¡Salud comandante Rodríguez!
Guillermo Villegas Hoffmaister
Era francote, sencillo, simpático y un hombre. Todo un hombre. Salió de la escuela de Agricultura y se fue a soterrar allá en Puerto Cortés a trabajar, como los buenos, en las fincas que con su padre, su madre. y sus hermanos había comenzado a forjar años antes.
Un día estalló nuestra guerra civil de 1948, y la obligación de sus ideas lo empujó a tomar el arma y se dirigió a San Isidro del General, convirtiéndose, casi desde su llegada, en la mano derecha del coronel Miguel Ángel Ramírez, y, con algún puñado de valientes, en el peor momento del combate lo decidió a favor de las armas de la revolución sacando del grave aprieto en que se encontraban a los soldados que estaban atrincherados en la plaza y logró que el enemigo saliera en fuga. La gloria de la victoria no le importó. Terminó su pelea y volvió al surco y sobre el surco, sembrando arroz o pastos para su ganado, produciendo riqueza al país, fue pasando su juventud, sin que la gloria en el campo de batalla la explotara jamás en su beneficio.
Más que la antesala, prefería los barrizales. Más que las palmaditas en la espalda, prefería la máquina de sembrar. Al triunfo de la revolución fue intendente general y por sus manos pasaron millones de colones y ni un centavo se quedó en ellas. Prefirió el campo al oropel del mando.
Un mal día, comenzando este octubre, un sujeto de gatillo alegre le cortó, alevosamente la vida de un disparo con una escopeta calibre doce. ¿Por qué? Dios y el que apretó el gatillo lo sabrán.
El Teniente Coronel Mario Viriato Rodríguez Rodríguez, que prefirió la tierra a las alturas que a tantos marean, murió en un instante, con una sonrisa dibujada en el rostro, porque los hombres valientes no temen a la muerte y él fue un hombre valiente y jamás un matón. Porque fue un héroe y el héroe es inmortal, como la historia.
Fornido, simpático, y plantado en su momento, Mario Viriato Rodríguez Rodríguez, aquel jugador de básquetbol, aquel futbolista, corredor, compañero hasta el extremo, amigo de la mejor clase fue asesinado.
Un héroe de la Guerra de Liberación Nacional, cayó. Para él, los compañeros del Batallón San Isidro que le sobreviven alzan una oración y la Patria a la que le sirvió como los mejores en la guerra y en la paz, ¡vista sus crespones negros!
Este artículo sobre mi tío Mario, me lo mandó hoy un nieto suyo. Les ruego que lo pongan como homenaje a su memoria en el “Espiritu del 48”, donde ya hay otras cosas de él.
Cuando los sucesos relacionados con su muerte acaecieron, don Pepe me mandó a llamar, junto al Padre Núñez. En la reunión don Pepe nos afirmó, que a él lo habían mandado a matar los caldero-comunistas, como un acto de venganza contra mi Tío por actos heroicos desplegados por él en Pérez Zeledón, y sé que don Pepe puso a gente de su confianza a investigar el crimen. ¡Él estaba furioso! Nunca supe el resultado de su investigación.
No omito mencionar que después de San Isidro, mi tío, junto con don Yoyo Quirós y otros combatientes, se vino para Cartago, donde también, como en Pérez Zeledón, hizo actos heroicos.
Cristina Rojas Rodríguez
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