por lo menos durante las siguientes dos décadas, la provocación siempre estuvo presente de manera verbal y no pocas veces llegó a amenazar con un nuevo enfrentamiento armado.
Este trabajo estudia la configuración de los discursos políticos de uno de los caudillos del 48 en la coyuntura electoral de las elecciones de 1962. Después de ser presidente de Costa Rica entre 1949 y 1953, Otilio Ulate Blanco se presenta como candidato presidencial en la campaña electoral de 1962 con un discurso que recupera la memoria de la Guerra Civil de 1948. Este rescate del pasado ulatista presentará algunas diferencias bastante evidentes, comparadas a la versión que del 48 estaba promoviendo el Partido Liberación Nacional. Incluso esta historia del 48 era ya diferente al propio discurso que Ulate tuviera en años anteriores. De esta forma, el análisis de esos discursos permite identificar por un lado, el peso de las relaciones políticas entre los principales protagonistas de la coyuntura de 1948, y por otro, la fuerza que la memoria del conflicto del 48 tenía en la construcción de discursos políticos, aún pasados 14 años del hecho histórico.
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia, realizada sobre la recuperación de la memoria en los discursos políticos en las campañas electorales entre 1953 y 1970 (ver Gamboa Brenes). En esa ocasión se estudió del discurso político-electoral en los artículos publicados en los principales periódicos semanas antes de cada elección presidencial de Costa Rica, para recuperar la memoria del 48 que cada partido político utilizó como herramienta para justificar su acenso al poder, mientras pretendía negarlo a su oponente de turno.
Por su parte, el análisis que aquí se presenta está dividido en cuatro partes; el primero se encarga de abordar algunas particularidades de la recomposición de las relaciones políticas entre los principales personajes de la Guerra Civil de 1948, entre el conflicto armado y las elecciones de 1962. Se analiza el papel que puede cumplir la recuperación del pasado en la construcción de la imagen idealizada de estos caudillos del 48. En el segundo apartado se estudia, la forma en que Ulate Blanco varía su discurso respecto a la guerra del 48, y como esto está relacionado a los cambios de las relaciones con los otros personajes del conflicto y a los intereses políticoelectorales. El tercer punto corresponde a la reconstrucción del pasado que realiza Ulate Blanco, específicamente al rescate de su papel en la coyuntura del 48. Finalmente, una cuarta sección se dedica a señalar el tipo de discurso anticomunista que Ulate y su partido usara en la campaña electoral de 1962, buscando identificar evidencias comunistas entre sus oponentes, al mismo tiempo que intenta constituirse en el único anticomunista entre los candidatos en disputa.
Los caudillos del 48 y la memoria
En la campaña electoral de 1962 se enfrentaron los partidos Unión Nacional, Liberación Nacional y el Republicano. Una de las principales particularidades de este proceso electoral fue que volvió a poner de frente a dos de los principales caudillos del conflicto político vivido en la década de 1940: Otilio Ulate Blanco y Rafael Ángel Calderón Guardia. En el caso de Liberación Nacional, su candidato fue Francisco Orlich, presentado en esas elecciones como uno de los personajes más cercanos a Figueres Ferrer durante el conflicto armado de 1948. Esta era la segunda vez que Orlich intentaba ser presidente, ya que había perdido las elecciones en 1958, precisamente frente al candidato del Unión Nacional: Mario Echandi Jiménez.
En el caso de los dos primeros candidatos, aunque había transcurrido solamente 14 años del enfrentamiento por la presidencia entre Ulate y Calderón Guardia, la relación entre ellos había pasado ya por diferentes etapas.
Cuando la Guerra Civil de 1948 terminó en el mes de mayo de ese año, Ulate quedó constituido como uno de los principales ganadores del conflicto. Calderón Guardia, junto con el partido comunista Vanguardia Popular, no solo resultaría ser los principales perdedores, sino que además debieron exiliarse apenas apagado el fuego de las armas.
El discurso de los vencedores del conflicto aseguraba que Ulate era una de las principales víctimas del régimen anterior a la guerra. Esto porque precisamente la anulación del resultado de las votaciones para la presidencia, en febrero de 1948, y que en un principio dio como ganador a Ulate frente a Calderón Guardia, fue considerada por los anti-calderonistas la principal razón para organizar un movimiento armado contra el gobierno de Teodoro Picado Michalski. Después de concluida la guerra, el colocar a Ulate como víctima de Calderón Guardia y su gente, entre otras casos tenía un peso importante para justificar la guerra civil. El principal discurso para legitimar el alzamiento en armas fue el hecho de defender el resultado de las votaciones que habrían dado el triunfo a Ulate sobre Calderón Guardia.
Sin embargo, la guerra también había provocado la aparición de otro caudillo opositor a Calderón Guardia: José Figueres Ferrer. El líder del futuro partido Liberación Nacional,2 no solo fue el principal ganador del conflicto armado, sino que, por eso mismo, se convirtió en el principal enemigo de Calderón Guardia.
No es tan sencillo verificar como el liderazgo de estos tres personajes durante el conflicto fue condicionando la imagen construida sobre ellos en las décadas posteriores, ni tampoco precisar cómo la necesidad política en los años siguientes condicionó la forma de recuperar las acciones de estos tres sujetos en los conflictos de la coyuntura del 48. Es decir, algunas veces es posible pensar que buena parte de la imagen de los caudillos se construyó mediante discursos idealizados en los años siguientes al conflicto. Es posible que precisamente sea en el enfrentamiento verbal posterior a la guerra donde en realidad se fue construyendo una versión “oficial” de la participación de estos sujetos y la importancia de cada uno de ellos.
Tomando lo anterior en forma de hipótesis, es posible también asegurar que de alguna manera la manipulación de la memoria en los años posteriores a la guerra colaboró a crear una imagen selectiva de estos personajes. Por lo tanto, considerar que la guerra del 48 continuó de alguna manera en las campañas electorales posteriores, no es antojadizo, dado el fuerte enfrentamiento verbal que cada sector político mantuvo por lo menos en las dos décadas después de la Guerra Civil de 1948.
De este modo, en esta reconstrucción de figuras mediante el discurso político-electorero deben existir verdades a medias, hechos históricos manipulados y participaciones maquilladas. El resultado de esta manipulación de las versiones sobre el 48, y el peso que ello tuviera en las elecciones presidenciales posteriores, provocó que unos sectores políticos y sociales terminaran ganando o perdiendo más que otros, de la misma forma que sucediera con el resultado final del conflicto armado.
La memoria en estos casos tiende a ser como una sombra del hecho histórico. Es decir, reconstruir los acontecimientos a partir de los testimonios con intereses políticos de los candidatos origina distorsiones, así como los cambios en la proyección de la luz lo hace también en la sombra. Pueden existir diferentes versiones de un mismo pasado sin que se pueda asegurar que alguna de estas sea completamente falsa.
Pero es que también la recuperación de la memoria con fines políticos puede crear conflictos en sí mismos. Al utilizarse el pasado para resolver problemas del presente (en este caso la lucha por vencer al oponente político de turno) la reconstrucción del acontecimiento también puede generar nuevos enfrentamientos en el presente (ver Hamman 312). De esta manera, los motivos del enfrentamiento en el pasado se van a confundir con los motivos que llevan al enfrentamiento en el presente. Además, si la reconstrucción de los hechos es realizada oficialmente por un grupo que mantiene algún poder y control sobre los otros componentes, esa memoria significará, entre otras cosas, un resentimiento por parte de esos grupos que van siendo excluidos, o pasan a una situación de subalternidad del proceso de construcción de ese pasado oficial.
Dicho lo anterior, se puede asegurar que a partir de los cambios políticos originados con la guerra del 48 y la consolidación de Figueres Ferrer y su gente, la construcción de la historia oficial del conflicto del 48 fue impulsada por Liberación Nacional, y claramente esta historia respondía a sus intereses políticos (ver Molina Jiménez 41). Este partido, entre otras herramientas, usó de la memoria para la construcción de una nueva identidad nacional a partir de los cambios institucionales que se impulsaron después del 48. Así, la nueva generación política que en 1951 fundó el Partido Liberación Nacional, muy estratégicamente utilizó el recuerdo del conflicto para justificar y legitimar el conflicto mismo y los cambios en el modelo de desarrollo y de la administración pública impulsados luego de 1948.
Ahora bien, al mismo tiempo que en estos discursos políticos de Liberación Nacional es recuperada la memoria sobre la guerra del 48, los grupos opositores a Figueres Ferrer, como respuesta a la historia contada desde Liberación Nacional y desde el gobierno, debieron de crear una versión distinta referente al 48. Esta debía ser una versión que contradijera la elaborada por los liberacionistas, donde ya de por sí, se les colocaba como perdedores, desplazados políticos, y comunistas.
Cabe la pregunta ¿Qué es lo que impulsa a los opositores a Liberación Nacional a tratar de construir otra versión del pasado? La respuesta parece estar en el peso moral, pero sobre todo el político que los liberacionistas le habían dado al triunfo de la guerra del 48. En otras palabras, Liberación Nacional en su discurso político quería dejar claro quienes habían ganado y quienes perdido en el conflicto. El ejercicio tenía el evidente objetico de justificar el acceso al poder a quienes habían ganado en el 48, mientras que se fundamentaba la exclusión de quienes habían perdido.
En el caso en particular de Ulate y el Unión Nacional, dada su participación directa en el conflicto, la posición de víctima-vencedor que había quedado luego de la guerra, pero el quedar progresivamente fuera del discurso ganador liberacionista, se convirtió en necesidad reinventar el recuerdo del 48, para recuperar la posición que por derecho creían ocupar en la historia del 48. Así, en la campaña electoral de 1962 Ulate consideraba necesario-y posible- incluir al ulatismo entre los vencedores del conflicto, y de esta forma reinterpretar el pasado que el liberacionismo venía consolidando en su discurso. El objetivo con ello era llevar al votante a repensar los hechos del 48 y sacar algún provecho electoral de una nueva reinterpretación de los hechos históricos.
Ulate y el 48
La relación política de Ulate con Calderón Guardia fue anterior a la del primero con Figueres Ferrer. Como fue señalado, el enfrentamiento político entre Ulate y Calderón Guardia fue uno de los motivos que precipitaron el conflicto armado en 1948. Sin embargo, en los años posteriores, irónicamente serían los cambios en la relación política entre Ulate y Figueres Ferrer lo que determinara en algún grado la relación entre Ulate y Calderón Guardia. Para decirlo de otro modo, en la relación de los tres caudillos del 48, Ulate fue en su momento el gran enemigo de Calderón Guardia, pero con la aparición de Figueres Ferrer como el otro gran adversario calderonista, la relación entre Ulate y Calderón Guardia comenzó a cambiar. Así, en la década de 1950, un alejamiento progresivo entre Ulate y Figueres Ferrer determinó posiblemente un acercamiento estratégico entre Ulate y Calderón Guardia, aunque esto fuera solamente por intereses electorales (ver Cruz Espinoza 91).
Que la relación entre Figueres y Ulate se va deteriorando después del 48 ya se hace evidente para las elecciones de 1958. Sin embargo, es curioso que en la campaña electoral de 1953, Liberación Nacional utilizaba, en diferentes oportunidades el término “Oposición Nacional” para referirse al movimiento armado en contra de Calderón Guardia y su gente. En ese grupo opositor es incluido Ulate Blanco y la gente de su partido. Es decir, para 1953 los liberacionistas de alguna manera aceptaban que entre los vencedores del 48 estaban incluidos Ulate y los ulatistas.
En el proceso electoral de 1958 este discurso ya era diferente. Liberación Nacional hace uso esta vez de un discurso sobre el 48 en el que se excluía a Ulate Blanco del derecho a llamarse ganador del conflicto armado (ver Gamboa Brenes 45-64). Para los liberacionistas, había un grupo levantado en armas contra el gobierno calderonista y que defendió la libertad electoral de la cual Ulate había sido víctima. Pero según este discurso liberacionista, Ulate y su gente había posteriormente traicionado la revolución al ubicarse políticamente al lado de los perdedores del 48 y frente a los liberacionistas.
Evidentemente una de las razones por las que figueristas y ulatistas ahora eran enemigos políticos tenía que ver con el acercamiento electoral que tuviera Ulate Blanco con Calderón Guardia y todos los sectores opositores a Figueres Ferrer con miras de apoyar a un candidato opositor a Liberación Nacional en 1958. Para aquella campaña electoral, Ulate usó un discurso de necesidad de reconciliación nacional, tratando de justificar el regreso de los desplazados políticos durante y después del conflicto. Con esta postura Ulate buscaba el apoyo de todos los sectores de oposición a Liberación Nacional para el candidato de su partido, Mario Echandi Jiménez, (Gamboa Brenes 99), que a la postre resultara ganador en esa contienda electoral.
Por otra parte, otro de los factores que enfrentaban a Calderón Guardia y a Ulate contra Figueres Ferrer, fue que algunos de los principales decretos en el tema económico impulsado por Figueres Ferrer poco después de la guerra (los dos más importantes: la nacionalización de la banca y el impuesto del 10% a los grandes capitales) afectaban al sector social al que representaban Ulate y Calderón Guardia (ver Solís Avendaño 436).
No obstante todo lo anterior, en el proceso electoral de 1962, Ulate Blanco, por lo menos en su discurso político, decide convertirse nuevamente en enemigo de Calderón Guardia y su gente. El discurso construido en función de utilizar la guerra del 48 como arma política tuvo entonces por esa razón un fuerte matiz anti-calderonista. Esta estrategia electoral de Ulate tenía la clara intención de recuperar una memoria de la guerra del 48 en la que su imagen apareciera nuevamente relacionada a las víctimas del régimen calderonista, además de buscar colocarse al lado de los liberacionistas entre los principales ganadores del conflicto armado.
Lo que Ulate y su partido pretendían en la campaña electoral de 1962 fue hacerse un lugar dentro de la memoria colectiva de la guerra del 48, que hasta ese momento los liberacionistas habían manipulado de manera bastante exitosa. Por ello, aparte de volverse enemigos de Calderón Guardia, para los ulatistas era imprescindible también debilitar el papel de los liberacionistas durante la guerra del 48. Así, en la versión del 48 que es recuperada por Ulate, el ulatismo sería elemental para expulsar a los calderonistas del poder político. De este modo, sin la participación de los ulatistas el enfrentamiento contra el calderonismo y el comunismo no hubiera sido positivo, desmeritando con ello el papel de Figueres Ferrer.
En un claro intento por incluirse entre los ganadores de la guerra, Ulate y su partido atacaron directamente a Liberación Nacional por su intensión de constituirse en los únicos que se enfrentaron al calderonismo y su gente. Uno de los principales argumentos de los ulatistas fue asegurar que los liberacionistas usaban el nombre de su partido para llamar así a los que se alzaron en armas en el 48, sin que eso fuera del todo cierto. Para Ulate y el Unión Nacional esto sería una especie de anacronismo ya que en 1948 Liberación no existía (ver figura 1).
Fuente: La Nación 12 de diciembre de 1961: 52.Para el ulatismo había una clara diferencia entre Liberación Nacional y la población alzada en armas en 1948 contra los calderonistas y comunistas. En este caso, Ulate buscó resaltar lo que para él fue el principal motivo del enfrentamiento armado: la defensa de su triunfo en las elecciones presidenciales. Además, un movimiento liberacionista en el 48, tal y como pregonaba el discurso de Liberación Nacional debía ser rechazado al recuperar en la memoria la participación de los seguidores de Ulate que lo hicieron de esa forma al verse afectados por los gobiernos calderonistas.
A manera de ejemplo, en el periódico La Nación, el 15 enero de 1962, con el título “Aventuras internacionales”, en pequeños párrafos, el ulatismo contaba su propia versión sobre el inicio del levantamiento armado:
Conocida por el pueblo la noticia de la revolución, la oposición ulatista se moviliza en pleno para dar apoyo al grupo de Figueres. Comienza la resistencia civil, sin la cual se tenía la seguridad de que los revolucionarios serían aniquilados. El ulatismo abrió un segundo frente, sabiendo todos que lo que se estaba defendiendo era el resultado de las elecciones.
De la misma forma, el 28 de enero con el título “Relámpagos”, el Diario de Costa Rica reproducía un discurso del Partido Unión Nacional donde acusaba la actitud del liberacionismo de constituirse a sí mismos durante el conflicto del 48, como los únicos intelectuales del país capaces de dirigirlo y de menospreciar la capacidad de los que ahora llamaban “excluidos”. Se señalaba que Liberación pretendió imponer la dictadura intelectual en Costa Rica, esto es, “que solo los ‘niños genios’ de Liberación estaban preparados para dirigir la nave del Estado, que fuera de esos portentos de sabiduría, nadie en Costa Rica valía nada”.
En otro espacio político pagado aparecido en la Prensa Libre el 2 de febrero de 1962, el Unión Nacional intentaba incluirse en el discurso de los ganadores del 48. Al asegurar que Liberación Nacional estaba “falsificando la historia”, al señalar que bien se sabía que en 1948 “no había Partido Liberación Nacional y que este nació después del triunfo del Ejercito de Liberación Nacional, y que así debe reconocerse el Ejército de Liberación Nacional lo compusimos en su mayoría total y definitiva los ulatistas”
La intención del Partido Unión Nacional con este tipo de discurso político era dejar en claro que los enfrentados contra las fuerzas gubernamentales en 1948 no eran solamente los ahora liberacionistas. Para el partido de Ulate era injusto que Liberación Nacional se otorgara libremente el título de ganadores de la guerra y usara el valor moral de ello para justificar su derecho al poder político. No obstante, es importante anotar que no se les estaba cuestionando a los liberacionistas el valor moral de ser los vencedores. A diferencia de lo ocurrido en la campaña electoral de 1958, donde Ulate, con un tono reconciliador, aseguraba no haber perdedores ni ganadores de la guerra (ver Gamboa Brenes 115), en 1962 quiso también poder tener la posición de vencedor y usarla como herramienta electoral. La intención era, eso sí, demostrar que no todos los vencedores del 48 se encontraban 14 años después con Liberación Nacional.
Las elecciones de 1948
Entre las principales estrategias de Ulate, en su discurso político en la campaña electoral de 1962, estaba hacer uso de su calidad de vencedor en la coyuntura de 1948. Parte de este ejercicio consistió en señalar constantemente su triunfo en las elecciones presidenciales de ese año. En el discurso del Partido Unión Nacional fue fundamental dejar claro que Ulate había vencido a Calderón Guardia en 1948. Eso de alguna manera le daba a Ulate el calificativo de “caudillo”, al mismo nivel que Figueres Ferrer, y superior a la figura del candidato liberacionista, Francisco Orlich. Esta última aseveración fue clara ya que en varios discursos Ulate intentaba comparar la carrera política de los tres candidatos presidenciales de turno, en la que el candidato liberacionista saldría perdiendo. Lo anterior no solo por no estar a la altura de los principales personajes de la coyuntura de 1948, sino por haber perdido las elecciones en 1958.
Cuando Ulate decidió hacer uso del discurso sobre las elecciones de 1948, intentó dejar claro que en ese año Ulate se había enfrentado y había ganado la competencia por el poder político a Calderón Guardia (ver figura 2).
Fuente: La Nación 1 de febrero de 1962: 47.Por otro lado, el discurso del Unión Nacional destacó el nivel del enfrentamiento entre Ulate y Calderón Guardia, sobre la figura de Orlich. Según este discurso, la experiencia previa de Ulate frente a Calderón Guardia en el 48 sería lo que determinaba la posibilidad de derrotar a este último. En este caso, no siendo Orlich uno de los principales protagonistas de la guerra del 48 y habiendo perdido las elecciones en 1958, le restaba las posibilidades de ganarle en 1962 a Calderón Guardia. Los ulatistas apostaban así a una debilidad de Orlich para enfrentarse a Calderón Guardia.
En un espacio político pagado en la Prensa Libre, el 1 de febrero de 1962, con el título “No se deje engañar ciudadano”, el Unión Nacional aseguraba que era el único partido capacitado para ganar unas elecciones con los votos y no con las armas. Haciendo alusión al tipo de propaganda que Liberación Nacional realizaba recordando el triunfo armado contra Calderón Guardia en el 48, el Unión Nacional afirmaba que al votante “a más no poder le hablan de Calderón para asustarlo, para impresionarlo, y así lograr que usted, víctima del terror y pánico les dé el voto, pero a Calderón con su partido portátil y su negro pasado, quien lo derrote será Ulate y nadie más”.
Lo señalado anteriormente es importante porque permite destacar que del mismo modo que pasaba en el bando liberacionista y en campañas electorales anteriores (ver Gamboa Brenes 7), el principal enemigo político de un importante sector de la población costarricense seguía siendo Calderón Guardia. Y eso era de esa forma porque Calderón Guardia a pesar de su derrota en 1948, de su exilio a Nicaragua por 10 años, y de su ausencia directa en la lucha por el poder político durante ese tiempo, aún tenía un fuerte apoyo por otra parte de la población nacional. El temor a un posible retorno de Calderón Guardia al poder político también era un fuerte motivo de que en los principales periódicos del país aparecieron constantemente los espacios políticos pagados por los ulatistas, referidos al enfrentamiento entre Ulate y Calderón Guardia en el 48.
Sin embargo, en estos mismos discursos políticos, también existió la necesidad de enfrentarse al candidato liberacionista. Para los ulatistas, Orlich no tenía el nivel histórico para derrotar a Calderón Guardia. La experiencia del 48 era aquí importante para Ulate y su gente, porque ratificaba el protagonismo de su candidato en el contexto del conflicto armado.
Ulate contra el comunismo
Otro de los esfuerzos de Ulate al utilizar la recuperación del pasado con alguna relación al 48 tuvo que ver con su discurso sobre el comunismo. A raíz de la influencia de la Revolución Cubana de 1959, una gran cantidad de discursos políticos de uno y otro partido en la campaña de 1962 giraría alrededor del comunismo. Cada candidato trató de construir una imagen anticomunista, al mismo tiempo que intentaba encontrar síntomas de comunismo entre sus adversarios.
El Partido Unión Nacional no se apartó de este esfuerzo por identificar al comunismo en el Partido Liberación Nacional y el Partido Republicano de Calderón Guardia. La guerra del 48 para los ulatistas no dejaba de tener este vínculo anticomunista. Según Ulate y su gente, por un lado el liberacionismo hizo convenios luego del 48 con los comunistas y más adelante realizaron diferentes declaraciones que los ubicaban como amigos de Cuba. Por otra parte, la evidente influencia del comunismo que Calderón Guardia y su gente tuvieran en los dos gobiernos anteriores al 48, los convertía automáticamente en comunistas, y por los tanto, los ulatistas serían los únicos verdaderamente anticomunistas del país.
El 6 de diciembre de 1961, Unión Nacional publicó un espacio político pagado con el título “Figueres defiende los fusilamientos comunistas”. En este texto se incluía una declaración de Figueres Ferrer sobre los ajustamientos en Cuba, recién pasada la Revolución en aquel país. Según este discurso de los ulatistas, Figueres Ferrer habría dicho: “Si el gobierno provisorio (cubano) no ejecuta rápidamente a los más connotados criminales, se desbordaran las pasiones públicas […]” El 3 de febrero de 1962, otro espacio político pagado en el Diario de Costa Rica, titulado “Lucha contra el comunismo”, los ulatistas se refirieron a la característica histórica anticomunista del costarricense y que hacía al comunismo en Costa Rica algo ajeno a la cultura al costarricense. El pueblo (no se refiere a un grupo) demostró su anticomunismo en el 48 al alzarse en armas. El vínculo entre comunistas y Costa Rica estaría dado a partir del acercamiento que había existido entre Calderón Guardia y el principal líder del comunismo costarricense, Manuel Mora Valverde. En este discurso (en el Diario de Costa Rica, el 25 de enero de 1962, con el título “Traidor a la patria”) se hablaba que Calderón Guardia en el periodo de los “8 años entregó” a Mora y con ello a los comunistas gran parte del control político en la época.
El recuerdo del 48 que fue usado para ilustrar el carácter anti comunista del costarricense que se levantó contra el régimen establecido, le quitaba protagonismo a ese sector político del país, porque negaba u omitía el apoyo que precisamente los comunistas tuvieran por un sector importante de la población. El recuerdo, en ese sentido, fue reconstruido mediante una manipulación en su mayor parte consiente de la información histórica que privilegió el interés del ulatismo en detrimento de los de sus oponentes (ver Kansteiner 181).
El uso de un discurso anti-comunista relacionado al 48 tenía entre otros objetivos, despertar el temor de un retorno a un pasado de violencia. La imagen del comunismo que a razón de la Guerra Fría, y de la cercanía de la Revolución Cubana, calzaba perfectamente con ese discurso para atemorizar a la gente. En ese caso, buscar comunistas entre los adversarios y evidencias de un anticomunismo histórico en las filas propias se convirtió en una herramienta bastante útil en esta campaña electoral, y Ulate no desaprovechó esa oportunidad.
Conclusiones
La construcción de la memoria sobre la Guerra Civil de 1948 durante la campaña electoral de 1962 estuvo condicionada por varios elementos importantes. En primer término, por la participación de dos de las tres principales figuras políticas que participaron en el contexto de la guerra del 48 como candidatos a la presidencia, Rafael Ángel Calderón Guardia y Otilio Ulate Blanco. El segundo aspecto relacionado con la anterior, fue la posibilidad y la necesidad de Ulate por reconstruir la historia de la guerra del 48. Esta necesidad parece nacer del valor político que aún tenía la memoria de la guerra del 48. Por último, la influencia de la Revolución Cubana hizo que el discurso anticomunista tuviera una fuerte presencia en los discursos políticos y se convirtiera en una importante herramienta para buscar votos.
El tipo de memoria que rescata Ulate en su propio discurso y en el de su partido, de alguna manera busca lo mejor de su participación en la coyuntura que origina y promueve el enfrentamiento armado del 48. Existe en esta otra versión de lo ocurrido, la necesidad de restar el valor moral que el Liberación Nacional le ha dado a su propia victoria en el 48. De alguna forma Ulate estaría de acuerdo, según este tipo de discurso, de que la calidad de vencedor del 48 da un derecho moral al poder político. En este caso los ulatistas intentaron colocarse entre los ganadores del conflicto para luego justificar su ascenso al poder.
No obstante cabe señalar que en el fondo del contenido de todos los discursos políticos del Unión Nacional, existe un factor común, que es el temor al pasado. Precisamente, en la mayor parte de los discursos analizados, la intención originaria de estos se encuentra en despertar en la población, y específicamente en el votante, el temor a que la coyuntura violenta del 48 pudiera repetirse en caso que el adversario lograra triunfar en las elecciones de turno.
El discurso que relaciona al conflicto del 48 con el comunismo debe mucho su razón a ese temor por el retorno a tiempos idos. En esta reconstrucción del pasado que se hace, el comunismo será señalado como uno los principales responsables de la guerra misma, y este sentimiento anticomunista, buscaba además alertar del posible peligro que el conflicto armado de 1948 pudiera repetirse, en caso que a los comunistas se les permitiera participar de la lucha política; con su propio partido, o por medio de influencias o alianzas con otras agrupaciones en disputa del poder político. En este sentido, el discurso del Partido Unión Nacional intentó ubicar a su candidato como el único que no había tenido un acercamiento con dicha ideología política, lo cual lo convertiría en el único anti-comunista entre los candidatos.
Los dos aspectos más importantes de estudiar el tipo de discurso impulsado por Ulate y su gente en 1962, sería la certeza de estar aún catorce años después en una reconstrucción del pasado relacionado al 48. Por otra parte, aunque Ulate intentaba debilitar el carácter vencedor de los liberacionistas, parece estar muy de acuerdo con ellos, en que el valor moral de haber vencido en el conflicto armado, debía colaborar a definir quienes podían tener acceso al poder político y quiénes no. Estas dos conclusiones son básicas para entender que las relaciones políticas de la posguerra en Costa Rica no se resolvieron tan fácilmente. De algún modo, las campañas electorales posteriores a la guerra de 1948, y la participación en ellas de algunos de sus principales protagonistas, hicieron de estos procesos un espacio donde los enfrentamientos podían ser nuevamente revividos, en este caso, por medio de los discursos políticos, pero no en pocas veces en enfrentamientos violentos en las calles de sus partidarios.
Notas
1. En 1949 fue ilegalizado el Partido Comunista de Costa Rica, y hasta la década de 1970 le fue prohibido a este partido y a cualquiera que fuera considerado como tal su participación política-electoral. Sobre la ilegalización del comunismo ver: Jiménez Zeledón (461-497) y también Molina Vargas (5).
2. El Partido Liberación Nacional fue fundado en 1951.
Bibliografía
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