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Reseña Biográfica de Otilio Ulate Blanco

Otilio Ulate Blanco

Reseña Biográfica de Otilio Ulate Blanco
1891-1973

Periodista, presidente y el «carajillo» de las cajetas

Por Manuel Bermúdez

¡Cajetas, manjarete! Los gritos de un niño nutren el ambiente sereno y campesino de la ciudad de Alajuela. Es jueves, hoy no lleva bizcocho. Conoce bien su ruta, los vecinos lo saludan, lo llaman gritos al pasar. Servicial, atento, tiene una personalidad firme y los ojos atentos a todo cuanto ocurre. A las tres de la tarde ya habrá hecho las ventas y se habrá enterado de todas las novedades. Regresa a la casa para repasar lo que estudió esa mañana en la escuela, ayudar a su madre y ver si a alguien se le ofrece algún servicio que le permita sumar alguna extra al endeble presupuesto familiar.

El niño es el hijo de don Ildefonso Ulate y doña Ermida Blanco, nació el 25 de agosto de 1891, su nombre es Luis Emilio Rafael de la Trinidad, pero todos lo llaman Otilio. Entre la sarta de chiquillos que acuden a las Escuelas Comunes, aquel bromista y hablador es rápidamente un líder, querido por todos.

Para él la vida es un reto, dice que va a lograr grandes cosas, presto se lanza a proteger al débil, es bromista pero correcto, se conmueve con el dolor ajeno, su fuerte personalidad contrarresta con la muy humilde condición de su familia, debida principalmente a la enfermedad de su padre.

Durante los años de secundaria en el Instituto de Alajuela, ya destaca su principal vocación. Nadie está mejor enterado de lo que pasa que Otilio. Él sabe cómo enterarse y dónde están los enterados, a quién hay que preguntar, dónde está la noticia más fresca.

Así, empieza a enviar pequeñas informaciones voluntarias para periódicos en la capital.

«…sus enemigos le pusieron el mote de «mono» apelando a su aspecto de brazos muy largos y hombros caídos, a lo cual respondió haciéndose acompañar algunas veces, efectivamente, de un simio.»

El Instituto de Alajuela apenas ofrece hasta tercer año, por lo que el joven alajuelense tiene que viajar a San José para ingresar al Liceo de Costa Rica, que brinda el cuarto y quinto años necesarios para culminar el bachillerato.

Ahora tiene que costearse estudios, manutención y pasajes, además de ayudar a la familia. Aplica lo mismo que ha vivido en su ciudad natal. Busca oficio y realiza toda clase de él. No le teme a la calle, por el contrario, le gusta, así se entera de todo.

Efectivamente, el adolescente Otilio Ulate encuentra en la capital una campana de resonancia para sus proyectos y vocaciones. Pronto es un líder entre los estudiantes, continúa con sus colaboraciones en los periódicos, pero ahora recibe pequeñas pagas.

Sin embargo, puede más la necesidad inmediata que la proyección a futuro y vence la calle sobre las aulas. Otilio Ulate no alcanza a finalizar el quinto año y se dedica completamente al trabajo.

A la edad de 22 años publica en los periódicos y su temperamento impulsa encendidos discursos, agita, llama a la reflexión, pero siempre matizado con su forma de ser amable, sincero y bonachón; esto marcará el resto de su vida.

La imagen de hombre transparente y preocupado por la rectitud y el buen ejercicio de la función pública le gana adeptos con facilidad. En 1916 es electo munícipe por el Cantón Central de San José.

Al año siguiente, los hermanos Joaquín y Federico Tinoco, apoyados por un grupo económico que se opone a la reforma tributaria, derrocan a Alfredo González Flores.

Instalados en el poder llaman a una Asamblea Constituyente, que en el fondo quiere dar un carácter constitucional irrevocable a la condición impositiva de que gozan.

Con argucia de buenos alajuelenses, Claudio Cortés y Otilio Ulate logran burlar el sistema de control del gobierno de facto y resultan electos por una papeleta independiente de su provincia.

En aquella Asamblea espuria, intenta el joven Ulate introducir reformas importantes y luchar por los intereses que su convicción le dictaba, pero las voluntades de la dictadura no toleraban tales posturas. Ulate renunció a su puesto.

Entre 1916 y 1919 es director de La prensa libre; desde allí cimentó su imagen y ganó nuevos adeptos.

Sus dos vocaciones, periodismo y política, ya habían brotado en aquel joven pertinaz.

El mono Ulate

Otilio Ulate era amigo de la tribuna, de la arenga y de la fisga. Igual conversaba con intelectuales de gran talla con quienes compartía preocupaciones sociales, como Carmen Lyra, Omar Dengo o García Monge, como con la gente sencilla en las calles, en el periódico o en la tertulia bohemia de la que era adepto.

Su imagen de hombre conciliador, sencillo y llano, catapulta su discurso fervoroso. Así llega nuevamente a la Asamblea Legislativa, como candidato de un partido independiente de Alajuela.

Sus campañas esta matizadas con una forma de hacer y decir llana y populachera.

Incluso sus enemigos le habían puesto el mote de «mono», apelando a su aspecto de brazos muy largos y hombros caídos, a lo cual respondió haciéndose acompañar algunas veces, efectivamente, de un simio.

Polémico, incómodo, contradictorio

En la carrera política de Otilio Ulate Blanco existen aspectos que dejan ver con claridad las contradicciones en que puede entrar una persona que intenta responder a sus principios y a la vez participar de la política costarricense.

En sus inicios, fue munícipe en San José, siendo él de Alajuela. Fue diputado en la Asamblea de los Tinoco, pese a su convicción democrática.

Sus primeros años de formación e inquietud política estuvieron a lado de figuras claramente de izquierda, como Carmen Lyra y García Monge, de los que luego sería acérrimo enemigo.

Comenzó en el Partido Nacionalista fundado por León Cortés, a quien luego combatió en los años cuarentas; allí también estuvo José María Pinaud, periodista que fue su contrincante años después.

Se opuso a la proscripción del partido Comunista, pero su gobierno desató la más dura persecución a ese grupo político.

José Figueres encabezó un movimiento armado para defender la elección de Ulate en 1948, pero luego sería uno de sus más fuertes opositores.

Monumento de Otilio Ulate Blanco en La Sabana

Monumento de Otilio Ulate Blanco en La Sabana

Rectitud y honradez

En 1920 se le designa como director de la Biblioteca Nacional, pero no ejerce el cargo: era un hombre de la calle. Sí funge como Secretario en una Misión Especial del gobierno costarricense ante los países centroamericanos.

Ese mismo año intenta una aventura empresarial periodística con El hombre libre, pero no tiene futuro. Se asocia durante diez años con los dueños de La tribuna, que dirige durante 10 años.

Es en ese tiempo que consolida su figura política. Fue dos veces diputado. En su segunda gestión solicita de forma confidencial -cosa que no se supo sino hasta después de su muerte-, que no se le pague un solo céntimo de salario.

A partir de 1934 es copropietario y director del Diario de Costa Rica.

Luego de la guerra civil de 1948 y tras un gobierno transitorio de la junta de gobierno, Otilio Ulate asume la Presidencia de la República, de 1949 a 1953. Su gobierno es austero, pues las secuelas de la guerra intestina y la turbulencia política que se había vivido no le permiten llevar adelante todo lo que había soñado desde una jefatura de Estado.

Al dejar su cargo, con sabor amargo a pesar de haber puesto su mejor empeño, se dedica a La Vieja, que así llamó a la finca que poseía en San Carlos. Se mantiene por un tiempo como director de su periódico el Diario de Costa Rica.

Otilio Ulate Blanco murió el 27 de octubre de 1973.

Se le nombró Benemérito de la Patria el 2 de setiembre de 1974, pero su único título académico es el de Bachiller Honoris Causa que le confirió el Liceo José Joaquín Vargas Calvo.

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