Preocupados por lo nuestro
Samuel Stone
Posiblemente uno de los aspectos más interesantes de la figura de José Figueres sea el que fuera el único presidente de Costa Rica que no descendiera de conquistadores. Esto reviste significado, ya que de ellos, junto con los primeros pobladores hidalgos, ha salido la mayor parte de los hombres políticos del país, además de los otros presidentes. Es más: de ese grupo surge una clase que ha disfrutado de hegemonía social y política desde la Conquista, gracias a los nexos de familia y de amistad que se han desarrollado en su seno. Don Pepe tuvo la suerte de contar con el respaldo de importantes amistades allí comprendidas. Compenetró, por ende, los círculos más hegemónicos (que por lo general se caracterizan por su hermetismo), y al igual que don Ricardo Jiménez Oreamuno, llegó a ejercer la jefatura de estado tres veces. Es una singular trayectoria.
Las actuaciones de don Pepe reflejan su pensamiento, y se destacan no tanto por las obras materiales que dejó como por las ideas que aportó. Con frecuencia se le califica de socialista, olvidándose de varias consideraciones. En alguna ocasión manifestó que un país como Costa Rica no podía enarbolar la bandera del socialismo porque no contaba con una burguesía ni con un proletariado. Por ello, su propio partido Liberación Nacional incorporó a ciudadanos sin distinciones de clase, y por esa misma razón no se ajustó al marco conceptual del socialismo. Su preocupación fue realmente con la cosa nuestra. Fue con el quehacer del campesino ante el dinero, la comida, la casa, o en términos más formales, ante la banca, la agricultura, y la vivienda, que al final de cuentas afectan a toda la sociedad. Lo importante fue lograr el mando, más que el ejercicio del poder, para sembrar ideas. Ello se entrevió al declarar que había gastado en confites los fondos de la Orquesta Sinfónica Juvenil, fundada por su propio gobierno. Cultivó admirablemente su capacidad de hablarle al campesino en forma distinta que a los demás, por lo que su voz fue apagándose con el urbanismo.
Sus ideas reflejan inquietudes por la suerte de sus conciudadanos, cuyo pensamiento llegó a interpretar con fidelidad. Desde un principio siguió su propio parecer, sin que mediaran nociones ajenas. A pesar de cierta afinidad con el socialismo doctrinario (el papel del Estado en la economía, la distribución de la riqueza, y otros), mantuvo una notable independencia de criterio. Así, no obstante el camino que abrió su pensamiento en la América Latina. Evitó revestirse de reconocimientos que no permitían el acomodo de sus ideas dentro de una perspectiva costarricense. Quizá sea lo que explique el que no haya figurado en la dirección de la Internacional Socialista.
Su preocupación con el desenvolvimiento interno del país para mejorar la calidad de vida, lo obligó a echar miradas hacia la entidad que durante toda su trayectoria fue el primer patrono y a menudo el primer generador de divisas. Fue esta la Compañía Bananera de Costa Rica, subsidiaria de la United Fruit Company, que por sus prácticas en la conducción del negocio bananero, la calificó en la reunión de presidentes americanos en Panamá en 1956. como una empresa que actuaba como si «anduviéramos descalzos para que se nos majara los pies». Al ajustar cuentas con la compañía después de su victoria electoral de 1953, exigió medidas que la obligaron a ofrecerle a los otros países donde operaba, las mismas concesiones que él demandó. El eco de satisfacción reverberó a lo largo del continente, y la imagen de don Pepe llegó a enaltecerse en el mundo externo.
Pero sufrió serios reveses debido a su controversial propensión a justificar los medios para satisfacer sus metas. Ello, para la gran consternación de muchos costarricenses, ocurrió en las postrimerías de su carrera, al vincularse con Robert Vesco, el fugitivo financista norteamericano, para obtener un apoyo económico para su gobierno, y al establecer relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Ambos episodios fueron perjudiciales para su propia mística.
En su pensamiento político, al fin y al cabo, se destaca una preocupación con la reglamentación d la sociedad por el Estado, y allí se refleja, quizá alguna desavenencia con elementos oligárquicos imperialistas que se entrecruzaron a lo largo de su carrera y que de alguna manera «le majaron le pies». Lo que sobresale en su actuación es la búsqueda de un igualitarismo, difícil de encontrar pero que sirve para exaltar sus aspiraciones; la exigencia de una dignidad del nacional frente al extranjero, y el empeño por alcanzar el mando par satisfacer esas finalidades. Sus esfuerzos provocaron grandes trastornos, pero condujeron al país por un sendero que ciertamente fue independiente.
Publicado en La Nación el 9 de junio de 1990
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