El Ministro de Obras Públicas de la Junta

Francisco J. Orlich Bolmarcich

El Ministro de Obras Públicas
Francisco J. Orlich Bolmarcich

De «La Segunda República – Dos Epocas y una Costa Rica»
Editorial Borrasé, Agosto 1948.

Don Francisco Orlich B. es un verdadero caballero del trabajo. Así como en la vida diaria de la ciudad hay un sentido de consideración permanente para los hombres que se destacan por sus conocimientos en la economía, en la política, en la banca, en el comercio, en las profesiones, y en todo aquello que significa medio de actividad y de cultura, el campo -apreciado éste desde su realidad como espacio vital para el trabajo- se destacan los hombres que realizan obra de reconstrucción, de progreso, de realismo económico. Uno de estos hombres es don Francisco J. Orlich, que fue llamado por el Presidente Figueres a ocupar el cargo de Ministro de Obras Públicas. El no es ingeniero como se supone en estos casos, pero es hombre de una gran capacidad de trabajo y de responsabilidad, porque precisamente sus ocupaciones particulares en la vida de sus negocios y de sus descendientes, ha sido la de una gran práctica y sentido común en toda obra de construcción y de producción. Pero si fuera necesario que en el Ministerio de Obras Públicas y Transportes estuviera un hombre de responsasbilidad absoluta de sus actos y de respeto a él mismo para todo lo que concierne al cargo, ese hombre está encarnado profundamente en el señor Orlich.

Quien esto escribe ha tenido la fortuna de conocerlo bastante; de seguirlo de cerca en su vida de hombre de trabajo, de verdadero caballero del trabajo; de gran trabajador. En tal forma, puede expresar que la actuación de don Francisco en todo instante, fue de dominio del medio que le rodeaba entre políticos y politiqueros, para sobrepornerse en todo instante a las asechanzas y las genuflexiones que otorgaba la oligarquía. Como en su pueblo natal de San Ramón se destacó desde muy joven por su inteligencia y su adecuación al trabajo constante y férreo, fue levantándose propicio su nombre para la lisonja de los politiqueros; pero él supo mantenerse alejado y a distancia prudente de todo eso. Le interesó la política general de los hombres como don León Cortés, con quien hizo varias jornadas en su Cantón para llevar elevangelio de la civilidad y de la decencia. Como el no fue adicto a todo gesto de servilismo y de pleitesía, supo ser un verdadero líder como diputado de la oposición en los desgobiernos de los últimos ocho años. En el Congreso se le vió actuar con independencia de criterio ampliamente cimentado en todo lo que a su entender y buen gobierno era contrario al bien público y a la honestidadad administrativa. Su voz en la cámara era ciertamente firme clara cuando se trataba de problemas de honda repercusión nacional. Razonaba siempre su voto en estos problemas, con pocas palabras pero con responsabilidad absoluta de su pensamiento y de conciencia de civismo puro.

La actuación de don Franciso J. Orlich fue en todo momento de las más limpias y de las más decididas y resueltas en todo lo que era necesario pronunciarse con valor y con espíritu de defensa del derecho cívico de los costarricenses. En la actuación parlamentaria del señor Orlich hubo, en todo instante, un sentido de justicia y de compresión de los problemas que afectaron siempre al país y sobre los cuales él determinó criterio justo y real. Su paso por la curul parlamentaria es una de las etapas de mayor fuerza cívica en la vida del señor Orlich. Porque trabajador y eminentemente consagrado a la vida del progreso no andubo por los vericuetos politiqueros como antes dijimos. Se podría decir que don Francisco concretó en su labor del Congreso lo que más tarde tenía que venir a definir desde el Ministerio de Obras Públicas que han puesto en sus manos responsables, cuidadosas, honradas y devotas de trabajo sin descanso.

Llena pues el nombre de Francisco J. Orlich en el gobierno surgido de una revolución que acabó con la oligarquía civil y con la desfachatez, un sitio justamente escogido para él que es hombre de trabajo, de realismos, de definiciones y para quien la ideología de la Segunda República es esencia misma de su personal iedología y de identificación espiritual desde hace muchos años con el director de ella, don José Figueres. Bien expresó el señor Figueres en aquella ligera semblanza de don Alberto Martén, cuando dijo que para las demás actividades encontraría a los colaboradores afines con su pensamiento y su idea prima. Don Francisco es complemento en esta obra de regeneración y de reorganización que se han propuesto los hombres nuevos de una Costa Rica nueva. Y para participar de esta Costa Rica nueva, don Francisco se fue a la montaña con el arma al brazo y con el espíritu templado en su aversión por la mala práctica de los gobernantes de entonces. Organizó un grupo de hombres valientes y se jugó la vida por llegar a la aurora que hoy vive la Patria ayer mancillada. Hombres como él hacían falta para esta cruzada y por esto se encuentra en un Ministerio, al lado de los que deben legarnos una verdadera Costa Rica decente.

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