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Efigie de José Figueres Ferrer

Efigie Figueres

Johnny Araya Monge
Alcalde de la Municipalidad de San José

José Figueres Ferrer: el hombre, su visión, su obra

25 de setiembre 2023

Johnny Araya

Amigos y amigas, muy buenos días:

Hoy nos reúne el ex – presidente de la República José Figueres Ferrer, nuestro querido don Pepe. En la historia moderna y contemporánea del país muchísimas veces él nos convocó, y aún hoy sigue convocándonos con el único propósito de explorar los caminos para generar progreso, desarrollo económico, bienestar y justicia social para nuestra querida Costa Rica.

Ese era su objetivo, la libertad era su vida, la justicia su horizonte. Inquebrantable en sus ideales, versátil en la manera de concretarlos. Agricultor, político, escritor, trabajador humilde y sencillo, idealista y pragmático. Así era Pepe Figueres, uno de los políticos más universales de nuestro país.

Don Pepe nos ha reunido en esta ocasión para conmemorar su natalicio, e inaugurar en este edificio, que en su honor lleva su nombre, la escultura de su rostro, que es también la de su pensamiento.

Agradecenos a la Junta Directiva y autoridades del CNP, que en su momento aprobaron el traslado de este monumento, que por muchos años permaneció en las antiguas instalaciones de esa institución, para que fuera colocado aquí en el Edificio José Figueres Ferrer, y sea un símbolo más y recuerdo permanente de los más altos ideales del legado histórico de esta emblemática figura, que ha sido y seguirá sindo fuente de inspiración para todos los costarricenses.

Nació en 1906, un día como hoy, 25 de setiembre, en San Ramón, un lugar conocido como tierra de poetas, y traía en su interior el genio literario, lector voraz desde muy joven, y al pasar los años también creador de ficciones y de ensayos.

Tenía alma de poeta, y su idealismo era pertinaz. Él estaba convencido de que se educa a través de la música y de la cultura.

Soñó con liberar a varios países de las dictaduras políticas que los asolaban, y para hacerlo fue uno de los promotores de la Legión del Caribe, donde inspiró un movimiento de liberación destinado a construir en Centroamérica y el Caribe, sociedades auténticamente democráticas.

Pero la vida, que siempre es incierta y sorpresiva, le tenía reservada otra misión tan digna y tan desiciva como la anterior.

A inicios de los años cuarenta don José Figueres mantenía estrechas relaciones con los miembros del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, liderado por don Rodrigo Facio. Esos vínculos eran muy importantes para él, pero lo que marca una inflexión en su trayectoria pública, fue el discurso que pronunció el 8 de julio de 1942, en el que denunció con gran valentía y elucuencia al Gobierno de la Repúbica de entonces, por el mal menejo de los asuntos públicos y por la forma arbitraria y autoritaria en la que se estaba ejerciendo el poder.

Luego de aquel discurso don Pepe fue expulsado del país, y estando en el exilio juró evitar que la arbitrariedad y el nepotismo dominaran en Costa Rica.

En su espíritu libre siempre entendió que el Estado costarricense no podía ser un poder autoritario, y que los ciudadanos de Costa Rica no tenían que ser súbditos de un gobierno antidemocrático.

Fue ahí, en el exilio donde José Figueres Ferrer empezó a crear el ideal de la Segunda República, y visualizó un Estado Social y Constitucional de Derecho.

Don Pepe, general victorioso que, en un hecho inédito en la historia, después de ganar una guerra, en 1948, disolvió sus propias fuerzas armadas para abolir el ejécito, inspirado en una hermosa frase reconocida internacionalmente: “No quiero un ejército de soldados sino de educadores”, quería un país con más maestros que soldados.

Esa sabia y valiente decisión que se hizo realidad el 1 de diciembre de 1948, puso a Costa Rica como ejemplo de civilismo en el escaparate mundial.

Luego de la guerra civil de marzo-abril de 1948, sirvió como presidente en tres ocasiones: siendo presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, y en los períodos constitucionales de 1953-1958 y 1970-1974.

Si bien estos ejercicios formales del poder del Estado y del gobierno son muy relevantes, la obra de don Pepe trasciende por mucho esas funciones.

Él, durante casi cincuenta años, fue el inspirador intelectual y político de la Costa Rica moderna. Una Costa Rica sin ejército, pacífica y digna como nación, donde el Estado cumplía una misión trascendente de solidaridad social y de distribución de la riqueza.

Sí, la Costa Rica de renta media, ahorrativa, democrática, frugal, fue pensada por don Pepe, y él empezó a concretarla en los decretos de la Junta Fundadora de la Segunda República, que enriquecieron los acuerdos de la Asamblea Nacional Constituyente de 1949, y los contenidos de la gran reforma social del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia.

Así se forjó la Costa Rica moderna, la Costa Rica que él soñó.

Una Costa Rica donde entre otras obras vinculadas a su gestión, sobresale la creación del Instituto Costarricense de Electricidad y la promoción de energía eléctrica de fuentes renovables.

Los grandes proyectos de represas hidroeléctricas surgieron bajo el ideario de don José Figueres Ferrer. Hoy, el 98% de la electricidad que el país genera, es energía renovable, y en ese logro está grabado el nombre de don Pepe.

Fue el autor de obras tan emblemáticas como las “Cartas a un ciudadano”, “La Pobreza de las Naciones”, “Así nacen las palabras y los cuentos”, “El espíritu del 48” y “Cubaces tiernos en abril”.

Como buen autodidacta leía a León Tolstói desde su juventud, y durante toda su vida no cesó en los esfuerzos por estudiar a Shakespeare, Emerson, Whitman, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Locke y muchos otras cumbres del pensamiento y de la literatura.

En los últimos años de su vida, tuve el honor de conocerle y compartir con él, en diferentes momentos que dejaron en mí una huella profunda, influyendo en mis más altos ideales y valores, los cuales, en buena medida, me han inspirado en mi gestión como alcalde de nuestra ciudad Capital.

Durante los años que he estado al frente de esta Municipalidad, hemos construido un relato para la ciudad Capital, que tiene como concepto central el objetivo de convertir a “San José en más destino que camino”, para revertir, la tesis equivocada de que esta ciudad es en un lugar de paso, un cruce de caminos y más bien que sea un buen destino para vivir, trabajar, hacer negocios, para el arte, la cultura, el deporte, el entretenimiento y el turismo ente otros.

Mi vida, a diferencia de la ciudad, la veo más, como camino que destino. Nunca he creído que uno tenga un trazado predeterminado en la vida, y por eso desde que era un adolecescente, recuerdo para siempre los versos del poeta español, Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…

Pero también, esa filosofía de mi vida se alimentó con la hermosa frase de don Pepe: “Cuando las cosas van mal hay que luchar, cuando van bien hay que emprender nuevas luchas, esa es la vida una lucha sin fin”. Así veo mi vida, más camino que destino, una lucha sin fin.

También hay otra faceta de don Pepe que ha influido mucho en mi pensamiento, y es que a pesar de su mentalidad desarrollista y apasionado por la obra pública, siempre creyó en la cultura, no en vano su extraordinaria afirmación: “para qué tractores sin violines”.

Esa expresión siempre ha estado presente en mi mente y me ha motivado a impregnarle a la agenda de la Municipalidad de San José, una vocación muy especial por el arte y la cultura. No es casual que en dos ocaciones nuestra ciudad haya sido designada Capital Iberoamericana de las Culturas, en el 2006 y este año 2023 en el que también celebramos el Bicentenario de nuestra Capitalidad.

Me complace, cuando estoy en el periodo final de mi gestión al frente de la municipalidad y de la ciudad de San José, promover este acto, en el que dejamos un testimonio más, de reconocimiento a uno, de los más relevantes líderes históricos de nuestro país, para que nos siga motivando a tener presente y a no olvidar nunca su pensamiento inspirador, con el que fundó uno de los movimientos políticos más importantes de nuestro país: “El nombre de la estrella que nos guíe debe ser el bienestar para el mayor número”.

Desde el Gobierno de San José, te damos las gracias. Gracias don Pepe, por tu pensamiento y por su ejemplo. Al navío de la patria que zarpó independiente hace más de doscientos años aun le esperan nuevos esplendores, nuevos territorios, nuevas luchas, y ahí, en ese futuro, como en el presente, con tinta indeleble, esta tu nombre y tu espíritu.

¡Viva para siempre José Figueres Ferrer!

Muchas gracias.

 
Palabras de recibimiento del alcalde de San José Johnny Araya, al Ex presidente de la República Oscar Arias Sánchez:

Quiero agradecerle al Ex presidente de la República su presencia en este acto. Nos honra la participación de alguien que también ha sido una muy destacada figura de la historia. Como presidente de la República, cargo que ejerció en dos ocasiones y cómo líder político ha dado continuidad al pensamiento y a la obra de don José Figueres Ferrer, no en vano, y para orgullo de todos los costarricenses, fue merecedor del Premio Nobel de la Paz.

Muchas gracias don Oscar.

-o-

 
Algún día lograremos salir del laberinto

Oscar Arias Sánchez
Escultura de don Pepe
Explanada Municipalidad de San José
25 de setiembre de 2023

Oscar Arias

Amigas y amigos:

La vida está hecha de lo tangible y lo intangible, de las materias y los conceptos. Pero hay momentos en la historia, vorágines, en que surgen los objetos-idea, las cosas que adquieren un valor simbólico capaz de trascender la materia. Eso es una escultura. Un pedazo de arcilla, piedra, bronce, hierro, mármol… que actúa como puente entre lo que es y lo que puede ser, entre la realidad en la que vivimos y la realidad con la que soñamos.

Cuando hace 75 años José Figueres abolió las fuerzas armadas de nuestro país le demostró al mundo que vivir sin ejército no es una utopía. En el coraje de este hombre visionario se ensanchó el horizonte de nuestra patria. Con el mazo que golpeara los muros del cuartel Bellavista, derrumbaba también los muros de la incomprensión y señalaba un nuevo camino de esperanza para Costa Rica. Ese golpe de mazo fue la luz que iluminó los pasos de la quimera hacia la ruta del desarrollo que queríamos seguir. Fue así, como nexo inefable entre lo visible y lo invisible, que construimos los costarricenses nuestro símbolo de identidad.

Esta escultura de don Pepe, que hoy encuentra un nuevo hogar en la explanada de la Municipalidad de San José, ha de convertirse en un objeto-idea. La idea de un hombre que decidió abolir nuestro ejército para invertir en educación y salud para nuestro pueblo; la idea de que el gasto militar representa la perversión más grande de las prioridades mundiales que se conocen hasta hoy.

Invertir en los ejércitos y no en la gente es una distorsión de nuestros valores, es alimentar el vientre de los misiles y no de los niños, es pagar hordas de soldados y no de doctores y maestros. Tal vez, cuando nos atrevamos a enfrentar el espejo y ver nuestro rostro sin velos, lograremos encontrar la medicina que nos proporcione vivir en un mundo en donde los seres humanos, y no el gasto militar, seamos la prioridad. Ese mundo que enlaza, como hilo milenario, las ilusiones de muchas generaciones de hombres y mujeres. Así como en la mitología griega Ariadna ayuda a Teseo a salir del laberinto del Minotauro valiéndose de un ovillo de hilo, así también, estoy seguro de que la humanidad algún día logrará salir del laberinto, y volverá a poner en orden sus prioridades siguiendo el hilo que, a través de los tiempos sostuvieron hombres y mujeres desde Buda y Jesús, hasta Mahatma Gandhi, Martin Luther King Jr. y la Madre Teresa de Calcuta.

Ha llegado la hora de que el mundo aprenda a separar la paja del trigo y reconozca, con evidencia en mano, cuáles son los gastos que se traducen en un mejor nivel de vida para sus ciudadanos y cuáles no lo son. Como decían hace un siglo los estudiantes de la Reforma Universitaria: «los dolores que quedan, son las libertades que faltan».

Los ejércitos son nuestros sueños derrotados. Son nuestras ideas vencidas por el miedo y nuestras ganas apagadas por la impaciencia. Cada hombre que armamos es un símbolo de que hemos perdido la más importante de nuestras luchas: la de las ideas. Estoy convencido de que la abolición de un ejército no es una aventura aislada de un pueblo soñador, sino el propio destino del ser humano que Costa Rica protagonizó antes de tiempo…

Una vez que dejé la presidencia le la República en el año 1990 viajé por el mundo auspiciando la paz, la desmilitarización y el desarme en numerables foros internacionales y en conferencias en universidades y parlamentos. Intercambié experiencias e ideas con miles de personas, valientes y generosas, que compartían mis sueños de llegar a construir sociedades sin armas.

Cuando al final de mi primer mandato nos disponíamos a reconocer al nuevo gobierno panameño, logré persuadir al presidente Guillermo Endara de tomar la histórica decisión de reformar su constitución política y abolir su ejército. Convencido de que el ejemplo de Panamá podría ser seguido por las demás repúblicas hermanas de Centroamérica y el Caribe, volví mis ojos hacia Haití. Después de la salida de los militares golpistas y la restauración del gobierno constitucional, luché sin descanso por la abolición del ejército haitiano, un hito que alcanzamos cuando el presidente Jean-Bertrand Aristide eliminó el financiamiento de sus fuerzas armadas, aunque no pudimos abolirlas constitucionalmente. Después viajé al África subsahariana, donde intenté persuadir a ocho jefes de estado de abolir sus ejércitos o, al menos, disminuir sus gastos militares. En África ningún gobierno acogió mis sugerencias.

Estoy convencido de que llegará e día en que muchas otras naciones del mundo seguirán nuestro ejemplo, y entonces los maestros en las escuelas dirán que la gran travesía por la abolición de los ejércitos fue iniciada en nuestro suelo. Estoy convencido de que llegará el día en que el ser humano comprenda que el poder de la guerra es muy superior al suyo, y que inundarse de armas es entregarle a la muerte la secreta llave de la vida.

Esta escultura de don Pepe le indicará a los jóvenes de todas las generaciones y de todas las ideologías, que este caminante de la historia se detuvo momentáneamente en la explanada de la Municipalidad de San José para decirles que la paz no es un altar inamovible, fijado en el centro de las plazas. Es una convicción y es una forma de actuar. No está garantizada para siempre, sino todo lo contrario, debemos labrarla cada uno de nuestros días. Debemos labrarla con cada niño que asiste a la escuela, con cada anciano que es atendido en un hospital, con cada joven que obtiene trabajo, con cada madre que compra alimentos. Debemos labrarla con desarrollo humano y crecimiento económico que nos permitan redistribuir la riqueza y eliminar la pobreza. Debemos labrarla, sobre todo, con respeto a las instituciones y a la historia democrática, porque todas las dictaduras se mantienen por las armas, y la paz es, tan solo, un buen sinónimo de la democracia. La paz no nace, se hace, tal como la hicimos en Centroamérica en mi primer gobierno. En palabras de Jorge Debravo: «La paz no es una medalla / la paz es una tierra esclavizada / y tenemos que ir a liberarla«.

Muchas gracias

Figueres

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