Estos diez años
Discurso pronunciado por el
señor Presidente de la República
Don José Figueres
el día 29 de enero de 1958.
Imprenta Nacional. San José, Costa Rica, 1958.
Conciudadanos:
El 2 de febrero, próximo domingo, los costarricense iremos a elecciones. Hace justamente 10 años, por este tiempo, en 1948, nos preparábamos también para votar.
Solamente los niños de hoy no recuerdan aquel proceso electoral de hace diez años. Los demás ciudadanos, jóvenes y adultos, debemos comparar esta paz de ahora con las tormentas de aquel tiempo, apreciar en lo que vale este ambiente de tranquilidad, y dar gracias a Dios.
¡Lo que va de ayer a hoy!. No parece haber transcurrido solo una década de rápido mejoramiento, sino un siglo entero de paciente evolución!
A estas horas, si alguna persona o algún pequeño grupo intentara perturbar el orden, recibiría la repulsa de todos los sectores de opinión. Todos deseamos que la tranquilidad se mantenga. Las autoridades vigilan como es su deber y los ciudadanos cooperan.
Está bien que todos los partidos aspiren a triunfar. Pero todos deben estar dispuestos, si les llega el caso, a perder. Quien no sepa perder, no debe tomar parte en una lucha democrática.
Esta paz que hoy disfrutamos es una bendición. Casi no se siente la lucha electoral. Para quien no lea periódicos ni escuche radios, puede pasar desapercibida la campaña. Ha disminuido hasta la costumbre de colocar “vivas” en las casas, y las “manifestaciones” o desfiles se convierten en paseos.
Sin embargo, ciudadanos, no podemos confundir la tranquilidad con la falta de interés. La política nos interesa a todos. A la hora de emitir el voto, ninguno ha de faltar. Hombres y mujeres por igual, si queremos un país bien gobernado, tenemos la obligación de opinar en el proceso, calladamente si queremos, y hasta en secreto, depositando nuestra papeleta de votación, con reverencia, en la urna electoral.
Hay todavía muchos países donde los ciudadanos desearían tener el privilegio de votar. Quienes gozamos de este precioso derecho, tenemos también el deber de ejercerlo.
Mucho nos ha costado esta conquista. Un pueblo que ha respondido cuatro veces en diez años al grito de guerra, en defensa de las instituciones democráticas, no puede ahora desoir el llamado de la paz, ni ser indiferente a la hora del sufragio. Las instituciones, como los músculos del cuerpo, se vigorizan con el uso, y se debilitan con la falta de ejercicio.
Todos debemos votar. Un ciudadano que no vota es como un soldado que no dispara. En la hora del sufragio, abstenerse es desertar.
Me iré agradecido
Para mí, personalmente, esta elección tiene un gran significado. Con esta elección me despido de mi vida política activa.
Me voy de la presidencia agradecido con todos los costarricenses, porque, apoyándome o combatiéndome, han hecho de este humilde agricultor una figura democrática. Pero más aún, porque en la lucha han cimentado el sistema de gobierno representativo, que honra a Costa Rica.
Yo no me preparé en mi juventud para la vida política. Soy más bien hombre de tierra y de libros. Sorpresivamente, una crisis nacional me echó a la arena. Sin haberlo planeado, tuve que tomar la palabra, la pluma y el rifle. Siempre creí cumplir con mi deber.
Cuando la benevolencia de mis compatriotas me convirtió en su dirigente, analicé mi nueva responsabilidad, y concentré mi pensamiento en los problemas del país, más que en la lucha política.
Comencé por preguntarme cuáles eran las aspiraciones del pueblo en cuyo nombre me tocaba actuar. Indudablemente esas aspiraciones son: disfrutar de los derechos civiles, políticos y espirituales; y satisfacer lo mejor posible las necesidades de alimentación, vivienda, vestido, salud y educación.
Esas son aspiraciones de largo plazo. No las puede realizar a plenitud un hombre, ni un gobierno, ni una generación. Pero se puede progresar bastante cuando al menos se procura saber cuáles son los objetivos que se buscan, cuáles son los principales obstáculos y cuáles las posibles soluciones. Al estudiar todo eso, se trabaja con ardor y con amor.
A pesar de mis limitaciones personales, he sido afortunado en mis tareas. He recibido ayuda y consejo de numerosos colaboradores, todos superiores a mí en sus respectivos campos de actividad. He visto surgir una generación nueva de hombres y mujeres estudiosos, que van introduciendo la técnica donde antes campeaba el empirismo. Entre todos constituimos la agrupación que condujo la Guerra del 48, fundó la Segunda República, y gobierna hoy por consenso popular, y con el debido respeto para las minorías. Hemos sufrido algunas deserciones, pero hemos recibido nuevos refuerzos.
El respaldo del pueblo no solamente se ha hecho sentir en votos y en sangrientos sacrificios, sino también en la lucha más dura tal vez por menos emotiva, menos heroica; en la lucha de todos los días, en la lucha del trabajo individual. La nación entera se ha propuesto superarse.
Por eso me voy satisfecho, sin rencores ni amarguras. Vuelvo contento a mi tierra y a mis libros. Viviré agradecido con mis compatriotas, que tantas distinciones me han prodigado, y me iré dirigiéndoles de corazón una sencilla y hermosa frase campesina: ¡Dios se los pague!
Causas de la pobreza
Cuando mis compañeros de estudio y yo tratábamos por primera vez de analizar la debilidad económica del país, encontramos dos causas principales de nuestras pobreza: una es, el bajo rendimiento del trabajo nacional; y otra, la poca compensación que obtenemos por nuestros productos exportables.
En ambos frentes se ha planteado la lucha durante los últimos diez años. En ambas direcciones se ha logrado algún progreso. Se han introducido mejores métodos de trabajo, en agricultura, industria y comercio. Se están percibiendo mayores ingresos por las exportaciones de banano, cacao y café.
Trabajar mejor
En 1948, restablecida la paz, hicimos un llamado a trabajar mejor. En 1953, los discursos de la campaña política fueron sencillas conferencias sobre asuntos económicos y agrícolas.
Los expertos nacionales y extranjeros han dado su ayuda. La gente ha respondido. Quien compare la agricultura y la ganadería de hoy con las de una década atrás encontrará diferencias. Ya se ha adoptado la idea de trabajar con mayor rendimiento.
La pequeña industria se ha multiplicado, y se está haciendo eficiente. Se han usado créditos por más de 40 millones de colones en la importación de máquinas modernas, y la demanda crece. El comercio nacional, especialmente en las ciudades mayores, se está modernizando.
En la clase profesional tenemos un alto nivel de cultura. Tanto los graduados en el exterior, como los de nuestra Universidad Nacional, están a tono con el esfuerzo de superación del país. Nuestras facultades de ingeniería, de ciencias económicas, y otras, están dando una cosecha de profesionales responsables. Se prepara pacientemente una Escuela de Medicina de primer orden. Nuestra naciente Universidad está bien encaminada, y ha comenzado a influir en la vida de la nación.
Además hay casi 2000 costarricenses estudiando en el extranjero. Lo que eso significa para un país de solo un millón de habitantes, es difícil de sobreestimar.
Institutos Autónomos
Todos los esfuerzos de los diversos sectores ciudadanos, por mejorar la economía, la cultura y el bienestar social, se ven cada día robustecidos y mejor coordinados por nuestra creciente organización de institutos autónomos.
Conviene recordar la situación de los productores de arroz, maíz o frijoles, hace 10 años, en zonas como Guanacaste y el Valle de El General, y comparar con las condiciones de trabajo de hoy. Aunque nos queda mucho por mejorar, ya tenemos en casi todas partes asistencia agrícola, crédito, y precio garantizado.
La red eléctrica nacional se extiende, con la rapidez que la magnitud de las obras permite. Ya no se venden conexiones o derechos en la Meseta Central, donde el número de abonados ha aumentado en muchos miles. Se ha mejorado el servicio eléctrico en Limón, Cartago, Puntarenas, Liberia, y en muchas otras ciudades y pueblos. Este verano empezará a generar la Planta de La Garita, que es un símbolo de la nueva Costa Rica.
Comienza a funcionar el programa de vivienda, y a ejercer su influencia en la construcción particular. En los primeros tres años, de organización y de tanteo, el INVU ha logrado poner bajo techo a 12 mil habitantes, creando casi 3 mil propietarios en 64 comunidades del país.
Este programa va a crecer como la espuma, usando la expresión popular. Dentro de una generación más, si la economía del país se sigue conduciendo con criterio de desarrollo y de bien común, tal vez habrá menos familias que quieran casa propia y no la obtengan.
Todas las instituciones de Seguros, cada día prestan más servicios. El Sistema Bancario Nacional, y el Ferrocarril Eléctrico al Pacífico, son pruebas de la capacidad administrativa de la nación.
Existe en los campos una necesidad similar a la de casas de habitación en la ciudad. Es la necesidad de tierra propia para el agricultor que la desea. Además, es conveniente hacer justicia a los dueños legítimos de fincas invadidas.
Me da pena reconocer que todavía no se ha iniciado ese programa, tantas veces ofrecido, por falta de recursos económicos, por falta de recursos humanos, y hasta por falta de tiempo. Ha sido difícil echar a andar tantas cosas en cuatro años.
Sin embargo, el proyecto del Poder Ejecutivo ya está en la Asamblea Legislativa. Si la Asamblea lo aprueba en las próximas sesiones, quedará fundada la institución que venga a llenar esa necesidad de tantos miles de agricultores en pequeño, llamados “parásitos” y de numerosos terratenientes.
Indudablemente quedan problemas. Si no fuera así, ¿qué haríamos en el futuro?
La vida del campo sigue siendo dura. Pero ya en muchos lugares aparece el jeep en vez de la carreta, y la casita de líneas modernas en lugar de la sencilla vivienda de antes. Ya está llegando la prosperidad, traída por los nuevos métodos. Ya ha empezado a mejorar el rendimiento del trabajo.
Y lo que es más importante, la nueva abundancia, alcanzada en un esfuerzo dignificador, ejerce en las familias una influencia educativa.
Mercado Internacional
Veamos ahora la otra causa de nuestra pobreza; la que tiene raíces internacionales; la inestabilidad en los mercados de café y cacao, y la poca participación nuestra en el negocio del banano.
Al iniciar nuestro grupo de análisis de la economía nacional, el negocio bananero, ejercido por una filial de la United Fruit Company, se encontraba en la mismas condiciones de 50 años atrás, cuando las circunstancias eran diferentes.
No pretendimos matar la gallina de los huevos de oro, pero emprendimos gestiones para hacer que pusiera en nuestro nido.
La historia es conocida. Hoy los 18000 trabajadores de la Compañía ganan el doble de lo que antes recibían. Ese dinero circula en el país.
Los impuestos que se iban al exterior, por rutina, y que ahora ingresan a nuestro Erario Público, ascienden en un año bueno a más de 20 millones de colones.
Hoy el negocio del banano enriquece a Costa Rica. Nosotros somos, de hecho los principales accionistas. Los nuevos arreglos alcanzados aquí se extendieron a los demás países donde la empresa trabajaba.
Gradualmente se va restableciendo la soberanía en materia de escuelas y hospitales de las zonas bananeras.
La compañía se siente segura. Las relaciones con nuestro Gobierno son excelentes. El trato de los trabajadores ha mejorado notablemente.
Como prueba de nuestra estabilidad y de nuestro trato justo, hemos visto con satisfacción la venida de otra Compañía, la Standart Fruit Company, a sembrar banano en el Atlántico. Además, está surgiendo una empresa bananera nacional, la BANARICA, auspiciada por el Banco de Costa Rica.
Café y cacao
En el café y el cacao la lucha por un precio justo y estable ha sido dura, y no está terminada todavía. Nos enfrentamos a intereses comerciales poderosos, y de corta visión. Son los mismos que, por miopía, provocaron la Gran Crisis Mundial de 1929.
Esta faena también debiera haberse comenzado en nuestros países desde hace 50 años. Hemos vivido regalando el producto de nuestro trabajo, y quejándonos de la pobreza.
Hoy Costa Rica es uno de los principales promotores del esfuerzo internacional. Yo mismo he tratado el asunto en casi todos los países de Europa, y en los Estados Unidos. Ahora se celebra en la Conferencia Cafetera de Río de Janeiro. Se espera que de allí salgan dos cosas: la fundación, ya anunciada, de la Oficina Internacional del Café, que asociará a los productores de América y África; y la decisión de gastar lo necesario en propaganda y mercadeo, para aumentar el consumo mundial.
Nota: Mientras preparo este discurso, llega a San José don Rodolfo Peters, delegado de Costa Rica en la Conferencia de Río, y Embajador de nuestro país en Brasil. Trae buenas noticias: Costa Rica fue nombrada como Miembro de la Junta Directiva de la Oficina Internacional del Café.
La embajada de los Estados Unidos en Río de Janeiro invitó a una recepción a todos los delegados. Es un gesto de solidaridad que los países productores agradecemos.
Sigamos.
Más atrasados estamos con el cacao, pero también se adelantan gestiones para estabilizar el precio, Costa Rica asiste a todas las Conferencias, aunque algunas personas “inteligentes” critiquen en los periódicos el “turismo remunerado”.
En las Naciones Unidas, Costa Rica tiene planteada una gestión de largo plazo, para que algún día se reconozca la importancia que tiene la estabilidad del mercado internacional, en el desarrollo de los países menos favorecidos, y en el alivio de las tensiones mundiales.
Los costarricenses no pretendemos que se nos pague bien por trabajar mal. Estamos aprendiendo a producir café y cacao por métodos mejores. Es decir, a sacarle mayor rendimiento a una manzana de terreno, y a un día de trabajo. Pero, de poco nos servirá ese esfuerzo si los precios bajan en la medida en que nuestra eficiencia aumenta.
En las últimas décadas los países industriales han levantado mucho lo que los economistas llaman la productividad, que es el rendimiento del trabajo y de la inversión. Los beneficios de esa mejora han ido a sus propios pueblos en forma de jornales crecientes y de servicios públicos mejores. No se han traducido en bajas de precios, de manera que nosotros podamos comprar más baratos sus productos.
Al contrario. Desde el alambre de púas hasta los automóviles, todo nos ha ido costando más, a medida que la industria avanza. ¿Cómo podremos mantener el equilibrio, y desarrollarnos por nuestros propios medios, si los precios de los productos nuestros no guardan proporción?
Vivimos en una época de integración mundial. Deben desaparecer las grandes diferencias entre países pobres y países ricos. La paz y la fraternidad solo pueden ser estables entre iguales.
La primera potencia democrática de nuestro tiempo ha proclamado la filosofía generosa del Punto Cuatro, según la cual deben compartirse entre todos los pueblos los conocimientos que hacen posible la abundancia. Entre otros conocimientos está el de estabilizar los mercados, y el de establecer relaciones justas de precios en el comercio internacional.
La solidaridad de las naciones hará que se adopte el principio según el cual, un día de trabajo debe significar una cantidad de bienestar igual para cualquier hombre en cualquier país.
En todo caso, aquí en Costa Rica sabemos por observación práctica que no podemos crecer, ni diversificar la economía, ni seguir el ritmos de la civilización contemporánea, si no obtenemos adecuada compensación en los negocios del banano, el cacao y el café.
Así lo ha comprendido el movimiento que eligió al Gobierno actual. Gran parte de nuestro mejoramiento económico se debe a los resultados obtenidos hasta ahora, en esa lucha económica internacional.
Anécdotas
Hace poco tiempo sucedieron simultáneamente dos cosas que constituyen una anécdota.
Al enterarme de que había en la ciudad de Chicago una reunión de compradores de cacao, llame por teléfono a nuestro Embajador en Washington, Lic. Facio, y le pedí que tomara el avión y se hiciera presente en la Conferencia.
Los señores Industriales, que ya habían logrado bajar el cacao desde $63.00 hasta $19.00 en poco tiempo, estaban molestos porque el Gobierno de Brasil estableció un precio mínimo de $33.00.
Nuestro embajador, que es un economista preparado, trató de explicarles la situación de nuestra Provincia cacaotera de Limón, y los perjuicios internacionales de los precios bajos.
Algunos comerciantes se indignaron de que se les dijeran cosas que nada tenían que ver con sus negocios.
¿Qué tiene que ver el Gobierno de Costa Rica con el trato privado entre productores y compradores de cacao?, dijeron:
“Nuestros gastos de manufactura van aumentando, a medida que sube el nivel de vida en los países desarrollados. Por eso nuestro negocio está en comprar cada día más baratas las materias primas”.
Al mismo tiempo, casualmente, en San José, estaban los fabricantes de automóviles protestando porque habíamos subido los aforos a los modelos más pesados, en vista de que el país no tenía dólares para pagar autos de lujo. Decían que la medida era discriminatoria.
En Chicago y en San José, los negociantes eran todos de una misma mentalidad.
No pueden comprender que, si no nos pagan el cacao y el café, no les vamos a poder comprar ni bicicletas.
El bien común
Nuestra tarea no ha sido meramente la de producir más riqueza, sino también la de distribuir en la forma mejor posible el ingreso nacional.
Los beneficios de la nueva abundancia no se han sentido sólo en una mayor capitalización, que enriquece al país, ni sólo en la mejora de los negocios de las clases propietarias. También ha habido justicia. Nuestro esfuerzo tiene por último fin el bien común.
Han subido los jornales y los sueldos, y se han extendido los servicios de enseñanza gratuita, salud pública y seguridad social.
Un jornal mínimo de ¢8.50 por día en los climas frescos, y de ¢13.60 en la bajura, representan una mejora considerable sobre las condiciones anteriores. Un maestro normal cuyo sueldo será de ¢715.00 mensuales; un guardia civil, que ha pasado desde 1948 hasta hoy, de ganar ¢90.00 a ¢400.00 por mes; un joven contabilista que recibe ¢1200.00; un empleado público amparado ahora por el Servicio Civil, y por la Ley General de Salarios, indudablemente han levantado su nivel de vida. Además, se han dignificado.
Puede estimarse que en 1957 se distribuyeron entre empleados y trabajadores, 300 millones de colones más que en 1953. Esa inyección de dinero en la base de la población, además de aliviar las congojas de la mayoría de las familias, han circulado por todos los negocios, provocando la prosperidad.
Gracias a la mejor situación de los consumidores, se ha vendido toda la producción de granos, carne, leche, azúcar, verduras y frutas, y se han duplicado las importaciones.
Sin embargo, el costo de la vida no ha subido en proporción ni siquiera cercana al aumento de los ingresos familiares. En realidad, en Costa Rica ha subido menos que en casi todos los países del mundo.
Eso se lo debemos a la cuidadosa política monetaria de nuestra instituciones económicas y del Gobierno Central. Cuando se notó que el aumento de importaciones era tan alto que estábamos amenazados con quedarnos sin dólares, se procedió con tiempo, a elevar los aforos de los artículos menos indispensables, como licores finos y alfombras de lana, para encarecerlos, y para procurar que la gente gastara su dinero en productos nacionales. El precio de un automóvil de lujo aumento en 10 mil colones o más, por encima de los impuestos que ya pagaba.
Es interesante analizar la combinación de esas dos medidas tomadas en los últimos tiempos, bajo nuestra orientación económica; por un lado el alza de sueldos y jornales; por otra, el encarecimiento de los artículos no indispensables.
Como resultado neto, las mayorías pobres entraron a vivir un tanto mejor, mientras que las minorías pudientes tuvieron que moderar un tanto el ascenso de su tenor de vida.
Lo ideal sería que el producto del trabajo nacional alcanzara para que todos viviéramos muy bien. Pero como no alcanza, por más que hagamos por aumentarlo, es preferible que algunos pocos tengan que andar en automóvil pequeño en vez de grande, para que unos miles más de ciudadanos puedan comprar zapatos.
Esas dos medidas, en su combinación, ilustran una tendencia, moderada y cuidadosa, del grupo que hoy gobierna. Es la política del bien común. Nunca la hemos ocultado. hemos oído con paciencia las críticas de los políticos, periódicos y radios, tratando de desorientar a la gente. Hemos confiado en el tiempo, en el buen juicio y en el triunfo final de la justicia.
Capitalización
No se crea, sin embargo, que porque la mayor parte de nuestra población vive un poco mejor que antes, el país esté gastando todo el producto de su trabajo, sin ahorrar nada. Al contrario: está capitalizando.
El país es como una familia, si gasta todo lo que gana, no ahorra; es decir, no se provee de una máquina de coser o de una casa, en el nivel familiar; o de una fábrica, en el campo industrial; o de una planta eléctrica, en el plano nacional.
La nación necesita acumular bienes estables, que son objetos de comodidad permanente, o instrumentos de producción de nueva riqueza. Y los está acumulando.
El proceso de capitalización es un poco más difícil de entender en términos nacionales, que cuando se refiere a una sola familia, o a una empresa. La capitalización nacional es la suma de todo lo que acumulan los individuos, las familias, las empresas, más lo que acumula el Estado en nombre de toda la población.
El campesino que al final del año queda con una vaca más, o con el cafetal en mejores condiciones; la empresa que amortiza parte de sus deudas, o que instala una máquina más; el Estado que construye una carretera estable con recursos propios, o va pagando las instalaciones construidas al crédito, o aumenta el patrimonio de los bancos e institutos; todo eso, sumado, constituye el ahorro anual de la nación.
Costa Rica, bajo un régimen económico ordenado, está actualmente ahorrando a un ritmo satisfactorio. Voy a dar unos cuantos números redondos, sin pretender exactitud, que pueden facilitar la comprensión de este asunto.
Puede estimarse que el trabajo de toda la nación está produciendo en estos momentos un total de 2000 millones de colones por año. De esta suma global se gasta a través del Estado, en sueldos directos y en subvenciones a organismos de bien público, tal vez 200 millones.
El presupuesto que se llama de Egresos, o salidas del Erario Público, en realidad es mucho mayor que esos 200 millones, porque contiene grandes sumas que se capitalizan, ya sea en obras estables o en amortizaciones, o en creación de patrimonio de institutos.
Por la vía particular, la población gasta, en vivir durante el año, unos 1400 millones. De manera que el consumo o el gasto total asciende a 1600 millones al año.
Quedan pues sin consumir, en este ejemplo, 400 millones de colones anuales. Ese es el ahorro nacional, representado en mejoras en las casas, fincas e industrias, en toda clase de implementos de trabajo, en abonos de deudas, en la capitalización de los institutos autónomos, etc.
Si estos números se aproximan a la realidad, podemos sacar dos conclusiones:
Primera: Que los costarricenses están gastando anualmente para vivir como promedio, ¢1600.00 por persona de cualquier edad. Esto representa un nivel de vida todavía modesto, pero bastante superior al de tiempos anteriores.
Segunda: Que Costa Rica está capitalizando el 20% del producto del trabajo anual. Esta proporción estimada, que tal vez no esté muy lejos de la realidad, es alta para un país democrático.
Puede ser fácil imponer a la población de un país ese grado de austeridad por la vía autoritaria, como se dicen que están haciendo las naciones comunistas. Pero, progresar a un ritmo tan rápido bajo un régimen de libertades, tiene más mérito.
Cualesquiera que sean las cifras exactas (que iremos conociendo mejor a medida que adelanten nuestros instrumentos estadísticos), es indudable que al actual ritmo de capitalización de Costa Rica es alto. Los beneficios de esta acumulación se irán sintiendo cada día más en los años venideros. Quien siembra, recoge.
Por ejemplo, cuando el ICE y el INVU hayan acumulado, cada uno, un patrimonio de 300 millones de colones, probablemente podrán seguir construyendo plantas eléctricas y casas de habitación con sus propios ingresos, sin necesitar los aportes del Estado.
Eso quiere decir que la generación actual de costarricenses, no sólo está produciendo suficiente para vivir mejor que las anteriores, sino también para heredar a sus hijos una patria menos pobre, y más independiente.
La carga aumenta
Quiero hacer todavía una consideración más, tendiente a ilustrar el cuadro económico general del país en nuestro tiempo; estamos manteniendo un número cada día mayor de niños y jóvenes en el hogar, en la escuela, en los centros de nutrición y de salud.
Nuestro índice de natalidad es de los más altos, y la mortalidad infantil ha disminuido notablemente. Todo esto es motivo de regocijo. Los adultos llevamos la carga económica con gusto, y hasta agradecidos. Pero debemos tener presente ese factor, cuando estudiamos la realidad nacional.
Puede afirmarse teóricamente, aunque no lo desearíamos que, si tuviéramos menos niños y gente joven, o si les diéramos menos escuelas, menos leche o servicios de salud, nuestra población adulta podría vivir mejor, o podría capitalizar más.
Pero, en este aspecto, la agrupación que ahora gobierna tiene el criterio del padre de familia. Nuestra satisfacción es ver a 180.000 estudiantes en las aulas (en lugar de los 100.000 que había en 1948) y gastar cada día más en leche y en salud.
La segunda enseñanza se generaliza. Aparecen los colegios vocacionales, o de oficios, que tanta falta han hecho. Y las nuevas leyes de educación contienen todo el adelanto del pensamiento pedagógico mundial.
Por otra parte, estamos extendiendo la red hospitalaria, y los servicios preventivos, más que nunca.
Todo eso tiene un alto costo económico. No es lo mismo para un país mantener a una minoría viviendo bien, que extender los bienes de la civilización a un número creciente de sus habitantes.
Pero lo estamos haciendo. El resultado de los últimos diez años de esfuerzo puede resumirse así: nuestra actual población activa, es decir, la que está en edad de trabajar y producir, bajo la orientación económica de ahora, está viviendo mejor que antes, está capitalizando para el porvenir, y está levantando una generación nueva, numerosa, educada y sana.
Cuando esa generación crezca, lo que hayan dicho los periódicos de hoy tendrá poca importancia.
Obras públicas
También se nota el progreso nacional en la gran cantidad de obras públicas que se realizan. Por todos los campos de Costa Rica se ven nuevos edificios escolares, caminos lastrados, puentes, unidades sanitarias y cañerías.
La Carretera Interamericana, en la cual se trabaja ahora intensamente, puede significar por sí sola una transformación del país. Es la obra más costosa de nuestra historia. Sólo los trabajos emprendidos en esta administración valen más de 200 millones de colones. En colaboraciones con los Estados Unidos, nosotros debemos pagar un tercio de ese costo, y además suplir la faja de terreno.
Pronto se sentirá el efecto internacional de la carretera. De momento, ya significa mucho para la Provincia de Guanacaste y para el cantón de Pérez Zeledón. En breve quedarán conectadas con la capital las regiones de Volcán y Buenos Aires, y la zona bananera de Palmares y Golfito.
Los señores diputados que se oponen en la Asamblea al nuevo empréstito para terminar la carretera, probablemente no conocen las zonas apartadas del Norte y del Sur, a donde antes solamente se llegaba por trillos de a pie, y después en avioneta.
La Escuela de Buenos Aires, así como la Unidad Sanitaria, únicas obras de progreso en medio siglo, tuvimos que enviarlas por avión desde San José. Costaron más los fletes que los edificios.
En general puede afirmarse que muchas de las penalidades de los campos están desapareciendo, gracias a un intenso programa de obras públicas. Este programa es posible porque hay crecimiento pecuniario. Porque ha mejorado la eficiencia del trabajo nacional, y porque se venden mejor los productos exportables. Es decir, porque se trabajó con criterios económicos.
Todo en libertad
Todo el progreso alcanzado, y todo el que tenemos por delante, lo queremos los costarricenses en un ambiente de paz y de respeto. No queremos adelanto sin tranquilidad, ni riqueza sin libertad.
Costa Rica es uno de los países que realizan en nuestro tiempo el difícil experimento de cambiar el orden con la libertad, y el desarrollo planificado con el gobierno democrático.
No es arte fácil para los pueblos el de autogobernarse, vivir en paz, ordenar la economía, y orientarla de manera que produzca el mayor bienestar posible para todos los habitantes.
A grandes rasgos puede decirse que nuestro país adoptó gradualmente el actual sistema democrático en el periodo que va de 1906, con don Cleto González Víquez, hasta 1940, con don León Cortés.
Hubo solamente una interrupción grave, en los años del 17 al 19, que dio origen a la epopeya de Rogelio Fernández Güel.
De 1940 al 48 sufrimos ocho años de retroceso cívico. Desde entonces, en dos lustros, hemos afianzado, mejor que nunca, la institución del sufragio.
En efecto, durante el período clásico de nuestra democracia, hubo fallas constantes en el manejo del proceso electoral. El Presidente de la República y los Diputados, siendo figuras políticas, eran a la vez árbitros en las contiendas. El mecanismo comicial era entonces más imperfecto que ahora.
Se acostumbraban las elecciones de medio período para Diputados. Con eso se mantenía al país en constante campaña política, y se estimulaba al grupo gobernante a forzar el proceso en su favor, para trabajar con algún apoyo en el Congreso durante la segunda mitad del período.
Los lugares lejanos como Upala y Barra del Colorado, eran famosos como fuentes de fraudes oficiales, arreglados en la capital.
En casi toda la provincia de Guanacaste había feudos familiares, y las autoridades atropellaban a los electores. A veces ocurrían violencias también en la propia Meseta Central y hasta en la ciudad de San José.
Todo eso sucedía en los buenos tiempos viejos, anteriores a 1940. Algunas personas parecen no acordarse. Después de 1940, el torrente se desbordó.
Sin embargo, el ambiente general de aquella época fue de libertades. Había independencia entre los poderes, y gobiernos popularmente elegidos.
Luego vino la crisis de 1940 al 48, en la cual afloraron todos los vicios anteriores, generalizados y agravados. La fecha más negra de la historia de Costa Rica es el 13 de febrero de 1944.
Don León Cortés, el querido caudillo popular, ganó las elecciones por gran mayoría. Pero los resultados fueron invertidos en la propia Casa Presidencial.
Desde aquella oportunidad, el mecanismo del sufragio se convirtió en una máquina de fraudes. Las elecciones de 1946, para Diputados, fueron fraudulentas. En 1948, el fraude no alcanzó a burlar la elección presidencial de don Otilio Ulate. Pero el Congreso, sin facultad legal y sin razón, anuló las elecciones.
Todos aquellos procesos fraudulentos, del 44, 46 y 48, se libraron en un ambiente de violencia. La policía daba “cincha” en la espalda de los ciudadanos, y las brigadas comunistas los golpeaban con “blackjack” en la cabeza.
Esos métodos campeaban hace precisamente 10 años, en la campaña electoral de 1948. No es malo recordar.
Han pasado cosas
Desde entonces han pasado muchas cosas. Vino la Guerra de Liberación Nacional. Se derrocó al régimen calderocomunista. Se estableció un gobierno provisorio llamado Junta Fundadora de la Segunda República. Renació el orden, con la libertad. En ese ambiente se echaron las bases de esta nueva estructura nacional en que hoy vivimos.
En diciembre de 1948, fuimos invadidos desde Nicaragua. Triunfamos otra vez. En abril de 1948 nos dieron un cuartelazo. Triunfamos otra vez.
Transcurrió el período de año y medio de reajuste, hicimos respetar la elección de febrero de 1948. El 8 de noviembre del 49 instauramos el gobierno constitucional, colocando en la Presidencia de la República a don Otilio Ulate Blanco.
Luego los hombres de la guerra dejamos al señor Ulate gobernar en paz. No le hicimos dificultades. Más bien le dimos respaldo en todo lo necesario.
Vinieron las elecciones generales de 1953. Las ganamos limpiamente por dos terceras partes. Con miembros del mismo grupo que había hecho la guerra y constituido la Junta Fundadora, establecimos la Administración actual.
Nuevamente en el Gobierno, hemos continuado nuestra obra. Sufrimos al principio una epidemia de polio, que atacó a 1000 niños. La combatimos. Hubo una gran escasez de electricidad. La superamos. Fuimos invadidos desde Nicaragua en 1955. Triunfamos otra vez.
Nos vinieron dos grandes temporales e inundaciones en el 54 y el 55. Dios nos ayudó a reparar los daños. Se introdujo la epidemia de la rabia. Ya está casi erradicada.
Durante todo el tiempo, los políticos, los periódicos y los radios, en ves de colaborar, nos han atacado. Hemos seguido adelante a pesar de todo. La libertad ha resistido el vendaval. La historia juzgará.
Como resultado de tanta lucha, y de tanta empresa, se nos desbalanceó el Presupuesto Nacional. En abril de 1957, el nuevo Ministro de Hacienda informó a la Asamblea, que había un déficit de 80 millones de colones.
Los políticos criticaron. Nosotros formulamos planes financieros. Aumentamos ingresos. Hicimos sacrificios. Cerramos el año con un superávit de 5 millones.
No rebajamos sueldos. No despedimos a nadie. No gravamos artículos de consumo popular. Y salimos avante, con un presupuesto nivelado.
En ambiente democrático
Todo lo hemos afrontado en un ambiente democrático. El mecanismo electoral es ahora mejor que nunca. La contienda está dirigida por un Tribunal Superior de Elecciones, nombrado por la Corte Suprema de Justicia. Las autoridades son hoy más educadas, más respetuosas y más eficientes que en ninguna época anterior. Hay que tener esto presente cuando se habla de los tiempos viejos.
Estamos afianzando el respeto a la dignidad humana. Perseguimos el ideal de hacer del ser ciudadano un ser cada vez más digno y más libre.
Para mejorar en lo posible nuestro mecanismo electoral, y recibir el beneficio de la experiencia de otras democracias, el Gobierno ha solicitado la asistencia técnica de las Naciones Unidas.
Para que se vea con ojos mundiales del comportamiento de los costarricenses en el ejercicio del sufragio, se han invitado también observadores políticos internacionales. Son ellos grandes personalidades, exponentes del credo democrático, recomendados por el Secretario General de las Naciones Unidas, de acuerdo con la Comisión de los Derechos Humanos.
Este progreso general, con esta paz; este orden con esta libertad; este planeamiento económico y social, con este respeto al sufragio popular; esta vida de hoy, es la Segunda República.
Lo que va de ayer a hoy
Mucho camino hemos tenido que recorrer en 10 años, para llegar a donde estamos. Nuestra generación ha hecho derroche de sacrificios, y de esfuerzos pacíficos. Los resultados están a la vista.
Lo que va de ayer a hoy se puede ilustrar con un ejemplo casi anecdótico, para el cual es necesario mencionar las personas.
En la campaña que culminó con el 13 de febrero de 1944, yo estaba en el exilio. Algunos amigos tuvieron la ocurrencia de nombrarme candidato a Diputado, a pesar de que nunca hubiera figurado en luchas electorales. Llevaron su generosidad al extremo de colocarme en el primer puesto de la papeleta de San José, por el partido mayoritario, que era el de don León Cortés. Es decir, un puesto seguro.
Fui elegido. Pero entonces, los hermanos Calderón Guardia, que manejaban el gobierno como cosa de familia, resolvieron burlarme en la elección.
Ha pasado el tiempo, y los señores Calderón Guardia, siempre en familia, son ahora candidatos a diputados. Uno encabeza la papeleta de San José, y otro la de Puntarenas. Y a mí me toca garantizarles, que si salen elegidos, serán diputados.
Otros errores
En estos 10 años históricos, no todas las faltas, ni todos los desengaños, han venido de quienes formaban el régimen derrocado. Bastante mal se han portado muchos de ellos, con invasiones y complots. Pero también algunos de los nuestros han fallado.
Tan pronto como terminó la guerra, buen número de gentes acomodadas se resintieron porque cumplimos nuestras promesas de justicia social. Tal vez habían creído que esas promesas eran solamente buenas para hacer discursos.
Ciertos políticos de oficio, que en 1947 y 48 ofrecían al pueblo la revolución, mientras procuraban sabotearla, se sorprendieron cuando la revolución se hizo. Después, al ver que tratábamos de gobernar en vez de politiquear, se sorprendieron por segunda vez y se dedicaron a dificultar nuestra tarea.
Todas esas gentes que fueron nuestros aliados de oportunidad, se han aliado después con los dirigentes de los 8 años. Unos y otros se han burlado así de los ciudadanos que les siguieron, en uno u otro bando.
Para unos jefes y otros, según se ve, no hubo más que una lucha entre políticos, por conservar el Poder, o por alcanzarlo.
Juntos han librado una constante oposición al Movimiento que triunfó en el 48, y que hoy gobierna conforme a un programa consultado con los sufragantes.
Lamento decir que no ha sido una oposición digna de la madurez democrática de nuestro pueblo. Han actuado con un criterio simplista, según el cual, el oficio de la oposición es meramente obstruir, no dejar gobernar. Por eso no han hecho nada.
El ejemplo más visible de lo que ha sido la oposición, fue su actitud ante los trabajos urbanísticos de la Avenida Segunda de San José. Promovieron un escándalo porque se ampliaba la avenida.
En Costa Rica hay lugares lejanos, como Tilarán y Buenos Aires, que les pueden enseñar a esas gentes el ancho que deben tener las calles de una ciudad.
Algo se ha avanzado en nuestro país en el arte de hacer gobierno responsable. Lo que todavía no se conoce, es la manera de hacer oposición responsable.
El Padrón Electoral
No ha sido tarea pequeña poner al día el Padrón Electoral, de manera que todos los ciudadanos estén en condiciones de votar.
Durante la crisis de 1940 al 48, se procuró más bien confundir los registros, para facilitar el fraude.
Desde la guerra de Liberación, se han hecho grandes esfuerzos por ordenar las cosas. El trabajo se duplicó por la necesidad de inscribir a las mujeres, que votaron por primera vez en 1953.
Después del esfuerzo que hicieron los partidos en la campaña pasada, en inclusiones, exclusiones y traslados, yo esperaba que en la contienda actual ya tuviéramos el Registro depurado, con todos los votantes incluidos.
Durante los cuatro años de esta Administración, el Tribunal de Elecciones ha contado con todo el apoyo del Gobierno para realizar su gran labor.
Además, la Asamblea Legislativa nombró una comisión mixta de los partidos, para colaborar en la faena electoral.
Sin embargo, al llegar la nueva campaña quedaba tanto por hacer, que las agrupaciones políticas han tenido que emprender otra vez por su cuenta las inclusiones y traslados.
Es de suponer que todos esos esfuerzos, sumados al que se realizo durante la lucha de 1953, hayan dejado el Padrón Electoral, si no perfecto, en mejores condiciones que nunca. Los votantes inscritos pasan de 350 mil.
Las deficiencias que aún queden, deben perjudicar por igual, en proporción, a todos los partidos. Es imposible que haya habido parcialidad, en el Tribunal, en los funcionarios del Registro, y en los fiscales que todo lo han vigilado, en nombre de todos los partidos.
En la última campaña, de 1953, el partido que eligió al actual gobierno perdió tal vez de 40 a 50.000 mil votos, por defectos de inscripción.
Los contrincantes también se han quejado de que muchos partidarios suyos se quedaron sin votar, en aquellas elecciones. Deben tener razón. Las pérdidas deben haber sido proporcionales al número de sufragantes de cada cual.
En esta elección del próximo domingo, también se quedarán ciudadanos sin votar por inscripciones imperfectas. Pero no hay duda de que el Padrón Electoral está más completo ahora que nunca.
Para el futuro, tal vez, con la ayuda técnica de las Naciones Unidas podamos adoptar métodos más sencillos, o más expeditos, para mantener, siempre al día, el Registro de votantes.
Por ahora, el Tribunal superior de Elecciones ha hecho lo más que ha podido, y el Poder Ejecutivo, muy interesado en mejorar el mecanismo electoral, no podía, por ley, hacer otra cosa que suplir fondos de acuerdo con la Asamblea y facilitar el trabajo de los Magistrados.
Tanta Pena y Tanta Gloria
No he querido comentar, en este análisis de los últimos 10 años, las actuaciones recientes de personas que participan en la actual campaña política. Algunas me atacan con poca nobleza, sabiendo que, por un error de la ley, no puedo contestarles. Después, si tiene alguna utilidad para el país, hablaré.
Tampoco me ocuparé ahora de analizar errores propios, o del movimiento político que me llevó al Gobierno. Esa crítica la han hecho muchas gentes, muchas veces, y las siguen haciendo diariamente.
Todo ciudadano tiene su propia opinión, y la irá puliendo con el tiempo, cuando hablen los hechos, cuando los árboles den frutos y cuando se pueda mirar hacia atrás esta década, con debida perspectiva.
Lo innegable es que tenemos libertad electoral. Ojalá que llegue pronto el día en que ni siquiera se hable de la pureza del sufragio. Que la honestidad se dé por descontada, por segura, como el agua, como el aire, como el sol.
Yo me maravillo cuando hago desfilar en mi memoria los sucesos de esta época; los atropellos y los sacrificios; los nobles esfuerzos y los oportunismos; la perseverancia leal y la ligereza de escisión; la pequeñez de algunos dirigentes, y la grandeza del alma popular. Me maravillo de que en 10 años, haya podido acumular la historia patria tanta pena y tanta gloria.
Ahora quiero ver sólo la gloria. Este saldo neto que nos queda, de tranquilidad y de pureza electoral.
Felicito al pueblo, por la paz que prevalece. Repito mi llamado a la cordura. Pido a todos los ciudadanos que vayan a votar. Una nota discordante ahora, no haría bien a nadie. Una votación baja, sería no merecer el bien que disfrutamos.
Hombres y mujeres deben votar. Los que piensan de una manera, y los que piensan de otra. Los que están conformes con la actual orientación del país y los que desean cambiarla.
Para mí como presidente. todos los votos son iguales. Lo que los votantes decidan, decidido estará. Si aciertan será para el bien de todos. Si el país llega a tomar un mal camino, por voluntad mayoritaria, o por abstencionismo, o por divisiones, la responsabilidad será exclusiva de los votantes, y todos debemos aceptar lo que venga. Yo nada puedo, debo ni quiero hacer de esto.
Si Dios me da vida, estaré presente el día del Traspaso del Poder, cualquiera que sea el resultado de la elección, para entregar lo que me fue confiado y no es mío.
Tal vez nunca se depositó tanta confianza en tan modesta persona. Pero, !nunca hubo mejor deseo de custodiar, pulir y devolver, un depósito sagrado!.
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