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José Figueres Ferrer: líder revolucionario que abolió el Ejército

Abolición del ejército

José Figueres Ferrer: líder revolucionario que abolió el Ejército

Freddy Mauricio Montero M.

La mañana del miércoles 1 de diciembre de 1948, en medio de la adversidad del contexto social que en ese momento envolvía al país, José Figueres Ferrer, presidente de la Junta de Gobierno, efectuaba un acto altamente revolucionario que marcaría la historia de Costa Rica: la abolición del Ejército Nacional.
El contexto era complejo y plagado de incertidumbre, habiendo finalizado el levantamiento armado del Ejército de Liberación Nacional en abril de ese mismo año, defendiendo el derecho al sufragio, se había establecido una Junta de Gobierno interina, la cual para el 8 de diciembre llamaba al pueblo a las urnas para definir a sus representantes que integrarían la Asamblea Constituyente.

Los enemigos del cambio vociferaban que el movimiento comandado por don Pepe Figueres no era más que un golpe de Estado común y corriente, mientras que en ese mismo momento las tropas de la Guardia Nacional nicaragüense se preparaban para invadir Costa Rica al lado de las fuerzas de Calderón Guardia, con el fin de desestabilizar el proceso de transformación institucional por el cual transitaba el país. Por otra parte, la sedición armada liderada soterradamente por algunos miembros de la Junta de Gobierno se vislumbraba, intentando ladear el timón político de los acontecimientos hacia la consecución de sus propios intereses.

La realidad social que vivía el país realmente era crítica, cualquier decisión, fuese buena o mala, podría volcar a Costa Rica entero a un abismo, o hacia la maduración de la vía democrática. Don Pepe Figueres extendió su vista de análisis y reflexión hacia el contexto internacional, y comprendió que en el marco del derecho internacional sería inconcebible que un país desarmado fuese invadido por un ejército extranjero, o que un proceso de elección popular para la conformación de una Asamblea Constituyente fuese saboteado desde lo interno. La amenaza enviada por Somoza García a Costa Rica era real, y la respuesta de la Junta de Gobierno debía ser enérgica y contundente, la proscripción del Ejército, y con dicha respuesta, además, se abriría trecho al modelo de Estado que la Junta perfilaba para Costa Rica, un Estado civilista, democrático y desmilitarizado.

Existen costarricenses que en la actualidad restan mérito al proceso de abolición del Ejército Nacional, aduciendo que dicha institución era para su época un cuerpo civilista, atrasado, el cual además no representaba un interés estratégico para el Estado Costarricense; ¡nada más falso! Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX el Ejército Nacional fue una institución robusta, que detentó cuotas de poder político relevantes, y cuando las condiciones le eran requeridas, atentaba contra el orden democrático para mantener el estatus quo de las clases dominantes. Múltiples fueron los golpes de estado durante el siglo XIX; y ya para el siglo XX, en 1917 el Ejército Nacional derrocó el gobierno del presidente Alfredo González Flores, y lo mismo pretendió realizar en 1932 con la intentona de golpe de Estado para boicotear los resultados electorales durante el gobierno de Cleto González Víquez. El Ejército Nacional no era una institución de adorno, era una estructura militar organizada con una cuota de poder relevante y una influencia política innegable.

Esa mañana del 1 de diciembre, en el patio interno del Cuartel Bellavista, las llaves del complejo militar fueron entradas de forma simbólica por parte del ministro designado de Guerra y Seguridad Pública al ministro de Educación, rodeados de delegaciones estudiantiles, con el compromiso de transformar ese cuartel en una institución de la Ciencia y la Cultura; de igual forma, José Figueres de un mazazo a la pared, promulgó la abolición del Ejército Nacional y pronunció las siguientes palabras al público presente: “Los hombres que ensangrentamos recientemente a un país de paz, comprendimos la gravedad que pueden asumir estas heridas en América Latina, y la urgencia que dejen de sangrar. No esgrimimos el puñal del asesino, sino el bisturí del cirujano. Como cirujanos nos interesa ahora, más que la operación practicada, la futura salud de la Nación, que exige que ésta herida cierre pronto, y que sobre ella se forme cicatriz más sana y más fuerte que el tejido original”.
La apuesta por la Costa Rica democrática y civilista ya estaba echada, y se conformaban así las bases del estado social de derecho contemporáneo.

Una semana después del desarrollo de este acto emblemático, el pueblo de Costa Rica fue a las urnas el 8 de diciembre para elegir a sus representantes para la Asamblea Constituyente, y dos días después, la Guardia Nacional Somocista junto a las fuerzas armadas irregulares de Calderón Guardia invadieron Costa Rica, por el cantón de La Cruz Guanacaste, creando muerte y destrucción a su paso, buscando sabotear el proceso de cambio institucional iniciado. Don José Figueres acudió de forma inmediata a la Organización de Estados Americanos y demás foros globales, denunciando cómo un país desmilitarizado estaba siendo invadido por ejércitos extranjeros, la protesta internacional fue unísona, al igual que el esfuerzo del pueblo costarricense por repeler a los invasores. Sin duda alguna, la abolición del Ejército Nacional cumplía sus propósitos transformacionales del nuevo Estado costarricense.

De esta forma, José Figueres Ferrer desmilitarizaba de manera permanente al país, en un momento histórico en el cual el continente estaba plagado de dictaduras a lo largo y ancho de la región, generándose así un mensaje de civismo y democracia para toda América Latina. Posteriormente, para la década de los ochenta, cuando Centroamérica se encontraba sumida en los conflictos armados, el legado civilista de José Figueres Ferrer fue ampliado con la Declaración de la Neutralidad Perpetua, Activa y No Armada del presente Luis Alberto Monge, y posteriormente con el Acuerdo de Paz de Esquipulas; la vocación civilista del pueblo costarricense sería además distinguida a nivel internacional mediante el reconocimiento del Premio Nobel de la Paz al presidente Oscar Arias Sánchez.

La Costa Rica del 2020 enfrenta desafíos muy diferentes a los que vivían nuestros antecesores hace setenta y dos años atrás, pero hay un elemento que tenemos en común, y es el reto diario ciudadano de escoger entre la respuesta democrática o la egoísta ante los problemas cotidianos; de la calidad de nuestras respuestas cotidianas depende la sobrevivencia de nuestro estado social de derecho, de los valores republicanos y de la democracia, saber discernir entre lo que es conveniente solo para mí, o lo que nos conviene a todos en sociedad para salir adelante con igualdad y equidad.

En esta Costa Rica de hoy, el pesimismo y las noticias negativas de nosotros mismos embargan todas nuestras mañanas, y sucede que esta nebulosa no nos permite reconocer lo grande que como sociedad hemos crecido desde el pasado, las conquistas institucionales con las que contamos ahora, y la importancia de mantenernos unidos como un solo pueblo para enfrentar juntos las tempestades de la Historia.

Ante situaciones desafiantes, más creativas e inclusivas deben ser nuestras respuestas, tal y como don Pepe Figueres nos lo enseñó un primero de diciembre del año 1948. Costa Rica agradece, a usted don Pepe, por su esfuerzo, así como a todos los hombres y mujeres que acompañaron ese noble sueño de ver crecer a sus hijos e hijas en una sociedad sin Ejército, viviendo en democracia y cobijados por una educación pública robusta, tal y como crecí yo. ¡Muchas gracias!

* Antropólogo Social, Politólogo, Administrador Educativo

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