El compañero de don Pepe dice sus verdades
«Nunca estuve de acuerdo con la negociación de Pepe con Ulate. Don Otilio no merecía la Presidencia, porque en lugar de irse a pelear con nosotros, en lugar de irse para La Lucha, renunció a la Presidencia y mandó una lista de transacción. ¿Cómo es eso de darle la Presidencia a un hombre que renunció a ella y salió en carrera en medio de una revolución?.
«Pepe nunca hizo buenos negocios Tenía un montón de ideas raras. Él mismo decía que lo que le gustaba era inventar.
«Un político tiene que estirar la realidad, lo que es una manera de mentir. Yo no puedo. Por eso me alejé de Figueres. y no quiero decir que él fuera más mentiroso que otros. No simplemente es que así son los políticos, si no. no sobreviven como tales.
«La democracia no puede funcionar bien mientras no se le garantice al ser humano que no sufrirá pobreza. Ya le garantizamos que no va a ser esclavo ni analfabeto, pero el sistema sí permite que sea miserable.
«Ahora hay acaparamiento excesivo de fortunas, explotación y monopolios privados contra los que nadie se opone. Además, en casos como el Anglo, o Aviación Civil, que son casos concretos de corrupción, a los políticos hay que tratarlos como delincuentes comunes».
Alberto Martén fue el compañero de don Pepe y de Rodrigo Facio, el testigo de lo que se gestó entre Figueres y Orlich para la Revolución del 48, el inseparable amigo de juventud del caudillo y un hombre brillante, padre del movimiento solidarista, la nacionalización bancaria y las teorías del dinero electrónico, que derivaron en las tarjetas de crédito.
Los malos negocios de don Pepe
“De vez en cuando iba donde Pepe, que estaba montando una industria de cordelería. Pasaban las hojas de cabuya por una desfibradora, que consistía en dos rolillos que molían de la misma manera que hace la máquina de sacarle jugo a la caña. Más tarde, las fibras se tejían a máquina”.
Le pregunto si es un buen negocio, y se echa otra carcajada. «Nombre, Pepe nunca hizo buenos negocios. Tenía un montón de ideas raras. Él mismo decía que lo que le gustaba era inventar. Y su formación era una mescolanza extraña, de Física, Teatro, Socialismo y Filosofía», explica don Alberto, y me hace recordar que el abogado y periodista Roberto Fernández Duran dice que don Pepe era una suma de Shakespeare y Pancho Villa…
Se acuerda de algo, una sonrisa quiere salir a la superficie, pero él la sostiene. Intuyo que quería decir algo que se arrepintió. Le pregunto y le repregunto. Un silencio largo mis palabras de las suyas. No está tratando de recordar sino acomodando lo que va a decir. Se toma más reflexivo. “A Pepe nunca le importó la plata. Le importaban otras cosas. Alguna vez dijo que la diferencia entre él y Daniel (Oduber) es que él robaba para los otros, para los demás, mientras que Daniel robaba sólo para él mismo”.
Viene la época de las 40. Marte es un joven y prominente abogado de San José. Don Chico tiene fincas en San Ramón, y don Pepe viene de La Lucha. Se reúnen en su bufete una y otra vez, como también lo harían tres o cuatro años después, ya para organizar la revolución, después de que Figueres vuelve del exilio.
«Éramos muy cercanos. Fíjese que los que apadrinamos el famoso discurso de Pepe por radio, en el 42, somos precisamente Chico y yo. Ya estaba terminando el discurso cuando llegó el Jefe de la Policía, Manuel Rodríguez, todo matón, con una gran 45, y se lo llevó preso. Pasamos amargos días de incertidumbre”.
«Fue entonces que salí a alborotar a la gente del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. Yo no pertenecía a ese grupo. Mis bien, era la cabeza del grupo Acción Demócrata, que había nacido entre muchachos rebeldes, que nos oponíamos a la manera de escoger los diputados, para la segunda elección de León Cortés. Nos oponíamos a que la lista de diputados la redactara el candidato a Presidente o el Presidente en secreto, la metiera en un sobre cerrado y la presentara al Ministerio de Gobernación dos meses antes de las elecciones. Por lo general se sabía quiénes estaban en esa lista, pero había sorpresas.
«Queríamos que se hiciera una convención pública y abierta. La lista la encabezaba don Ricardo ‘Cacayo’ Castro Beeche, que luego fue Director de La Nación. Nosotros no estábamos de acuerdo, pero, no tanto por los nombres sino por la manera de escogerlos.
El robo electoral del 44
«Todo esto fue antes de la elección del 44, cuando se dio una falsificación brutal del sufragio. Figueres encabezaba la lista. Fue tal el descaro que lo eliminaron de la lista de diputados. La información electoral llegaba a la Casa Presidencial y ahí sacaban diablos de zacate.
Figueres que a veces tenía unas salidas geniales y unas frases brillantes, dijo que Calderón había pisoteado con pies de monstruo las urnas electorales. Recuerdo otra frase, una vez que le demostró la uerza a Calderón Guaedia, un día el gobierno trató de envalentonarse, y Figucrcs contestó ™nosotros matamos al tigre y ahora nos quieren asustar con el cuero».
Martén trata de explicar cómo fue que inició el calderomsmo. «Al principio casi todos eran calderonistas Fue a muy pocos a los que no pudo engatusar, porque era un médico muy popular, muy bien parecido, sensible en cuanto a las necesidades de la gente más pobre. El pueblo lo quería mocho.
“En realidad, la gente quería mucho a su familia. Su papá, el doctor Calderón Muñoz, había sido director dd Hospital San Juan de Dios. Calderón Guardia gano de manera aptas tante. Pero la historia fue muy distinta cuatro años después. Digan lo que digan, los calderonistas se robaron esa elección. Mentira que Teodoro (Picado) gano. Jamás. En el único lugar donde ganó legítimamente fue en Limón. Por eso nosotros decíamos que Teodoro era el Presidente de la República de Limón”, dice, otra vez entre risas.
A mediados del periodo de Picado regresa don Pepe al país “Había estado preparando la revancha. En el exilio, desde México, hizo contactos con d General Rodríguez, un dominicano que tenía 600 rifles Máuser, y que con eso pretendía derrocar a Trujillo. Pepe lo convenció de que con eso no le hacia ni cosquillas a su dictador, que era feroz, y que lo que más le convenía era ayudarnos a derrocar al caldero-comunismo, para que después las fuerzas fueran derrocando a los dictadores centroamericanos, hasta conjuntar un ejército que pudiera enfrentar al régimen dominicano. Así nació ‘La Legión Caribe’, y se vinieron para el país el General Rodríguez y el Coronel Rivas, que era nicaragüense.
“Se llevaron las armas para Guatemala, contaban con la simpatía del Presidente Arévato Al final, además de los 600 rifles había hasta un cañonsito por ahí. Sabíamos que al candidato Otilio Otilio Uiaie también le iban a recetar la medidina del atropello con los pies del monstruo.
«El problema era cómo traer las armas. Una vez que las armas estuvieran aquí ya habría mucho camino adelantado, porque d gobierno sólo reñía carabinas de un tiro, y nada de ejército de disciplina- Todo se limitaba a unos cornetiilas que iban a Misa de Tropa, a las 8 de la mañana lodos los domingos. Salían de los cuarteles Bella vista y La Artillería, y entraban desfilando a la iglesia. Tenían que estar la hora entera, parados en el corredor central.
Verdades manchadas
«De nuevo surgió una idea brillante de Pepe. Buscó a Manuel Camacho, quien tenía una salchichería y estaba enemistado con el gobierno porque tuvo un problema con el diputado calderonista José Albertazzi, quien para mí ha sido el mejor orador que ha tenido Costa Rica, con una voz sonora y muy potente. Aunque uno no estuviera de acuerdo con lo que decía, hasta que daba gusto escucharlo.
«Fue tan incondicional con Calderón que después fue terriblemente perseguido por la Revolución. Una vez lo metieron en un cafetal y le llenaron la boca de excrementos. Aquí hubo mucho muerto y exiliado. Qué va. Eso no lo cuentan. Calderón fue arbitrario, pero nosotros también tuvimos graves faltas.
«Calderón dio las Garantías Sociales demostrando una enorme visión, pero lo hizo sin preparar a los diversos sectores. Por eso generó :anta resistencia. Fíjese que el hombre más rico :le entonces, el dominicano Cecilio Lindo, tbandonó el país. Es que las reformas eran fornidables, pero fueron dadas de manera autoriaria, a la ligera, casi de forma dictatorial, simlemente porque conservaban mayoría en el arlamento. Calderón era muy sensible, pero mperioso y de carácter fuerte. Tenía pasta de lictador.
«Y tenía una salidas de puro colorido folclórico. Juntó a la Iglesia Católica y a los comunistas ateos, y paseó en un jeep descubierto con Monseñor Sanabria y con Manuel Mora, algo que nadie se puede imaginar en la historia de muchos países».
La historia de las armas
«Mandamos a Camacho a jefear la misión de las armas. Figueres ideó una maniobra perfecta. Los mandó a San Isidro de El General. Allá tomaron la Jefatura Política, la radio y todas las comunicaciones. A la mañana siguiente llegó el vuelo de Lacsa. Pusieron un mensaje a San José, informando que tenían problemas mecánicos y que necesitaban cierto repuesto. Entonces les mandaron otro avión con el bendito repuesto. Y ya cuando tuvieron en su poder los dos aviones, salieron en ellos los pilotos Otto Escalante y Macho Núnez. Volvieron de Guatemala con las armas, y en dos camiones las trasladaron hasta La Lucha.
«Recuerdo que hacía mucho frío, y la primera noche todos queríamos cuidar las armas como si fueran juguete nuevo. Pepe, Chico y yo dormimos sobre unas cabuyas, y nos apretujábamos para soportar el frío», recuerda, viendo hacia un punto determinado de la pared que está al frente, en un punto que deja su cabeza en una ondulación de unos 120 grados, como quien busca recuerdos en un firmamento oculto.
«Ya informado el gobierno de lo que había ocurrido, envió la Unidad Móvil, comandada por el General René Picado, hermano de Teodoro. Era un camión hechizo, de hojalata. Frank Marshall, quien luego se convertiría en nuestro soldado emblema y más tarde en legendario, nos avisó a La Lucha.
«Figueres dijo que iba a ir a hacerle frente, y yo me levanté detrás de él, pero me dijo que no, que yo no iba. Le contesté muy molesto que qué era eso, que si quería dejarme con las mujeres y los niños mientras él se iba a la batalla. Y me contestó que no, que simplemente era una medida de seguridad, pues a mí me tocaría ponerme al frente si él caía. El Coronel Ramírez, que venía comandando la Legión Caribe, dijo ah no, esto hay que hacerlo oficial. Así que quedé de segundo a bordo».
Cuenta que don Pepe lo mandó a guardar las armas en la plaza de la escuela, pero que, cuando ya se había ido a enfrentar a Picado, Cornelio Orlich, casado con Carmen, la hermana de Figueres, le dijo que eso era un error. «Cornelio me dijo que la plaza era como una olla, y que si caía Pepe, ahí abajo me podían cocinar con todo y armas. Le hice caso, y en lugar de tomar esa ruta, me fui hacia la carretera Panamericana.
«Me encontré con Beto Lorenzo, y me aconsejó que siguiera adelante, porque él tenía apenas diez hombres y yo cuatro gatos más, o sea, muy pocas manos para tantas armas. Así que volví a San Isidro de El General con las armas, cuidándolas de las filas del gobierno».
Volvió Martén con 80 hombres, y llegó hasta El Empalme, donde desemboca la carretera de La Lucha. «En eso llegó Frank Marshall en un jeep, para contarnos que Pepe había caído, y que estaba en Santa María de Dota. Cuando vio que habíamos salvado los 600 rifles se puso feliz. Se había salvado la cosa. Si me hubiera quedado en La Lucha, nos hubieran agarrado, y hasta ahí hubiera llegado la Revolución.
«Ese encuentro en El Empalme fue fundamental. Fue aquí que organicé lo que luego llamamos El Batallón de El Empalme, de grata memoria. Estaba compuesto por cuatro compañías. Recuerdo que una de ellas se llamaba Moreno Cañas. Al frente de las compañías estaban Beto Lorenzo; el Coronel Rivas, de la Legión Caribe, y Frank Marshall».
El segundo de la Revolución
Se fue para Dota y se reunió con Figueres, que apenas se reponía. «Me junté con Pepe, pero, como siempre, me fue mal. A partir de ese momento fue que entendí que era mi mejor amigo, pero que cuando le daba la gana se podía convertir en mi peor enemigo. No le quedaba remedio que aceptar que yo era el segundo en jerarquía, pero seguramente todavía seguía el fantasma del colegio, cuando le arrebaté para siempre el primer lugar en calificaciones.
«Yo era incondicional con él. Diay, ¿cómo no? Estábamos a punto de iniciar una revolución, y él era el líder máximo del movimiento que encabezábamos. Sin embargo, siempre tuvo miedo de que yo lo desplazara, cosa que jamás hubiera ocurrido.
«Tenía pavor de que yo me le fuera arriba. Tanto fue así que cada vez que yo tomaba una decisión, no se cumplía mi orden porque é siempre reaccionaba con una contraorden».
Pero parece que eso no le importa. Igual sigue contando, muy emocionado. «Estuvimos aguantando mecha como un mes más, organizando la gente. Ya éramos unos 600. Entonces mandamos un grupo para que tomara Limón Ya San Isidro estaba en nuestro poder. Después del golpe en Limón, nos vinimos de San Isidro y tomamos Cartago. Recuerdo que el gobierno mandó un tren a recapturar Limón, pero no pudieron, y más bien cuando volvieron los agarramos en Cartago».
Don Alberto recuerda que un certero golpe sicológico fue el que hubiera muerto en la primer batalla el famoso Tijerino, que había sido enviado por Somoza junto a un grupo de mercenarios. Un detalle que se convirtió en golpe estratégico.
Martén contra Otilio Ulate
«Mucha gente tenía mucho miedo de que entráramos peleando a San José y que muriera ro d mucha gente. Fue entonces que el Padre Núñez tuvo una importante intervención como representante de Pepe. El verdadero representante de Pepe era yo, pero no me dio la gana ir porque seguía agarrado con él por bajarme el piso con nuestra gente. Nunca dejó de ser mi comandante, pero yo estaba como Aquiles, enfurruñado».
Se va don Teodoro, queda su Tercer Designado, Santos León Herrera, y después de 8 días el gabinete se convierte en junta de gobierno, con Figueres a la cabeza, y Martén como Ministro de Hacienda y de Economía.
«Quiero decir que nunca estuve de acuerdo con la negociación de Pepe con Otilio Ulate. Para mí, Otilio no merecía la Presidencia, porque en lugar de irse a pelear con nosotros, que estábamos en el frente de batalla por su Presidencia, que le arrebataron, en lugar de irse para La Lucha, renunció a la Presidencia y mandó una lista de transacción, donde estaban Manuel Francisco ‘Lico’ Jiménez Ortiz y el Doctor Álvarez. Yo decía que eso de darle la Presidencia a Otilio era un relajo de Pepe. Pero, bueno, es que él era político y yo no. Yo nunca he hecho concesiones.
«Siempre he sido categórico. En cambio Pepe era flexible. Pero lo repito por si no quedó claro, ¿cómo es eso de darle la Presidencia a un hombre que renunció a ella y salió en carrera en medio de una revolución?», afirma.
«Ah, pues resulta que Otilio pretendía que le entregáramos las armas al Pibe Vargas, y que cualquiera llegara a ocupar el puesto que le habían asignado los costarricenses con sus votos. A mí me dio mucha furia, y le contesté que las armas estaban al pie de los cañones, y que si pretendía que se las entregáramos, que fuera él por ellas», dice, otra vez con una sonrisa entre maldosa y pícara en su cara, que se conserva tersa para sus 93 años.
«Como yo estoy tan viejo, ya a nadie le importa que diga toda la verdad. Además, como decía el Padre Núñez, en esa Junta Pepe era la mitad la y yo era la otra mitad. Yo manejaba finanzas y había conseguido corregir el caos financiero», confiesa. «Me siento muy orgulloso de dos medidas que tomamos porque convencí a Pepe. La primera fue un impuesto del 10 por ciento a las rentas y la segunda la nacionalización bancaria».
¿Por qué se retiró de la Junta?
Mucho se ha dicho que los grandes amigos Martén y Figueres se distancian para este tiempo. Se lo pregunto. «El Presidente del Banco Nacional, Julio Peña, me recomendó que emitiera unas letras del tesoro para pagarlas al final del año, pues la medida me ayudarla a controlar la situación financiera, y en diciembre entraba la plata de las aduanas, que era la principal entrada del gobierno.
«Al acercarse la fecha de vencimiento de las letras, le dije a Pepe que teníamos que pagar 26 mil colones y que yo ya los había reunido. Pepe me contestó, ‘Nadie hable aquí de pagar’. Ahí fue cuando se convirtió en mi peor enemigo. Pepe era un gran político y un hombre muy inteligente, pero nunca se acostumbró a pagar deudas. Ni las de él, ni las del Estado. Ahí no había ninguna coincidencia entre él y yo. Yo le dije, simplemente, ‘Pepe, yo nunca he desconocido mi firma, yo firmé un pagaré y lo voy a pagar’. El se negó, no me permitió pagar y entonces me retiré de la Junta Fundadora de la Segunda República.
«Además, nunca participé en política. Participé en la Revolución, pero a partir de mi ruptura con quien era mi mejor amigo, no volví. Nunca pertenecí al Partido Liberación Nacional. Yo no nací para la política. El político tiene el espinazo como de hule y debe ser muy flexible hasta en algunos aspectos morales, y yo no soporto eso.
«Un político tiene que estirar la realidad, lo que es una manera de mentir. Y o no puedo. Qué va. Por eso me alejé de Figueres, y no quiero decir que él fuera más mentiroso que otros políticos. No: simplemente es que así son los políticos, si no, no sobreviven como tales».
Sin embargo, Figueres sí se refería a él como su amigo, y en una ocasión, muchos años después, le pidió un favor muy especial. «Cuando su gente le fallaba, me consultaba aspectos de Economía y Finanzas, y yo le contestaba por mi deber éomo ciudadano. Pero él sabía que como amigo me había perdido. Una vez, me llamó y me dijo que necesitaba mi ayuda. Era Presidente Electo y quería casarse con Karen (Olsen), pero Henrietta (Boggs, la primera esposa), a quien yo conocía de cerca por el tiempo de preparación del 48 en La Lucha, no quería darle el divorcio. Pepe mandó a Daniel (Oduber) y a Chalo (Gonzalo Facio) pero volvieron con el rabo entre las patas. El siempre mandaba a los suyos primeros, como estaba acostumbrado, porque siempre repartió mercedes a manos llenas. Pero Henrietta no quería darle el divorcio. Así que me pidió que le hiciera ese favor. Se acercaba la toma de posesión, y Pepe estaba muy preocupado de su imagen de hombre separado y con novia.
«Me fui a buscarla a Nueva York. Me reuní con su abogado y me lo encontré muy rebelde. Le dije, ‘mire, Pepe es un hombre difícil, es capaz de matar a cualquiera con tal de conseguir lo que necesita. Quería meterle miedo, pero me fue mal porque me contestó que en su país tenían la silla eléctrica para esos», y se muere de la risa. Se sostiene el estómago de la gracia que le hace su historia. «Pero a los días me lo gané y volví a tiempo con el encargo. Me fui para donde Pepe y le dije ‘Veni, Vidi, Vinci’. Y hasta luego, nunca más».
NOTA: Extractos tomados de la colección de diez libros «Conversaciones con la historia», del periodista Camilo Rodríguez. Esta colección es el compendio de textos completos de entrevistas publicadas por este periodista en los periódicos OJO, El Guapileño, Viva Limón, Cartago vive, Viva Turrialba, Huetar Norte, Viva Siquirres, Cariari vive, Viva El Oeste y Ventanario.
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