1. Movimiento Social en la Comunidad Costarricense
Contenidos
Como lo apuntamos en la Introducción, insertamos en este último capítulo unos apuntamientos relativos a los movimientos sociales y su repercusión en el desarrollo político de Costa Rica, de 1924 a 1970.
El punto de partida es el Reformismo enarbolado por el General Jorge Volio y el de llegada la tarea de la democracia social, obra de los Partidos Reformistas, Republicano Nacional, Social Demócrata, Liberación Nacional y del país como un todo.
Es apenas un bosquejo, una invitación a meditar en los profundos cambios ocurridos en el seno de la comunidad costarricense; en las ideas y posturas de nuestros más destacados dirigentes y de los ciudadanos en general.
El capítulo fue escrito por encargo del Instituto Costarricense de Turismo: por eso, no tiene el necesario engarce con la estructura fundamental del Libro.
Las olas del movimiento social europeo llegaron hasta nuestras playas. La coyuntura histórica que vivía Costa Rica era excelente para quienes deseaban radicales cambios en la vida nacional. Un grupo de jóvenes que había participado con entusiasmo contra los Tinocos pensó que a la revolución armada debía seguir la social. Sus metas apuntaban a producir cambios profundos en las estructuras políticas y sociales, a fijar nuevos rumbos a la historia patria. Para ellos la actitud del Presidente Acosta García no era la mejor porque tendían a poner las cosas en el punto en que habían quedado al ser derrocado el Presidente González Flores. Las ideas estaban en marcha. Encontraron buen marco o cátedra pocos años después en el seno del Congreso de la República.
Las instituciones creadas entre 1914 y 1917 continuaron en vigencia. En 1922 se dio un paso adelante al promulgarse una legislación mediante la cual el Banco Internacional (1914) fue declarado única entidad emisora. El Estado, pues, tomó bajo su tuición y monopolio la función de emitir moneda. Los bancos privados perdieron un privilegio del que disfrutaron desde el siglo pasado.
Con motivo del proceso electoral de 1924, nuevos enfoques y conceptos políticos surgieron. La campaña fue una de las más hermosas, dinámicas y espectaculares de las ocurridas en la historia política de la nación. Los partidos buscaban candidatos capaces de aglutinar vastos sectores ciudadanos. En las tiendas tradicionales aparecieron dos agrupaciones: el Partido Republicano, con don Ricardo Jiménez; y el Agrícola, con don Alberto Echandi Montero. Aparte de éstos, nació el Reformista con ideas sociales muy avanzadas, con un estilo y tono en las ideas y modo de comunicarlas que asustó a los círculos liberales, a los intelectuales que desde la pasada centuria ejercían una especie de cacicazgo cultural. En la nueva entidad partidista militaron jóvenes profesionales y numerosos sectores de obreros y campesinos. Su inspirador fue Jorge Volio Jiménez quien había participado en el levantamiento contra los Tinocos. La pluma y el verbo del reformador social produjeron conmoción en el ambiente, en el pensamiento y en los sentimientos de los ciudadanos, incluso de aquellos que lo combatían.
En 1922 un grupo de ramonenses lo eligió diputado al Congreso de la República. Aprovechó ese estratégico lugar para dar a conocer sus ideas y aspiraciones; empezó una labor crítica de grandes dimensiones; los políticos tradicionales y el funcionamiento de la democracia y sus instituciones fueron los blancos a donde dirigirá sus baterías. Combatió un proyecto de ley de arrendamiento de tierras en el Atlántico. Decía, entre otras cosas, ante los ojos atónitos de los legisladores: «Yo soy la revolución viviente. Yo digo a los obreros: no sigáis a un hombre, sino a las ideas, una bandera». En la Cámara, Jorge Volio impartió enseñanza a todos los ciudadanos sobre nuevas maneras de hacer política, de aprovechar las libertades y los derechos para sacudir la modorra y la ruina, para poner en marcha una revolución social. Su cruzada parlamentaria remata con la creación de un movimiento ideológico que reclutó a numerosas personas —hombres y mujeres— que seguían al líder a todas partes, que lo escuchaban con respeto y unción. Surgió en torno al ideario una verdadera mística. En derredor suyo se unieron masas de obreros de la capital y provincias, intelectuales inspirados en las doctrinas sociales del momento; ciudadanos honestos que estaban descontentos con el régimen o sistema de vida política. Una frase de Jorge Volio revela los cambios que deseaba ocurrieran en la conciencia y en la sensibilidad de los costarricenses, con el fin de echar las bases de una democracia respetuosa del pensamiento y capaz de mejorar la vida individual y la colectiva, de procurar a todos justicia social y libertad verdaderas:
«El Partido Reformista quiere reemplazar los ídolos por los ideales; las querellas personalistas por la fecunda lucha de valores espirituales que amplíe el espíritu de la nación«.
Por primer vez hombres y mujeres participaron en un Partido Ideológico, en que se mudaban el insulto y el ataque a las personas por la doctrina, el análisis de los problemas, la elaboración de proyectos o fórmulas para remediarlos. El proceso electoral para los «reformistas» fue cátedra, cultura política, toma de conciencia sobre las cosas de la República. Los obreros siguieron muy de cerca el permanente mensaje con que Jorge Volio y compañeros los obsequiaban en el periódico y en la tribuna. El mensaje y las ideas de Volio conmovieron el espíritu de la gente; llevaban un contenido tan revolucionario que a los pensamientos enunciados los tuvieron como «cosas de locos». Los grupos oligárquicos y económicos poderosos se opusieron al Partido Reformista.
Jorge Volio perdió las elecciones; sin embargo, dado lo novedoso de las ideas y el temor que ellas producían, contó con la simpatía y la adhesión de miles de obreros. El Congreso de 1924 contará con la presencia de cinco diputados reformistas, quienes desde esa estratégica posición intervinieron en el nombramiento de Presidente de la República. A falta de mayoría absoluta, tuvo la Cámara, de acuerdo con la Carta Magna, que decidir sobre el asunto de tanta trascendencia.
Los diputados del partido del pueblo votaron por el licenciado Ricardo Jiménez, quien había tenido mayoría relativa.
La pertinaz lucha del Partido Reformista incidió en la política costarricense con importantes inquietudes: era indispensable darle a la democracia política la dimensión social y económica que necesitaba. Surgió como sujeto del quehacer nacional el obrero, el trabajador del campo y de la ciudad. El Partido Reformista, hemos insistido mucho, fue derrotado; pero las ideas, las tendencias, los conceptos y necesidades sociales no se derrotan, se posponen, siguen perneando al conglomerado, moviendo espíritus y voluntades.
Amén de las legislaciones aprobadas por el Congreso en las sesiones ordinarias de 1924 y 1925, aludidas en reflexiones anteriores, conviene hacer hincapié en la idea de implantar el impuesto sobre la renta, objeto de análisis hondo y claro por el Presidente González Flores desde 1914, pero nuevamente encontró escollos insalvables por la actitud de la clase adinerada. Tambien empezó a discutirse la urgencia de purificar el sufragio mediante el voto secreto. Asunto que llamó la atención fue la propuesta de darle el derecho de sufragio a las mujeres, tan costarricenses como los varones.
Por la influencia de las ideas enunciadas y propaladas por el Partido Reformista en el Congreso de 1924-1928, la sociedad costarricense acogerá tendencias socialistas y dará un giro de noventa grados en relación con los principios y estructuras liberales de fines del siglo XIX y comienzos del actual. Empezaba, con resultados no siempre favorables, la cruzada de redención humana anhelada por vastos sectores de la población sobre cuyas espaldas descansaba buena parte de la producción de riqueza.
Si observamos el desarrollo del país de 1914 a 1928, año en que terminó la segunda presidencia de don Ricardo Jiménez, caemos en la cuenta de que la sociedad forjada en el siglo XIX se transformaba en no pocos aspectos. Se tejía en nuestro ambiente liberal un Estado que cada vez se alejaba más del patrón decimonónico. Los trabajadores adquirieron clara conciencia de su significado histórico, del papel que jugaban en la vida política, económica y social del país. No eran meras fichas, ni «clientes», ni lacayos de los patronos. En efecto, a los tradicionales derechos políticos vienen a agregarse otros, de carácter social, indispensables para mantener la armonía social. En los años 20, de grandes reformas sociales, también se ocuparon los legisladores de racionalizar y humanizar la jornada laboral. Si antes era corriente exigir a un trabajador jornadas de diez y más horas, ahora se aprobó una ordinaria de ocho. Otro aspecto que mereció especial atención y experimentó radicales cambios fue el sistema bancario nacional y la política monetaria. En 1936, siendo Presidente de la República el Licenciado León Cortés Castro (1936-1940), hubo cambios en la organización de los bancos, en el sentido de que el Internacional devino en Banco Nacional de Costa Rica, con departamentos bien definidos, uno de ellos, el emisor, con funciones de Banco Central.
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