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Palabras Gastadas
José Figueres Ferrer
México, 1942.
A Ricardo Jiménez Oreamuno, que encarna
el ideal platónico del rey filósofo; a la
nación costarricense, que es a la vez su
madre y su hija; a la humanidad, que en
el instante de pocos milenios ha forzado su
camino, a la luz de hombres como él, desde
las hordas hasta las repúblicas; dedico estas
meditaciones anhelantes, fruto de media vida
de observación y actividad.
El Autor
Este libro de pocas páginas, que escribió José Figueres en 1943, es un resumen de sabiduría pero, sobre todo, de sabiduría política.
Para entonces Figueres tenía 37 años y ponía de manifiesto conocimiento y lucidez, cualidades que lo acompañarían durante toda su vida.
Porque los totalitarismos se las habían robado, Figueres pensaba en rescatar las palabras que sirven de fundamento a la sociedad civilizada contemporánea y, asimismo, también pensaba en la cercana posibilidad de que todos los hombres puedan vivir en libertad. Lo que pudo apreciar y deseó hace más de sesenta años, es casi una realidad en nuestros días. Pero queda pendiente la respuesta a la pregunta de cuál es el futuro previsible de la humanidad frente a la invasión desordenada de la tecnología. La libertad total crea sus propios enemigos. El mercado sin reglas y el uso sin control de la ciencia y la tecnología pueden dar forma a un tipo de sociedad en la cual desaparece totalmente todo lo que entendemos por estado de bienestar.
La democracia, la libertad y la justa distribución del ingreso solamente pueden darse si existe, al mismo tiempo, un Estado fuerte que garantice la solidaridad social. La democracia moderna reclama, no solo un estado social de derecho, sino, además, que sea democrático, y no un estado que, con muy pocas excepciones, ha subsistido hasta ahora en el cual el eje central de la producción es una empresa económica en manos particulares que produce y funciona bien, que enriquece al máximo a sus dueños, pero que está «directa o indirectamente en manos particulares que produce y funciona bien, que enriquece al máximo a sus dueños, pero que está “directa o indirectamente en manos de un cuerpo de colaboradores descalzos y desnutridos, durmiendo en el húmedo suelo de los ranchos», como lo expresa José Figueres.
Enrique Obregón Valverde
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