Memorias Comunistas sobre la Guerra Civil de 1948

1. Memorias del origen de la lucha

Varios meses después de la Guerra Civil de 1948, la Comisión Política del Partido Vanguardia Popular (CPPVP), desde la clandestinidad, publicó un folleto titulado Los Sucesos de Costa Rica. Un examen de la Guerra Civil, un documento que también apareció con el título Cómo y por qué cayó la democracia en Costa Rica.8 En este trabajo se plantea por primera vez, públicamente la versión comunista sobre lo que había pasado en Costa Rica en 1948. Según la CPPVP, en “la guerra civil de Costa Rica intervinieron factores de tres órdenes: imperialistas, unionistas y de reacción interna de clase contra el movimiento obrero, que había logrado importantes conquistas en los últimos años”.9

En el “orden imperialista” se exponía la tesis de que el Departamento de Estado de los Estados Unidos intervino en la lucha política y en la guerra civil favoreciendo a los oposicionistas, ya que pretendía asegurarse el posible petróleo que hubiera en suelo costarricense para consorcios petroleros norteamericanos; algo a lo que se adjuntaba la posición geopolítica de Costa Rica tan cercana al Canal de Panamá y tan importante en la posible construcción de un canal futuro en Nicaragua. En el segundo orden, el unionista, los vanguardistas ubicaban a un “círculo permanente de emigrados de varios países que vivía planeando conspiraciones”, cuyo “aventurerismo” y “unionismo” se explicaban “por la extracción social de tales elementos, la falta de ligazón con las masas y las diversidades de nacionalidades alrededor de un mismo problema”.10 Según la CPPVP, esos emigrados eran apoyados por los Estados Unidos con el objetivo de ganar influencia en esos grupos quienes eventualmente tomarían el poder frente a las antiguas y desacreditas dictaduras que los norteamericanos habían apoyado en el pasado.

En el orden de “reacción de clase” es en donde la CPPVP presta más interés a los factores internos que habrían desencadenado la Guerra Civil de 1948. Y es en este apartado en el que, por primera vez, los comunistas desarrollan una cronología de los sucesos de la década de 1940 y las causas que los llevaron a perderla. En esa cronología, se presta especial atención a una reconstrucción de los factores históricos que convierten a la guerra en la etapa máxima de una lucha de clases que se había venido perfilando desde principios de la década examinada. En ese sentido, los comunistas presentan los acontecimientos de forma tal que convincentemente expliquen la teoría de la lucha de clases. Por eso, el origen de la guerra radicará en la legislación social aprobada durante la administración Calderón Guardia. De acuerdo con la CPPVP:

No obstante la justicia de todas esas medidas, las clases ricas promovieron una agitación sin precedentes; con poderosos medios de agitación iniciaron en gran escala la falsificación de la opinión pública interna, al amparo de una irrestricta libertad de prensa y con una irresponsabilidad realmente criminal”.11

La oposición a las reformas sociales, desde esta perspectiva, se llevaría adelante por medio de una inversión enorme en la prensa tanto en el interior del país como en el exterior, especialmente después de la elección de Teodoro Picado y con un mensaje que exponía al Estado costarricense como tomado por una “tiranía comunista”.12 Según los comunistas, el ala derecha de la administración Picado se aprovechaba de la legislación social y económica para cometer actos de corrupción y deshonestidad mientras que el Partido Vanguardia Popular (PVP), se enfrentaba a esas “lacras” sin dejar al gobierno en sus manos. Aún así, los comunistas reconocen que cometieron “el error de no ir en grado suficiente a la crítica pública contra todos los actos que le traían desprestigio”, quedando en una encrucijada: “la masa oposicionista templaba su fervor en la mística anticomunista y los Ministros y capas del Partido de Gobierno que habían sido atacados por nosotros, se unían a la oposición para aplastarnos”.13 Hacia 1955, en el contexto del segundo intento fallido de invasión al país por parte de los calderonistas que se encontraban en Nicaragua, los líderes comunistas Carlos Luis Fallas, Eduardo Mora y Arnoldo Ferreto publicaron un folleto titulado Calderón Guardia, José Figueres y Otilio Ulate a la luz de los últimos acontecimientos políticos.14 En este texto, escrito con la intención de responder las acusaciones calderonistas que culpaban a los comunistas de traicionar a Calderón Guardia y de “haberse vendido” a Figueres, hay una recapitulación de las condiciones que llevaron a la Guerra Civil. Contrario al análisis de 1948, los vanguardistas se detienen en dar una breve reseña de la historia del Partido Republicano Nacional (PRN, que ubican fundándose en 1901 en vez de 1931)15 e identifican a Calderón Guardia como un presidente que llegó “al poder en hombros de banqueros, cafetaleros, ganaderos y grandes comerciantes”, pero que se debió volver hacia el pueblo debido al contexto internacional de lucha antifascista y al “reforzamiento de la conciencia democrática nacional” y, sobre todo, debido al “auge del movimiento obrero revolucionario político y sindical”.16 Justamente, esta visión de dos Calderón Guardia, el de los banqueros anterior a la unidad con los comunistas y el caudillo movilizador de masas posterior a esa unidad, se destacará en las memorias vanguardistas.17 Así, el cambio de Calderón representado en la legislación social, habría convertido al PRN en un “partido de masas populares, inquietadas por postulados de vanguardia”, pero conservando una dirigencia que, con excepción de Calderón, “eran enemigos de la nueva política social que aceptaron a regañadientes y con la intención de sabotearla”.18 Es a esta dirigencia a la que los líderes vanguardistas le achacan los errores políticos cometidos por Calderón entre 1942 y 1948. En esa narrativa, es como si el caudillo Calderón, construido por los comunistas, sufriera una descaudillización cada vez que se aproxima a los grupos de derecha y se aleja de la influencia de Vanguardia Popular. Ese “otro” Calderón modifica la imagen del caudillo en las memorias comunistas hasta llegar a representarlo como intransigente durante la coyuntura bélica.19

Tres años después de la publicación de Fallas, Mora y Ferreto, Manuel Mora escribió, difundió por radio y luego publicó como folleto un texto titulado: Dos discursos en defensa de Vanguardia Popular.20 El primer discurso fue pronunciado en Radio Monumental el 30 de enero de 1958 con el objetivo de enfrentar una alocución de Otilio Ulate, mientras que el segundo se difundió por medio de Radio La Voz del Trópico como una reacción a un discurso de José Figueres. De acuerdo con Manuel Mora, estos discursos le dieron la oportunidad de hablar públicamente después de “diez años de silencio obligado”.21 En estos textos Mora sostiene que la oposición a la Reforma Social la comenzó Otilio Ulate como una reacción a la unidad de los comunistas con Calderón Guardia. Ulate, según Mora, habría seguido ese camino con el interés de recibir el apoyo político-electoral de “todas las fuerzas reaccionarias del país”.22 Lo más llamativo de esta reconstrucción es que la acción de Ulate se interpreta como una reacción a un fallido intento por convertirse en candidato presidencial para las elecciones de 1944.23 Otilio Ulate quedaría así representado como un individuo con intereses políticos que no dudaría en enfrentar la Reforma Social si eso lo llevaba a la presidencia.

En 1969, en el contexto de una discusión pública acerca de la legalidad de la inscripción del Bloque de Obreros, Campesinos e Intelectuales cuya papeleta lideraba Eduardo Mora Valverde para las elecciones de 1970, Manuel Mora envío una carta a Rafael Ángel Calderón Guardia y otra a José Figueres. El objetivo de esas misivas era realizar una presión sobre los caudillos de los principales partidos en pugna, para que reconocieran la legalidad de la participación del Bloque en esos comicios. Por eso, Manuel Mora intentó utilizar la narración histórica sobre la Guerra Civil para legitimar a su partido, algo que ya había practicado, pero sin éxito, en 1961.24 En ese sentido, Mora describe la alianza entre republicanos y comunistas como purificadora para los primeros quienes habrían pasado de ser denunciados como corruptos o malos administradores, a ser acusados por llevar adelante la Reforma Social. El recurso de la memoria, le sirve al líder comunista como una herramienta para enfrentar la ilegalidad. Así, si su partido era sacado de la arena política era justamente porque en el pasado había sido honesto, no había sido revanchista y siempre había actuado por el bien del país. Justo por esa lucha se había ilegalizado al Partido Comunista según lo constataba Mora en su carta a Calderón:

La guerra civil fue la culminación de la campaña de odios que durante varios años se mantuvo contra usted y contra nosotros. En esa guerra nos corrimos la misma suerte los calderonistas, los comunistas, usted y yo. Terminada la guerra vinieron las represalias y una de esas represalias fue el párrafo segundo del artículo 98 de la Constitución. Como usted lo sabe, esta disposición constitucional se nos ha aplicado con toda saña y para justificar semejante política, reñida con las tradiciones de nuestro pueblo, se han afirmado tres cosas: que nosotros fuimos los instigadores de los ‘crímenes de Calderón Guardia’, que nosotros somos una amenaza para la soberanía nacional y que nosotros somos enemigos del régimen democrático”.25

Dentro de esta narrativa, los calderonistas tendrían una deuda con el pasado comunista: no solamente habían sido rescatados de un golpe de Estado en 1942, sino que habían sido los comunistas los que sufrieron y fueron perseguidos por los errores políticos cometidos por los calderonistas. De ahí que Mora finalizase argumentando que su dolor venía provocado por el desprecio de sus antiguos colaboradores: “nunca ha dejado de dolernos y de indignarnos que nuestros aliados de ayer sean nuestros verdugos de hoy”.26 De esa manera, en el discurso de Mora se confirmaba la imagen comunista de un Calderón Guardia que cambiaba su carácter al distanciarse de los vanguardistas.

En 1977, un año antes de unas reñidas elecciones presidenciales,27 el periodista Guillermo Villegas Hoffmeister entrevistó al Capitán Mario Fernández Piza, quien había sido el Jefe del Estado Mayor de las fuerzas militares del gobierno durante la Guerra Civil de 1948. Fernández se concentró entonces en recalcar los errores cometidos por los combatientes de Vanguardia Popular.28 La reacción a su testimonio de parte de los líderes comunistas Manuel Mora, Arnoldo Ferreto, Eduardo Mora y Fernando Chávez dio como resultado una nueva sistematización testimonial de la versión comunista sobre los orígenes de la guerra civil.29

Curiosamente, en esta nueva narrativa, Manuel Mora afirma que, a pesar de que las “grandes fuerzas económicas del país… no ocultaban sus intenciones de dar un golpe de estado”, su blanco de disgusto no era la Reforma Social, sino “la perspectiva revolucionaria que habíamos logrado abrir”.30 En ese sentido, la misión que se había impuesto la oposición en la década de 1940 era apoderarse del gobierno para ilegalizar al Partido Comunista y deshacerse del movimiento sindical. De esa forma, Mora trata de exponer la visión de que Vanguardia Popular era la fuerza política detrás de las principales transformaciones y, por tanto, la manera de atacar esas reformas era deshacerse de ese partido. La ilegalización del Partido Comunista, ya superada cuando Mora escribió el texto en mención, seguía siendo presentada como el objetivo central de un movimiento conservador que buscaba frenar la transformación social en Costa Rica. Un año antes, en 1976, Mora incluso sostuvo que la ilegalización política de los comunistas había sido el castigo por haber llevado adelante la Reforma Social.31 Por eso, desde esta lectura, los comunistas se habrían convencido de luchar incluso militarmente para “defender la perspectiva revolucionaria de Costa Rica y para defender su propia existencia, seriamente amenazada”.32 La Guerra Civil de 1948 fortalecía entonces la constatación de que, efectivamente, era la lucha de clases el motor de las desavenencias políticas de la década de 1940.

Esa perspectiva, lanzada a la arena pública durante varios lustros por los comunistas, alimentó los análisis que sobre los años cuarenta se hicieron en Costa Rica al final de la década de 1970 y en los inicios de la de 1980. Los trabajos que más enfatizan esa tendencia fueron escritos por Manuel Rojas en 1979, por Jorge Mario Salazar en 1981, por Jacobo Schifter ese mismo año y por Gerardo Contreras y José Manuel Cerdas en 1988.33 No hay duda de que el impacto de las memorias comunistas que se habían delineado en las décadas anteriores, había hecho mella en la manera en que los científicos sociales costarricenses analizaban los orígenes del conflicto bélico.34

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