La Marcha de los Seiscientos
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Autor: Alberto Martén Chavarría
Rotos, barbados
del áspero gangoche uniformados
que en todos los frentes
de sangre y de gloria
cubrió la victoria.
Muchachos decentes,
no fieros soldados,
al pueblo hermanados,
supieron triunfar,
luchar y morir,
llorar y reír,
sufrir y esperar.
Sin odio ninguno,
así noblemente,
por necesidad,
cual seres humanos,
nuestros combatientes
mataron serpientes
y enanos.
Antes que el acero que blandían sus manos,
blandían la antorcha de la libertad.
Una tarde fría,
de Santa María,
sigilosamente levantaron tiendas.
La nocha profunda,
de sombras,
la aurora jocunda,
de nieblas,
dos veces cubrieron su marcha fantasma.
La historia no nombra
como esta otra hazaña.
Y al rayar temprana la segunda aurora,
seiscientos soldados,
hombres, extenuados,
tomaron de un golpe Cartago.
Al decir Figueres el mago:
¡Ya es hora!
Como ayer de Homero,
hoy de esta epopeya,
pretende ser cuna,
más de una ciudad.
Yo quiero,
mostrándole al mundo esta villa,
decir: aquí está,
mirad –maravilla–
la cuna es sencilla…
Y es bella
Y si alguno este
juicio querella,
no retiro ni un verso,
no se me da nada,
Yo como Quevedo,
manejo la pluma
y la espada.
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