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Memorias Comunistas sobre la Guerra Civil de 1948

3. La traición republicana

En la narrativa comunista sobre la Guerra Civil de 1948, juega un papel muy importante la posible traición que el Partido Republicano Nacional desarrolló en contra de los vanguardistas en el fragor de la lucha. Esta es la manera en que el folleto escrito por la CPPVP en 1948 narra ese acontecimiento:

El General Somoza pidió un buen día al Presidente Picado que fuera a Managua para tratar todo lo relacionado con el apoyo a su Gobierno. Un avión expreso se encargó de llevar a nuestro Presidente a la capital nicaragüense, en donde Somoza y el Encargado de Negocios de los Estados Unidos le esperaban para celebrar una entrevista.

Se le tenía ya redactada una carta que, según el mandatario nicaragüense y el personero yanqui, habría de firmar nuestro Presidente, en la cual pedía ‘auxilio contra Figueres y el comunismo’.

Firmada esa carta, el Gobierno de Picado debía dejar acercarse a los Figueristas, abandonar la ciudad capital, dejándola calculadamente en manos de los voluntarios de Vanguardia Popular, e irse a establecer en Liberia, pequeña ciudad cercana a la frontera norte, y la Guardia Nacional —como instrumento americano— se encargaría de lo demás.

… El Presidente Picado se negó a firmar la carta y se volvió a la capital costarricense sin armas pero ya con la amenaza de que la Guardia Nacional de Nicaragua entraría en cualquier momento en que Nicaragua se considerara amenazada por ‘Figueres y por los comunistas’. …No obstante la actitud del Presidente, el alto mando de las fuerzas del Gobierno comenzó a actuar de modo que los acontecimientos nos llevaran a la posición buscada por Somoza. La protección de Figueres llega entones hasta el grado de que consigue aviones en la Zona del Canal de Panamá.

A partir de este momento el Presidente Picado está convencido de que la guerra tiene que perderse y que, por lo tanto, ‘nada hay que hacer’”.53

La narración de esta traición se consolidará en los siguientes testimonios y análisis de la guerra hechos por los comunistas. En esencia, el cuadro descrito será el mismo, pero se le agregará nueva información, al tiempo en que otros detalles cambiarán abruptamente. En ese sentido, la traición republicana cambiará de lugar y tiempo y hasta aparecerá como una tentación somocistas más de una vez. En 1955 Mora, Fallas y Ferreto sostenían que Somoza le había negado armas para defenderse al gobierno de Picado, con la intención de que éste debiera recurrir a la Guardia Nacional para enfrentar a Figueres. Así, de acuerdo con esta narración, Somoza ya tenía preparado su plan de intervención en Costa Rica, pero lo habría pospuesto hasta que el gobierno de Picado estuviera tan desesperado como para aceptarlo. La carta que autoriza el movimiento de la Guardia Nacional sobre Costa Rica aparece en el folleto de 1955 como un documento que debía firmar no Picado sino el embajador de Costa Rica en Nicaragua y hasta se afirma por primera vez que Manuel Mora conoció esa misiva.54

El folleto de 1955 también plantea la idea de que la oferta de Somoza fue secretamente aceptada por los militares gobiernistas, quienes, apenas conocieron el plan, se empeñaron en permitirle a Figueres su acercamiento a San José.55 En este punto es en donde cambia la narración sobre la traición. En el fragor de las negociaciones en la embajada de México —afirman Mora, Ferreto y Fallas en 1955— Calderón Guardia había llamado a los comunistas para dejarles saber que “poseía una ‘nueva’ fórmula de triunfo ofrecida por Somoza: el gobierno se trasladaría a Liberia, y la Guardia Nacional Nicaragüense entraría a Costa Rica para derrotar a Figueres”.56 Según esta versión, Picado no habría viajado hasta Nicaragua sino que este plan le fue presentado en Puntarenas al presidente, a Calderón y a Manuel Mora por un mensajero de Somoza. El jefe de la Guardia Nacional habría alegado entonces que sólo necesitaba una carta firmada por Picado pidiendo el auxilio nicaragüense para movilizarse; una propuesta que fue rechazada por todos los allí presentes. No obstante, a esta nueva reunión la narrativa comunista en 1955 agrega una traición diferente: “Manuel Mora se pronunció contra esa proposición y en nombre de Vanguardia Popular le pidió al Presidente rechazarla. Picado estuvo de acuerdo con el criterio de nuestro compañero, y así se dio por terminada la entrevista, regresando Manuel Mora solo e inmediatamente a San José para seguir interviniendo en las conversaciones de la Embajada de México. Picado y Calderón Guardia se quedaron unas horas más en Puntarenas, y entonces el Presidente cambió de criterio y sobre el ala del propio avión nicaragüense firmó el documento que Somoza necesitaba para intervenir”.57 De acuerdo con esta versión, tanto Picado como Calderón habrían traicionado a los comunistas a sus espaldas justo después de haberles jurado su fidelidad.58

En 1977 Manuel Mora agrega nuevos elementos a esta cita, cambiando un tanto su narrativa. Mora dice que mientras él se encontraba en la Embajada de México, recibió la noticia de que Calderón y Picado habían ordenado la preparación de un avión para viajar a Puntarenas, pero los milicianos vanguardistas que estaban en el aeropuerto impidieron que el artefacto despegara.59 En esta visión, que tiende a seguir afirmando el poder de los comunistas sobre la movilización de personas en la capital —incluyendo a altos jerarcas políticos—60, Picado habría tenido que buscar a Mora para convencerlo de que su intención no era abandonar el país sino ir a Puntarenas a dialogar con “una persona que había salido en busca de armas”. Así, Picado aparece como un presidente sin poder para decidir acerca de lo que se movilizaba desde la capital, por lo cual tiene que invitar al líder comunista a que lo acompañara.61 A la vez, Mora identifica por primera vez al “mensajero de Somoza”:

“Nuestro avión aterrizó en La Chacarita, donde nos esperaban las autoridades del lugar. Allí me explicó el doctor Calderón Guardia que el avión que esperaban venía de Nicaragua y que la persona que llegaría en ese avión era don Francisco Calderón Guardia. Efectivamente, un rato después llegó el avión que esperaban. Era un bombardero del ejército nicaragüense… Se abrió la portezuela y bajó don Francisco quien se sorprendió, de encontrarme a mí junto con el doctor Calderón Guardia y don Teodoro Picado esperándolo. Sin mucho preámbulo, don Francisco informó sobre el resultado de su gestión.

El presidente Somoza ofrecía mil hombres armados para que el gobierno derrocara a Figueres. Pero al mismo tiempo exigía que el presidente Picado le solicitara su ayuda, por medio de una carta”.62

Mora indica entonces que él exigió saber si lo que se ofrecía era la intervención de la Guardia Nacional nicaragüense y que, en ese caso, los comunistas se oponían completamente a ese tipo de ayuda por considerarla una ofensa a la patria. Rafael Ángel Calderón, según Mora, concordó con esa postura y Picado rechazó la oferta de Somoza dando por terminadas las negociaciones.

Pero Mora agrega, otra vez, un nuevo episodio a su memoria de esta reunión:

Don Francisco me pidió que nos apartáramos un poco del grupo, y así lo hicimos. Comenzó diciéndome que él no podía ser desleal con nosotros; que él estaba cogido en un engranaje del que le era muy difícil liberarse pero que él consideraba que era su deber informarnos que el plan de Somoza no se orientaba pura y simplemente a aplastar a Figueres sino que también había el propósito de aplastarnos a nosotros los comunistas. Como yo le preguntara que cómo podía explicarse que don Teodoro estuviera buscando ayuda militar en Nicaragua, horas después de haber capitulado, don Francisco me explicó que era Somoza el que estaba más preocupado con la capitulación de Picado porque consideraba a Figueres un peligro muy serio para Nicaragua”.63

En esta versión, Mora presenta su intervención en esta reunión como fortuita y le da el papel central de la narración a Francisco Calderón Guardia. Es el mismo Francisco quien le habría revelado al líder comunista el plan somocista: trasladar al gobierno de San José a Liberia, dejar la capital bajo el control de los comunistas, facilitar la entrada de Figueres a San José y luego pedir la ayuda de Somoza para combatir a los alzados y a los vanguardistas. Y sería el mismo Francisco Calderón quien le habría dicho a Mora que en “su criterio íntimo” era “preferible llegar a una transacción con Figueres que permitir que Costa Rica fuera invadida por la Guardia Nacional de Nicaragua”.64 En otras palabras, Francisco Calderón le habría sugerido a Mora el llegar a un arreglo con Figueres. Así, de allí Mora salió en avión para San José amparado en la idea de que el trato con Somoza estaba roto, pero, según él, después de que se alejó, “el señor Picado cambió de criterio y sobre el ala del avión nicaragüense escribió la carta que Somoza le solicitaba”.65

Una de las cosas más llamativas en esta narrativa de la traición republicana y la complicidad somocista, es que los representantes estadounidenses, tanto en Nicaragua como en Costa Rica, son catalogados por los comunistas como los propulsores de la maniobra. El primero en descartar esta participación en el sentido en que la presentó el testimonio vanguardista, fue el investigador Jacobo Schifter. En un primer trabajo publicado en 1982, Schifter, analizando los documentos confidenciales del Departamento de Estado, identificó efectivamente un interés de los norteamericanos por deshacer la relación entre los comunistas y los republicanos para parar así la influencia de los izquierdistas en el gobierno. No obstante, el costo de ese proyecto no involucraba para los representantes norteamericanos una capitulación o derrota militar del gobierno de Picado.66 Cuatro años después, este investigador probó que al invadir Costa Rica, Somoza había actuado por su cuenta y a contrapelo de lo que le exigía el representante de negocios del Departamento de Estado. De hecho, Somoza tuvo que parar su “ayuda” al gobierno de Picado por exigencias venidas desde los Estados Unidos.67

Más recientemente, Marcia Olander ha dado nuevas luces sobre la cooperación entre Somoza y el gobierno de Picado durante la Guerra Civil. De acuerdo con Olander, en su camino de México a Costa Rica, René Picado hizo una escala en Nicaragua el 15 de marzo de 1948, de donde se trasladó a San José con al menos 35 ex guardias nacionales.68 Empero, una de las más importantes revelaciones del trabajo de Olander es que, a pesar de que Somoza le comunicó al Departamento de Estado que no enviaría más tropas a Costa Rica en respeto de la orden venida desde Washington (como lo indica Schifter), lo que realmente pasó es que el presidente Picado rechazó el 22 de marzo la oferta de hombres que le hizo Somoza para pelear contra los alzados.

No obstante, el 16 de abril Francisco Calderón, autorizado por Picado, firmó un acuerdo con Somoza para que éste defendiera la frontera en caso de sentirse amenazado. Somoza lo hizo y eso precipitó la firma de los acuerdos de paz. El 17 de abril, según Olander, Manuel Mora le habría declarado al Cuerpo Diplomático que los responsables de la invasión somocista habían sido los hermanos Calderón Guardia.69 Estos datos permiten pensar que Mora tuvo que acomodar su testimonio posteriormente, de forma tal que la traición apareciera como una maquinación estadounidense a la cual se alinearon los republicanos en un intento desesperado por sobrevivir a su hecatombe. La actitud de Mora en ese sentido, estaría a tono con la idea partidista de que su suerte política fue decidida por el Departamento de Estado; una acusación que políticamente no afectaba directamente a los grupos que se mantuvieron en el poder después de 1948, quienes eran a su vez los mismos grupos en los que descansó la decisión de legalizar al Partido Comunista.

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