En las crónicas de la revolución se ha hecho lamentable olvido de quienes construyeron los tanques
Guillermo Núñez U.
El Ejército de Liberación Nacional contó para sus operaciones de guerra con tres armas que fueron: Aviación, Infantería y Tanques. En las crónicas de la guerra se ha hablado mucho de las dos primeras, pero se han olvidado lamentablemente de la tercera. Justo es que alguien rectifique este error, y es este el único motivo de las siguientes líneas.
Cuando el Ejército de Liberación Nacional ocupaba San Isidro se hizo evidente el peligro que significaba para éste el no contar con unidades blindadas que pudieran hacerle frente a las del gobierno de Picado, en caso que estas últimas lograran romper nuestro tapón de El Empalme, y nos atacaran en San Isidro. Pero al mismo tiempo resaltaba la imposibilidad de poder traer estas unidades por avión, por ser muy pequeños los Douglas para ello, y por mar resultaba muy lerdo y no contábamos ya con el Puerto de Dominical. Esto significaba que el Ejército de Liberación Nacional estaba condenado a pelear sin unidades blindadas en contra de un enemigo que contaba ya con buen número de ellas.
Pero en los talleres que la Public Roads Administration tiene en San Isidro hubo un grupo de patriotas que, tan pronto se dieron cuenta del peligro, pusieron manos a la obra y no sólo construyeron los tanques, sino que estos fueron diseñados por ellos mismos. Usando el más grande de los tractores que la compañía tenía en el plantel, estos patriotas trabajaron día y noche, sin importarles en absoluto su sacrificio, cortando, moldeando y soldando enormes platinas de acero, para irle dando forma al primer tanque con que nuestro ejército contó, que resultó ser un enorme monstruo que con solo su presencia imponía respeto. Este tenía doble blindaje en tres de sus costados y blindaje sencillo en el otro y en el techo.
Su armamento consistía en seis ametralladoras. Para darse una idea de su fortaleza basta conocer qué en una ocasión que este tanque caminaba por una de las calles de San Isidro, debido al fuerte ruido que en sus entrañas se producía, sus conductores no se dieron cuenta que la aviación enemiga estaba bombardeando hasta que una de las bombas le estalló como a dos metros de distancia, no sufriendo con esta explosión ni el más pequeño daño.
Como premio por las muchas horas de trabajo que necesitaron para construir este tanque, estos esforzados y valientes compatriotas pidieron de recompensa únicamente el permiso para bautizarlo, «El Mono». Días después nos entregaban una segunda unidad, «El Escupe-Fuego», más pequeña y liviana de blindaje, pero muchísimo más rápida que «El Mono».
Estos costarricenses con su iniciativa y su esfuerzo crearon para el Ejército de Liberación Nacional la tercera arma, con la que no se contaba, fueron los siguientes: Rodrigo Mesén, Milton Fonseca, Eligio Rodríguez, Recadero Moreira, Abel Moreira, Fernando Moreira, un señor Figueroa de cuyo nombre siento no poder recordarme, Alfonso Garita, Humberto Ulate, Sigifredo Hidalgo y el Cholo Coto y su hijo. Estos dos últimos, tan grandes, tan fuertes y tan morenos, que como maquinistas que fueron de «El Mono», cuando salían en misión parecían tres hermanos de paseo.
Ojalá que mi memoria no haya dejado por fuera a ninguno de este grupo, que a mi modo de ver fue uno de los más sobresalientes del Ejército de Liberación Nacional.
Gracias a Marcos Mesén Araya por compartirnos el documento.
Publicado originalmente en La Nación del 8 de octubre 1948.
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