El siglo de Figueres

José Figueres

EL SIGLO DE FIGUERES

Armando Vargas Araya
Publicado en El Día Latinoamericano
Ciudad de México, 25 de junio de 1990.

Nuestro día está por llegar, a corto plazo.
Nuestros pueblos dejarán de ser pobres,
en la era de la abundancia.
Desaparecerán las angustias de nuestros hogares,
en la época de la justicia social.
Nuestros métodos de trabajo se modernizarán.
Nuestros recursos naturales se usarán
en beneficio de nuestros pueblos.
Nuestros artículos de exportación alcanzaran precios
que nos permitan vivir como los países avanzados,
cuyo alto nivel de vida pagamos nosotros en parte,
con nuestras importaciones.
Nuestra capitalización nacional aumentará,
disminuyendo nuestras necesidades de crédito exterior.
Todos nuestros habitantes podrán disponer
de medios de educación y de salud.
El siglo veinte es el siglo del pueblo.

José Figueres

A los 83 años de edad ha muerto en su residencia de Curridabat, suburbio de San José, el 8 de junio de 1990, el luchador de la Socialdemocracia Latinoamericana y fundador de la Costa Rica contemporánea, Don José Figueres, conocido en los afectos del pueblo como Don Pepe.

En 1948 comandó la Guerra de Liberación Nacional, que en seis semanas derrocó al régimen del Presidente Teodoro Picado Michalski, desterró a su adversario y perdedor en las elecciones de ese año Rafael Ángel Calderón Guardia, y clausuró el Estado Liberal.

Presidió por 18 meses la Junta Fundadora de la Segunda República, instauró el Estado de Bienestar y entregó el poder al ganador de los comicios, el periodista Don Otilio Ulate Blanco. Fue reelegido a la Presidencia de la República en 1953 y en 1970.

El siglo 20 costarricense es el siglo de Figueres.

A los 22 años de edad había puesto en marcha el laboratorio de la Segunda República: su empresa agrícola/industrial «Lucha sin fin». Tenía 35 años cuando irrumpió a la vida pública, desafiando al entonces Presidente Calderón Guardia y, como consecuencia, sufriendo el destierro en El Salvador, Guatemala y México. Desde el exilio, Don Pepe propuso en 1943 a sus compatriotas: obtener, en un término de veinte años, un país verdaderamente independiente y verdaderamente democrático, con una población de un millón de habitantes, todos calzados, bien nutridos, bien alojados, sanos, cultos y libres. Un lustro más tarde, el líder unió en una sola voluntad armada las pasiones, los anhelos y los ideales de la patria, para acabar con el antiguo régimen de la ineficiencia, la politiquería y la corrupción. Estableció la Segunda República y con ella la planificación, el desarrollo socioeconómico y la modernidad. En los principios de la Socialdemocracia —libertad, justicia, democracia y paz— encuadró su fecunda lucha política de cuatro décadas.

La patria pobre de ayer

A fuer de contemporáneos de Figueres, los costarricenses rara vez tienen ocasión de hacer un balance entre el antiguo Estado Liberal y el Estado de Bienestar de hoy. El proyecto nacional de la Socialdemocracia para Costa Rica fue diseñado por Don Pepe y sus hombres en un país menguado por la miseria, casi olvidada por sus contemporáneos y poco conocida por las nuevas generaciones. Para 1948 más de la mitad de los caminantes iban descalzos por la Avenida Central de San José. El 77% de los maestros no habían concluido sus estudios. La televisión no existía aún en el país. La Electric Bond and Share, la American and Foreign Power, la Northern Railway Company y la United Fruit Company, cuatro monopolios extranjeros ya superados por un desarrollo nacionalista, explotaban la electricidad, las telecomunicaciones, los ferrocarriles, la tierra y el trabajo de los costarricenses. Éramos una «banana republic».

La Guerra de Liberación Nacional estalló cuando la población era de 770.000 personas, el producto nacional bruto sumaba 145 millones de dólares y el ingreso anual por habitante se estimaba en 188 dólares. Hoy somos 3.000.000 de costarricenses, el producto nacional bruto llega a 3.278 millones de dólares y el ingreso per cápita se calcula en más de 1.200 dólares.

La transformación de la sociedad ha sido espectacular, especialmente cuando se comprueba el avance logrado en los ámbitos de la educación y la salud. En 1948 había una población estudiantil de 216.114 jóvenes, hoy los estudiantes son 780.000, casi un tercio de la población. La Junta de Gobierno encontró cinco colegios de bachillerato ubicados en la Meseta Central, mientras que ahora tenemos 242 extendidos por todo el territorio nacional. En aquellos días funcionaba una sola universidad, con diez escuelas y 1.200 alumnos. En la actualidad existen 14 centros de educación superior; cinco universidades y nueve institutos parauniversitarios, con 200 carreras y más de 60.000 estudiantes. La cultura es pan cotidiano en la Segunda República con sus tres orquestas sinfónicas y cinco editoriales estatales autónomas; lo mismo se compone música contemporánea que se estudia a los autores griegos y latinos, se investiga en biología molecular o en nutrición, y se publican revistas especializadas de circulación internacional desde hace un cuarto de centuria.

En la Costa Rica desnutrida y triste de los años cuarentas, la tasa de mortalidad infantil era de 97.4 por mil nacidos vivos, la que ha sido disminuida a 18.3 por mil. Entonces había unos tres médicos por cada mil habitantes; hoy tenemos nueve. Eran necesarias las campañas de educación sanitaria para que las madres hirvieran el agua contaminada; ahora, el agua potable llega al 83% de la población rural y al 93% de la población urbana. Han sido erradicadas la fiebre amarilla, la difteria y la poliomielitis. En fin, la esperanza de vida al nacer era de 49 años en 1948; en 1986 es de 74 años.

Cuánta verdad encerraba la proclama del Comandante en Jefe del Ejército de Liberación Nacional cuando dijo:

Niego todo derecho a calificar de reaccionario, burgués o retrógrado al movimiento nuestro… Nos mueve el espíritu del siglo veinte que es el siglo del pueblo. El hombre tiene ya medios de producción capaces de colocar en un plano elevado, material y espiritual, a todos los miembros de la comunidad… para que desaparezca el espectáculo de las grandes mayorías empobrecidas por la ineficiencia y por el privilegio.

La opulenta herencia figuerista

Figueres hereda a Costa Rica grandes conquistas democráticas que trascienden cualquier medición en cifras, pero que están atesoradas en la conciencia social de la nación.

• Hoy disfrutamos de una libertad inmensa en relación con 1948.

• La disolución del ejército como institución permanente es un hito sin parangón en el mundo.

• La nacionalización de la banca es una meta que acaban de alcanzar pueblos hermanos, pagando un elevado costo social.

• Pocos países tienen un régimen de servicio civil comparable al establecido aquí 41 años atrás.

• Pese al aislamiento del mundo exterior por las montañas que circundan el Valle Central, los costarricenses hemos aprendido de Figueres el significado auténtico de la solidaridad con los luchadores por la democracia y por la justicia internacional.

• Su enaltecida demanda de precios equitativos para nuestra producción exportable —precios justos para el desarrollo— representó en su momento una avanzada del Nuevo Orden Económico Internacional.

• Figueres cambió el rumbo de la sociedad con sus programas de modernización económica. El Estado de Bienestar posibilitó el surgimiento y la conformación de vigorosos estratos medios. Al lado de los tradicionales grupos agroexportadores, crecieron nuevas fuerzas económicas que incluyen a los industriales, las cooperativas y el solidarismo, así como un amplio sector profesional y técnico.

• El desarrollo político alcanzado se evidencia en instituciones tan progresistas como el Tribunal Supremo de Elecciones, cuyas potestades para garantizar el respeto de la soberanía popular virtualmente no tienen comparación.

• Gracias a la democracia de partidos que está en proceso de consolidación, la política es una responsabilidad cívica que cada día se toma más en serio.

• Los libros publicados por Don Pepe y sus escritos dispersos en la prensa de las Américas, constituyen una contribución importantísima para la cultura democrática. Entre sus obras principales están: Palabras gastadas (1942), Cartas a un ciudadano (1956), La pobreza de las naciones (1973) y El espíritu del 48 (1987).

• De todas sus realizaciones institucionales hay una de muy vasto significado en la perspectiva del futuro: el Partido Liberación Nacional que él fundó hace ya 39 años, el cual ha crecido hasta transformarse en la fuerza política hegemónica de la democracia costarricense.

La Segunda República fue un lema de batalla de 1944 a 1948. Luego fue una directriz permanente para la acción del liberacionismo. Hoy es una realidad política afectada por el hegemonismo, la onda expansiva del neoliberalismo y la deletérea autocomplacencia. Desde entonces, Don Pepe y el PLN han realizado en Costa Rica su proyecto del socialismo posible, que constituye una de las cumbres de la Socialdemocracia Latinoamericana.

La Segunda República no es sierva de Moscú ni satélite de Washington sino producto autóctono de un proceso político de liberación nacional y vocación latinoamericana. Por ello, esta revolución democrática sigue siendo cuestionada desde la izquierda por el leninismo tropical y hostigada desde la derecha por el conservatismo involucionista.

Otros pueblos han sido víctimas de revoluciones traicionadas o frustradas: la libertad sacrificada por la justicia o la justicia asfixiada por la libertad. La pequeña Costa Rica encontró, en el marco de una Socialdemocracia moderada, una fórmula propia para luchar por una producción alta y una distribución justa, dentro de un sistema democrático de las más amplias libertades.

Una actitud figuerista hacia el mañana

Leal a su circunstancia, Figueres percibió la fuerza de las corrientes sociales emergentes que él encauzó políticamente con su gran liderato. Su voluntad tenaz, su inteligencia metódica y su amplia capacidad de trabajo le permitieron concretar en instituciones sus ideas sobre la libertad del individuo, la solidaridad en la producción y la fraternidad continental.

Mas los tiempos nuevos traen consigo retos distintos. Ahora, la generación liberacionista de fin de siglo, centuria en la que la humanidad ha conocido lo mejor y ha cometido lo peor, tiene el deber de excitar su imaginación política para:

• consolidar y afirmar nuestra identidad y nuestros valores culturales, vigorizando el perfil nacional propio;

• fijar elevadas metas de calidad a la inaplazable reforma de la educación;

• concebir un desarrollo social y cultural renovado que dignifique y ennoblezca la vida de cada persona;

• diseñar otro estilo de desarrollo socioeconómico autónomo, fundado en la formación y capacidad de trabajo del pueblo, los recursos naturales propios, la ciencia y la técnica;

• definir una doctrina costarricense de seguridad y defensa comprometida con la desmilitarización, la neutralidad y la paz;

• crear una política exterior al servicio de la libertad y la democracia, la independencia y la soberanía;

• adecuar el aparato estatal para la conducción del proceso de transformación que Costa Rica requiere.

Esta empresa gigantesca de anticipar el porvenir y esbozar la sociedad de los tiempos nuevos es responsabilidad irrenunciable del PLN que, dentro del espíritu de la época, afronta un desafío similar al del joven agricultor de «Lucha sin fin»: imaginar un proyecto nacional que permita al Pueblo Costarricense vivir de otra manera, acercándose a la etapa de plenitud vital de la sociedad. Nuestro mejor reconocimiento a Figueres será el ejercicio entusiasta del patriotismo verdadero que es crítica de la tierra de los padres y construcción de la tierra de los hijos.

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