Memorias Comunistas sobre la Guerra Civil de 1948

6. Narrativas rotas

El folleto de 1955 publicado por Fallas, Mora y Ferreto agrega un elemento inusual al testimonio comunista sobre el final del conflicto. Enfrentados a una crítica pública venida desde el ulatismo, los vanguardistas se vieron sometidos a una acusación que aseguraba que había existido un pacto secreto entre Manuel Mora y José Figueres en 1948, en vista del cual los comunistas se habían vendido a los figueristas. Los izquierdistas enfrentaron este cuestionamiento diciendo que el gobierno transitorio posterior a la Guerra Civil le otorgó a Manuel Mora 250.000 colones, “para licenciar más o menos tres mil milicianos vanguardistas” y para repartir entre los numerosos soldados y voluntarios que permanecían en los cuarteles del gobierno. Los comunistas afirman haber repartido ese dinero equitativamente entre los grupos señalados y denuncian que: “¡Este dinero es el dinero que algunos mal intencionados afirman que sirvió para comprar a los dirigentes de Vanguardia Popular, y que otros dicen que Manuel Mora se llevó para México!”.101

Será Otilio Ulate quien llevará esta crítica más allá en 1955.102 En ese año, en el contexto de la segunda invasión calderonista a Costa Rica desde Nicaragua, Ulate publicó en el Diario de Costa Rica una serie de artículos enfrentando al entonces presidente Figueres, quien lo había vinculado públicamente con la invasión. Estos artículos luego fueron reunidos por un grupo de amigos políticos103 de Ulate con el título ¿Hacia a dónde lleva a Costa Rica el señor presidente Figueres? En uno de los textos allí reunidos Ulate indicaba que:

Si bien se ha explotado mucho para los efectos de la propaganda en el exterior, el hecho de que al ser derrocado el Gobierno de Picado en abril de 1948, fue desplazado del poder el Partido Comunista, la realidad es que lo fue por accidente y que luego se trató de atraer al Partido Vanguardia Popular a cooperar con el Partido Liberación Nacional, o, cuando menos, se le hicieron ofertas, inmediatamente después de su caída, para ganar la buena voluntad de los comunistas”.104

De acuerdo con Ulate, el sacerdote Benjamín Núñez y José Figueres habían tenido “buenas relaciones personales” con Manuel Mora, las cuales se basaban en “similitudes ideológicas”. Dichas relaciones habrían permitido negociar el armisticio a los líderes mencionados. En este punto, Ulate reproduce la carta firmada por Núñez el 19 de abril de 1948 y el pliego de peticiones ya mencionado, pero indicando que su acceso a esos documentos se produjo gracias a que durante su paso por Panamá hacia el exilio en 1948, Mora fue requisado por las autoridades panameñas quienes tomaron copias de esos documentos. Desde la perspectiva de Ulate, esos documentos probaban un pacto secreto entre Figueres y Mora que no pudo ser consumado completamente porque hubo una presión muy fuerte de parte de la “voluntad popular”.105

La estrategia de Ulate de vincular a Figueres con los comunistas podía ser funcional en el contexto de la Guerra Fría, aunque está claro que Figueres jugó mejor ese juego durante la década de 1950.106 Empero, la versión de que existió un pacto secreto entre Figueres y Mora en Ochomogo continúo recuperándose. Lo más interesante es que quien llevará a su máxima expresión esa acusación será uno de los líderes más importantes del comunismo costarricense: el profesor Arnoldo Ferreto.

El antecedente de este cambio en el testimonio de Ferreto se presenta como una reacción a la aparición del libro de Figueres que reúne sus memorias sobre la Guerra Civil: El Espíritu del 48. Al acercarse a la narración de su reunión con Manuel Mora en Ochomogo y lo que allí se discutió, Figueres indica:

Sobre esta entrevista, que yo considero sagrada, mucho se ha especulado y mucho se ha mentido. Los llamados historiadores, le han agregado compromisos que no hubo en ella. Los políticos irresponsables la han tratado de presentar de modo que aprovechara a sus intereses. Igual si son de derecha, que de izquierda. Interesadamente, han hecho surgir de ese encuentro, compromisos que nunca se establecieron. Han llegado a violentar la verdad, diciendo que en Ochomogo se firmó un pacto entre los comunistas y yo. Falso. ¡En Ochomogo no suscribimos ni acordamos pacto alguno!…

Lo que se habló en Ochomogo sirvió como base para un documento, que facilitaría el arribo a la paz, a la hora de firmar lo que inexactamente se ha llamado el Pacto de la Embajada de México, que puso fin a las hostilidades.

Precisamente, cuando regresábamos a nuestras líneas, autoricé al Padre Núñez, para que si era menester, suscribiera algún documento, en que se fijara nuestra posición ante la cuestión social”.107

Figueres insiste, en ese sentido, en el hilo conductor del testimonio que había construido Núñez en 1967. Justamente, es Núñez a quien invita Figueres a escribir acerca de los documentos firmados en la Embajada de México el 19 de abril, especialmente refiriéndose a “una carta, cuya firma se atribuye al Padre Núñez y que se ha hecho circular, como si ella contuviese promesas de orden político, hechas por nosotros al Partido Vanguardia Popular”.108

La existencia de tal carta es tan importante en el testimonio de Figueres como lo es en el de Manuel Mora. Dicha misiva es la misma que en 1948 la CPPVP presentó como la introducción al pliego de peticiones en donde se declaraba el respeto a la legislación social. Figueres reconoce la existencia de ese pliego, pero como parte de los documentos firmados en la Embajada de México109 y no como un contrato particular entre Vanguardia Popular y el grupo rebelde, al que se habría adjuntado la carta atribuida por los comunistas a Figueres y firmada por Núñez. Al respecto, en el “informe escrito” que Núñez escribió para Figueres sobre el origen y validez de esa misiva, el sacerdote señala:

Cuando estábamos almorzando, al mediodía del 19 de Abril de 1948, en la Embajada de México, se presentó repentinamente el dirigente comunista Arnoldo Ferreto, quien llamó a Manuel Mora, que estaba sentado a nuestra mesa. Salieron los dos y conversaron por un breve rato. Luego vino Manuel Mora me dijo que el Buró Político de su partido, no aceptaba los términos del Arreglo Preliminar, que se había acordado hasta ese momento y que se iba a firmar dentro de una hora. La dirigencia comunista, estaba dispuesta a seguir luchando, aunque los demás se rindieran. Le manifesté que poco podía hacer yo en esa situación. Me asustaba lo que podría pasar de allí en adelante. Don Manuel me dijo entonces, que había un medio para tranquilizar al Buró Político. Me pidió que le firmara una carta, que él iba a redactar, en la que aparentemente el Ejército de Liberación Nacional y desde luego don Pepe, cuyo representante yo era, les ofreciera ciertas concesiones políticas. Reaccioné diciéndole que tal ofrecimiento sobrepasaba la plenipotencia de mi delegación. Que una cosa de tanta monta, exigía una consulta a Don Pepe y al Ejército de Liberación Nacional. Don Manuel me pidió unos minutos para redactar la carta, cuyo texto, según él, contendría cosas inocuas. Yo le concedí el tiempo que pedía.

Después de algunos minutos, regresó don Manuel, trayéndome un proyecto de carta, en la que me hacía prometer que al organizar el nuevo Gobierno resultante de la Revolución, a su partido, se le darían ciertas garantías, nombrando dentro del Gobierno, a personas de mentalidad progresista; que a los comunistas se les consultaría en la elaboración de la nueva Carta Constitucional, y se les daría participación en la Constituyente. Don Manuel incluía un ruego de precaución: tener este documento como privado”.110

Según Núñez, él se negó rotundamente a firmar esa carta porque no iba a tener ningún valor para Figueres ni para sus seguidores. Entonces Mora volvió a la carga argumentando que él necesitaba ese documento para convencer al Buró Político de Vanguardia Popular de deponer las armas. Núñez relata que Mora le habría pedido entonces su firma recalcándole que no involucraba ningún compromiso moral para el sacerdote ni para Figueres. De acuerdo con Núñez, el líder comunista le habría dicho: “Necesito ese papel únicamente, para evitar una hecatombe, haciendo creer a mis compañeros de dirección, que se les han concedido las condiciones que están exigiendo”.111 Esta propuesta, en la memoria de Núñez, condujo al sacerdote a una valoración en la que salió ganando su deseo por evitar una fuerte lucha en San José, incluso a riesgo de prestarse al “engaño” o “jugarreta política” que Mora le estaba haciendo a su propio partido. Núñez, por tanto, habría firmado el documento enfatizando nuevamente al líder comunista que esa carta era un documento apócrifo y no tenía, “ni podrá tener nunca, valor obligante”. El sacerdote dice: “Don Manuel asintió totalmente a mis afirmaciones. Puse mi nombre al pie de la carta. Don Manuel me prometió devolvérmela apenas volviera de convencer a sus compañeros con ella”. 112

La narración de Núñez, un tanto diferente de lo que le contó a Aguilar Bulgarelli en 1967, dejó en entredicho la versión de Manuel Mora de forma más fuerte que lo que había hecho la crítica de Ulate en la década de 1950. En este testimonio, a pesar de la insistencia del sacerdote en que Mora habría engañado a su partido por motivos patrióticos, el líder comunista aparece como traidor a su organización política. Por eso, la nueva narrativa del cura socialdemócrata caería como una bomba en la memoria comunista que ya arrastraba ciertas dudas sobre lo ocurrido en Ochomogo.

Al respecto, en junio de 1950, en su informe al Sétimo Congreso del Partido Vanguardia Popular, organizado en la clandestinidad, Arnoldo Ferreto ya había mostrado dudas sobre la actuación de Mora. Después de analizar el problema fundamental que en su perspectiva involucró el protagonismo de Mora en las negociaciones en la Embajada de México, Ferreto la emprendió contra la extrema confianza que tuvieron los comunistas en el arreglo pactado entre Mora y Figueres. Ferreto recalcó entonces las “falsas ilusiones” que creó entre los combatientes vanguardistas el respeto de Figueres hacia los compromisos que asumió en los documentos conducentes a la negociación del final del conflicto bélico. En su juzgamiento de la extrema confianza de Mora, Ferreto además revela una discusión posterior que da más luces sobre la cuestión del Pacto de Ochomogo y su ligamen con el desarme de los vanguardistas:

El c. Mora basó en parte su confianza en los acuerdos en consideraciones de orden puramente subjetivo. En otras palabras, el concepto personal que el c. Mora tenía de José Figueres y del cura Núñez, particularmente del primero, influyó en su determinación… Aunque muchos de los demás dirigentes del Partido no participábamos del concepto personal que el c. Mora tenía de Figueres, es lo cierto que ninguno tuvo visión clasista del problema.

…Por otra parte, se ha dicho que si nosotros hubiéramos visto claro, que si hubiéramos enfocado objetivamente la situación, siempre hubiéramos tenido que hacer lo mismo.

…Otros plantean una cuestión más concreta y dice ‘Si aun después de obtener ‘garantías’ complementarias de parte de Figueres, garantías que el c. Mora hizo públicas en sendos discursos, fue tarea harto difícil desarmar a nuestras fuerzas, ¿cómo se hubieran podido desarmar sin tales ‘garantías’ complementarias, es decir, si denunciamos desde el primer momento el valor nulo de todos los compromisos de Figueres con Teodoro Picado y nos negamos a negociar por nuestra parte compromisos complementarios?”113

De acuerdo con el informe de Ferreto, desde el principio varios líderes comunistas dudaban de que el acuerdo con los oposicionistas, construido básicamente teniendo como garantía la amistad que unía a Mora con Figueres, fuese a cumplirse. Esta cuestión tiene una narración paralela en las memorias de Ferreto.114 En ellas, publicadas en 1984, el líder comunista resalta los conflictos que produjo en el seno del Partido Comunista la negociación de Mora con Núñez y Figueres. Según Ferreto:

Este Pacto, que recibió el nombre de ‘Ochomogo’, no obtuvo la aprobación previa de la dirección del Partido, ni tampoco su expreso repudio, pues las circunstancias no lo permitieron, pero los hechos estaban consumados, la suerte echada y no hubo más remedio que hacer frente a lo que viniera.

Después de firmado por Mora el ‘Pacto de Ochomogo’, en horas de la noche se reunió, en el anexo del Hotel Costa Rica, donde el Partido tenía su cuartel general, la Comisión Política del Comité Central junto con algunos cuadros militares de las fuerzas armadas bajo nuestro control. En esa reunión Manuel Mora Valverde informó sobre lo que había pactado. La reunión, como es de suponer, se celebró en un ambiente de extrema tensión y de cansancio. Hubo en ella fuertes recriminaciones por la forma personal en que Manuel resolvió asuntos tan graves, aduciendo éste, en su descargo, que después de haber capitulado Teodoro Picado ante el Cuerpo Diplomático en la Embajada de México, no nos quedaba a nosotros más alternativa que aceptar dicha capitulación y tratar de obtener algunas garantías relacionadas con la seguridad de los miembros del Partido y de sus combatientes.

El compañero Luis Carballo dejó caer la pregunta que no tuvo respuesta: ¿Quién autorizó al compañero Mora a negociar y pactar con Figueres?

En el pacto, Mora se comprometió a desarmar a nuestras tropas y entregar las armas al gobierno de facto.

Durante la violenta discusión que tuvo lugar aquella noche en el anexo del Hotel Costa Rica, Mora expresó que debíamos confiar en las promesas de Figueres, y que la garantía de ese cumplimiento era el Cuerpo Diplomático. Más tarde pudimos comprobar, en la práctica, que tuvieron razón los camaradas que alegaron que esa garantía no tenía valor alguno”.115

Al insistir, casi cincuenta años después, en someter a juicio las acciones de Mora en 1948, Ferreto rompe con la memoria partidista que instaba a mirar lo hecho por Mora como parte de un consenso dentro del Partido. En esta versión, Mora ya no actúa más como el líder supremo de los vanguardistas, ni como la expresión de su pensamiento y accionar, sino que se presenta saltándose la línea de toma de decisiones de la CPPVP e, incluso, actuando ilegalmente según los estatutos del partido. Así, en las memorias de Ferreto ya no se presenta al Partido Vanguardia Popular como unívoco, sino cuestionando la participación de Mora en los acuerdos de la Embajada de México y discutiendo hasta el cansancio su proceder. Esa discusión incluso involucra la duda acerca de los motivos existentes detrás de la confianza de Mora en Figueres. Esta desconfianza ubicada en el pasado, prontamente es traída al presente por Ferreto. Así, en un libro publicado en 1987, Ferreto somete a juicio todas las acciones emprendidas por Manuel Mora durante la Guerra Civil, afirmando que Mora:

asistió a las reuniones de la Embajada sin siquiera informar a la Dirección del Partido de lo que se estaba tramando… Manuel Mora acordó, por su cuenta y riesgo, que el Partido depusiera las armas y las entregara al enemigo. Esto ocurrió después de haber sido prevenido por mí de que la Comisión Política del CC se negaba a que se depusieran las armas en los términos convenidos por el Presidente Picado. Como el Partido se resistía, se dispuso celebrar una reunión que duró toda la noche, en el anexo del Hotel Costa Rica. Manuel Mora presentó el supuesto ‘Pacto de Ochomogo’ con las conocidas promesas políticas y sociales que fueron violadas de principio a fin. El plenipotenciario de Figueres, presbítero Benjamín Núñez, afirma que ese ‘Pacto’ no existió y que fue un engaño deliberado. En su libro ‘El Espíritu del 48’, Figueres endosa esta afirmación…”.116

La grieta en las memorias comunistas estaba ya abierta y no se cerraría. El contexto de fondo de esta discusión fue la crisis y división del Partido Comunista entre 1982 y 1984, un proceso en el que se enfrentaron Ferreto y Mora acompañados por sus respectivos grupos partidarios.117

En la lucha citada, el pasado se convirtió en una herramienta fundamental para legitimar o deslegitimar la manera en que cada grupo reclamaba para sí el ser la representación histórica del comunismo costarricense. Y, por supuesto, esa discusión también sirvió para que la fisura de las memorias comunistas sobre la Guerra Civil de 1948 se terminara de consolidar. Así, en una entrevista concedida en 1990, Ferreto profundizó sus críticas, afirmando que desde 1943 Manuel Mora se comenzó a alejar de los ideales que motivaban a los comunistas. Desde esa nueva perspectiva, Mora se habría preocupado no sólo por cambiar el nombre del partido a Vanguardia Popular, sino que también habría tratado de que sus compañeros renunciaran a su identidad comunista.118

El primer cuestionamiento al testimonio ofrecido por Núñez lo realizó el hermano de Manuel Mora y también dirigente comunista: Eduardo Mora. Para él, la narrativa de Núñez podía interpretarse políticamente como un intento “para crear seguramente mayores motivos de roces en la izquierda”.119 La defensa histórica empero, sería emprendida con más ahínco por José Merino del Río, quien en un libro publicado en 1996 recupera el relato de Mora y trata de enfrentarlo al que Núñez le presentó a Figueres. De esa confrontación Merino destaca la existencia de “un importante campo de coincidencias entre los partidos de Mora y Figueres”, que habría facilitado el pacto entre ellas. Por eso, en esta perspectiva, la amistad de Figueres y Mora parece interpretarse en términos ideológicos. Además, la posterior ilegalización de la izquierda es entendida por Merino de acuerdo al testimonio histórico de los comunistas, es decir, como una táctica para hacerle concesiones al imperialismo estadounidense. Pero lo que realmente convence a Merino de la veracidad del testimonio de Mora es un documental producido en 1979 por el Departamento de Cine del Ministerio de Cultura en el que Figueres, Mora y Núñez reprodujeron en Ochomogo la conversación que habrían tenido aquella noche de abril de 1948.120 Su visión empero, sirvió poco para que la relectura del pasado ayudara en la reparación de un partido cuya memoria estaba mutilada. Así, frente al Pacto de Ochomogo los izquierdistas divididos continuaron desarrollando dos narrativas distintas: la que apoyaba a Manuel Mora y su testimonio y la que acusaba a Mora de haber traicionado al Partido Comunista en Ochomogo.121

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