Roberto Brenes Mesén
1874 – 1947
Nació en San José el 6 de julio de 1874. Inicia estudios primarios en la escuela que dirigía don José Ramón Chavarría. Fue alumno de varias escuelas de San José. En 1887 ingresa al Liceo de Costa Rica, y cursa ahí el Sexto grado de primaria.
En 1889, curso en el Liceo de Costa Rica, el primer año de la Sección Superior. En 1893 se graduó de maestro normal. Ese mismo año trabaja como inspector del internado de jóvenes en el Instituto de Alajuela.
En 1897, parte hacia Chile con una de las seis becas que el gobierno de ese país otorgó para maestros costarricenses. Estudió derecho y filología y en 1899, recibe el título de profesor de Estado en el Instituto Pedagógico de Chile. En 1900 al regresar al país, fue profesor de castellano, psicología y lógica en el Liceo de Costa Rica. También fue el primer director del Liceo de Heredia de 1905 a 1908.
Inicia sus labores muy activas de periodismo, publica una obra conocida como «Estrella Doble«. En 1908, junto con Joaquín García Monge elabora un proyecto de programas de instrucción pública, por comisión del ministro del ramo, Luis Anderson. Su experiencia como docente no sólo fue en Costa Rica, también ejerce la misma fuera del país. (Universidad de Columbia en Nueva York, Universidad de Nuevo México).
Adquirió una gran cultura; leía cuanto libro encontrara y así aprendió francés, latín, inglés, griego, sánscrito y alemán. Se lo considera un poeta modernista por el vocabulario escogido de sus obras.
Desarrolló actividades cívicas y se preocupó por influir en la conciencia nacional. Desempeñó varios cargos incluyendo el de Secretario de Instrucción Pública, Ministro de Costa Rica en Washington. También fue profesor en la Universidad de Syracuse, en Nueva York.
Vivió en Estados Unidos casi veinte años.
Publicó «Gramática histórica y lógica de la lengua castellana«. Su poesía es principalmente lírica y filosófica, destacándose: «En el silencio» (1907); «Hacia nuevos umbrales» (1913), «Voces del Angelus» (1916), «Pastorales y Jacintos» (1917), «Los dioses vuelven» (1928) y «Poemas de amor y muerte» (1943), entre otras. Su única novela fue «Lázaro de Betania«. Fue también un gran colaborador con artículos en los diarios nacionales.
Murió en San José el 19 de mayo de 1947.
Fue declarado Benemérito de la Patria, por acuerdo No. 1408 de 17 de abril de 1974.
Galería
Cronología
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Con los periodos más importantes de su vida, con hipervínculos y multimedios (imágenes, audios y videos). Pueden ser entradas anuales, mensuales o diarias, dependiendo del lapso de tiempo o por ser una fecha aproximada. Revisión y edición para la Web de Carlos Revilla.
Infancia y juventud de Roberto Brenes Mesén
Nace Roberto Brenes Mesen en San José, el 6 de julio de 1874. En una página autobiográfica, publicaba en el Repertorio Americano él mismo dice de su nacimiento:
“hijo del amor, como decía Erasmo”.
Circunstancia a veces significativa en la vida de un hombre. Su padre fue Martín Brenes Córdoba, sastre de oficio, que reconoció al niño pero que murió a la edad de 35 años, cuando éste tenía poca edad. Cuentan anécdotas de la infancia de don Roberto que él conservó sólo un recuerdo de su padre:
“Caminábamos por una acera, era de mañana; me llevaba de la mano y me parecía que era muy alto y delgado. Iba yo jalando mi carreta y me volvía a verla de vez en cuando. Hacía gran ruido en las grietas de las baldosas de la acera: me la había hecho mi padre y era una lata de sardinas con un huequito en donde él me había atado una cuerda”.
Es la madre Elena Mesen Pérez, de inteligencia clara y de fina intuición para comprender el talento del hijo que pronto empieza a despuntar. Cuando el padre está ausente, es la madre quien constituye el universo del niño: es ella el abrigo, el consuelo, el recurso y la alegría de la niñez que transcurre sin conocer otros halagos. Pero también está la abuela materna, que vive con ellos en el «Barrio de la Merced». Se habla de la timidez del niño: quizá era más bien imaginativo, porque habitaba en su alma el aliento creador. Y tenía una innata sed de aprender: alguna vez, a los tres años, se escapó de la casa, y tras buscarlo madre y abuela con inquietud por el vecindario, lo encontraron en la escuela, confundido entre las piernas de los niños mayores que asistían a ésta. De manera que, satisfaciendo su afán, aprendió a leer a los cinco años, en una escuelita privada del contorno de escuelitas de barrio, frecuentes por aquellos años.
Recorre luego las mejores escuelas públicas de San José, porque los parientes empiezan a interesarse por su educación a causa de las especiales recomendaciones de un director de escuela sobre la facilidad del niño para el aprendizaje. Es entonces cuando entra a tomar un papel especialmente importante en la vida del niño, y del joven después, su tío el licenciado Alberto Brenes Córdoba, hombre de letras, eminente abogado, magistrado más tarde y varón de singular rectitud y bondad. Don Alberto cuida espiritual y económicamente, con atención e interés paternal, por la culminación de su educación primaria y luego por la orientación intelectual del adolescente.
Cuando en 1896, don Miguel Obregón funda la Escuela Nueva, bajo una verdad innovadora para la época, el niño ingresa en ella y desenvuelve allí, incitado por el maestro hábil y estimulador, su gusto por la geografía y las matemáticas.
Al despuntar la pubertad, y al ser consciente el adolescente de la viveza de su inteligencia y de la habilidad de su memoria, su timidez inicial se va tornando en confianza en sí mismo y así su talento empieza a desplegarse tras la constante, y nunca abdicada, búsqueda del conocimiento. Así marcha de la timidez a la autoafirmación, y de la obediencia que lo había caracterizado, hacia un progresivo carácter independiente y fuerte. Ingresa al Liceo de Costa Rica, en el año de la fundación de éste: 1887, y cursa en el mismo su último año de escuela primaria, luego su enseñanza secundaria y enseguida sus estudios de magisterio, por medio de una beca que le otorga el director del Liceo, don Luis Schonau, en reconocimiento a su aplicación escolar. Así, pues, al cabo de tres años de estudios pedagógicos, Brenes Mesen se gradúa con el diploma de «Maestro normal» en 1892.
Entre tanto realizaba sus estudios, formales, desde los trece años, -adolescencia sedienta en aspiraciones de saber-, ha emprendido por cuenta propia la aventura dentro del conocimiento literario e idiomático. Así empieza el estudio del francés antes de que en el Liceo se lo enseñen sistemáticamente; ya a los quince años puede leer a «Cornéale» en su propia lengua. La biblioteca de su tío, y enseguida la Nacional, son la fuente de su autocultura. Al respecto dice el Lic. Brenes Córdoba:
“… también leyó con bastante fruto todos los libros de mi biblioteca —una de las mejores del país— marcando su preferencia por las obras serias y substanciosas. Clásicos latinos, griegos, franceses y españoles le atraían en particular”.
Su decidida inclinación a la lectura fue acaso el principal móvil que le impulsara al aprendizaje de las lenguas extranjeras»…
De esta sed, mejor decir pasión, de conocimiento, estaría siempre embriagado su espíritu inquieto: en su madurez la normó de una disciplina de desarrollo espiritual propio que lo llevó a niveles muy elevados de espiritualidad. Es interesante volver a las apreciaciones de su tío:
“… Roberto desde muy joven se entregó al estudio con verdadera pasión y a la lectura, su entretenimiento favorito. Cuando tendría algo así como unos 13 años me dijo el entonces Director de la Biblioteca Nacional D. Bernabé Quirós, que Roberto era el lector más asiduo que concurría a aquel centro … ha sido enemigo de toda clase de diversiones: ni deportes, ni paseos, ni nada de lo que constituye las delicias de gran parte de la juventud”.
Los de 1890 y 1891, son años fecundos de auto-afirmación–en- este afán autodidacta: la «Vida de Jesús», de Renán, ejerce decisiva influencia en sus creencias religiosas y le invita a conocer las fuentes neoplatónicas del cristianismo. También el «William Shakespeare», de Víctor Hugo, es obra que lo incita a leer los más importantes en ellas citados. Así, pues, de las lecturas literarias, pasa a las filosóficas, que asimila con fruto y dentro de un criterio de universalidad. Es así como va adquiriendo don Roberto un bagaje de erudición humanística que, en el curso de los años, será vasta en casi todos los campos: el literario, el filosófico, el lingüístico, el histórico, el artístico y también el científico.
En el estudio de las lenguas se inicia pronto también, partiendo de su gusto y facilidad por el francés. El inglés comienza a leerlo en 1898; el italiano lo leerá con fluidez en 1894, cuando se entusiasma por el estudio de Leopardi, que será una de las fuentes primeras de su inspiración poética. Al conocimiento del latín, que había iniciado como estudiante del Liceo, se dedica con propósitos filológicos mientras hace su especialidad en Chile. Con igual propósito dedicará tiempo al aprendizaje de vocablos griegos y luego, estudiando las raíces indogermánicas, entrará disciplinadamente al estudio del sánscrito, que le servirá en su momento para comprender los términos de las filosofías Vedanta, Yoga y Sankya.
Más adelante, en 1903, para escribir sobre morfología en su «gramática», se propone estudiar alemán: con la disciplina que le es característica, imponiéndose la memorización diaria de un número de palabras, al cabo de dos meses puede traducir con relativa facilidad. También el portugués y el árabe ocuparon su atención y estudio, el primero para leer al fino poeta Eugenio de Castro.
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Hay personas que son como los sapos, que cuando saltan, creen que vuelan. -Roberto Brenes Mesén 1874 / 1947