Nicaragua como amenaza a la democracia costarricense
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En artículo propone que la conciliación nacional fue un proceso favorecido por elementos internos, como la llegada de Echandi a la presidencia que significó el final del gobierno de los vencedores. Y también, por factores externos que involucraron a Nicaragua, pues debido a la intensificación del enfrentamiento a la dictadura somocista, se generó una gran actividad por parte de las fuerzas revolucionarias en la zona norte de Costa Rica, lo cual propició el surgimiento de nuevas representaciones en torno al «enemigo».
En este período, se fortalecen en Costa Rica las representaciones de país pacífico y democrático en contraste con su vecino del norte. Primero, se debe señalar que el mismo mes cuando Echandi llegó al Ejecutivo, la Asamblea Legislativa realizó una condenatoria contra los regímenes dictatoriales de todo el mundo, siendo el más cercano, el de Nicaragua.104 Por otra parte, en julio de 1958, la dictadura somocista, por medio del periódico nicaragüense Novedades, denunció por primera vez durante el gobierno de Echandi, la organización de un movimiento militar opositor en el territorio costarricense.105 A partir de este momento, las denuncias de ambos países serán frecuentes, así como la actividad de fuerzas armadas en la zona fronteriza del norte de Costa Rica.
Paulatinamente, se empezó a reconfigurar la relación amigo-enemigo, pero esta vez los enemigos ya no serán los vencidos de la Guerra Civil de 1948, sino un enemigo externo, extranjero, que hace uso del territorio nacional y que pone en peligro la estabilidad política de Costa Rica. Por lo anterior, no es de extrañar que la Asamblea Legislativa aprobara en septiembre de 1958, el Protocolo de la Convención sobre Deberes y Derechos de los Estados en caso de Luchas Civiles, el cual ya había sido suscrito en 1957. Este protocolo establecía en su Artículo 1 el compromiso de cada Estado por vigilar el tráfico de armas y de material de guerra que se presumiera estaba destinado a iniciar, promover o ayudar una lucha civil en otro Estado americano. Además, en el artículo 5 se aseguraba que cada Estado debía emplear todos los medios adecuados para evitar que cualquier persona, nacional o extranjera participara deliberadamente en la preparación, organización o ejecución de una empresa militar cuyos fines fueran iniciar, promover o ayudar una lucha civil en otro Estado contratante.106
En junio de 1959, la Asamblea Legislativa se dividió con respecto a la opinión sobre las fuerzas opositoras al gobierno de Luis Somoza que se encontraban en la zona norte. Un sector se declaró abiertamente a favor de la oposición nicaragüense, por ejemplo, José Rafael Cordero Croceri presentó una moción para apoyar al movimiento revolucionario de Nicaragua, exponiendo que se trataba de una lucha contra una dictadura y que además la Guardia Nacional nicaragüense estaba realizando violaciones al territorio costarricense. Por lo que declaró que tanto él como Frank Marshall y Marcial Aguiluz estaban dispuestos:
[…] a que si nos dan 20 hombres y nos situamos en puntos cercanos a la frontera, en ocho días le traemos al señor Echandi algún Guardia Nacional con todo y sombrero […] Ante la manifiesta incapacidad del gobierno para hacer respetar el territorio costarricense, es que le ofrecemos nuestro concurso, para que nos permita defenderlo a nosotros.107Finalmente, la Asamblea Legislativa aprobó la moción de dar un voto de simpatía y apoyo moral al movimiento revolucionario nicaragüense, con un total de 43 votos a favor y 2 en contra. A su vez, en las afueras de la embajada de Nicaragua se realizaron manifestaciones de apoyo que terminaron en ataques a la infraestructura.108 Por su parte, Echandi veía con recelo el apoyo de esta fracción de la Asamblea Legislativa a los nicaragüenses conspiradores, principalmente, por el conflicto internacional que podría generarle a su gobierno. Por lo que los acusó de tener:
[…] interés en crear dificultades al gobierno nacional […] Cuando hablan en nombre del pueblo lo hacen cerrando los oídos a las voces de miles de madres, hermanas y novias costarricenses, quienes, sin tomar en cuenta el lado de que puedan estar sus simpatías en el conflicto nicaragüense, no quieren de ninguna manera que sus hijos, sus hermanos o sus novios tengan que arriesgar la vida…109Para Echandi, quienes eran representados por Cordero Croceri, en el fondo querían traerle incertidumbre y sufrimiento a Costa Rica, como en los días de la Guerra Civil de 1948 y de la posterior violencia política de la posguerra. Por lo que insistió en la supuesta tradición de neutralidad de Costa Rica, con el propósito de defender la política de no intervención. Como respuesta, un grupo de 500 estudiantes universitarios encabezado por Miguel Ángel Rodríguez se pronunció en contra de las dictaduras y en apoyo a la política de no intervención de Echandi, asegurando que el presidente actuaba «evitándole al país más muertos, más sangre, más lutos…».110
Posteriormente, se descubrió en un lugar llamado Punta Llorona, cercano a Corcovado, en la zona sur del país, un arsenal que presuntamente sería utilizado contra Somoza. Dentro de los involucrados se identificó a los diputados Marshall y Aguiluz, los nicaragüenses Salvador Castillo Solórzano y Mario Alfaro Alvarado y el dominicano Manuel Pichardo Fernández.111 Sin duda, este incidente preocupó al gobierno, pues se trataba de costarricenses junto a extranjeros fuertemente armados, a lo cual Aguiluz declaró:
[…] el señor Marshall y yo en este caso hemos actuado con plena responsabilidad, en cuanto a no ocultar que estamos contra la dictadura de los Somoza. Pero tanto él como yo no moveríamos un dedo contra las autoridades nuestras […] La lucha es contra los sicarios de Nicaragua, no contra las autoridades de Costa Rica…112Este incidente generó el establecimiento de una comisión mediadora dirigida por Rubén Odio, Arzobispo de Costa Rica. Mientras que Echandi aseguró no perseguir a nadie en su gobierno. Finalmente, se realizó el decomiso del arsenal almacenado en Punta Llorona y Echandi manifestó su satisfacción porque la negociación se dio en términos pacíficos:
[…] haberlo logrado, por fortuna para todos los costarricenses, por la vía pacífica de una generosa mediación y sin que se produjera una sola víctima ni un solo acto de violencia. Hemos impedido que esas armas se usen violando la neutralidad que el país está obligado a mantener y no hay un solo costarricense detenido, lastimado ni perseguido…(113)Sobre la representación de Costa Rica como un país con una tradición de pacifismo y neutralidad, se puede observar en la siguiente caricatura de Seringa –Ver imagen 3–, la cual se titula «Cada uno en su casa y Dios en la de todos» e ilustra la conversación entre un representante de la Organización de Estados Americanos (OEA) y un campesino costarricense sobre lo ocurrido en Punta Llorona. Destaca la descripción sobre la forma como se solucionó el incidente, la llamada «vía costarricense» para la solución de conflictos. Además, se asegura que quienes no son «ciento por ciento» costarricenses son los que fallan, los que no se apegan a la «vía costarricense». Es decir, los violentos son los extranjeros, particularmente, los nicaragüenses. De esta forma, Nicaragua se empieza a configurar como el enemigo externo que pone en peligro la paz y la democracia de Costa Rica, sustituyendo a los enemigos internos, lo cual a su vez promueve la conciliación entre los costarricenses.
Imagen 3. «Cada uno en su casa y dios en la de todos»
Nicaragua se configura como un problema para Costa Rica. En un artículo de opinión, el Dr. Francisco Vargas Vargas afirmaba: «No pueden imaginar los honorables miembros de la OEA cuán difícil es, para un pueblo de paz -ampliamente demostrado con el hecho de no tener ejército- convivir a la par de una tiranía como la que ejercen los hermanos Somoza en Nicaragua…».114 Finalmente, Echandi consideró que su gobierno lejos de investigar el apoyo recibido por la oposición nicaragüense en Costa Rica, en realidad debía dar el tema por finalizado. Este argumento coincide con la idea de que la paz solamente se puede alcanzar por el esfuerzo de todas las personas. La renuncia de Echandi a hacer un análisis de los hechos ocurridos se fundamenta de la siguiente manera:
[…] la historia los recogerá y los analizará sin la pasión del momento […] Hacerlo ahora, lo considero inoportuno y contrario al deseo del gobernante de dar por definitivamente terminada una situación anormal; sería contribuir, aunque fuera con la verdad, a dejar abierta una herida que me propongo restañar en procura del más patriótico y mejor interés nacional […] A Dios debemos dar gracias por la feliz solución de nuestros problemas…115Ignorar y olvidar el incidente de Punta Llorona fue la solución de Echandi. Sin embargo, no era garantía de que desaparecieran los grupos armados que se estaban organizando en Costa Rica para enfrentar al gobierno de Nicaragua. Al mes siguiente, de nuevo en la prensa se informó sobre rumores de un movimiento armado en Sarapiquí integrado por exiliados nicaragüenses. Esta vez, la respuesta del gobierno fue enviar guardias civiles para controlar toda la región del norte, de Peñas Blancas a Barra del Colorado, esta acción fue denominada «operación limpieza».116 Luego, el Consejo de Gobierno emitió un comunicado donde confirmó la presencia de un grupo de aproximadamente un centenar de insurgentes, descritos como en su mayoría extranjeros. Se aseguró que su intención era invadir Nicaragua, con lo cual podrían provocar un conflicto armado entre ambos países. No se niega la participación de costarricenses en dicha aventura, pero son representados como idealistas manipulados y utilizados por los líderes nicaragüenses:
Esas actividades están dirigidas por conocidos ciudadanos nicaragüenses que residen cómodamente en San José y que, si bien son capaces de enviar a la muerte a jóvenes idealistas, no lo son de tomar el mismo riesgo ni de respetar en lo mínimo la soberanía de la Nación y la vida de nuestros conciudadanos […] estos individuos constituyen ya una amenaza para la paz y la tranquilidad de los costarricenses […] Se trata de una amenaza a la paz de la República y de que se quiere conducir a la Nación a una tragedia…117
El discurso predominante dice que los extranjeros estaban comprometiendo las normas de convivencia pacífica internacional, convirtiéndose en una amenaza para Costa Rica. Mientras, los costarricenses son eximidos de toda responsabilidad y son representados como personas influenciables. El discurso pacifista asumido por Echandi tuvo un giro luego de conocerse sobre un tiroteo contra una guarnición costarricense. Quien anteriormente había optado por olvidar los movimientos armados, ahora pronunciaba: «se procederá con mano fuerte contra quienes aparezcan como instigadores o responsables directos de la sangre costarricense que llegue a derramarse en la frontera Norte».118 La advertencia se justificaba por la violación territorial y a la soberanía costarricense.
Como líder del grupo revolucionario se señaló al nicaragüense Indalecio Pastora, exiliado en Costa Rica. Al parecer, este grupo había cruzado la frontera ingresando al lado nicaragüense para instigar a la Guardia Nacional y luego se replegó al territorio costarricense. Como respuesta, la Guardia Nacional los había perseguido hasta la Hacienda San Paco, donde aparentemente quemaron la casa de Joaquín Leal, tomando presa a dicha familia y a dos guardas fiscales, ambos llevados a Nicaragua.119 Ante este incidente, la Asamblea Legislativa se cohesionó en apoyo a Echandi. Una comisión de diez diputados, dos de cada partido político, presentó una moción de apoyo franco y decidido al Poder Ejecutivo con motivo de la violación al territorio nacional por fuerzas armadas de la República de Nicaragua, por el irrespeto a las autoridades costarricenses y a los habitantes del territorio nacional, la cual fue aprobada. De esta manera, el nacionalismo empezó a actuar como elemento unificador ante la amenaza extranjera.
Incluso, algunos diputados que abiertamente habían apoyado a la oposición nicaragüense aprovecharon para manifestar su apoyo al gobierno de Echandi. Por ejemplo, Cordero Croceri señaló: «Debemos enfocar las cosas como costarricenses y no como partidos políticos…», y Marshall dijo: «Me pongo incondicionalmente a la orden del gobierno constitucional».120 En un Editorial de La Nación se describió que los diputados, ante la violación al territorio nacional, habían actuado:
Como un solo hombre, dando una demostración de que por encima de nuestras rencillas internas hay algo sagrado que a todos nos hermana, los señores representantes de todos los grupos políticos de la Asamblea se pusieron a la disposición del Gobierno Constitucional de la República, para respaldarlo en su actitud defensiva de la dignidad nacional atropellada. Actuaron, a nuestro entender, como verdaderos padres de la patria…121
A su vez, se presentó una protesta al gobierno de Nicaragua demandándole amplias explicaciones sobre los hechos cometidos por miembros de la Guardia Nacional, sugiriéndose, además, la destitución de todos los miembros de la Guardia Nacional involucrados en el ataque a la guarnición costarricense. El gobierno de Costa Rica declaró «zona militar» el área comprendida en una faja de 25 kilómetros de ancho a lo largo de toda la frontera del país.122 Sin embargo, estas medidas no frenaron las amenazas, pues en febrero de 1960, de nuevo, la prensa informó sobre enfrentamientos entre la Guardia Civil y rebeldes ubicados en Costa Rica, describiéndose, incluso, la presencia de ametrallamientos desde el aire.123
También, empezaron a aparecer discursos que representaban a los nicaragüenses exiliados en Costa Rica como traidores, pues estaban traicionando los beneficios que el gobierno de Echandi les había otorgado con el asilo político, ya que sus actividades ponían en peligro la tranquilidad del país que los había acogido. En un telegrama oficial, Echandi se dirigió al Jefe del Movimiento Opositor Nicaragüense, el Dr. Enrique Lacayo Farfán, quien se encontraba exiliado en Costa Rica, solicitándole:
Yo apelo a su caballerosidad para que, con los conductos que usted conoce, haga usted al señor Indalecio Pastora deponer las armas y salir de nuestro país, en beneficio y tranquilidad del pueblo que tan amplia y noble acogida le ha dado a todos los que a sus puertas tocan […] estoy seguro de que usted no puede compartir con el señor Pastora la responsabilidad inmensa de estar haciendo fuego contra la Guardia Civil…124
Echandi le ofreció a Lacayo Farfán todas las facilidades para desplazarse a la frontera norte donde estaban operando los rebeldes con el propósito de que se pusiera en comunicación con Pastora. En este punto, el gobierno de Costa Rica tenía solamente dos opciones. La primera, enfrentar a las fuerzas de Pastora para controlar sus actividades y así evitar provocaciones a la Guardia Nacional nicaragüense. La segunda, enfrentar a las fuerzas armadas nicaragüenses que estaban ingresando al territorio costarricense, es decir, iniciar un conflicto militar con Nicaragua. Para los comunistas, esta era sin duda una situación complicada para el gobierno de Echandi e hicieron pública su posición asegurando:
Nosotros simpatizamos, abiertamente, con todo movimiento que tienda a derrocar la dictadura que oprime al pueblo nicaragüense, pero, seguimos pensando, que Pastora escogió una táctica equivocada. Está bien que utilizara la libertad de que goza en nuestro país, y la simpatía que existe en todas las esferas sociales hacia la causa del pueblo nicaragüense, para organizar su lucha. Pero está mal que estableciera su campo de operaciones en territorio costarricense porque, al hacerlo, tenía que terminar obligando al Gobierno de Costa Rica a intervenir en el conflicto.125
Incluso, la teoría de los comunistas era que los liberacionistas que apoyaban a los nicaragüenses querían provocar un incidente internacional entre ambos gobiernos, que diera lugar a la intervención de la OEA. Además, señalaban que era ampliamente conocida la posición de Figueres propugnando la intervención del organismo internacional, tanto para el caso de República Dominicana como para Nicaragua. Por lo anterior, se concluía: «Estamos en presencia de una táctica trazada por quienes no quieren una verdadera revolución en Nicaragua, por quienes propugnan como salida a la dictadura actual unas elecciones presididas por una comisión de la OEA…».126 Finalmente, el 22 de febrero se publicó un amplio reportaje sobre la rendición de Pastora y el anuncio de su salida de Costa Rica, junto a su hermano y a un grupo de 25 hombres, los cuales serían trasladados a El Salvador. Se detallaba que el padre de Pastora había llegado de El Salvador, invitado por Echandi, con el propósito de que se trasladara al campamento de su hijo y lo convenciera de desistir en sus planes.
En declaraciones del padre, se decía que le había expresado que «un movimiento revolucionario que no crece, perece». Por su parte, Pastora señaló que antes de abandonar Costa Rica quería dejar constancia «de mi agradecimiento con las autoridades y fuerzas de la Guardia Civil, así como el señor Presidente de la República. Hemos recibido un trato respetuoso y digno […] Espero que se acaben las molestias y preocupaciones que hemos causado a este pueblo hospitalario que tanto queremos…».127 De esta forma, llegó a su fin el conflicto generado producto de las acciones militares que estaban desarrollando opositores al gobierno de Somoza, desde el territorio costarricense.
Una solución negociada y sin víctimas, esta vez con los nicaragüenses. Desde un Editorial de La Nación se caracteriza como un acto que «es en realidad lo que tradicionalmente se ha conocido como «una solución a la tica». Sin humillaciones para nadie, sin poses ni marchas de vencedores […] sin que se hubiera derramado una sola gota de sangre…».128 Al día siguiente, Echandi dio un discurso en el Colegio Vocacional Agropecuario en Santa Clara, San Carlos, donde retomó el mismo argumento «Hemos podido terminar con las actividades de ese grupo, que encabezaba Indalecio Pastora, y lo hemos logrado sin sangre, sin violencia, sin una sola víctima […] ese problema ha sido resuelto «a la tica».129
Tal como había ocurrido con motivo del incidente de Punta Llorona, se recurre al argumento de que Costa Rica tiene una tradición de pacifismo en la resolución de conflictos, discurso vinculado con la necesidad de olvidar la violencia política que antecedió al gobierno de conciliación nacional dirigido por Echandi. De esta forma, la intensificación de las actividades de los exiliados y opositores a la dictadura somocista en Costa Rica, propiciaron el surgimiento de un discurso nacionalista que identificó a los nicaragüenses como amenazas a la estabilidad del país y a su vez, cohesionó a los distintos sectores políticos costarricenses bajo la premisa de defenderse de las amenazas externas.
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