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Discurso Alfredo González Flores 1914

Alfredo González Flores

Discurso Alfredo González Flores al Congreso Constitucional 1914

Discurso de don Alfredo González Flores al Congreso Constitucional, con la introducción por parte de la Revista “El Foro”, dirigida por don Luis Cruz Meza.

Traslación del poder

En ceremonia revestida de todos los caracteres, que la verdadera república y democracia demandan, es decir con una sencillez, que deja gratísima impresión en el espíritu, se verificó el día ocho de los corrientes, la traslación del mando, del Presidente que concluía su periodo Lic. Ricardo Jiménez al nuevo electo Lic. don Alfredo González.

A los acordes del himno nacional – que quizás en ninguna ocasión se oye con tanta reverencia –; ante la bandera sacrosanta de la Patria; en presencia de los distintos poderes de la República; ante los honorables representantes de las naciones extranjeras: la sencilla ceremonia – majestuosa y solemne en su misma sencillez – da principio. El Presidente saliente hace depósito del mando, que se le confiara, manifestando su agradecimiento a cuantos le dieron sus votos y su apoyo, y el entrante, jura cumplir fielmente la constitución y las leyes de la República.

El ex – Presidente concluida la ceremonia baja de su alto puesto a confundirse con sus ciudadanos.
Para la historia y para grata satisfacción, de que en este rincón del mundo se enaltece la institución republicana, hacemos mención de ese acto…”

Alfredo González al Congreso Constitucional

SEÑORES DIPUTADOS:

Por circunstancias especialísimas, en las cuales ha influido de modo predominante lo que los especuladores de la ciencia llamada política designan bajo la denominación de la Imprevisto, tengo el honor de dirigiros mi respetuoso saludo, y en vosotros a Costa Rica, desde el puesto más alto y de más responsabilidades que en nuestra administración pública se puede confiar a un ciudadano.

Se me ha llamado a esta distinguida posición quizás porque se tiene fe en que mi nombre, no discutido siquiera en la contienda política última, pudiera ser un lazo de armonía entre la familia costarricense. Vengo, efectivamente, sin amarguras ni resentimientos de ningún género, que caben en el hombre cuando en el calor de los debates electorales se amontonan contra él los denuestos que las pasiones encendidas fabrican: todos los costarricenses son mis hermanos, y en estos momentos no veo a mi rededor más que a la familia grande de la Patria a la paz de la cual y en beneficio de la cual he de sacrificar todos mis desvelos. Y así lo haré contando, previamente, con la valiosísima cooperación de este Congreso y la de todos los costarricenses de buena voluntad. Sólo así habré cumplido mi deber, sólo de este modo habré correspondido al honor que se me ha conferido.

Acabo de prestar un juramento siguiendo un mandato constitucional, y si para algunos eso pudiera no ser más que una mera fórmula, para mí tiene todo el valor de un acto de trascendencia: mi norma en el Gobierno será la Constitución, serán las leyes de Costa Rica; su respeto para mí se impone como obligación sagrada, más también, respetando esa obligación, haré por donde no haya quien falte ni a la Constitución ni a las leyes del País, el respeto de las cuales sabré mantener, pues sólo así se vive la vida de paz social, sólo así se asegura del modo más efectivo el progreso y la bienandanza de la República.

Afortunadamente, para el segundo de esos propósitos cuento la índole del costarricense, siempre digno de esta patria y aspirante a los beneficios todos de que se puede disfrutar al amparo de las libertades que no pueden existir sin leyes que las protejan.

Si por pundonor considero sagrado aquel juramento, también por una convicción arraigada en mí, respecto de asuntos de un orden puramente material, le doy esa importancia: la prosperidad económica de los países está en relación directa con la perfección de las armazones políticas sobre las cuales descansan. País en el cual gobernantes y gobernados viven ajustados matemáticamente a la ley tiene que llegar a alcanzar grado alto de prosperidad. Y la prosperidad en este caso, debo decirlo con franqueza, consiste en la facilidad para la vida, en la facilidad para hacer fortuna, en la facilidad para el mayor número y variedad de transacciones económicas. ¿Y cuál idealidad más hermosa pudiera realizarse en una nación, grande o pequeña, que la de conseguir el bienestar de todos y el de cada uno? Esa tarea humanitaria es digna de un gobernante de Costa Rica. El trabajo en persecución de esa idealidad está en el perfeccionamiento cada vez mayor de nuestro organismo político. En ese sentido se me encontrará siempre dispuesto a emprender el camino. Somos una familia y no muy numerosa, podemos hacer mucho para realizar del mejor modo posible funciones nobles en el consorcio con las otras naciones. Nuestra democracia recibirá un nuevo aliento de vida con mi paso por el Poder y para ello cuento con las energías todas que en el país tienen orgullo por el buen nombre de Costa Rica como pueblo de cultura y civilización.

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Las graves cuestiones de Hacienda, con lo que dejo dicho, siguiendo autorizadas opiniones modernas, se ve que las considero en íntima relación con la estructura política. Firme ésta, aquellas encuentran fácil solución.

El Crédito Público, eje alrededor del cual gira toda la economía nacional, será especialmente atendido en el gobierno que he de presidir. Y esta atención no será con la perspectiva de obtener nuevos créditos sino para el mejor fundamento del bienestar económico nacional.

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Es natural, que cada hombre que llega a ocupar el delicado puesto desde el cual estoy dirigiendo la palabra a esta respetable Cámara, traiga un ideal concreto que espera realizar en determinado punto administrativo. Yo deseo, señores diputados, que en nuestro país llegue a ser institución viviente una de crédito agrícola hipotecario. Tengo fe en que con la colaboración muy patriótica y muy ilustrada vuestra, no terminará esta administración sin que el banco hipotecario que reclama con urgencia nuestra agricultura, quede establecido prestando sus servicios. Tengo fe en la eficacia de aquel organismo; tengo fe en que con él muchos y numerosos campos, improductivos hoy, se abrirán a la producción; tengo fe en que una casa bancaria de la índole a que me refiero dará un impulso vigoroso a nuestra agricultura, base fundamental de la vida de Costa Rica.

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Relacionado íntimamente con los problemas económicos nacionales se presenta a la consideración de quien por fuerza ha de enfrentarse a ellos la cuestión brazos, la escasez de los cuales muy a menudo es lamentada por los hombres de empresa. Muchos tanteos acerca de inmigración han fracasado; uno más, quizás no sería sino un nuevo sacrificio y una nueva desilusión. Sin embargo, asunto es este que hay que resolver. Yo iniciaré otro procedimiento que sí juzgo eficaz y que ofrece muchas otras ventajas: emprenderé con el auxilio de los expertos en la materia, campaña decidida contra la mortalidad infantil. El porcentaje de defunciones en la infancia que apunta la estadística, entre nosotros es espantoso. Si se logra reducir, como se logrará efectivamente, ese porcentaje, por medio de la higiene, tendremos un considerable aumento en nuestra población. Para esta tarea es un gran auxiliar la escuela, la propaganda constante en hojas volantes y conferencias públicas en los centros de poblaciones y la acción enérgica de la policía encargada de la higiene.

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No puede haber democracia donde hay miseria y ésta vive donde no hay trabajo. Se procurará en la administración que con mi nombre se inaugura que ninguno tenga pretexto para la vagancia.

El problema de nuestra producción agrícola será atendido con el mayor cuidado y a ese respecto el complicado asunto de caminos seguirá siendo preocupación constante del Gobierno.

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La administración que conmigo se inaugura está dispuesta a no consultar para la provisión del personal que ha de ocupar los distintos puestos públicos más que la capacidad técnica y moral de los individuos que a ellos llame. Y para la observancia mejor de esa regla de conducta creará un puesto de Fiscal General, con jurisdicción en todos los departamentos públicos del Estado, que establezca un control eficaz y que informe de seguida acerca del resultado de sus investigaciones.

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El ciudadano de mañana, a quien estamos obligados a preparar hoy para las exigencias de entonces, merecerá en mi gobierno las mayores atenciones. La escuela actual, de conformidad con apreciaciones, ya desde hace mucho tiempo expuestas por especialistas en el ramo, debe tener un fin individual y otro colectivo. Si al través de un aspecto procura capacitar al niño para su mejor éxito en la vida, al través del otro debe proceder teniendo en cuenta hacia donde se dirige la colectividad en su papel mundial para condicionar los elementos que la constituyen del modo más perfecto para ese fin.

Esta administración se empeñara en que la escuela busque y siga la orientación que le corresponde a Costa Rica.

Ya no hay razón de valor que justifique ningún analfabetismo entre nosotros. Y si no se tolerará la vagancia en mi Gobierno, tampoco se tolerará que niño en aptitud para ellos deje de concurrir a la escuela; que si grave es la responsabilidad del padre en la instrucción y educación de la familia, imperdonable es en el Estado el menor descuido en el cumplimiento de ese su deber de preparar hombres para la lucha de la vida y ciudadanos para el derecho y la libertad. La mirada del Estado deber permanecer de continuo fija en la escuela que no es otra cosa que la luz que va adelante alumbrando los nuevos derroteros que ha de seguir la sociedad.

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Si la paz interior depende del acatamiento de todos a la ley, la exterior está vinculada con el mutuo respeto internacional a los derechos ajenos entre los diferentes países. Costa Rica, por fortuna ha sabido observar la conducta más discreta en este terreno.

No sería yo buen costarricense si en lo más leve tratara de alterar ese nuestro tradicional modo de ser o si dejara de observar la reconocida conducta de abstención absoluta en los asuntos propios de los otros estados centroamericanos.

Y a fin de evitar conflictos, y por lo que pudiera llamarse alta economía nacional en el Gobierno que vengo a presidir, no se celebrarán tratados ni contratos, ni si harán concesiones de ninguna especie que pudieran poner en peligro la autonomía de la República.

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Después de las declaraciones terminantes que al principio de este documento dejo consignadas juzgo un lugar común manifestar que no habrá para mí mayor satisfacción que descender del puesto público que he venido a ocupar, en medio del reconocimiento general de que he sido un funcionario legal y de que mi sucesor ha sido libremente escogido por Costa Rica.

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Obvio creo también decir que considero dogma sagrado en el credo republicano la libertad de la prensa, que sin ella no hay democracia y que no seré yo quien lleve en su conciencia el estigma de haber conculcado esa libertad. Y de tal manera conceptuó arraigado el uso de ese derecho en nuestro pueblo, que no creo ya posible en lo futuro ir contra él, circunstancias que consigno muy complacido.

Por demás considero exponer también que no hay ningún motivo para temer que la paz costarricense se perturbe por conflictos entre la Iglesia y el Estado. Tradicional el carácter práctico del costarricense en ésta como en tantas otras cuestiones, ha sabido fijar el límite entre una y otra institución marcando de modo inconmovible un canon de respeto recíproco en las relaciones entre las dos.

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En el cuadro administrativo de nuestra República ocupan lugar muy honroso y muy importante el cuerpo Militar y el de Policía.

En esas dos instituciones, en Costa Rica se va afirmando cada día más una característica que armoniza con el modo de ser de esta sociedad: se delinean como centinelas que guardan la Constitución y las leyes y que se hallan dispuestos en toda ocasión a defender el orden público. No puede ser más alta ni más sagrada la función que llenan en la vida nacional.

Tratar de afirma aquella característica y mantener los prestigios que le corresponden a aquellos dos organismos, será tarea que procuraré satisfacer del modo más cumplido.

Procediendo así creo no hacer más que justicia, tan sólo se pretende conservar en el alto puesto que le corresponde a nuestra fuerza pública, formada por un personal que no concibe la deslealtad y que cubre su patriotismo con la virtud más elevada que se puede reconocer al hombre en todo estado, el pundonor.

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El país entero conoce los grandes compromisos pecuniarios, en los cuales va envuelto el honor nacional, que pesan sobre Costa Rica. Hay que atender a costa de privaciones, si es el caso, aquellas deudas. Advertido de esa perspectiva me encargo desde este momento de la administración de los intereses de la Nación. Para salir airoso de mi cometido cuento, en primer término, con vosotros, cuento con la colaboración de todas las buenas voluntades que dedican sus mejores deseos a la prosperidad y felicidad de la Patria.

Entre esas buenas voluntades tomo muy en consideración la del ilustre estadista a quien me cabe el honor de suceder en el Poder.

Que cuando os devuelva el depósito que el país me ha confiado, mis conciudadanos me hagan justicia al decir de mí:

“Ese ciudadano cumplió lo que prometió”.

Esa sería para mí la mayor de las satisfacciones.

Señores Diputados.

Alfredo González

San José, 8 de mayo de 1914.

Fuente: El Foro (Revista mensual de Derecho, Legislación y Jurisprudencia, Ciencias Sociales y Políticas), San José de Costa Rica, Mayo 15 de 1914, N° 1, Tomo X. Director: Luis Cruz Meza. Colección Personal. Como dato interesante y sentido, pude conseguir este Tomo X en una librería de libros usados y el lomo viene inscrito el nombre de don Luis Anderson, quien fue diputado de Alajuela de 1914 a 1917.

Fotografía del Presidente de la República don Alfredo González Flores, contenida en la obra “Alfredo González Flores: estadista incomprendido” de don Eduardo Oconitrillo García.

Erick Francisco Bogarín Benavides vía FB

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