“Caínes despiadados… Caínes invasores”

LA DIMENSIÓN NACIONAL

LA DIMENSIÓN NACIONAL

El 10 de diciembre de 1948 inició la invasión al territorio costarricense; al día siguiente la prensa costarricense publicó en primera plana el ingreso a Costa Rica de un grupo armado proveniente de Nicaragua. Las fuerzas armadas invasoras ocuparon el poblado de La Cruz, ubicado aproximadamente a quince kilómetros de la frontera con Nicaragua. Al momento del conflicto, el lugar estaba habitado por algunos centenares de personas, contaba con algunos comercios, una estación radiotelegráfica y un campo de aviación (La Nación, 12 de diciembre de 1948, 12). La Cruz era un sitio estratégico por su cercanía con Nicaragua y su conexión con Liberia, que eventualmente sería la ruta de acceso a la capital de Costa Rica. Sin embargo, las fuerzas invasoras no avanzaron más allá de Santa Rosa.

Por tratarse de un poblado rural, en La Cruz había poca presencia policial, lo que facilitó la tarea de los invasores. Además, en la prensa se señaló la aparición de otras manifestaciones de violencia el mismo día en la capital del país:

A las dos y media de la mañana del día 10 la ciudad capital se sintió alarmada por un nutrido tiroteo que tuvo lugar en los alrededores del Ferrocarril Eléctrico al Pacífico, propiamente en el Barrio Keith… El tiroteo se prolongó durante una media hora y en él fueron empleadas armas automáticas como mosquetones y ametralladoras livianas… Hemos podido comprobar que éstos fueron hechos en varios lugares y en sitios distintos de la ciudad capital (La Nación, 11 de diciembre de 1948, 11).

Sobre la cantidad de personas que formaron las fuerzas armadas que ingresaron a Costa Rica no se conocen cifras exactas. En una carta de Enrique V. Corominas, presidente del Consejo de la OEA, dirigida al presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se hace referencia a otra carta de Mario Esquivel, embajador de Costa Rica, en la que este último afirma: “Una primera apreciación de los contingentes armados, estimaba que ellos estaban compuestos de unos ochocientos hombres equipados con armamento moderno y pertenecientes a varias nacionalidades” (ANCR, MRE, 27001, s. f.). Sobre quiénes eran los invasores, la prensa utilizó calificativos como “caldero-comunistas”, “nicaragüenses”, “aventureros internacionales”, “malos costarricenses”, “exiliados voluntarios”, entre otros.

Para Eduardo González Calleja (81) la representación de los invasores como una amenaza a la estabilidad política del país legitima su muerte. En este sentido, en un discurso de Benjamín Odio, ministro de Relaciones Exteriores de la Junta, se justificaba la violencia hacia los invasores:

Tal vez en nuestro suelo se derrame otra vez la sangre de hermanos, pero esta vez ha de ser para darle el golpe de gracia a los eternos enemigos de la Patria a los mismos traidores de siempre… No estamos invadidos por el pueblo nicaragüense, sino por malos costarricenses que llenaron de oprobio nuestras instituciones Patrias (La Nación, 12 de diciembre de 1948, 12).

Para contrarrestar a los invasores, la Junta emitió comunicados oficiales haciendo un llamado a la ciudadanía a enlistarse en las fuerzas voluntarias, ya que oficialmente el país no tenía ejército:

Todo ciudadano que desee alistarse en el Ejército que está formando el Gobierno para la defensa de la soberanía y la integridad del territorio costarricense, que ha sufrido una invasión por la frontera de Nicaragua, debe presentarse al Campo de Concentración. La labor de enganche está dirigida por los siguientes militares: Teniente Coronel Frank Marshall, Mayor Miguel Ruiz, Capitán Benjamín Piza, Teniente Daniel Calvo y Teniente Jorge Arrea (La Nación, 12 de diciembre de 1948, 12).

Como se menciona en la cita anterior, hubo una importante participación de exmiembros del Ejército de Liberación Nacional. En un comunicado oficial se informa: “La misma organización militar que hizo posible el buen éxito de la Revolución Libertadora, se apresta ahora a dirigir esta nueva jornada patriótica” (La Nación, 15 de diciembre de 1948, 8). También se destacó la participación de decenas de estudiantes y profesores universitarios:

Por primera vez en la historia patria se ha formado un pelotón integrado por los señores Catedráticos de la Universidad de Costa Rica. Los profesores se reunieron en horas de la tarde de anteayer en el vestíbulo universitario y allí decidieron prestar su colaboración efectiva en la Guerra de Consolidación… El batallón de los letrados, se dedicará a los servicios de patrullaje de la ciudad capital durante horas del día y de la noche (La Nación, 18 de diciembre de 1948, 14).

La invasión fue llamada por la Junta “La guerra de consolidación”, haciendo referencia a que sería el último conflicto bélico vinculado a la guerra civil de 1948:

No sólo en el público, sino también en los organismos oficiales, hay absoluta fe en la victoria final de esta nueva emergencia que se podría llamar bien “La Guerra de la Consolidación”. Todos confían en el triunfo y en que este triunfo consolide definitivamente la paz, la libertad y la democracia en Costa Rica (La Nación, 15 de diciembre de 1948, 8).

La incursión de las fuerzas armadas opositoras al gobierno de la Junta condujo a que este implementara medidas para contener el avance de los invasores y, a la vez, evitar brotes de violencia en otros lugares del país. Mantener la calma y evitar el pánico en la población fueron elementos fundamentales en los discursos del gobierno. A nivel legal, el 11 de diciembre de 1948, mediante la creación de un decreto, se suspendieron por segunda vez las Garantías Individuales por un período de treinta días. La justificación fue que “el territorio nacional ha sido invadido por fuerzas mercenarias entre las cuales cuentan los malos costarricenses, que desde hace algún tiempo vienen preparando desde el exterior un movimiento de muerte” (Colección de Leyes y Decretos, 1948).

Por su parte, el Ministerio de Seguridad Pública (MSP), dirigido por Edgar Cardona, estableció un toque de queda a partir de las diez de la noche en la capital del país y en todas las cabeceras de provincia y se suspendió el derecho de Habeas Corpus. También se estableció la censura de los órganos de prensa y de las estaciones de radio; para fiscalizar el cumplimiento de esta medida se creó una oficina instalada en la Casa Presidencial (Salazar Mora 154). De esta forma, todo boletín informativo debía tener el visto bueno de esa oficina, lo cual hacía de los periódicos una fuente de información oficial.

Para Jaques Derridá (139), “la debilidad del Estado reclama la ‘pacificación intra-estatal’”. Precisamente, la invasión de diciembre de 1948 es un desborde de violencia de un grupo opositor de calderonistas con apoyo de extranjeros, que desconoce al gobierno de la Junta. Por su parte, este último recurre a la creación de legislación represiva en su intento por contener no solo a los invasores que ingresaban por la frontera norte, sino también a sus enemigos internos aun cuando no estuvieran vinculados al movimiento armado, como fue el caso de los comunistas. De esta forma, el gobierno de facto de la Junta utilizó la invasión para legitimar el uso de la violencia contra sus opositores.

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