El Gobierno de la conciliación nacional en Costa Rica (1958-1962)

El traspaso de poderes

El 8 de mayo de 1958, con el traspaso de poderes, inició un nuevo período en las relaciones políticas de los bandos enfrentados durante la Guerra Civil de 1948. Para demostrar que discursivamente hubo un giro orientado a la conciliación nacional, se analizaron las declaraciones emitidas por representantes de diversos sectores. Por ejemplo, de Figueres Ferrer, Echandi, el PRN, Manuel Mora y la iglesia católica. Para comenzar, Figueres se refirió a la reincorporación de los calderonistas en la participación electoral como una señal de constante cambio en la sociedad costarricense. Ante ello afirma:

Nuestra libertad electoral es tan completa, que el grupo vencido en varios choques armados en los últimos 10 años, lleva ahora a la Asamblea Legislativa, legítimamente, un número tal de diputados que ocupa el segundo puesto en las fuerzas parlamentarias […] Yo deseo que con esta jornada cívica termine la división que nos dejó la Guerra de Liberación Nacional de 1948. Después de una guerra entre hermanos, cuando todos han alcanzado la plena libertad, y el amplio disfrute de sus derechos ciudadanos, no hay razón para que el odio continúe. Menos aún, para que ese odio se transmita a la generación siguiente […] ya se ha vertido suficiente sangre para lavar todo pecado […] Necesitamos cordura, olvido y perdón, recíprocamente, paz y unión…17

Según David Díaz, este discurso de Figueres mostraba un importante cambio pues «La misma persona que hizo esfuerzos por convencer a la oposición al calderonismo de que una guerra era la única forma en la que podría deshacerse de sus enemigos, ahora promovía la unidad».18 Al igual que el conflicto bélico fue representado como un sacrificio doloroso, pero necesario, ahora, el olvido se convirtió en el nuevo sacrificio. Sin embargo, esta narrativa de la conciliación era selectiva con los hechos pasados, pues omitía la violencia política y la persecución ejercida por los vencedores durante la posguerra costarricense, así como su relación con la permanencia de la inestabilidad política. Así, equiparar «los pecados» cometidos por ambos bandos hacía posible el perdón y el olvido.

Por otra parte, Echandi se presentó como el político cuya responsabilidad era guiar el proceso de conciliación nacional diciendo: «No serviré intereses de bandera política, ni clase económica o social […] vibra, en lo más íntimo de mi ser, el fervoroso anhelo de poner término a todas las disensiones políticas que han mantenido división en el seno del país, y de hacer de Costa Rica una sola patria…».19 El líder comunista Manuel Mora, en representación del sector más afectado por la violencia política de la posguerra costarricense, destacó dos asuntos positivos de las declaraciones hechas por Echandi: «su propósito de hacer respetar las libertades públicas sin discriminaciones para nadie y su ofrecimiento que nos parece sincero, de tratar de buscar una política capaz de garantizarle bienestar al pueblo. Dentro de esta línea pide colaboración a todos los costarricenses. Es justo que se le de esa colaboración…».20

Por su parte, el PRN emitió un mensaje refiriéndose a la toma de posesión de Echandi con las siguientes palabras: «Este acto, culminación de una lucha en la que el PARTIDO REPUBLICANO tuvo una participación decisiva, nos hace sentir que por fin, Costa Rica entrará en una etapa de verdadera reconciliación; de orden, paz y trabajo para todos».21 Mientras que Monseñor Rubén Odio Herrera, Arzobispo de Costa Rica, declaró: «Mucho nos complace afirmar que la iglesia abunda en los mismos propósitos de concordia y unión nacionales y que gustosa colaborará por los medios de que dispone, para verlos hechos realidad…».22 De manera que, distintos sectores coinciden en que inicia una nueva etapa para el país que rompería con el pasado cercano de la guerra mediante la unidad, el olvido y el perdón.

Como parte de los rituales políticos, Echandi anunció que al finalizar el traspaso de poderes ofrecería en la Casa Amarilla una recepción para el «pueblo de Costa Rica», sin distinciones de tipo político ni de clase social. El periódico La Nación confirmó que en dicha actividad participaron grupos políticos que apoyaban al nuevo presidente, pero también «muchos» liberacionistas, esto se interpretó como una muestra de que: «…se está produciendo realmente la unión de la familia costarricense, reanudándose la convivencia amistosa entre todos los ciudadanos…».23 Precisamente, esta celebración simbolizaba su compromiso con lo que denominaba el gobierno de unidad nacional. Aunado a esto, se debe señalar que la Asamblea Legislativa había quedado compuesta por tres tendencias igualmente fuertes, por tanto, ninguno de los partidos contaba con suficientes diputados como para constituir la mayoría.

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