Crisis y revolución

Manuel Mora

Crisis y revolución

Discurso pronunciado por el Lic. Manuel Mora Valverde, jueves 18 de Julio 1963, desde la estación de radio «La Voz del Trópico».

Señoras y señores:

Seguro de interpretar el pensamiento y las in­quietudes de un grupo considerable de ciudadanos vengo a exponer esta noche algunos comentarios al margen de los graves problemas fiscales y eco­nómicos que están afligiendo a nuestro pueblo.

Por todas partes se habla de crisis. En todos los círculos políticos y económicos del país éste es el tema obligado de las conversaciones. El ambiente está preñado de alarma y también de inconformi­dad.

Unos aprovechan las circunstancias para lle­var agua a sus molinos políticos. Y otros, desgra­ciadamente, para tratar de socavar la fe del pue­blo en las instituciones democráticas y abrirle pa­so a una posible dictadura. No faltan, especialmen­te entre la clase adinerada, quienes hablen de la necesidad de un golpe de Estado. Y hasta es posible que algunos estén dando ya pasos en este sentido al amparo de un fingido afán de enfrentarse a un comunismo que no existe ni exis­tirá nunca en Costa Rica tal como ellos lo presen­tan. Encuentran que las circunstancias internacio­nales son propicias para esa clase de maniobras. De todo esto se deduce que la calamidad que nos azo­ta no es simplemente fiscal, ni simplemente eco­nómica. Es calamidad que se torna política, que puede poner en peligro todo nuestro sistema de vida en estos momentos en que nuestro país podría conservarse como una zona sin convulsiones en medio de un mar internacional agitado por las más feroces pasiones y por los más sórdidos intereses. Desde luego, debemos tener fe en las buenas tradiciones políticas de nuestra Nación que están ya bien incorporadas al espíritu de todos los cos­tarricenses. Debemos tener fe en el instinto polí­tico de nuestro pueblo que marca rumbo hacia la paz y hacia la libertad. Esto no significa que el pue­blo de Costa sea un rebaño de mansas ovejas re­signado a soportar todos los desaciertos y todos los atropellos de los Gobierno o de los poderosos. Esto significa que el pueblo de Costa Rica es capaz de luchar hasta el sacrificio par sus dere­chos y por sus intereses, pero sin permitir que sus angustias sean tomadas de pretexto para estable­cer en el país una dictadura de tipo militar o de tipo fascista. Los falsos apóstoles de la Democracia. Perfectamente podrían venir por lana y regresar trasquilados; estas son gentes que conocen el ca­mino de su casa pero que son incapaces de enten­der los signos de los tiempos.

Entremos ahora en materia.

CRISIS ECONÓMICA Y CRISIS FISCAL

¿Será cierto que nuestro país está ya cogido entre, las tenazas de una seria crisis económica? Eso no es cierto. No puede hablarse todavía en Costa Rica de la existencia de una verdadera cri­sis económica. Lo que existe es una grave crisis fiscal y una serie de situaciones y factores en jue­go que indican que la crisis económica está en pro­ceso de desarrollo. Como es sabido, la crisis eco­nómica es, en esencia, crisis de la producción; en tanto que la crisis fiscal es crisis del Fisco, o sea, incapacidad económica del Gobierno para cubrir las necesidades, presuntas o reales, de la adminis­tración pública.

Es cierto que una crisis fiscal, al crecer en vo­lumen y profundidad, termina afectando la economía de un país. Cierto es también que una crisis económica necesariamente tiene que repercutir en las finanzas del Estado dando origen e impulso a la crisis fiscal. Pero no siempre la crisis fiscal tiene origen en la economía del país. Y este es el caso de Costa Rica en la actualidad. Nuestra crisis fis­cal no puede explicarse por un desquiciamiento de la producción nacional. No puede explicarse por la baja de los precios del café. Nuestra crisis fiscal tiene una causa, primaria y determinante, que na­ce de los grandes desaciertos de la administración pública en el pasado y en el presente. No ha habi­do planes bien concebidos para la Administración ni menos para el desarrollo de la economía. La po­lítica administrativa de nuestros Gobiernos ha consistido en gastar a manos llenas los dineros del pueblo, sin ninguna previsión para el futuro, y sin ninguna orientación científica. Y dentro de esta línea no han tenido inconvenientes en derrochar, no sólo los recursos del presente, sino también los del futuro. Impuestos y empréstitos. Esta es la fórmula mágica que han usado y siguen usando para gobernar. Burocracia innecesaria y obras de relumbrón. Esta es la fórmula absurda que han usado y siguen usando para invertir los dineros nacionales. Es cierto que han ofrecido planes para darle nuevos rumbos a la vida económica y social del país. Pero esos planes, por regla general, no han pasado de ser literatura. Ya frente a la realidad, nuestros gobernantes no se han atrevido a afectar la estructura misma de la sociedad, han retrocedido ante la reacción de los intereses creados y en vez de reformas sociales lo que han creado ha sido nueva burocracia, nuevas cargas, nuevos factores de crisis. Examinemos por separado la situación económica del país y la crisis fiscal.

SITUACIÓN ECONÓMICA

Las exportaciones de café, banano, cacao, ga­nado y otros productos produjeron, según estadísticas oficiales, en 1957, 61.9 millones de dólares; en 1958, 69.5 millones de dólares; en 1959, 61.5 millones de dólares; en 1960, 66 millones de dólares; en 1961, 66.1 millones de dólares; y en 1962, aproximadamente 62 millones de dólares. Es decir, que no ha bajado el ingreso total de dólares por concepto de exportaciones. La baja en los precios del café fue compensada con el mayor número de sacos exportados. Cada saco tuvo un precio menor el mercado externo, pero la economía nacional» recibió la misma cantidad de dólares.

«La producción de arroz, maíz y frijoles aumentó en 1962 y toda fue absorbida por el mercado interno, no hubo excedentes. El índice de desarrollo industrial revela incrementó y aumento de la cantidad de obreros ocupados por la industria nacional. El aumento de la ocupación de trabajadores en la industria se estima estadísticamente en un 4%.

El índice de actividades financieras presenta el siguiente cuadro: 1956, 121; 1957, 134; 1958, 147; 1959, 151; 1960, 171; 1961, 171; 1962, 171. El índice de ventas comerciales es así: 1956, 120; 1957, 128; 1958,137; 1959,142; 1960,148; 1961,148; 1962, se estima superior.

FACTORES DE LA CRISIS

De los anteriores datos se deduce, que hasta el momento no puede afirmarse que exista en el país una verdadera crisis económica, aunque no cabe duda de que tal crisis está ya desarrollándose. Su agravamiento va. a estar determinado por los siguientes factores: a) limitación de los mercados internacionales para nuestros artículos de exportación; b) baja de precios de esos artículos como consecuencia de las maniobras de los grandes monopolios y de la propia crisis capitalista, especialmente en lo que se relaciona con el mercado común europeo; c) la crisis fiscal y el desequilibrio de nuestra balanza de pagos. El mercado común europeo puede conducir a una reducción de nues­tras exportaciones de café a Europa. No hay que olvidar que las mayores exportaciones de nuestro café se hacen a Europa y no a los EE. UU. La pro­ducción creciente de café en Asia y África, que fue impulsada por los propios Estados Unidos, es la mayor amenaza que se perfila para nuestro primer artículo de exportación. La crisis fiscal poco a po­co va conduciendo al Gobierno a la inflación de nuestro sistema monetario y, por consiguiente, a la desvalorización de la moneda. Las emisiones constantes de bonos, la colocación de letras del Tesoro en el Banco Central, la contratación de em­préstitos para fines fiscales que en la realidad se convierten en emisiones de moneda nacional, y otras medidas que vendrán si el Gobierno no se sale del círculo vicioso en que está metido, son caminos que conducen necesariamente a la infla­ción. El desequilibrio de nuestra balanza comer­cial es consecuencia del aumento disparatado de nuestras importaciones, especialmente do artícu­los de lujo, de los altos precios que las grandes compañías de los Estados Unidos nos obligan a pagar por sus artículos, y de una descabellada po­lítica de empréstitos externos. Ya se ha dicho, nos compran barato y nos venden caro. Es decir, que el producto de nuestras exportaciones no nos alcan­za para pagar nuestras importaciones, ni menos para cubrir otros compromisos internacionales. Y este desequilibrio lo determina, fundamentalmente, nuestro comercio y nuestros compromisos con los Estados Unidos. Así se explica que la mayor parte de los dólares que nos produjo el café en la época de los altos precios salieron del país rumbo a las cajas de las grandes compañías Norteaméricanas. Mediante precios altos, intereses sumarios y exportaciones abusivas se llevaron nuestros dólares. Del año 1957 al año 1962 el desequilibrio,únicamente de nuestra balanza comercial es un poco mayor de 130 millones de dólares. Ahora nos están haciendo empréstitos que en el fondo salen de esos dólares que nos absorbieron abusando de la debilidad de nuestros Gobiernos, quienes nunca han tenido una correcta política de defensa de nuestros artículos, de exportación, ni de defensa de nuestras divisas. Para que no les digan comunistas han optado por reatar el carro de nuestra economía a los intereses de las grandes compañías norteamericanas. Creen que la compensación está en la perspectiva de conseguir empréstitos. En efecto nos dan empréstitos. Pero nos emprestan, parte de lo que nos quitan, a altos tipos de interés y mediante grandes comisiones. Si llegaran a concedernos los empréstitos por 100 millones de dólares que anuncia el Gobierno en la “República” del 28 de mayo, apenas estarían devolviéndonos, en forma de gruesas cadenas, una parte de las divisas que nos absorbieron del año 1957 al año 1962. Digo cadenas porque los empréstitos nos supeditarán más a su mercado y a sus precios y nos obligarán, además, a continuar entregándoles ca­da año parte de nuestra producción nacional por concepto de intereses y amortizaciones. Es un negocio redondo el que llevan a cabo, naturalmente, en «defensa de la democracia y de la civilización cristiana». Quien pretenda estropear ese negocio, inmediatamente se convierte, por obra y gracia de los «escribidores» a sueldo y de los policías, tam­bién a sueldo, en un terrible comunista, en un pe­ligroso agente de Moscú. En otras palabras, que para esas grandes compañías la Democracia y la Religión no son otra cosa que mamparas detrás de las cuales mueven los hilos de sus negocios y de sus rapiñas.

He explicado por qué no puede afirmarse que todavía exista en Costa Rica una seria crisis eco­nómica. He explicado también las razones por las cuales pretende también afirmarse que esa crisis está en marcha. Ponerle atención a estas razones es importante porque sólo enfrentándonos desde ahora a las causas de una posible crisis económi­ca podremos defender al país de semejante cala­midad. Más adelante haré unas cuantas reflexio­nes al respecto.

EFECTOS ACTUALES DE LA BAJA DEL CAFÉ

Ahora quiero aclarar lo siguiente. El hecho escueto de que hayan bajado los precios del café en el mercado internacional está teniendo efectos negativos en la vida nacional por más que en conjunto el país continúe recibiendo la misma canti­dad de dólares por concepto de exportación de café. Los jornaleros y los pequeños productores están siendo seriamente afectados. Fácil es entender que los grandes cafetaleros, en previsión de nuevas bajas de precio, traten de reducir los costos de producción en perjuicio de los trabajadores. Esos costos les han subido por el uso de abonos y de riego. Suprimen ciertas operaciones, usan herbicidas, usan algunas máquinas, y hacen resistencia tenaz a toda posible alza de salarios. Por otra parte, se abstienen de mejorar sus fincas, de ampliar cultivos, y aprietan a los pequeños productores a quienes les disminuyen el tanto de los adelantos y les niegan créditos. Es decir, que contraen su actividad financiera. En muchas zonas cafetaleras hay ya centenares de jornaleros desocupados porque los finqueros han reducido sus personales para economizar y centenares de pequeños pro­ductores semiarruinados porque los adelantos ape­nas son de 150.00 colones por fanega. La gravedad de esta situación se puede apreciar mejor si se toma en cuenta, que en el país existen 21.987 fincas de café y que el 41% de la producción total corresponde a las fincas de 1 a 9.9 .manzanas; el 36.5% a fincas de 10 a 99.9 manzanas y el 17.3’% a fincas de 100, 500 y más manzanas. Estos datos son del De­partamento de Investigaciones Económicas de la Universidad.

Los cafetales ocupan más de 100.000 peones. Por lo tanto, es muy grande la masa humana de finqueros pequeños y de jornaleros que ya están siendo afectados, en buena parte por la simple perspectiva de que el mercado cafetalero continúe siéndonos desfavorable. Es claro que la mala situa­ción de esas gentes está repercutiendo negativa­mente en los otros sectores de la población y de la economía.

Continuemos ahora observando el problema de nuestra economía.

CAFE Y BANANO

El café, el cacao y el banano constituyen el 96% de nuestras exportaciones. Esas son nuestras fuen­tes de divisas internacionales. Todos los demás ar­tículos que exportamos, incluyendo los productos de nuestra incipiente industria, integran el otro 4%. Sin embargo, puede afirmarse que realmente vivimos de la exportación de café, porque la de ca­cao es relativamente muy pequeña y la de banano no nos pertenece a nosotros, le pertenece a la United Fruit Co.

La Compañía deja en los Estados Unidos casi todo el valor de su producción. A nuestro país trae, apenas los dineros necesarios para pagar salarios y gastos de operación. El pago de salarios no es; otra cosa que el medio de asegurarse el derecho a explotar nuestra fuerza humana en su favor. Nues­tros peones medio viven y comen con los salarios que reciben y al cabo de los años están convertidos en guiñapos humanos. El producto del trabajo de nuestros hombres y el producto de nuestras tierras se le convierten en dólares a la empresa. Po­dría alegarse que la Compañía nos paga impuestos. Pero esto no es exacto porque en exenciones de aduana se repone de lo que nos paga por impues­tos. Además, para nadie es un secreto que la Compañía nos escamotea las utilidades. Cuando bajo – la administración de don Teodoro Picado dimos la Ley de Impuesto Sobre la Renta y modificamos la Ley de Impuesto Territorial, le impusimos a la compañía la obligación de pagar este ultimo impuesto. Nosotros sabíamos que le sería imposible esconder sus plantaciones, sus latifundios, sus fe­rrocarriles, sus comisariatos, etc. Pero más tarde, después de la guerra civil, los presidentes Ulate y Figueres aceptaron que la Compañía pagara el im­puesto sobre la renta en vez del territorial y que las utilidades fueran estimadas en los Estados Uni­dos y no aquí. Desde entonces la Compañía oculta sus utilidades porque para eso le basta un juego de contabilidad.

Durante los cuatro años de administración de don Mario Echandi la United dejó de pagar al Es­tado 62 millones de colones que son el origen de la mayor parte del déficit fiscal que todavía arras­tra nuestro país. Para el año 1961 los expertos del Banco Central calcularon que la compañía tendría que pagarle al Estado 12 millones de colones por impuesto sobre las utilidades. Pero no pagó nada. Y este año, con una producción mejorada y con un alza en los precios de la fruta, dicen que va a pagar 5 millones de colones. Las exenciones de aduana de que ha disfrutado, y disfrutará, son su­periores a esa suma, sin lugar a dudas. Por lo tan­to, la Compañía Bananera explota nuestro suelo y a nuestros hombres en su exclusivo beneficio.

Ahora obsérvese lo siguiente: la United tiene inscritas a su nombre 287.800 hectáreas que equi­valen al 4% del territorio nacional. Sus posesiones reales, es decir, las tierras acaparadas, son mucho mayores, pero apenas me refiero a la tierra inscri­ta en el registro, De esas 287.800 hectáreas, apenas tiene cultivadas 38.975 en la siguiente forma: 13.420 de banano, 9.850 de cacao, 6.675 de palma, 7.780 de potrero y 1.250 en preparación. Mantiene incultas más de 250.000 hectáreas. Repito que no tomo en cuenta las tierras no inscritas. Esas tierras no las utiliza ella ni las pueden utilizar los agricultores costarricenses y son probablemente las mejores tierras del país. Las adquirió a precio vil haciendo uso de artimañas tinterrillescas que ningún hom­bre culto del país ignora. Una gran parte de esas tierras le habían sido regaladas por el Estado a Mr. Keith a raíz de la contratación del ferrocarril que controla la Northern Railway Co. Sobre las tierras incultas la compañía no paga nada al Esta­do porque logró que la liberaran del impuesto te­rritorial. Hagamos ahora un pequeño balance: La Compañía tiene bajo su control el 4% del terri­torio nacional cuya propiedad le garantiza el Es­tado con sus autoridades y sus tribunales; en las zonas cultivadas el Estado paga a las autoridades en las estantería, con especialmente para perseguir y encarcelar traba­jadores y para obstaculizar el movimiento sindi­cal; disfruta la compañía dé todas las ventajas de progreso nacional que se levanta mediante ¿el es fuerzo que nuestro pueblo aplica a las ramas de la producción verdaderamente nacionales; no paga derechos de aduana por sus importaciones; utiliza nuestras fuerzas humanas mediante salarios qué difícilmente les permiten a quienes los reciben ali­mentarse en forma racional. Y a cambio de esto no significa nada y cuando nos da algo, ese algo no puede siquiera compensar los servicios que ella recibe, «listo es lo que ciertos personajes nuestros han decidido en llamar «las inversiones salvadoras del capital extranjero». Así es como «invierten a» todas las compañías extranjeras en nuestros países invierten, no para ayudarnos sino para llevarse nuestras riquezas.

Ahora bien, es indignante que en momentos de congoja como los que ahora vivimos, cuando el Gobierno para salir dé apuros levanta impuestos y le apriete el cuello a los deudores del Fisco, la gran empresa frutera se limite a ver los toros desde la barrera. Las duras para los costarricenses y las maduras ella. Los costarricenses tenemos que apretarnos la faja y pagar impuestos, en tanto ella se lleva, tranquilamente, las millonadas de dó­lares que le producen nuestras tierras y nuestros trabajadores. Y encima de eso, muchos de nuestros políticos de campanillas, dominados a un verdadero complejo de inferioridad, se sienten obliga­dos hasta a lustrarles los zapatos a los altos personeros de la empresa. Esto es inaudito. Esto es in­tolerable. Sin embargo, hay que tolerarlo en nom­bre de «la democracia» y de «la civilización cris­tiana».

Pero volvamos a nuestros carneros.

Un pequeño cuadro nos puede ilustrar mejor sobre las entradas al país por concepto de exporta­ción, en millones de dólares. Tenemos tres años, 1959, 1960 y 1961.

  1959 1960 1961
BANANO 19.1 20.3 20.4
CAFE 40 43.19 43.3
CACAO 7.4 5.8 4.3
ABACÁ 0.9
GANADO Y CARNE 3.66 4.8 4.7
OTROS 5.7 9.5 9.1
  76.7 84.3 81.8

De los documentos que he estudiado deduzco que los números correspon­dientes al año 1962 son semejantes a los anteriores.

Se ve claro que de los 81 millones de dólares que en promedio ha recibido el país en los últimos años por exportación de sus productos, 20 corres­ponden a la United, 40 al café, 5 al ganado, 4 al cacao y el resto a otros productos. Tómese nota de que la mayor parte del negocio de cacao es también de la United. Ya en el último trimestre del año próximo pasado la producción de bananos de la compañía se duplicó en relación con el mismo í? «período del anterior; y el precio de cada racimo i’-pasó de $ 2.64 a $ 3.10. Por lo tanto, las entradas de la Cía. Bananera han aumentado. Nótese que la S Compañía vende cada racimo de bananos en veinte colones. Esto da idea de la cuantía del negocio. Sin embargo, en tanto esa Compañía pregona en Boston sus utilidades aquí nos habla de pérdidas. Examinemos ahora, brevemente, el significado ^ económico y social de los principales artículos de la fe. Producción agropecuaria de nuestro país. Así formaremos una idea más clara de nuestra economía.

CAFE

En 1950 había en Costa Rica 48.808 manzanas sembradas de café. En 1955 esa área había subido a 56.312. Actualmente se estima prudencialmente en 60.000 manzanas; en 1956 produjimos 498.243 fanegas y en 1962, 1.200.00. Este incremento del cultivo del café se explica por el alza de los precios de ese artículo en el mercado internacional. Los señores Figueres y Ulate, pasando por alto las le­yes que rigen la producción en el campo capitalista impulsaron a todos nuestros agricultores a sem­brar café sin temores e inclusive a sustituir otros cultivos existentes por café. Este hecho y además, un mejoramiento de la técnica en el cultivo han dado por resultado el aumento de la producción que estamos viendo. Este aumento de la produc­ción ha resultado positivo para los cafetaleros y para la economía nacional, hasta el presente. Pero en cuanto se agudice la crisis en el mercado inter­nacional, lo que podrá ocurrir en cualquier mo­mento, se comprenderá que fue errada esa política de Ulate y de Figueres, quienes estaban obligados a entender que los altos precios tendrían que ori­ginar una sobreproducción mundial. Además, lo sensato habría sido establecer o incrementar otros cultivos con mercado seguro, lo que era y sigue siendo completamente factible. Pero ese es el pa­sado y ahora nos interesa el presente. En lo que se relaciona con el café sólo un camino inmediato hay: buscarle nuevos mercados con precios justos. Y esos mercados no pueden ser otros que los del socialismo. En el mercado capitalista las perspec­tivas son de baja de nuestro volumen de ventas y de baja de los precios.

BANANO

Ya me referí a esta rama de nuestra produc­ción. Pero considero necesario hacer unas cuantas reflexiones más. Lo más grave del negocio bana­nero para nuestra Nación consiste en que siendo la segunda rama de nuestra producción agropecua­ria está controlada por una empresa extranjera que actúa con fines comerciales y sin importarle un bledo el país. Recordemos que el banano, el cacao y el café constituyen el 95% de nuestras exportaciones. Económicamente hablando el cacao no tiene mayor importancia en el cuadro de la economía nacional, como lo veremos después. Por lo tanto, nuestra estructura económica puede definirse así: producción y exportación de café y banano. Los dos productos están realmente fuera de nuestro control porque dependen del mercado internacional. Pero el banano está doblemente fuera de nuestro control porque es una explotación extranjera ubicada en nuestro territorio. Es evidente que Costa Rica no podrá tener una economía propia mientras el negocio bananero y los otros en vías de desarrollo, como la carne y la palma africana, estén en manos de la United Fruti Co.

EL CACAO

Hay en el país unas 3.416 fincas de cacao que abarcan una extensión de 19,680 hectáreas. La producción de cacao constituye aproximadamente un 4% de la producción total del país. Es decir, que el valor de esa producción ha venido oscilando en los últimos diez años entre 20 y 29 millones de colones. Pero la mayor parte de la producción de cacao la controla la United. Sin embargo, hay muchos productores pequeños y medios. En Limón existen 2.115 fincas, en Alajuela 731, en Heredia 112 y en otros lugares 188. A pesar de eso la mayor productora es la United.. En los últimos años los precios del cacao han bajado sensiblemente en el mercado internacional, y nuestros productores nacionales han sufrido grandes calamidades.

Pero no cabe duda de que este cultivo tiene perspectivas buenas. Esas perspectivas, como en el caso del café, deben buscarse en otros mercados y, además, en la industrialización del país. Debe dársele un gran impulso a la industria elaboradora del cacao para, que sus productos puedan, por su precio y por su calidad, encontrar mercados en otros países. El cacao puede llegar a ser una rama importante de, la producción nacional, tanto agrícola como industrial.

CAÑA DE AZUCAR

El área sembrada de caña de azúcar en nuestro país se estima en 22.000 hectáreas. La produc­ción oscila alrededor de 700.000 toneladas con un valor de 32 millones de colones. Hay 13.384 fincas de caña de las cuales más de 12.000 son fincas de una a cuatro manzanas de extensión. Pero el grue­so de la producción corresponde a las grandes fin­cas y el negocio está controlado por unos cuantos ingenios. Son varios los miles de peones que tra­bajan en los cañaverales. Se exporta una parte del azúcar y se vende en el exterior más barato que como se vende dentro del país. Es un caso típico de dumping. Es posible ampliar los cultivos de caña y la producción de azúcar. Pero en cuanto al azúcar dependemos del mercado yanqui y tal como está ese mercado no es posible pensar en amplia­ción de cultivos, Si lográramos ampliar y mejorar la producción de azúcar podríamos mejorar la si­tuación de los finqueros pequeños y medios, levan­tar los salarios de los jornaleros, abaratarle el ar­tículo al pueblo y utilizar mejor nuestras tierras incultas. Pero para eso se necesitan varias cosas: contar con buenos mercados de exportación, me­jorar la técnica de los cultivos de caña y la técnica de la producción de azúcar, e industrializar tam­bién el azúcar como lo están haciendo en estos momentos en Cuba. El azúcar es un artículo con grandes perspectivas de colocación en el mercado socialista. Son tales las perspectivas que el Go­bierno de Cuba ha resuelto mecanizar la produc­ción para multiplicarla varias veces. En nuestro país una vez se intentó usar el alcohol como com­bustible, mezclado con gasolina. Un químico cos­tarricense encontró la manera de hacer la mezcla en diferentes proporciones y obsequió la fórmula al Estado. En vez de importar toda la gasolina que consumimos, íbamos a sembrar mucha caña para producir alcohol. Incrementaríamos la producción de caña y disminuiríamos la exportación de divi­sas. Pero ese proyecto no se pudo desarrollar por­que le hicieron oposición las compañías petroleras respaldadas por la diplomacia yanqui.

TABACO

Esta es una rama de nuestra agricultura a cargo de campesinos pobres y medios, y prácticamente controlada por dos fábricas de cigarrillos que funcionan en el país. El área aproximada de cultivo es de unas mil hectáreas. En 1954 había llegado a 1.381 hectáreas pero luego bajó porque muchos agricultores abandonaron sus cultivos debido a fenómeno de sobreproducción que se presentó. Las relaciones entre los productores de tabaco y fabricas de cigarrillos están reguladas desde 1957 por la Junta de Defensa del Tabaco.

Pero la realidad es que el mercado interno tiene límites y que en consecuencia ni los cultivos pueden ampliarse ni los precios mejorarse. Se importa tabaco porque las compañías no quieren modificar sus mezclas. Los sistemas de producción del tabaco son anticuados y la elaboración de la hoja también, de donde resulta desmejorada la calidad. Estoy seguro de que la producción de tabaco podría ampliarse enormemente con miras al mercado internacional, fundamentalmente al mercado socia­lista donde no dan su ley los monopolios tabaca­leros. Por ejemplo yo sé que los polacos estaban dispuestos a comprarnos 7.000 toneladas de tabaco. Pero nuestra producción es apenas de unos 25.000 quintales en promedio.

ARROZ, MAÍZ Y FRIJOLES

El arroz, el maíz y los frijoles representan más de una tercera parte de toda la producción agrí­cola del país que se hace para el consumo interno. Sin embargo, con frecuencia la producción de esos articulo no logra llenar las necesidades del consu­mo. A menudo oírnos decir que el Consejo de la Producción ha importado arroz o frijoles o maíz. El pueblo tiene que pagar caros esos artículos. Sin embargo, los agricultores que los producen no ha­cen clavos de oro. Los costos de producción son muy elevados. Se han hecho esos cultivos, por lo general, en fincas pequeñas y con métodos de cul­tivo muy atrasados. Tenemos tierras y recursos para producir esos artículos en abundancia, en cantidad suficiente para que el pueblo se alimente bien e incluso para la exportación. Yo estoy en condiciones de afirmar que en el mercado socia­lista podríamos vender miles de quintales de arroz, de maíz, de sorgo y de otros artículos semejantes. Pero la realidad es que los productores de esos ar­tículos son agricultores pobres y prácticamente abandonados. Hace poco leía un estudio muy inte­resante sobre nuestra agricultura del cual tomo los siguientes datos: en Costa Rica, para producir un quintal de arroz, se calcula que se requieren 44.8 horas hombre de trabajo; en los EE. UU. Ape­nas se requieren 1.3 horas para producir un quin­tal métrico de frijoles en nuestro país se requieren 61.8 horas hombre y en los Estados Unidos 3.4; para producir un quintal de maíz nosotros necesitamos 22.9 horas hombre y en los Estados Uni­dos apenas requieren 1.3. La diferencia no se deriva de la mayor capacidad de trabajo de los agriculto­res yanquis, sino de otros factores, especialmente uso de máquinas, uso de abonos, uso de riego, uso de semillas bien seleccionadas, etc. Es decir, de una técnica superior de producción y probable­mente también de una mejor financiación. Produ­ciendo en esa forma, los artículos se podrían vender baratos y ponerlos al alcance del pueblo, sin que el agricultor perdiera; y se podrían exportar con buena utilidad.

LA GANADERÍA

Se ha sostenido que la ganadería podría llegar a sustituir al café como fuente de divisas. Pero eso es inexacto. Para que tal cosa llegue a ocurrir será necesario transformar totalmente los métodos de engorde y crianza de ganado, los sistemas de ali­mentación y de aprovechamiento de la tierra. Nuestra ganadería de carne está atrasada muchos anos en relación con países como Uruguay, Ar­gentina y otros. Nuestra ganadería ha venido pro­duciendo un 20% de la producción total del sector agropecuario y ocupa el doble de las tierras de ese sector. Su rendimiento por hectárea es muy bajo. Muchos artículos agrícolas dan un rendimiento mucho mayor. La ganadería de carne se desarro­lló en nuestro país en virtud de una ley proteccionista que le encareció la carne al pueblo durante muchos años. Había la esperanza de que algún día se abaratara. Pero el pueblo sigue pagando la carne cara, no obstante que la producción aumentó. Puede decirse que nuestro pueblo no consume carne. Si esta rama de nuestra producción fuera eficaz y científicamente atendida, la producción de carne podría aumentar varias veces en la misma área de tierra, y se abarataría de verdad la carne que consume nuestro pueblo; se aumentaría el consumo y se podría exportar con mejores rendi­mientos que los que se están obteniendo hoy.

De lo dicho se desprende que nuestra produc­ción agropecuaria si se exceptúan el café y el ba­nano es atrasada y deficiente; que hasta el mo­mento no es capaz de garantizarle a nuestro pue­blo una alimentación barata y abundante. Ni el pueblo se alimenta ni los productores de artículos de primera necesidad se enriquecen. Eso quiere de­cir que estamos desperdiciando nuestros recursos humanos y naturales.

CONSEJO DE PRODUCCIÓN

Bajo la administración de Calderón Guardia se creó el Consejo de la Producción, como parte de un plan muy amplio, orientado a intensificar, mo­dernizar, tecnificar y financiar nuestra producción de artículos de primera necesidad. Ya durante la segunda guerra mundial nos fue posible abastecer al país de arroz y frijoles mediante el nuevo mecanismo. Sin embargo, los sucesos de 1948 truncaron nuestro plan, es decir, nos impidieron continuar desarrollándolo. Y entonces el Consejo de la Producción se quedó donde nosotros lo dejamos, pero convertido en una especie de aparato de hacer negocios comerciales y de otra índole. No ha logrado el Consejo jugar ningún papel importante en el desarrollo y mejoramiento de nuestra producción agrícola. La prueba está en el atraso en que se mantiene esa producción. El consejo les presta muy buenos servicios a los productores ricos del país, especialmente a los productores de leche, pero no les presta ningún servicio a los agricultores pequeños y medianos. Además, está incapacitado para intervenir en el proceso mismo de producción porque para hacerlo tendría que romper la mentalidad conservadora de la clase que gobierna en nuestro país.

LA INDUSTRIA

Nuestra industria no tiene todavía mayor peso en la vida económica del país. Es pequeña y atrasada. En un porcentaje muy elevado se dedica A elaborar materias primas importadas. Sin embargo, obsérvese lo siguiente: el conjunto de artículos, producidos en el país o importados, que consume nuestro pueblo, puede estimarse actualmente en 1.300 millones de colones. En 1946 era apenas de 516.Más de la mitad de esos artículos son importados. El índice de las importaciones ha subido en los últimos años en forma que debe consi­derarse alarmante. Sin embargo, un ligero examen de nuestras estadísticas de importación nos podría convencer de que una buena parte de los artículos que importamos pueden producirse en el país; y más aún, que importamos artículos que ya se están produciendo aquí y por cierto que los importamos en cantidades fabulosas. Esto revela que no ha existido en nuestros Gobiernos ninguna política consciente y efectiva de desarrollo industrial del país. El Departamento de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica, en un interesante estudio dice lo siguiente: «La dependencia de Costa Rica no sólo es absoluta en cuanto a la importación de combustibles y lubricantes, y muy elevada en relación a la de bienes de capital, sino que aún en referencia a bienes de consumo, en especial duraderos, y materias primas, es conside­rable». La producción industrial nuestra puede es­timarse en 500 millones de colones por año. La exportación de nuestros productos industriales no es, hasta el momento, importante. En 1962 fue de 5.140.000 dólares. En resumen: producimos una parte de los artículos industriales que consumi­mos; importamos artículos que ya producimos o que podríamos producir; importamos la mayor parte de las materias primas que necesitamos para nuestra producción industrial a pesar de que mu­chas de esas materias primas existen aquí y que inclusive podríamos exportarlas. Es cierto que nuestro mercado interno es pequeño. Pero la realidad es que nuestro desarrollo industrial podría ser mayor a pesar de las limitaciones de nuestro mercado. Ha faltado interés y capacidad de nuestros Gobiernos para planear e impulsar el desarrollo industrial del país.

En esta actitud dé nuestros Gobiernos ha influido notoriamente el deseo de hacer concesiones a los intereses comerciales de otros países especialmente a los Estados Unidos. A los grandes países no les conviene que la industria nazca y crezca en los países subdesarrollados. Además, es más cómodo solicitar empréstitos que organizar y defender la explotación de las riquezas de nuestro suelo.

INDUSTRIAS NUEVAS

En los dos o tres: últimos años han comenzado a organizarse en nuestro país nuevas industrias al amparo de una Ley que se dio bajo la administración anterior. Sin embargo, la realidad es ésta: que al amparo de la referida ley se están estableciendo en nuestro país no industrias nacionales, sino industrias extranjeras. Más claro, sucursales de los grandes monopolios norteamericanos.

En algunos casos, como el de Fertica, la Refinadora y otras industrias, una parte considerable de la producción se hará aquí. Pero en otros, y hasta ahora son la mayor parte, de lo que se trata es embotellar, enlatar y empaquetar productos que nos vienen en toneles o en cajones de los Estados Unidos. Empacan aquí en vez de empacar en el país de origen y se ahorran los derechos de aduana, y además, utilizan nuestra mano de obra que es más barata que la que ellos pueden encontrar en los propios Estados Unidos Se ha informado que por exenciones de aduana, otorgadas en favor de esas llamadas industrias nuevas, el Estado ha dejado de recibir, en dos años, más de cien millones de colones que en definitiva forman parte del déficit fiscal. Esto, a cambio de tener industrias nuevas. Pero la realidad, como queda explicada, es que lo que estamos viendo establecerse en Costa Rica son sucursales de grandes fábricas y empresas de los Estados Unidos; o in­dustrias desarrolladas por capital extranjero. Esto no es industrialización de Costa Rica. Esto es en­trega de nuestras posibilidades industriales a los monopolios internacionales. Como en el caso de la United, con ligeras variantes, esos monopolios usa­rán nuestras riquezas naturales y nuestras rique­zas humanas; se embolsarán los respectivos dere­chos de aduana; aprovecharán nuestros servicios públicos; se llevarán las utilidades a su país, con­vertidas en dólares, y a nosotros nos dejarán el ho­nor de haberlos visto enriquecerse en medio de nuestra miseria. El torrente de dólares irá hacia los Estados Unidos y el Gobierno continuará aumentándole los impuestos al pueblo. En resumen: que las compañías extranjeras vienen con sus dólares a explotar nuestro mercado nacional, en tanto los Bancos del Estado gastan millones y más millones levantando edificios de lujo, o em­prestando dinero para que los particulares levan­ten edificios de alquiler, o simplemente para reali­zar negocios de usura que ninguna riqueza pueden producirle al país.

POLÍTICA DE DESPILFARRO

Y el Gobierno, por su parte, gasta también los millones que obtiene del sacrificio del pueblo haciendo carreteras al Coco, o carreteras en la periferia de la ciudad, mientras no hay carreteras de penetración agrícola ni medios económicos para impulsar el desarrollo agrícola e industrial del país. Los recursos del Estado se convierten en obras suntuarias y la explotación de nuestras riquezas se le deja a las compañías extranjeras. Por ese camino no seremos otra cosa que limosneros más o menos bien trajeados, semicolonia con humos de país independiente.

Al mismo tiempo que nuestros hombres de Es­tado han despilfarrado y siguen despilfarrando los recursos nacionales en obras de relumbrón que no son indispensables y en muchos casos ni siquiera necesarias, se implora la ayuda exterior para que nos salven. Dejemos ahora a un lado lo de los in­versionistas extranjeros y fijemos nuestra atención un momento en las dos empresas que, según los personeros del gobierno, nos llevarán al Paraíso Terrenal. Me refiero a la integración económica centroamericana y a la Alianza para el Progreso.

INTEGRACIÓN ECONÓMICA

La integración económica de Centroamérica, tal como se está haciendo y en las condiciones in­ternacionales en que se está haciendo, no conduce a otra cosa que a entregar el mercado centroame­ricano y el potencial industrial centroamericano a las grandes compañías de los Estados Unidos. El caso del mercado común europeo no puede com­pararse con el caso del mercado común centro­americano. El mercado común europeo es, en la realidad, una asociación de grandes monopolios europeos, de diferentes países, hecha para repar­tirse el mercado «en forma equitativa» entre ellos y enfrentarse juntos a futuros peligros, probable­mente el mercado socialista. En cambio el merca­do común centroamericano es e convenio de co­ordinación económica de seis países débiles y re­trasados con los Estados Unidos poderosos y alta­mente desarrollados. ¿Quien podría afirmar que los EE. UU. no son parte en ese convenio? En Cen­troamérica no existen compañías ni capitales ca­paces de disputarle su propio mercado a los indus­triales yanquis. Ellos, simplemente, se establece­rán en nuestro suelo centroamericano y nosotros nos limitaremos a verlos comerse el festín. Nos in­dustrializarán, pero en beneficio de ellos y no de nosotros. Es decir, que nos llenarán de sucursales de sus fábricas. Nosotros pondremos la tierra, las materias primas, la mano de obra y el espinazo para que nos azoten. Ellos pondrán los dólares y la malicia. Las utilidades serán para ellos y para nosotros, los salarios miserables que devenguen: nuestros trabajadores.

ALIANZA PARA EL PROGRESO

En cuanto a la Alianza para el Progreso, las cosas se han puesto tan claras para todo el mundo que no es necesario argumentar mucho. El último y más sensacional veredicto lo han dado dos nombrados políticos de América Latina, admiradores incondicionales de los Estados Unidos: los ex: presidentes Kubitschek y Lleras Camargo, del Brasil y Colombia, respectivamente. Ambos han llegado a la conclusión, públicamente, de que la Alianza: para el Progreso es un completo fracaso, de que no es capaz de proporcionarle a nuestros pueblos el Paraíso que se les ofreció. En efecto, la Alianza para el Progreso no es, en la práctica, otra cosa que un mecanismo financiero encargado de colocar empréstitos en América Latina a muy buen tipos de interés. En unos casos los empréstitos los suministran Bancos y entidades controlados por el Gobierno de los Estados Unidos y en otros los suministran los propios Bancos privados de los Estados Unidos. Como en el fondo unos y otros son la misma cosa, los empréstitos se dan con un criterio mercantilista: alto tipo de interés, buenas comisiones, garantías satisfactorias y derecho de los banqueros a dirigir y fiscalizar la inversión de los dineros que emprestan. Inclusive hasta imponer alzas de tarifas como en el caso del agua y de la electricidad. Como es sabido, nunca emprestan para que se levanten en nuestros países industrias importantes, ni para financiar empresas que puedan competir con las norteamericanas. Ellos no quieren competidores en nuestros países. Francamente lo han dicho, no quieren echarse la soga al cuello. No van a dar su dinero para que nosotros, les hagamos competencia. Nos facilitan el dinero para que construyamos obras sanitarias, o carrete­ras que a ellos convengan para el incremento de su industria automovilística, o para enjugar déficit fiscales. Esos empréstitos les producen a ellos in­tereses. Son un negocio lucrativo. Si se trata de financiar obras nos obligan a comprar los mate­riales en los Estados Unidos aunque sean más ca­ros y a utilizar a profesionales norteamericanos. En otras palabras, que nos emprestan el dinero, nos cobran intereses y comisiones y nos obligan a gastarlo conforme a sus propias condiciones. Ha­cen tres o cuatro negocios simultáneamente y to­davía tienen el tupé de auto declararse defensores de la democracia en América Latina.

También previo la Alianza para el Progreso la forma de que nosotros tengamos nuestra in­dustria y explotemos nuestros minerales. Para estos fines nos recomiendan, como es natural, recurrir a los inversionistas norteamericanos.

Los inversionistas están dispuestos a «salvarnos» llevándose nuestro petróleo, nuestro aluminio, nuestro hierro, nuestra madera y cualesquiera otras riquezas naturales. También están anuentes a esta­blecer fábricas y aun cadenas de establecimientos comerciales. Tal es la Alianza para el Progreso. Nunca nos podrá dar progreso. Para que un país como el nuestro pueda tener progreso es indispen­sable, es necesario, que las riquezas de su suelo sean controladas por su pueblo y no por compañías extranjeras ni por Gobiernos extranjeros.

Tal es el panorama, a grandes rasgos, de nuestra situación económica. ¿Cuáles son las perspec­tivas?

PERSPECTIVAS

El camino por donde nos llevan sólo puede con­ducirnos a la agravación y profundización de la crisis económica y a la enajenación de nuestro país. Mediante empréstitos y mediante concesiones muy pronto no seremos dueños ni de nuestro suelo ni de nuestros destinos. Las finanzas públicas termina­rán controladas por Bancos extranjeros; y las fuer­zas productivas, por compañías extranjeras.

EMPRÉSTITOS

Nosotros necesitamos desarrollarnos con nues­tros propios recursos para poder ser dueños del país y de sus riquezas. Esto no significa que no necesitemos capital extranjero que nos venga por medio de empréstitos. El peligro no está en los em­préstitos mismos sino en sus condiciones. Emprés­titos a bajo tipo de interés y a largo plazo amortizables con nuestra propia producción; empréstitos que no afecten nuestra soberanía y que no nos aten las manos cuando se trate de invertirlos en la for­ma que mejor nos convenga; que nos permitan fi­nanciar la explotación de nuestro petróleo y de nuestro aluminio y de nuestro hierro y de nuestra electricidad, pero mediante condiciones decentes y justas; tal es el tipo de empréstitos que necesita­mos. Los millones que pretenden llevarse las com­pañías petroleras pueden convertirse, en nuestro país, en caminos, en ferrocarriles, en escuelas, en hospitales, en universidades, en bienestar general. No sólo pueden sino que deben convertirse en eso. En los Estados Unidos hay muchos rascacielos le­vantados con las riquezas que los grandes mo­nopolios se han llevado de nuestros países. Si esas riquezas las hubiéramos explotado nosotros y no los monopolios, en los Estados Unidos no habría muchos rascacielos ni muchas otras obras suntuo­sas, pero en América Latina habría viviendas y escuelas y hospitales al servicio de las masas po­pulares.

CONSTRUIR UNA VERDADERA ECONOMÍA NACIONAL

Necesitamos garantizarle nuevos y seguros mercados al café y, además, precios satisfactorios. Ne­cesitamos ampliar la producción do tabaco, de ca­cao, de oleaginosas, de caña de azúcar, de granos destinados al forraje, de artículos de primera necesidad, de algodón, de fibras vegetales y garanti­zarles mercados y precios justos a esos artículos.

Somos ricos en petróleo, en aluminio, en man­ganeso y en otros metales. Necesitamos sacar de la tierra esas riquezas y convertirlas en progreso na­cional. Hay miles de millones de dólares bajo nues­tro suelo que pueden salvarnos y que deben ser nuestros y no de las compañías extranjeras.

Necesitamos producir mucha energía eléctrica porque ella es indispensable para la explotación de nuestras riquezas y para industrializarnos. Tene­mos caídas de agua suficientes para abastecernos de energía eléctrica durante muchos años. Pero pa­ra este fin no nos sirven los empréstitos que nos obligan a levantar tarifas y a entregar las posibles utilidades a título do intereses y comisiones.

En otras palabras, es necesario que construya­mos una poderosa economía nacional, controlada por nosotros y para beneficio de nosotros.

EN EL CAMPO SOCIALISTA PODREMOS ENCONTRAR LA SALIDA

¿Será posible realizar todos esos anhelos sin que nuestro país tenga necesidad de adquirir com­promisos políticos con ninguna potencia ni entre­garle a nadie la parte del león? Sí es posible.

Hace unos cuantos años todo eso podía consi­derarse difícil de conseguir, porque sobre el plane­ta sólo existían un mundo y un mercado. Hoy fun­cionan dos mundos y dos mercados que están en plena lucha, en plena emulación económica. Hoy existe, además del mercado capitalista, el mercado socialista. ¿Pueden o no pueden, deben o no de­ben, los países débiles como el nuestro aprovechar­se de esa lucha de mercados y de sistemas económi­cos? Yo no estoy sugiriendo en este momento al Gobierno de mi país, ni a los capitalistas y hombres de negocios, que se hagan socialistas o que adquie­ran compromisos políticos con el socialismo. Lo que les sugiero es que traten de abrir el mercado socialista para nuestros productos de hoy y para los que podamos producir en el futuro. El Gobier­no de Alemania Occidental ya está haciéndolo, por presión de los propios monopolios alemanes, como lo informó el periódico «La Nación» en su edición del domingo próximo pasado. Nehru de la India está haciéndolo. El Sha de Persia está haciéndolo. Italia y Francia están haciéndolo. La España de Franco está haciéndolo. Nasser de Egipto está ha­ciéndolo. Y en nuestra América Latina lo hacen el Brasil, México, Uruguay, Chile, Bolivia y la misma república de El Salvador. ¿Son ésos países comu­nistas? ¿O se habrán infiltrado de comunismo por el hecho de comercial con los países socialistas?

Si los banqueros de los Estados Unidos y de Europa no quieren darnos empréstitos decentes para explotar nuestro petróleo y nuestro aluminio, ¿habrá escrúpulos en conseguir esos empréstitos en el mundo socialista? La India los ha conseguido para levantar sus plantas siderúrgicas y explotar su petróleo. Nasser los consiguió para construir: la gran represa del Nilo. Varios países de Asia y África también los han conseguido precisamente para industrializarse y modernizar su agricultura. Y no se trata de países comunistas, sino de países cuyas clases gobernantes están colocadas en la derecha. Los países socialistas les han suministrado emprés­titos a 30 y 50 años de plazo, con intereses del 2 y el 2.5% anual, pagaderos con los propios artículos que van a ser producidos; y además, les han facilitado técnicos o se los; han preparado.

Pero no sólo esta clase de medidas necesitamos. También es necesario que llevemos a cabo una verdadera reforma agraria que nos permita incorporar a la producción todas las tierras incultas qué existen y que nos permita rescatar las tierras acaparadas por latifundistas que no las trabajan ni las dejan trabajar. Las tierras deben ser repartidas gratuitamente entre los hombres de trabajo y la explotación de las mismas debe ser debida­mente financiada.

EL CAMINO

Diversificar nuestra producción agrícola; impulsar el establecimiento de nuevos cultivos; tecnificar y modernizar la agricultura y la ganadería; desarrollar industrialmente al país; explotar nuestras fuentes de petróleo y minerales; electrificar el país; abrir el mercado socialista a nuestros produc­tos; comprar lo que necesitamos donde nos lo ven­dan más barato; asegurar la propiedad y explota­ción de todas las riquezas naturales de nuestro suelo al pueblo costarricense rescatándolas de los monopolios extranjeros que las detentan; buscar empréstitos para desarrollarnos allí donde nos los den en condiciones ventajosas y sin compromisos políticos, sin mengua de nuestra soberanía; poner a producir las mejores tierras del país y ampliar el mercado interno mediante una reforma agravia au­daz y revolucionaria, mediante la eliminación del latifundio —es decir los acaparamientos improduc­tivos de tierra— y la entrega gratuita de la tierra a los hombres capaces de trabajarla. Este es el plan que en las actuales circunstancias podría li­brarnos de una crisis y convertirnos en un pueblo próspero. El día que logremos movilizar las rique­zas nacionales y ponerlas al servicio del pueblo, las mismas crisis fiscales dejarán de existir; porque si funciona una economía robusta, el Estado no ten­drá necesidad de resolverles sus problemas eco­nómicos a las gentes mediante la creación de una burocracia gigantesca y estéril. La propia econo­mía les dará ocupación y buenas remuneraciones a los ciudadanos. Nuestra pobreza es absurda por­que son muy grandes las riquezas de nuestro suelo. Pero hasta el momento hemos sido incapaces de aprovecharlas.

¿Será posible desarrollar un plan como el que queda esbozado? Creo que es posible, sobre todo, si los propios capitalistas nacionales son capaces de entender que ha llegado el momento de intro­ducir modificaciones sustanciales en la estructura económica y social de nuestro país. Por vía pací­fica podríamos llegar a esa transformación. Con empréstitos usurarios, con persecuciones al movi­miento obrero, con campañas de calumnias y difa­maciones, con mutilaciones de los derechos políti­cos, y con mutilaciones de la soberanía del país no se conseguirá nunca la paz social.

El comunismo han venido a convertirlo en una etiqueta. No es indispensable que un individuo profese la ideología comunista para que se le colo­que la etiqueta de comunista. A los dirigentes de los monopolios yanquis no les preocupa la ideolo­gía de los individuos. Les preocupa la actividad de esos individuos. Ellos no se resignan a que los pue­blos latinoamericanos puedan llegar a ser dueños de sus propios países. Ellos no aceptan que estos países nuestros se independicen y dejen de ser semicolonias. Para ellos nosotros somos su patio tra­sero, su mercado, su fuente principal de abasteci­miento de materias primas. Necesitan continuar vendiéndonos caro y comprándonos barato. Nece­sitan de nuestra mano de obra abundante y barata. Necesitan continuar siendo dueños de nuestro pe­tróleo y de todas nuestras riquezas minerales. Ne­cesitan asegurarse a nuestros países como mercado de colocación de sus excedentes de dinero. De todo eso y de muchas otras cosas necesitan.. Quien les estorbe en ese camino inmediatamente recibe oí calificativo de comunista y es condenado a la per­secución y hasta a la eliminación.

Dentro de ese criterio es Que ellos han trazado su plan para combatir al comunismo, es decir, a to­dos los hombres que no acepten su dominio. El plan tiene medidas de dos clases: Alianza para el Progreso y persecución al movimiento obrero. Su­ponen que así acabarán con el comunismo, es de­cir, con la inconformidad, con la rebeldía, con el deseo de nuestros pueblos de vivir mejor. Pero no conseguirán eso sino lo contrario. Sus persecucio­nes aumentarán la rebeldía de los pueblos y en de­terminadas condiciones podrán ser factores deter­minantes de la violencia social. Sus empréstitos y sus inversiones leoninas engendrarán crisis fiscales y económicas que serán como leña seca arro­jada a la hoguera de la inconformidad popular.

Por lo tanto, el camino que conviene a nuestros |pueblos, incluyendo en el concepto «pueblo» a los capitalistas que anhelen la independencia nacional, no es la persecución ni el entreguismo. El camino es la construcción de una economía nueva y pode­rosa sobre la base de una plataforma de liberación nacional, de producción agrícola impetuosa y cien­tíficamente organizada, de industrialización y de democracia.

¿Podría llevar a cabo una obra de esa enver­gadura un Gobierno cualquiera? Seguramente que no. Esa transformación de la estructura económica y social de Costa Rica tendrá que ser obra de un Gobierno de nuevo tipo. No estoy hablando de un Gobierno comunista. Pero sí de un Gobierno capaz de mantener el régimen democrático, de enfrentár­sele a las grandes compañías que usurpan nuestras riquezas y de enfrentársele también a las fuerzas reaccionarias y oscurantistas del país. Deberá ser un Gobierno apoyado, no por las compañías ex­tranjeras ni por los empréstitos de Wall Street sino por los obreros, los campesinos, la clase media de las ciudades, los intelectuales y los capitalistas progresistas y patriotas.

El mundo está en Revolución. Esto nadie tiene derecho a dudarlo. Ningún pueblo, grande o pequeño, podrá quedarse al margen de esta transformación universal. Eso sí, cada pueblo tendrá que encontrar su propio camino de acuerdo con sus características económicas, con el grado de su cultura, con sus tradiciones. Yo estoy convencido de que a los costarricenses no nos será difícil cambiar la estructura del país por vía pacífica, sin grande convulsiones. Pero para eso es indispensable que la clase gobernante de este país entienda que nuestro camino tiene que ser buscado a través de formas democráticas de vida. El respeto a las instituciones democráticas que son expresión de los derechos políticos de los ciudadanos en la sociedad que vivimos, es indispensable para que Costa Rica pueda avanzar hacia el progreso sin romper sus tradiciones de tolerancia y de paz. Dentro de este orden de ideas lo primero tiene que ser acabar con la proscripción de Partidos políticos. Devolver la legalidad al Partido de la clase trabajadora. Sólo el libre juego de todos los Partidos políticos podrá facilitar la transformación pacífica de nuestro ré­gimen social.

SOBRE LA CRISIS FISCAL

Hablemos ahora unos minutos de la crisis fiscal. Yo no creo que el señor Orlich esté haciendo un buen Gobierno. Creo que hasta el momento son muchos y grandes sus errores. Pero tampoco acep­to la versión de que él es el responsable del desas­tre fiscal que está viviendo la República. Ese de­sastre es consecuencia de una cadena de errores que viene de muy lejos. El más grande de ellos es el que consiste en no haberse preocupado por darle a Costa Rica una economía fuerte e independiente. El otro que le sigue en categoría es el que consiste en haber mantenido por muchos años supeditada nuestra economía a los intereses de los monopolios norteamericanos.

El Gobierno de don Mario Echandi terminó su gestión con un déficit de 170 millones. Ese déficit tuvo dos causas fundamentales: la negativa de la United Fruit a pagar sus impuestos, que según el Presidente Echandi montaban a 62 millones y el aguinaldo a los empleados públicos establecido por la Asamblea Legislativa a petición del Partido Liberación Nacional.

El actual Gobierno estableció nuevos impues­tos y aumentó la deuda pública. Dijo que así acabaría con el déficit. Pero no acabó con él, porque a pesar de los nuevos impuestos y de las nuevas deudas, ahora el déficit va a ser de 114 millones de colones según la versión oficial y de más de 200 millones según cálculos realistas. Pero hay algo más grave todavía y es que el presupuesto nacional que en 1961 se había fijado en 408 millones en nú­meros redondos, y en 1962 en 422 millones, en 1963 llegará a 558 millones. Esto quiere decir que no obstante el déficit constatado desde el año 1961 el Gobierno no ha tenido inconveniente en conti­nuar agrandando el presupuesto.

Obsérvese este detalle. Atrás vimos que el café es realmente la rama más importante de nuestra economía. Pues bien, el valor de toda la cosecha de café, más el de la producción de carne, de azúcar y cacao, no alcanzan todavía para cubrir el presu­puesto nacional. En otras palabras: que el Gobier­no central absorbe para sus gastos la totalidad del valor de todos nuestros más importantes artículos de exportación. El presupuesto de todas las insti­tuciones del Estado, es decir, Gobierno central más instituciones autónomas, pasa de 1.000 millones de colones por año, que es prácticamente la mitad de toda la renta nacional que puede estimarse en 2.000 millones. En esas condiciones un país no puede desarrollarse porque el Gobierno prácticamente se apodera de la mayor parte de la producción nacio­nal. Hace 16 años el presupuesto nacional apenas era de 80 millones de colones y la población era de 800.000 habitantes. Ahora es de 1.200.000 y el presupuesto se acerca a los 600 millones sin tomar en cuenta a las instituciones autónomas.

Otro dato interesante es éste: ya en este año, el producto del impuesto sobre la renta, casi en su totalidad, será destinado a cubrir amortizaciones e intereses de la deuda externa. Ahora se anuncian nuevos empréstitos por valor de quinientos millo­nes de colones y nuevas emisiones de bonos, es de­cir, aumento de la deuda interna, por una suma de 60 millones de colones. Esto quiere decir que antes de muy poco tiempo estaremos pagando más de cien millones de colones anuales por concepto de intereses y amortizaciones de la deuda externa. La deuda pública total va a pasar de mil millones de colones. Este es un camino que sólo puede condu­cir a la miseria y a la violencia social.

El señor Ministro de Hacienda, Lic. Bernal Ji­ménez, ha ideado un plan para cubrir el déficit fis­cal. Es un plan que no se atreve a ir a la sustancia del problema. Propone una disminución escalona­da de los aguinaldos de los empleados públicos. Esta medida no le va a producir una gran suma de dinero y no parece justa en cuanto afecta a emplea­dos que devengan sueldos menores de mil colones. Si se trata de cercenar los aguinaldos sería más justo que únicamente se dijera que no podrá haber aguinaldos mayores de mil colones. Propone que los Bancos les descuenten pagarés a los deudores de la Tributación Directa. Parece que la suma total adeudada se estima en cincuenta millones de colo­nes. La medida es mala. Por un lado disminuye la capacidad de préstamos de los Bancos en cincuenta millones. Sería un mordisco más del Gobierno a la economía nacional. Pero si se dispone que esos pagarés sean redescontables, entonces estaríamos en presencia de una emisión de dinero de carácter inflacionario. Propone luego la emisión de 20 millones de colones en bonos. Es decir, más papeles a la calle, una nueva deuda para el pueblo y un peso más, aunque indirecto, hacia la desvalorización de nuestra moneda. Propone después el establecimien­to de un impuesto de consumo sobre los productos-de las industrias protegidas. Este impuesto no lo pagarán los industriales. Lo pagarán los consumidores. Por consiguiente es una medida que le encarecerá la vida al pueblo. Sugiere la supresión de 250 plazas de la Administración Pública. Pareciera, que se trata de empleados modestos, porque esas. supresiones y la disminución del aguinaldo juntos, apenas producirán 7 millones de colones. La medida no tiene trascendencia. Es una gota de agua en el Océano. Si al señor Ministro no le temblara la mano, fácil le sería eliminar del presupuesto parti­das injustificables que montan a muchos millones de colones. Pero si no le temblara la mano sí le temblaría la silla ministerial. El plan incluye, por último, un nuevo empréstito de 25 millones de co­lones con la Agencia Interamericana de Desarrollo. Lamento no disponer ya de tiempo suficiente como para hacer un análisis detenido del Presu­puesto correspondiente al año en curso. Sin em­bargo, es conveniente que cuando menos formule algunas observaciones que puedan dar idea del con junto.

El impuesto sobre las utilidades, es decir, el que pagan los que tienen utilidades, está calculado para este año en 59 millones de colones. Y las rentas aduaneras, es decir, los impuestos que paga directamente el pueblo, están estimados en 216 millones de colones. En otro lugar demostré que nuestra clase adinerada en conjunto no ha sufrido mermas en sus negocios. Por eso tiene que resultar chocante que el Gobierno trate de resolver sus problemas aumentándole las cargas a la masa popular, sacrificando a las gentes de menores recursos. Cuando llega el momento del sacrificio lo lógico es que se toque en primer lugar a los que más pueden. No a los que menos pueden. No es lo mismo cercenarle a un rico sus utilidades que cercenarle a un pobre el pan de sus hijos. En todo caso, el lema de un Gobierno en las actuales circunstancias no debiera ser «cercenar» sino «reivindicar y desarrollar las grandes riquezas del país».

LEYENDO EL PRESUPUESTO

Estoy leyendo el capítulo del presupuesto correspondiente al Ministerio de Obras Públicas. Centenares de ingenieros, maestros de obras, oficinis­tas, bodegueros, chóferes, etc. Es un personal tan numeroso y tan completo que da la impresión de que tiene a su cargo centenares de obras de gran envergadura. No entro a juzgar la actividad de ese personal. Lo que me interesa señalar es otra cosa.

En el mismo capítulo hay un titulo que se denomina «Plan Vial». Es todo un personal numerosí­simo dedicado exclusivamente a la ejecución del llamado «Plan Vial». El monto total de los sueldos de este nuevo departamento es de un millón tres­cientos mil colones. Y me pregunto: ¿No tenía el Ministerio de Obras Públicas suficiente aparato para llevar a cabo el plan vial? ¿Por qué esta nue­va y exuberante burocracia? Pero el Plan Vial mis­mo es otra cosa interesante. Sólo la primera parte del plan implica una erogación de 74 millones de colones, para construir carreteras, en su mayor parte, en los alrededores de San José. Por ejemplo, San José – Desamparados, San José – Tres Ríos, La Uruca – Incurables, Tibás – Llorente, Sabana – Pavas, y así por el estilo. En todos esos lugares ya hay carreteras buenas. Pues van a gastar 74 millo­nes haciendo carreteras donde ya existen, en tan­to las zonas lejanas del país están sin caminos pa­ra sacar sus productos. La segunda parte del plan implica una financiación de 40 millones y la terce­ra de 20 millones. Esta segunda parte del plan tam­bién comprende carreteras en los alrededores de San José y de otras ciudades de la Meseta Central las cuales no son indispensables.

Para la carretera a El Coco hay una erogación suplementaria de más de seis y medio millones. La carretera en total costará alrededor de 50 millones de colones. ¿Qué objeto tiene esa carretera? ¿No está buena y funcionando la carretera San José – Heredia – Alajuela? ¿Es justo que tantos millones se gasten en lujosas carreteras que son innecesa­rias? ¿Y por qué el Banco Central, con dineros que debiera estar emprestando a los agricultores y a los industriales está construyendo para sus ofi­cinas un edificio que costará alrededor de 25 mi­llones de colones según se me informa? ¿Y por qué el Banco Anglo hizo un gasto semejante? ¿Y por qué los tres Bancos están construyendo edificios suntuosos en todas partes para instalar sus agen­cias y hacerse una competencia que no tiene justi­ficación? ¡Pero la indignación tiene que subir de punto cuando trascienden noticias .sobre importa­ciones de mármoles y bronces para embellecer esos palacios que están construyéndose con los recur­sos que un pueblo miserable como el nuestro ne­cesita para más apremiantes menesteres! ¿Y para respaldar esos y otros disparates es que se le pide al pueblo resignación y espíritu de sacrificio al mismo tiempo que se aumenta la deuda pública?

Continúo pasando hojas de este libro. Organis­mos y más organismos con funciones iguales. Plan­tas completas de empleados que no sabe uno qué pitos pueden tocar. Pareciera que se tratara de ad­ministrar un país de 10 millones de habitantes. Pe­ro somos apenas un millón doscientos mil y el pre­supuesto llega a los 550 millones. Esto es sencilla­mente escandaloso.

Aquí tengo el capítulo de las subvenciones. Es muy largo. No puedo leerlo todo. Veamos algunas partidas nada más. Voy a citarlas sin fracciones.

Para el Servicio Nacional de Acueductos que ya controla las más importantes cañerías del país con sus respectivos ingresos se fija una subvención de cinco millones y medio de colones. A la Oficina de Cooperación Costarricense Americana, trescientos treinta y tres mil colones. A la AID (entidad que por otro lado nos da empréstitos) una subvención de trescientos cincuenta mil colones, Al Instituto Centroamericano de Investigación y Tecnología, trescientos cuarenta y cinco mil colones. Al Insti­tuto de Nutrición Centro América-Panamá, ciento dieciséis mil colones. A la Organización de Avia­ción Civil Internacional, treinta y tres mil colones. A la ODECA, ciento cincuenta y un mil colones. A la Oficina Sanitaria Panamericana, noventa y nue­ve mil colones. A la OIKSA, ciento noventa y nue­ve mil colones. A la OIT ochenta y ocho mil colo­nes. A la ONU, las siguientes partidas: ciento ochenta y seis mil colones, sesenta y seis mil, tres­cientos noventa y nueve mil, sesenta -y seis mil y cien mil. A la UNICEF, ciento noventa y nueve mil. A la Unión Panamericana, ciento setenta y dos mil. Así por el estilo. Salto centenares de Parti­das. Apenas he querido dar una idea acerca de este capítulo de subvenciones. Pero las subvenciones en conjunto pasan de los 60 millones de colones. Mu­chas son justas, pero muchas pueden ser suprimi­das de un tajo. ¿Por qué regalar millones a inútiles organismos internacionales en tanto nuestros cen­tros hospitalarios están a punto de clausurarse por falta de recursos económicos?

Sintetizo mis ideas para terminar. La crisis fiscal es grave. Pero será más grave la crisis económica si no se toman medidas eficaces para evitarla. Estas tendrán que ser medidas audaces, orientadas a organizar, tecnificar, aumentar y diversificar la producción nacional; y especial-mente, a explotar, en beneficia del país, los muchos recursos naturales de que disponemos. En cuanto a la crisis fiscal, lo correcto y lo lógico es endeudar más al país ni echar más cargas tributarias sobre el pueblo, ni inflar el sistema monetario. El camino parece ser otro: eliminar los gastos superfluos del presupuesto; detener la construcción de obras que no son necesarias; suprimir todas las subvenciones a organismos internacionales que no las necesitan porque no hay razón para seamos, como dice el refrán popular, candil de la calle y oscuridad de la casa; suprimir otras subvenciones otorgadas por compadrazgo o por influencias políticas; recortar la burocracia evidentemente innecesaria mediante una reorganización drástica y efectiva de la Administración Pública; intervenir con energía en el capitulo de las exenciones de aduana que es escandaloso y cuantioso; promover el reevalúo de las grandes fincas y de los grandes edificios y no de las pequeñas y media-propiedades; sin lugar a dudas que los grandes propietarios no están pagando lo que les corresponde. Pero por encima de todo, debe obligarse a las grandes compañías a tributar. La United Fruit, la Electric Bond y la Northern realizan utilidades fabulosas y se las llevan sin dejarle nada a nuestro país. Si a esas compañías se las obliga a pagar lo que deben pagar conforme a las leyes o conforme a la justicia, se enjugará el déficit fiscal sin necesi­dad de sacrificar más al pueblo.

Y quiero terminar subrayando un concepto ex­ presado atrás: sólo un Gobierno apoyado en un poderoso bloque de fuerzas populares democráti­cas, patrióticas y revolucionarias, será capaz de poner fin a la crisis fiscal en Costa Rica, de impe­dir que se desarrolle la crisis económica y de cons­truir una economía nueva y robusta, capaz de ga­rantizarles a nuestras masas populares un nivel de vida decente y racional

Fuente: Mora Valverde, Manuel: Crisis y Revolución, julio de 1963. Imprenta Elena, 52 páginas.

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