Un pacifista en el país de los ‘ticos’
Si aboles un ejército y en vez de declarar la guerra declaras la paz en el mundo no eres una persona singular, eres única. ¿Existe? Sí, por supuesto. Se llama Josep Figueres Ferrer, Don Pepe, el fundador de la Segunda República de Costa Rica

Pepe Figueres, en medio, pasea por el centro de San José para celebrar la victoria de su levantamiento.
Por David de Montserrat Nonó
Cuando un hombre bautiza su finca con el nombre de “Lucha sin Fin” y una de sus máximas es “¿Para qué tractoras sin violinas?” ya está todo dicho. Obviamos que estamos ante la singularidad personificada. ¿Es un poeta? No. Es un referente universal sobre la lógica de las contradicciones. Tomar el fusil para eliminar al ejército, luchar sin fin para vivir en paz. Éste es don Pepe, Pepe Figueres, José Figueres Ferrer (San Ramón, Alajuela, 1906 – San José, 1990), concretamente “el hombre” de Costa Rica o, como mínimo, “el hombre del siglo XX” en el país de los ticos, gentilicio simpático con el que son conocidos sus habitantes por la tendencia a hablar.
Los padres, Mariano Figueres, médico hijo de Os de Balaguer, y Francesca (Paquita) Ferrer, maestra reusense graduada en el Instituto Pedagógico de Barcelona, abandonan Cataluña en 1906, para ir a trabajar a Costa Rica. Cuando emigran ya esperan a este primer hijo, de los cuatro que tendrán, y que debe marcar la historia de la nación centroamericana.
Pepe crece en un ambiente culto pero austero, y es criado en catalán. En 1924 se va a estudiar a Estados Unidos. El papá quiere que sea médico, pero no hay forma. En Boston realiza un curso de ingeniería en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Pero las aulas no son para él. Pepe es ratón de biblioteca. Su auténtica universidad es la Biblioteca Pública de Boston -por cierto, hecha con vuelta catalana por el arquitecto valenciano Rafael Guastavino, del que también se ha tratado en esta serie de los “Otros catalanes (universales)”-, su refugio desde donde quiere convertirse en un hombre del Renacimiento y saberlo todo. Lee, pasa páginas, traga conocimiento e interpreta entre líneas. Voltaire, Rousseau, H. G. Wells, Shakespeare, Bacon, Spinoza, Kant, Nietzsche, Schopenhauer, la Biblia, tratados de todo tipo y temática… y el asedio de Gerona de Pérez Galdós, recordando cómo sus abuelos y bisabuelos habían sufrido hambre durante la guerra de independencia contra Francia. Acto seguido viaja a Nueva York, donde se gana las algarrobas haciendo de traductor.
Don Pepe dice lo suficiente. Máuser levantado y una idea clara: “Cuando el pueblo pierde su soberanía —decía—, no sólo tiene el derecho sino el deber de luchar por recuperarla”
En 1927 regresa a Costa Rica para dedicarse a cultivar la tierra. En Estados Unidos ha sembrado pensamiento e ideología. Y en 1928 le sale la oportunidad de comprar una finca descuidada, levantada en 1915 por otro catalán, en las montañas de Tarrazú, en San Cristóbal de Desamparados. Nombres que marcan destinos. Los desamparados serán su público objetivo. El bautizo de la finca no es gratuito. La llama “Lucha sin Fin”, toda una declaración de intenciones. “La Lucha” es su mundo, que, a partir de 1941, comparte con la periodista y escritora estadounidense Henrietta Boggs, a quien acompaña a conocer el país en moto. La “vuelta” se alargará trece años.
Bajito, tímido, reactivo a todo lo superfluo y alérgico al lujo, no es de fiesta, de beber ni de fumar, y él mismo se considera un excéntrico. Nada hace pensar que aquel hombrecillo que se dedica a cultivar sisal (cabuya), tenga la osadía de tomar el micrófono de la radio América Latina el 8 de julio de 1942 para denunciar la mala gestión y la incompetencia del gobierno del presidente Rafael Ángel Calderón. Calderón ha dejado al país desprotegido ante los ataques de los submarinos nazis e italianos, en plena Segunda Guerra Mundial, los cuales han provocado una matanza en Puerto Limón, hundiendo el barco San Pablo, que abastece a Estados Unidos. Y don Pepe también denuncia la mala gestión de las plagas de langostas, que han mermado los cultivos. Pepe no puede ni despedirse. La policía de Calderón entra en el estudio y lo corta todo. Susto entre los oyentes. Calderón ha enmudecido a un campesino pero ha hecho de matrona involuntaria de un nuevo mito. Las palabras de aquel agricultor pequeñito han calado en el pueblo raso. Pasa tres días en el calabozo en condiciones infrahumanas y es expulsado del país en un avión militar hacia el Salvador, pasando Guatemala antes de exiliarse dos años en México, donde estudia en la Universidad Libre y escribe, barrena el futuro y Costa Rica que debe ser.
En 1944 Pepe Figueres regresa a Costa Rica y sigue trabajando en La Lucha. Es año de elecciones y la campaña electoral enfrenta a la oposición y a los oficialistas socialcristianos y comunistas que han provocado el exilio de Figueres. Cuatro muertes. El país vive permanentemente en tensión civil y política. Y llega el año clave, los días que durarán años, décadas… 1948. En Costa Rica se han celebrado nuevas elecciones. Las gana Otilio Ulate, pero el Congreso, dominado por Calderón y los comunistas, anula la contienda porque asegura que este opositor las ha torpedeado. Don Pepe dice lo suficiente. Mauser levantado y una idea clara: “Cuando el pueblo pierde su soberanía –decía–, no sólo tiene el derecho sino el deber de luchar por recuperarla”. Entre marzo y abril le siguen 2.000 hombres con la Legión del Caribe —organización política que tiene por objetivo derribar las dictaduras de América latina— contra un ejército de 6.000. Rebelión, sedición, levantamiento tumultuario… Una sonata para máuser y dirigida por el director catalanohablante. ¿El precio? Un millar de muertos, dos meses de guerra para hacer nacer a la república más ejemplar de América y de las más destacadas del mundo.
El 28 de abril es el Desfile de la Victoria. La jornada de la consagración absoluta. Ese mismo año, el 1 de diciembre de 1948, se aprueba la decisión más rompedora de todas: queda definitivamente abolido el ejército de Costa Rica. Don Pepe coge un mazo y empieza a derribar los muros del cuartel de Bellavista para convertirlo en el Museo Nacional de Costa Rica. El gasto militar se convierte en inversión en cultura y en educación.
El Premio Nobel de la Paz de 1987, Óscar Arias, asegura que gracias a Don Pepe, Costa Rica, “en vez de declarar la guerra a otro país, declaró la paz en todos los países juntos”
La rara avis de don Pepe, una vez establecida la Junta Fundadora de la Segunda República, cede el poder a Otilio Ulate el 8 de noviembre de 1949. Le basta con un “gracias” y rechaza que nadie se le dirija como líder militar. Él es don Pepe y punto. Como asegura el Premio Nobel de la Paz de 1987, el expresidente Óscar Arias, que sirvió como ministro durante la última presidencia de Figueres, recordando la hazaña de 1948: “Fue entonces cuando aquel país pequeño hizo lo contrario de lo que había sido la costumbre más incivilizada de la historia y, en vez de declarar juntos. Aquel momento, uno de los grandes momentos de nuestra historia, puso una marca definitiva de paz en el futuro de todos los costarricenses”.
José Figueres derriba simbólicamente una almena del cuartel de Bellavista al día siguiente de suprimir el ejército de Costa Rica. Fotografía: Mario Roa
Don Pepe tiene vocación de payés. No tiene aspiraciones políticas. Ha recuperado la soberanía de la nación y, por tanto, de sus tierras y de su finca La Lucha, parcialmente destruida durante la guerra. Horas en la biblioteca, combinadas con jornadas de cultivo. Él mismo se autollama campesino-filósofo. Entrenamiento intelectual con entrenamiento físico. Leer, sembrar, leer, sembrar… «Si uno no vive como piensa, acaba pensando cómo vive», sentencia.
En 1954 Pepe se vuelve a casar con la también norteamericana de origen danés Karen Olsen Beck, con quien tendrá otros cuatro hijos, uno de los cuales, José Figueres Olsen, también presidente del país entre 1994 y 1998. La tierra tira, pero los ticos aún más, y Don Pepe preside el país 1953 y 1958 y de 1970 a 1974. Justicia social, democracia, progreso, paz y ensanchar la clase media. No quiere un ejército de soldados, quiere un ejército de educadores. «¿Para qué tractores sin violines?», dice en una frase célebre en 1972, en la entrega de instrumentos a la Orquesta Sinfónica Nacional, consciente de que el desarrollo económico debe ir al mismo ritmo que el cultural.
Benemérito de la patria, Don Pepe dedicará sus presidencias a nacionalizar la banca; a dotar al país de infraestructuras energéticas y de transporte, de seguridad social, de políticas de vivienda y de educación, y a aprobar el sufragio femenino.
En La Lucha todo el mundo asume el catalán como lengua vehicular. Don Pepe ha sido concebido en Cataluña y y sabe que ha nacido accidentalmente al otro lado del Atlántico
En La Lucha todo el mundo asume el catalán como lengua vehicular. Don Pepe ha sido concebido en Cataluña y sabe que ha nacido accidentalmente al otro lado del Atlántico. El ADN no se pierde con la distancia y visita Cataluña en 1956, justo cuando hace cincuenta años que sus padres emigraron. En plena grisura franquista visita —y habla en catalán— Lleida, Os de Balaguer, Balaguer, Poblet, Barcelona y Reus.
El gen de don Pepe ha quedado grabado en el imaginario popular de Costa Rica. Tanto es así que el país caribeño se le considera unánimemente como el personaje más trascendental del siglo XX, y su legado y talante explican que hoy Costa Rica sea uno de los países que presenta los índices de desarrollo medioambiental, justicia social y democracia más elevados de América. Por algo se la conoce como la Suiza de Centroamérica.
Original de La Mira en Catalán.
Traducción hecha con Google traductor revisada por CRM
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