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Un liderato respetuoso

Don Pepe

Un liderato respetuoso

Rodrigo Loria Cortés*

Me quiero referir a facetas de don José Figueres, que no he visto destacadas por otras personas. Al iniciarse el Gobierno Constitucional en noviembre de 1953 con don Pepe como Presidente, no lo conocía muy bien. Sabía de su trayectoria como líder de la Guerra de Liberación Nacional de 1948 en aras del respeto al sufragio y de su lucha anticomunista. Había hablado poco con él a solas. Antes de designarme en el Ministerio de Salubridad Pública, me puso un sencillo problema: me preguntó qué haría yo para mejorar la salud de una pequeña población como Santa María de Dota. Le contesté que lo básico era mejorar la cañería con el fin de dotarla de agua potable y asegurarse de que hubiera en cada casa una letrina. Su interés en asuntos más completos no se hizo esperar. «¿Y por qué no poner un tanque séptico en cada casa? Yo les tengo en todas las casas de La Lucha», me respondió. Le repliqué que eso sería lo ideal, pero que en ese entonces el país estaba a gran distancia de tener al menos la letrina. Me gustó su perfeccionismo en aras del bienestar del campesino.

Pasando los meses y los años en el Gobierno, a diferencia de lo que sus enemigos y detractores decían, me encontré siempre un Presidente profundamente respetuoso de la opinión ajena. No mandaba imponiendo su criterio, ni golpeando mesas. Lo vi educado y prudente, pero decidido y ejecutivo. No daba órdenes. Dejaba que se le consultara. Siendo yo el más joven del gabinete (28 años), recuerdo que don Pepe siempre mostró su respeto al ser humano de una manera absolutamente civilizada.

En una ocasión se discutió en el Consejo de Gobierno si Costa Rica debía asistir a Caracas, a una conferencia sobre los derechos humanos. El Presidente de Venezuela era el famoso y temible dictador Pérez Jiménez. La discusión se acaloró y algunos, por temor al tirano, decían que era mejor asistir pues de lo contrario el Dictador se irritaría con Costa Rica. Se llevó a cabo la votación y la mayoría estuvo a favor de asistir. Don Pepe dijo que era inaudito ir a un cónclave de derechos humanos a un país con semejante tiranía. Sin embargo, aceptó el veredicto de la mayoría: no rompió el naipe.

Pidió eso sí, respetuoso, permiso para externar públicamente su opinión. Afortunadamente otras personas pidieron una revisión y Costa Rica no asistió a Caracas. Don Pepe, gran humanista, pensaba todo el tiempo en los campos de prisioneros políticos que existían en Venezuela y en las torturas a que eran sometidos los presos, lo mismo que pasaba en República Dominicana, Nicaragua, Perú y más de un país latinoamericano.

En otro Consejo de Gobierno se discutió la elección de directivos, en esa oportunidad en la Caja Costarricense de Seguro Social. Yo postulé el nombre del Dr. Carlos Sáenz Herrera, quien, por cierto, no andaba buscando semejante nombramiento, a diferencia de lo que pasa con tantos candidatos a directivos. Se estableció un fuerte debate pues los médicos pretendían más influencia de nuestro gremio en esa institución que tenía más sabor a actuario y a banco que a institución de salud (década de los años 50). Los votos estaban muy equilibrados y yo veía perder a mi honorable candidato. En eso surgió la voz de don Pepe quien dijo: «Yo respaldo el nombre de Carlos Sáenz Herrera porque además de los atributos médicos y de gran organizador que ha expuesto el doctor Loría Cortés, es un agricultor esforzado, pionero en la cría de ganado lechero y conoce también los problemas del empresario y el trabajador». Ganamos por un voto: el de don Pepe, que con gran sentido de la lógica y la justicia llevó a la directiva a Carlos Sáenz Herrera.

Vino la invasión de 1955 de Nicaragua. El Gobierno se preparó, a como pudo. La contraparte tenía el apoyo, además de los calderonistas, de Somoza, Pérez Jiménez, Trujillo y Castillo Armas. El primero o segundo día no se sabía qué pasaría, ni qué fuerza nos atacaría. No sé cuántos tiros habrá disparado don Pepe en 1948, pero ese día en enero de 1955 lo vi montarse en un carro, que él mismo manejaba, y dirigirse a Liberia. En ese momento no sabía qué había pasado en esa zona. Lo vi tranquilo, decidido, ir adelante sin temores, sin matonismos, sonriendo. Poco después, fuimos en labor médica a mal atender heridos, a identificar muertos de uno y otro bando, dolidos de ver aquello que no tuvo sentido. Todos los muertos duelen.

No es este un escrito de Salubridad Pública pero quiero terminar diciendo que en ese Gobierno 1953-1958 de don José Figueres se recibió el apoyo constante en ese campo.

Decíamos con orgullo que se habían construido más unidades sanitarias que las que al inicio existían. Se tomó la decisión política de hacer el Hospital Nacional de Niños, apoyando la iniciativa de Carlos Sáenz Herrera. Se inauguró el Hospital Blanco Cervantes. Se inauguraron los tres hospitales modelos en aquel entonces de San Ramón, de Grecia y de Liberia. Se dio la Ley de Erradicación de la Malaria, que bajó a casi 100 el número de casos años después.

* El Dr. Loría Cortés fue Ministro de Salubridad Pública en la administración Figueres 53-58.

Tomado de “Figueres 80 años de amor a Costa Rica”.

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