Sencillamente… don Pepe
Any Pérez
Atrapar la esencia de la psique de líderes como don Pepe Figueres es tarea difícil aún para decenas de expertos. Con este sui generis «Vida y Milagros» sólo pretendí hurgar en la psicología del amigo entrañable, en las acciones del campesino y del intelectual, en los sentimientos del hombre de carne y hueso que nos dibujaran otro flanco humano del personaje del siglo.
De una consulta realizada con varios «figueristas» se desprende que fueron muchos quienes estuvieron cerca del cerebro del líder, pero poquísimos los que ocuparon un lugar cerca de su corazón. La mayoría han fallecido ya, pero en dos de ellos, el agricultor Carlos Manuel Vicente y el cirujano Jaime Gutiérrez Góngora, encontramos voceros auténticos, diáfanos y empáticos del pepefiguerismo.
Ellos respondieron tratando de imaginar qué habría contestado don Pepe y este es el resultado de la entrevista.
La lluvia afuera y el absorto con su visera verde sobre la frente, busca razones con sus dedos sobre el globo terráqueo, anota esperanzas y enciende quimeras. Es don Pepe, amigo fiel y eencillo, genio infatigable, investigador exhaustivo, enemigo de lo vano y lo mundano, refugiado en la austeridad de su finca La Lucha o en Entebe, Ochomogo. Allí donde lo cuidaban Lidio, Natalio, Mundo, Elena y Bravo, sus amigos y compañeros, entre quienes quiso ser enterrado.
¿Haciendo qué disfruta más?
Demostrando las tonteras que la gente dice o hace escudándose en eso de que «los técnicos dicen tal o cual cosa». También sembrando manzanas o ensayando formas para hacer cultivables los árboles madereros.
Hablando de quimeras, ¿cuál ha sido su peor negocio?
Meterme en política.
¿Cuánto de sus negocios los hizo gracias a la política?
Más bien muchos los eché a perder por andar pensando en cómo hacer productivas mis ideas políticas para las mayorías.
¿En cuál papel se realizó más: guerrillero, político o empresario?
Como presidente de la Junta.
Gobernó por decreto, ¿tenía vocación de dictador?
No. Hubiera sido un pésimo dictador.
¿A quién le ha hecho más caso?
¿Quién dice que yo le hago caso a alguien?
¿Qué lo ha enojado más de lo que no lo han dejado hacer?
El contrato con La Centrale (trasnacional italiana), porque nos iba a poner adelante en materia de telefonía en América Latina, y la creación del Distrito Financiero.
¿Llegó alguna vez a ser socialdemócrata?
Sigo siendo un socialista utópico. No he dejado de creer en el bien de las mayorías, pero ahora creo que lo que hay que darle a la gente es felicidad.
¿Se nos volvió neoliberal?
¡Esa es una palabra gastada! Vea, si me demuestran que una idea soluciona un problema real… ¡aunque sea budista!
¿Le dan alergia los economistas?
Una vez vino un señor del Banco Mundial con un montón de números y yo le expliqué que los míos eran caminar 800 metros hacia los cuatro puntos cardinales desde el Parque Central para saber cómo estaba el país.
¿Es realmente anticomunista?
No, antitotalitario.
¿Cuándo tuvo que tocar todas las teclas del piano?
En la campaña del 70.
De la política, ¿qué le da más pereza?
Las largas reuniones con diputados.
¿Es tan frugal y austero como lo pintan?
¡¿Para qué comprar ropa si uno puede mandarla a arreglar?! Además, tengo un saco que dice «hecho en París» que, por lo bien hecho, parece hecho en Cartago y allí me lo arreglan.
¿Es cierto que no prueba gota de licor?
¡Esa fue una bola que regó Ulate para desprestigiarme!
¿Qué área de lo humano no ha querido estudiar?
Los celos, ¡me dan mucha pereza!
¿Qué tienen en común sus mejores amigos?
Inteligencia y lealtad.
¿Por qué no pudo apartar de sí a los aduladores?
¡Nada tiene!
¿Qué lo enfurece y cómo son sus furias?
La ostentación y la cólera me dan laberintitis y me mareo.
¿Qué lo resiente?
El egoísmo de la gente que puede ayudar y no lo hace, y la deslealtad.
¿Es cierto que no soporta a los tontos?
Un día me pidieron que le hablara a no sé quién y yo dije: Me comprometo a hablarle, pero no a que me entienda’.
¿Por cuáles personas ha sentido usted una gran admiración?
Por Roberto Brenes Mesen y por algunos artistas, como la pluma de Joaquín Gutiérrez, Guido Sáenz al piano y el virtuosismo de Pablo Casals.
¿Cuan despiadado puede ser?
Nada, soy enfermizamente humano.
¿Qué lo hace llorar?
Un amigo en desgracia.
¿Una de sus mañas?
Comer pedacitos de servilleta o hacerlas bolitas.
¿Su mayor despiste?
Tomarme unas hormonas que Jaimito (el doctor Jaime Gutiérrez Góngora) me mandó para que se las diera a Elena, la cocinera, creyendo que eran para mí.
¿Su mayor sencillez?
Una vaina que me encontré en una olla y creí que era dulce de chiverre. ¡Y era un aderezo francés para carnes!
¿De las mujeres, ha pedido admiración o amor?
De amor no sé mucho, porque nunca pude hacer la diferencia entre la ilusión y el enamoramiento.
Tomado de Revista Dominical de La Nación, 19-12-1999
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