El Almaticazo
El Almaticazo fue un intento por derrocar al presidente Teodoro Picado que se llevó a cabo el 24 de junio de 1946. Se le dió ese nombre por la emisora de Radio «Alma Tica», donde sería leido un manifiesto de los golpistas. También es importante mencionar que don León Cortés falleció el 3 de marzo de 1946 y por lo tanto no tuvo ninguna participación en el hecho.
Como me lo contaron,
lo cuento…
Para los que fueron partidarios de don León Cortés Castro, el 13 de Febrero de 1944 marcó una página vergonzosa en la historia política de Costa Rica, pues dicen que don León fue despojado del triunfo electoral mediante el fraude más inícuo. Y afirman categóricamente: Aquel domingo de las elecciones, en que don León se enfrentaba a don Teodoro Picado, para aquel entonces, no se exigía la cédula de identidad, sino una sencilla cédula de votación. Tampoco había padrón fotográfico.
Aquel fraude fue denunciado al país por el propio don León, en discurso pronunciado a las doce del día mismo de las elecciones, por una emisora de la Oposición, pero todo fue en vano. El gobierno tenía en sus manos toda la maquinaria electoral. Antes no existía el Tribunal Supremo de Elecciones, y, en tal forma, don Teodoro resultó electo Presidente de la República. El descontento fue grande y así mismo la indignación. Por fin, llegó el 8 de Mayo. Don Rafael Angel Calderón Guardia entregó el poder a don Teodoro, pero aquello le habría de resultar al Lic. Picado un mando simulado, pues los calderonistas estaban posesionados de los puntos claves del gobierno. Don Teodoro no era más que una figura decorativa, -lástima su personalidad, su inteligencia, su preparación académica-. Los partidarios de don León, uno de los partidos políticos más grandes que hasta la fecha había existido, se ahogaban en una cólera sorda.
Y así fueron los días y los meses. Existía una oposición genuina, y don Teodoro lo sabía y también era consciente de cómo había llegado al poder, a los dos años de gobierno, quiso sacudir el yugo que le habían impuesto, rectificar, y hacer un gobierno a su manera y estaba capacitado para hacerlo, la misma Oposición reconocía sus méritos, en verdad, era un hombre capaz. Una mañana, don Teodoro reunió a la Fuerza Pública en el Teatro de la Policía, a la que hablaría para bastantear si contaba con su apoyo. Llegó al patio, y, en vez del saludo de rigor para con el Presidente de la República, sólo se escuchó un grito a coro de: «VIVA PACO CALDERON», y otros gritos que eran como especie de conjura contra el Presidente de la República. Mayor humillación no podía haber recibido don Teodoro. El pueblo se preguntaba: «¿Quien gobierna el país?». Imposible la libertad para unas próximas elecciones.
Don León seguía siendo el líder de las masas y contaba con gente decidida. Se comenzó a gestar un movimiento. Había que reunir armas, había que reunir grupos en cada cantón, en cada distrito. Unos querían imponer a don León por la fuerza, otros creían en la necesidad de tumbar al Gobierno y después ver cómo se arreglaban las cosas, pero la figura central del movimiento, era don León. Lo cierto es que el régimen tenía que caer.
Una noche, a determinada hora, don Roberto Brenes Mesén leería por la Emisora ALMA TICA un manifiesto, y aquel era el santo y seña para que el pueblo se levantara en armas. Llegó aquella noche… sigilosamente, comenzaron a entrar en el estudio de radio teatro de la emisora las personas que habían sido citadas, entre ellas don Roberto Brenes Mesén. La Emisora terminó sus programas regulares a las diez de la noche, pero la planta transmisora quedó encendida. Un micrófono estaba preparado, no era más que activarlo para lanzar al aire la proclama. Los que se amotinarían en todo el país, esperaban las doce de la noche. Algo iba a ocurrir. Muchos lo sabían, pero otros no, pero esperaban, y, el pueblo se quedó esperando… ¿Qué había ocurrido?…
Los ticos, siempre los ticos. Si no fuésemos como somos, dejaríamos de ser ticos. Ni somos guerreros, ni nos gusta el militarismo, quizás por eso somos indisciplinados y no tomamos con la debida seriedad un secreto en momentos difíciles y lo confiamos al mejor amigo, y, éste a su mejor amigo y así, sucesivamente, hasta que lo sabe todo el mundo. Y eso fue lo que ocurrió. Tanto se dijo y tanto se comentó que el Gobierno estaba en autos de que algo tramaba la Oposición y que en ALMA TICA se reuniría un grupo y toda la manzana estuvo vigilada desde horas de la tarde.
En la noche, una vez estaban dentro de los estudios todos los personajes que habían sido citados, la policía sitió la manzana con órdenes de no permitir la entrada ni salida de más gente. Los famosos «YIPONES», vehículos que teníía el Gobierno como parte de la fuerza motorizada, dejaban escuchar su ruido característico circulando por toda la manzana y poniendo nervioso a todo el mundo. En un momento dado, la policía recibió orden de disparar al que tratara de entrar o salir de aquel edificio. Aquello iba en serio, y tan en serio que una víctima sería el saldo de aquella noche: el señor José Aymerich resultó muerto por las balas de la policía. Y por fin, la última orden: «Cinco minutos para que se entreguen los amotinados, o se tomará por asalto el estudio de Alma Tica… Entretanto en la calle circulaban muchas noticias; la policía había ocupado varios depósitos de armas, uno de ellos, quizás el más grande, en Guadalupe, en el Beneficio de don Alfredo Núñez. Todo ello contribuía a que el golpe fallara… Dentro del estudio de Alma Tica se discutía. Algunos estaban por dar la batalla ahí mismo… Otros decían que era tonto derramar sangre inútilmente. Y sin perder la esperanza en el futuro, decidieron entregarse.
Poco a poco fueron saliendo y de inmediato hechos presos. A la cárcel fueron a parar y entre ellos la venerable figura de don Roberto Brenes Mesén. Entre los detenidos estaban Ana Rosa Chacón, Adán Elizondo Salazar, Arturo Quirós Carranza, Miguel Angel Dávila, Jesús Conejo y otros más.
Así se produjo el llamado ALMATICAZO, hoy casi olvidado, pero parte de la historia política de un pueblo que vivía alerta en defensa de la libertad del sufragio. Y desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente, a ratos clara y serena, y en otros momentos, turbulenta y peligrosa.
Tomado de «Los excombatientes de 1948-55: Ensayo sobre la guerra civil de Costa Rica».
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