Edgar Cardona
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Vamos a escuchar las palabras de Edgar Cardona Quirós.
Muchas gracias. Mi reflexión es que la revolución del 48 se perdió, la perdió el pueblo de Costa Rica, porque José Figueres no tenía alma de costarricense. José Figueres, como se ha dicho aquí, fue a la revolución, fue a darnos los rifles, porque él no los emplazó nunca y no los usó en las cinco semanas de revolución. El estuvo -digo yo en un librito que había publicado-, escondido en Santa María de Dota, con sus grupos, en los cuales se distinguía el Padre Núñez. De manera que no tenía el coraje del costarricense, que estábamos ansiosos por lograr la felicidad de Costa Rica, desgraciadamente buscada a través de matar hermanos, sino que ampliaba su venganza para irse a asesinar otros pueblos hermanos. Ese fue para mí el fracaso de la revolución. No tuvo el valor moral de plantarse en los primeros desmanes, en los abusos que cometieron los costarricenses que empuñaron las armas, y algunos que no tuvieron el coraje de abstenerse de cometer delitos, delitos de toda clase. Era muy duro ver que el Presidente tenía una habilidad tremenda para evadir su responsabilidad como costarricense; no era costarricense, nació en Costa Rica parece, pero no tenía alma costarricense.
Comenzamos nosotros el grupo de muchachos en el año 42 en los patios de la antigua Asamblea Legislativa a pelear contra el Republicano Nacional por la Reforma Electoral de que nos habla don Oscar. Teníamos otra concepción, teníamos otro pensamiento, y luchábamos ardorosamente cuando don Ernesto Martén presentó la Reforma Electoral en la Asamblea. El Dr. Calderón Guardia, de quien yo había sido su partidario desde 1942, se quedó solo, como muy bien decía don Oscar, se quedó solo en su partido y tuvo que unirse a quienes les caía de perlas tal unión: los comunistas. El Partido Comunista aprovechó el momento muy bien para ellos, y ahí comenzó el desastre, porque sí comenzaron las batallas, las peleas, las luchas, y había tres diputados opositores al Calderonismo que eran don Fernando Lara Bustamante, don Francisco Urbina González y don Eladio Trejos Flores. Ellos fueron valerosos en la lucha contra la imposición de tal forma y fue entonces cuando se acrecentó y seguimos así luchando en las calles, formamos las brigadas de choque, que ya el comunismo tenía, y nos dábamos con los comunistas de tiros y de «black jack». Comenzó el «black jack» a usarse en las calles de San José. Seguimos los años, vino la época de León Cortés, fue del 44 al 48, pero murió en el 46, y entonces surge Ulate, y viene el golpe y ¡qué golpe!, «el almaticazo», «el almaticazo» financiado por don Fernando Castro Cervantes, pésimamente mal organizado, tanto que nos daban unas clases, ciertos tipos de armas y con diferente calibre, no coincidían, era imposible dispararlas. Bueno, eso fue en junio de 1946, 24 de junio de 1946, ese día, como se ha dicho aquí, don Teodoro, que fue mi profesor de Educación Cívica, llegó a la cárcel y nos dijo: Muchachos, ¿qué están haciendo? Pues don Teodoro, lo íbamos a botar a usted pues consideramos que usted está mal sentado.
No, no, si estamos en Costa Rica y ustedes pueden dialogar todo el tiempo que quieran y pueden exponer todos sus criterios, no hay por qué hacer revolución, dijo don Teodoro, y fue a la puerta y le dio orden al guardia de que nos sacara de la cárcel. Fuimos a casa de los Fernández Durán, que vivían a la par de la pulpería La Viña, ahí en el Parque Morazán, y entonces ahí llegó José Figueres; José Figueres llegó, estábamos tomando café, comentando la actitud de don Teodoro, hombre eminente, débil de carácter, pero era un magnífico profesor, fue un espléndido, no puedo decir Presidente porque era débil de carácter, pésima condición para serlo -Presidente-, pero era una magnífica persona.
Llegó Figueres y nos dice: Muchachos, ustedes han demostrado que hay hombres en Costa Rica y esa fue la unión, pero nos mantuvo siempre a nosotros divididos, así comenzamos. A Fernando Figuls lo mandó a Guatemala y Fernando dormía hasta en las puertas de la Presidencia de Guatemala esperando que Arévalo le diera la oportunidad de entrevistarse, que ya estaba el camino arreglado para hacerlo, para la consecución de las armas. Llevó, nos llevó a nosotros a Ulate, que había sido o que era el candidato de la oposición, le dijo: Aquí tengo a un grupo de muchachos que me están ayudando. Yo era el que manejaba el grupo y Figueres lo que hizo fue trasladarme con Tuta Cortés a manejar ese grupo de gente; éramos pocos, comenzamos pocos.
El Partido Unión Nacional, para la revolución que se dijo, nos dio 32.000 colones durante todo el tiempo, eso fue, y tuve que llevar a la casa de mi madre en el Barrio Amón, el armamento que habíamos comprado, con el cual nosotros ya soñábamos con tomar San Isidro de El General y algunas otras acciones que estaban haciendo, para que las armas llegaran a buen destino, las armas de Guatemala. Resultó que se sintieron satisfechos, por cierto fueron los señores Roberto Salazar y Ramón Aguilar Castro los que mandó el Partido Unión Nacional a inspeccionar si había un buen manejo del dinero donado a la sección de revolución. Pero antes de seguir adelante debo decir que León Cortés -eso se ha insistido en el Partido Liberación Nacional, y es falso que León Cortés nombró a José Figueres Jefe de Revolución- nunca quiso hacer la revolución en Costa Rica, recuerdo que en una ocasión me dijo: «Edgar, yo soy un líder civil y no pretendo bañar de sangre a Costa Rica». Nunca soñó, ni nunca quiso aceptar esa tesis de Figueres. Figueres ya venía desde tiempo atrás logrando, tratando de lograr el apoyo de León Cortés que no lo consiguió. Vinieron los años y llegó la revolución. Figueres decidió formar una junta, y la junta salió integrada por gente que no había disparado un tiro, empezando por el Jefe de la Revolución. Bueno, ¿qué sucede? Sucede que dentro de esos días en Cartago, estábamos nosotros, no habían sucedido las cinco semanas de la revolución, en la cual tengo que rendirle homenaje a un compañero caído hace poco y el cual significó para mí el mejor soldado de la revolución, me refiero a Frank Marshall. Por azares del destino le cupo a Frank ocupar un puesto para el que él tenía muchas condiciones indiscutibles, posiblemente ser alemán, él había estado en Alemania, había estado en una escuela militar, en fin, y fue un magnífico soldado, no soy quien para calificar los hechos de la vida de las demás personas, de manera que me abstengo de entrar en detalles de otra índole, pero en cuanto a la revolución en sí, en la cual Marshall tuvo una destacadísima actuación, me cupo a mí el desagrado, porque lo sentí, y Frank lo dice en un borrador que he leído, porque lo dejó escrito, él dice que yo sentía cólera y envidia de su actuación, y tal vez tenía razón. Los que estábamos en El Empalme éramos gente muy…, estábamos decididos y la posición que le dieron a Frank los extranjeros, que fueron los que formaron el primer Estado Mayor, fue a Frank, lo pusieron como Comandante y fue Jefe de Estado Mayor de Liberación Nacional.
Tendría que referirme mucho, y para ir cortando, llegamos al Gobierno en el cual fui impuesto, porque cuando se dice la oficialidad, la mayoría de la oficialidad se dio cuenta de los hombres con que había integrado Figueres la Junta Fundadora de la Segunda República; ridículo, ese nombre fue un perfecto ridículo que nosotros siempre reímos de él. La Primera República la fundó don José María Castro, y por qué la segunda, bueno… Y entonces esc día, 16 de abril de 1948, recuerdo, se estaba rindiendo el Cuartel de Cartago, que lo había brillantemente defendido el Coronel o General -no recuerdo su grado- Roberto Tinoco, hombre valiente, valeroso, militar, era Coronel, Coronel era. Resulta que Figueres en su obsesión de nombrar a sus «paniaguados», a sus amigos, a sus amigotes, tenía con algunas excepciones, naturalmente, hombres muy valerosos, hombres valientes y honrados como Alberto Martén, para citar uno, Raúl Blanco Cervantes, pero en ese momento se estaba pactando la rendición del Cuartel de Cartago, y me entró el grupo de oficiales a la sala donde estaba el Coronel Tinoco y me empujaron adentro al grito de que yo era el Ministro de Seguridad que debía estar ahí, y tenía o había nombrado como Ministro de Seguridad a don Mario Esquivel Arguedas -que en paz descanse-, que fue un buen amigo mío. Agarraron a don Mario Esquivel y literalmente lo tiraron a la calle, lo sacaron y me sentaron a mi en la silla en donde estaba don Mario, de manera que esa fue mi entrada en la Junta de Gobierno. Ustedes podrán comprender por qué yo he repetido varias veces que me tocó bailar con la más fea. En primer lugar. Figueres aunque me había tenido como Jefe del Grupo de Apoyo, yo no era persona de su simpatía como para ser Ministro de Seguridad nada menos, conocía además mi carácter, que yo no iba a ser domesticado, ni fui un domesticado. Eso me costó una serie constante de luchas con Figueres directamente, porque las medidas de las autoridades costarricenses bajo mi mando no le complacían, no le convenían porque yo no estaba de acuerdo con la entrada escandalosa de centenares de extranjeros, que Figueres llevó muchos de ellos a sus fincas. En Río Conejo, una finca de Figueres, ahí se entrenaban tranquilamente los nicaragüenses, hondureños, caribeños y un montón de gentes que entraban al país con un salvoconducto extendido por José Figueres. Todo eso creó un fermento, comenzaron los cortos de los compañeros militares a la Junta de Gobierno diciéndole tales y tales cosas, que si nosotros teníamos que anteceder a cualquier otro en idea, que teníamos que primordiar la necesidad de ayudar a los militares para que la Junta con Decretos-leyes que les sugerimos para arreglar aquella situación, porque para Figueres antecedía lo que él estaba luchando, que eran sus compromisos internacionales, la Izquierda Democrática formada por algunos militares, por algunos políticos como Rómulo Betancourt, Arévalo, en fin algunos eran. Todo eso crea un fermento cuando el 2 de abril de 1949 decidimos hacer una protesta militar con civiles y militares, la mayor parte de los oficiales de alta estaban de acuerdo con el hecho, la tropa no sabía absolutamente nada y ese día en el cuartel en ningún momento le dijimos a la tropa que íbamos a dar un golpe. Miguel Ruiz y Tuta Cortés en dos ocasiones ese día me insistían en atacar la Escuela Militar que estaba en Guadalupe, en donde está el Colegio Napoleón Quesada, y yo me opuse, porque entre los oficiales y yo teníamos una pequeña diferencia, yo no me había inclinado por el golpe de Estado, yo me había inclinado por una protesta militar y cívica, pero había gente, oficiales, que hablaban de matar a Figueres, había gente que tenía diferentes matices, que escucharon el preparativo de esa acción. Ese día a Miguel Ruiz y Albarracín, los envié al Ferrocarril al Pacífico porque ya estaba en el plan, estaban nuestras propuestas para renunciar después, si la aceptaba la Junta que nos íbamos de la posición que teníamos todos, con una condición, nosotros aceptaríamos cualquier cosa, y Figueres nos envió, hizo una contrapropuesta en el sentido de que yo me fuera para Argentina como Embajador y que todos los militares, el resto, se quedaban en sus posiciones, cosa que nosotros… Pero Miguel llevaba los cuatro puntos, que eran la Nacionalización Bancaria, el 10% (una medida que no se pudo aplicar a pesar de que se insistió en la Junta), yo tengo el libro de las actas de la Junta de Gobierno, tengo una fotocopia que la traje para demostrarles a ustedes que lo que yo estoy diciendo es verdad, ahí se me reconoce lo que Miguel dijo, y algunas otras cosas más que sucedieron ahí en esa ocasión, y lo traje no por vanidad, lo traje porque es hoy el único costarricense que recibió los oprobios y las mentiras y las calumnias más soeces el 4 de abril del 49 cuando fui destituido de la Junta de Gobierno. Está bien que me insultaran y que me calumniaran, lógico era que Figueres estuviera bravo, pero que no mintiera, y lo que dice, lo que dijo ese día en una asamblea a la prensa, en una entrevista a la prensa que concedió ese día, dice cosas que nunca existieron, que son mentiras todas, ciento por ciento, y yo estoy en esto hoy día para limpiar mi nombre, porque tengo familia a quien respetar. Yo fui y he sido y no he renunciado, mi vida la puedo contar al que le interese, y me pueden hacer las preguntas que quieran, porque en los hechos del Gobierno, muy criticables algunos, yo no participé estando como Ministro de Seguridad. Ahí está el «Codo del Diablo», ahí están una serie de hechos que yo puedo responder todo lo que ustedes digan y todo lo que ustedes quieran, y hubiera sido muy fácil para el Gobierno de la República entonces de atacarme en aquel momento en que decían esos oprobios y no pudieron decir una palabra del Codo del Diablo porque en el Codo del Diablo yo no tuve que ver,. y no puedo, cuando ustedes quieran me preguntan de eso. Tengo tanto que hablar que yo no sé cuándo voy a terminar, dejémoslo aquí por ahora.
¡Muchas gracias don Edgar!
¡Con mucho gusto!
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