Savia de Llano Grande
Contenidos
Autor: Daniel Oduber Quirós
«La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas»
FEDERICO GARCIA LORCA
1
¿Se podrá hablar ahora?
Ya todos los demás hablaron
y agotaron las palabras
-también las pantomimas-.
Sí. Ahora ya se puede hablar.
¡Es tan grato hacerlo de úlumo!
Sobre todo, después del político,
el estadista o el militarote.
Hablan tan mal …
Es bueno que ahora cante el poeta,
él puede querer la tierra
-no hace falta alabarla
se trata de quererla-
y debe cantar;
los pastos han reverdecido
y esperan su palabra.
Es raro,
se habían dicho ya muchas misas en la ermita
y no había hablado.
Pero ya va a hablar.
Puede, uno a uno,
ir analizando a los hombres,
a los caídos y a los asesinos:
puede poner flores en la calle
o escupir con fuerza los cuarteles.
El coyote ya ha comido
y se para en el camino satisfecho.
Ese talvez quiera hablar.
¿Por qué no lo dejáis?
Tal vez quiera decir unas palabras.
Le encanta decir palabras
y también abrazar.
Pero es mejor que no hable;
de todos modos ya había hablado
y sus compañeros bajaron la cabeza.
Es mejor que no hable.
Es ya mediodía
y estamos con vestidos negros de notario;
mejor que el vecino queme incienso
y diga palabras dulces a las viudas.
¡Son ellas tan valientes!
Saldrán los niños a buscar,
por el lado donde el sol apareció aquella mañana,
los últimos cascarones de las balas.
¡Ayudadles! Son de ellos,
a ellos se los regalaron.
No tienen juguetes
ni comen helados en las tardes.
¡Ayudadles!
Si fueron sus padres …
pero en fin, sus padres tenían que ser.
Sí, sólo ellos
si eran hombres.
Llevaban machetes
y domaban potros;
sabían sembrar el pasto
y ver el horizonte.
A veces también nadaban en el río.
¿Por qué dicen que no?
Sí. Eran hombres.
¿Queréis que les pongamos corbata
y los sentemos en el café a hablar de política!
Imposible … ¿Verdad?
Sí. Eran hombres
y ellos eran los que tenían que despedirse del Sol,
de la montaña y del viento
aquel domingo de Febrero.
Sí. Eran hombres.
Aquí fue diferente;
aquí se puede ver la bala
y atajarla con la boca.
Sencillos eran esos hombres.
Si la ley no es la ley
y el tirano es la ley.
¡Cómo se fueron a morir!
2
Sencillo es sentarse en la plaza
y ver el crepúsculo.
Son muy bellos los campos
y el ganado y los pájaros.
Si tienes calor ahí está el agua.
(Camino que entra al pueblo
como lanzazo en el pecho
por donde llegan los hombres
de corbata y de chaqueta).
¡Qué bien hablan!
Sí. Hablan muy bien y saben muchas cosas;
son de allá, de la ciudad;
tienen mucho dinero.
Tal vez
nos inviten y les diremos que no,
que no nos gusta la taquilla.
¿Y si se resienten?
No. No se deben resentir.
¡Hablan tan bien!
¡Cómo nos gustaría tener esa chaqueta
e ir a la ciudad!
Ser como ellos.
Deben ser muy felices.
Nosotros no.
El ordeño y el maíz,
los pastos verdes y el agua clara.
Casi no leemos.
El pájaro y la rama;
no llevamos zapatos.
El viento y la estrella;
tenemos callos en las manos.
El sol y el cielo azul;
sólo comemos frijoles y algo más.
¡Ah, quién fuera como ellos!
Hablan tan bien.
Debemos estar muy orgullosos
de que vengan aquí.
Son como nosotros, hermanos,
les ofreceremos miel y maíz,
y que almuercen con nosotros.
Son nuestros hermanos.
Pero ¡quién fuera como ellos!
3
¿Somos hombres!
Sí. Somos hombres.
No tenemos revólver
ni somos amigos del Capitán
-extraña mirada esa del Capitán-.
Somos hombres aunque tengamos miedo.
¿Quién no tiene miedo?
En sus manos
que antes tenían callos,
los rifles nos dan miedo.
Son muchos:
uno, dos, casi cuarenta.
¿Para qué querrán los rifles?
No es para destruirnos. Si son hermanos.
Ayer estuvieron aquí y juntos vimos el cielo.
Como nosotros tienen hijos
y padres y esposa.
Yo sé. Sí, él tenía tierra y ahora es soldado,
pero aunque yo no tenga no puedo ser soldado.
tal vez si hoy se quedaran los invitamos …
-«Hermano». No oyen; tal vez el Capitán.
El debe de tener hijos también.
No. No hay que preocuparse:
no nos harán daño;
ellos quieren la tierra y la tarde.
Que vengan e iremos juntos a ver la tarde
desde la loma.
Se ve tan bien …
Son nuestros hermanos.
4
La ley.
¿Qué es la ley?
Será no hacer daño a nadie
y amar a los hermanos
y querer a la tierra.
Tal vez descansar bajo un árbol
y pensar en el mañana.
¿Quién nos dice qué es la ley?
Ese señor que viene y habla con Abilio
(gran hermano es Abilio),
ese señor tal vez nos diga qué es la ley,
si lleva zapatos
y buen vestido.
Sí. Ese nos puede decir qué es la ley.
Pero está disgustado.
¿Qué será?
-«Abilio, hermano, amigo,
¿Qué es la ley?»
-«Evitar que los buitres deshagan los cadáveres:
evitar que los perros se coman la flor;
poner el pecho para que los hijos
florezcan en nuevo amanecer».
-«¿Quieres decirle a los hermanos qué es la ley?
-Caer todos nosotros para que el reptil
no manche nuestros hijos.
No dejar que los abuelos desde la loma
lloren por nosotros
y quieran salir de ahí
para guardar el pueblo».
5
Ahí están.
Abilio: ¡que tienen armas
y que te pueden matar!
Déjalos que entren, Abilio.
Que no florezcan las rosas,
que se seque el manantial,
(la ley es la flor que crece,
el viento que la acaricia).
¡Llano Grande, esa es la ley!
Moriremos todos juntos,
tú, yo,
nuestras mujeres,
nuestros padres y nuestros hijos.
Que te matan Llano Grande.
Ya van cayendo uno y otro.
(Sangre de mártires tiñe
el ocaso carmesí).
-Abilio, ¡que cayó uno!
-¡Que Llano Grande no cae!
-Abilio, ¡que cayó otro!
-Faltamos todos. Espera…
Que te matan Llano Grande.
En cada hombre los ojos
se clavan en lontananza,
los potreros hoy más verdes
mudos testigos serán.
Cantando por las colinas
los hombres van y regresan.
Desde la luz trae el viento
la noche que llega ya.
No se puede más, Abilio,
¡Que Llano Grande no cae!
-La noche llega. ¡A la noche!
Tendidos en el camino,
verticales con los cielos
los heridos y los muertos
no conocieron el miedo.
Un horizonte de fuego
los ve desde la montaña,
y la tristeza se cierra
sobre la madre y la hermana.
Llano Grande no ha caído.
6
Podréis decir conmigo
¿Qué es la ley?
Llano Grande.
¿Qué es el hombre?
Llano Grande.
La savia ¿qué es?
Llano Grande.
¿Qué es el pueblo?
Llano Grande.
Sí. Llano Grande no cae.
Es Raro.
Esto no lo ha dicho el político,
ni el estadista,
ni el militarote.
Pero ya es tarde para ellos.
Ahora quedan tres muertos
y un símbolo.
Y el pueblo.
Por eso quiso hablar el poeta.
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