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“Caínes despiadados… Caínes invasores”

ENFRENTAMIENTOS ARMADOS

ENFRENTAMIENTOS ARMADOS

La invasión estuvo conformada por cinco acciones militares o enfrentamientos armados que se desarrollaron en diferentes lugares de la provincia de Guanacaste. El primer encuentro se efectuó en Potrerillos, un poblado de La Cruz; el segundo se llevó a cabo en Santa Rosa; las siguientes acciones militares se dieron en la Bahía de Santa Elena, en Cuajiniquil, en Murciélago y, el último enfrentamiento, en Puerto Soley. En el primer enfrentamiento, la prensa informó que los invasores habían asesinado al telegrafista y al hijo del subinspector de Hacienda (La Nación, 21 de diciembre de 1948, 14). Cuando el gobierno se enteró de la acción militar, emitió un comunicado a la comunidad diciendo lo siguiente:

Atención, vecinos de La Cruz: Mientras llega la hora de vuestra liberación, el Gobierno de Costa Rica os insta a prestarle toda la ayuda que podáis en las difíciles circunstancias porque estáis atravesando, llevando a cabo obras de sabotaje contra el invasor o bien transmitiendo mensajes secretos a nuestras fuerzas avanzadas. Atención vecinos de La Cruz! Muy pronto seréis libres otra vez! (La Nación, 15 de diciembre de 1948, 8).

De este primer enfrentamiento salieron victoriosas las fuerzas armadas del gobierno de Costa Rica. Se informó de la captura de 38 personas armadas, entre ellas guardias nacionales nicaragüenses, y se aseguró que los invasores estaban al mando de Pedro José Ordóñez, quien al ser capturado declaró que las armas las había recibido de Luis Somoza (La Nación, 16 de diciembre de 1948, 6).

Con el avance de las fuerzas armadas invasoras, el 16 de diciembre Santa Rosa se convirtió en el escenario del segundo enfrentamiento. En La Nación se publicó una noticia titulada “Santa Rosa, la histórica y gloriosa plaza del 56, vio la Segunda Victoria de La Guerra de Consolidación” (La Nación, 18 de diciembre de 1948, 8). Sobre la población de Cuajiniquil se informó que fue asaltada, saqueada e incendiado por los invasores (La Hora, 19 de diciembre de 1948, 4). Por su parte, en Murciélago en la Bahía de Santa Elena, se registraron combates y se aseguró que las tropas opositoras eran dirigidas por el nicaragüense José Mojica, quien se había naturalizado costarricense. En este enfrentamiento ocurrió el asesinato de los seis miembros voluntarios de la Cruz Roja, caso que será analizado más adelante.

De manera simultánea a las acciones ocurridas en la provincia de Guanacaste, se generaron brotes de violencia en San José, Guápiles, Sarapiquí y Siquirres. El 12 de diciembre un grupo armado aparentemente vinculado con los invasores atacó el resguardo fiscal de Guápiles. Por otra parte, en San Miguel de Sarapiquí hubo una batalla en la que, según informes oficiales, las fuerzas gubernamentales se vieron obligadas a pedir refuerzos (La Hora, 21 de diciembre de 1948, 8 y La Nación, 21 de diciembre de 1948, 14). Lamentablemente, los detalles sobre el enfrentamiento en Sarapiquí no fueron publicados en la prensa. No obstante, las manifestaciones de violencia que se dieron en zonas alejadas de la capital fueron descritas por Julián Weston de la siguiente forma:

Los únicos brotes locales a favor de Calderón Guardia ocurrieron en Guápiles, San Miguel y cerca de Siquirres, pero todos fueron rápidamente aplastados por el Gobierno, pereciendo la mayoría de los revoltosos, entre ellos destacados líderes comunistas. Estos pequeños brotes locales fueron totalmente organizados por los comunistas que utilizaron las armas que habían retenido ilegalmente desde que terminó la revolución de abril (17).

Las muertes de comunistas que señala Weston no pudieron ser verificadas y la información sobre los brotes de violencia en la región caribeña es escasa, lo cual limita solo a su mención en la prensa. Ante las manifestaciones de violencia, la Junta ordenó que se empezaran a practicar las detenciones “preventivas”; es decir, se apresaron reconocidos líderes políticos, mayormente comunistas, para evitar posibles alzamientos en la capital o en las cabeceras de provincia, pues se consideró que al tenerlos aislados se destruían las redes que pudieran tener los invasores con otros opositores que permanecían dentro de Costa Rica. Por ejemplo, se informó lo siguiente:

En Golfito, Parrita, Puerto Cortés, Quepos y demás regiones bananeras del pacífico se ha estado procediendo, al igual que en el interior del país, a detener a gran cantidad de elementos sospechosos de quienes se tienen indicios puedan colaborar con los enemigos de la Patria… En Puerto Cortés se recluyeron cerca de 150 sospechosos y algunos de ellos, considerados como peligrosos, han sido enviados a la cárcel de Puntarenas (La Nación, 23 de diciembre de 1948, 6).

Las labores de inteligencia del gobierno de la Junta y las posteriores detenciones “preventivas” tuvieron como resultado la desarticulación de agrupaciones de mujeres dedicadas a la elaboración, impresión y distribución de boletines considerados subversivos por el gobierno. La prensa informó sobre el decomiso de propaganda prohibida y la detención de mujeres en las provincias de Cartago, San José y Alajuela. En el caso de la primera provincia se dijo:

Las autoridades de Cartago llevaron a cabo ayer una redada de mujeres en aquella ciudad, alcanzando a un número de veinte las detenidas, contra quienes se formulan cargos serios… estaban reunidas en forma clandestina en una casa… se encontró en poder de esas mujeres propaganda subversiva, así como divisas y pequeñas banderas de las que hiciera uso en sus campañas políticas del Dr. Calderón Guardia (La Nación, 24 de diciembre de 1948, 4)

Sobre las detenciones en San José se informó que algunas de las mujeres vinculadas con los actos subversivos eran maestras y se les acusó de aprovechar su posición para influir en los estudiantes y utilizarlos para crear redes de circulación de boletines:

Muchas de ellas eran maestras las cuales se servían de sus alumnos para hacer circular boletines de los invasores, los cuales eran puestos dentro de revistas que con los pequeños enviaban a determinadas personas cuya lista completa ya está en manos del Servicio de Inteligencia del Estado Mayor. Estas mujeres contaban además con un polígrafo en el cual tiraban una serie de copias de estos boletines, el último de los cuales informaba que “Calderón pasaría el día 24 de diciembre en San José y que la señal del acontecimiento sería el disparo de cuatro bombetas… Lo absurdo de esta información llegaba a lo grotesco cuando se descubrió en el sitio de reunión de las mujeres dichas, las cuatro bombetas, de doble trueno, listas para ser usadas, no sabemos cuándo, ni cómo (La Nación, 25 de diciembre de 1948, 8).

Entre las medidas utilizadas para contener a la oposición, se realizaron intervenciones en viviendas, patrullajes y retenes en las carreteras. Por ejemplo, en Alajuela la policía detuvo un autobús en que viajaba una mujer que cargaba propaganda considerada subversiva y fue provisionalmente detenida (La Nación, 19 de diciembre de 1948, 13). Mientras, en San José, la policía ingresó a una vivienda en la que detuvieron a “varias” mujeres:

Oficiales del Servicio de Inteligencia han procedido a la detención de varias señoras pertenecientes a los círculos sociales de esta capital y de filiación calderonista… fueron vigiladas varios días y sorprendidas en el momento oportuno. Se les encontraron documentos de importancia así como uniformes hechos por ellas a mano, de la policía nacional. Tales uniformes iban a ser distribuidos entre militantes del partido calderonista en esta capital para producir confusión a la hora de un “supuesto” triunfo de las fuerzas invasoras. Estas mujeres fueron recluidas en El Buen Pastor (La Hora, 28 de diciembre de 1948, 7).

Como se mencionó, en agosto de 1948, previo a la invasión, ya se había recluido a un grupo de mujeres en el Buen Pastor. Sobre la filiación política de estas mujeres se aseguró que eran calderonistas; sin embargo, es probable que también estuvieran operando agrupaciones de mujeres comunistas –aunque con propósitos distintos–, pues estas últimas, si bien eran parte de la oposición, no apoyaron la invasión de 1948.

Con los casos citados se pretende mostrar la participación que tuvieron las mujeres en la oposición al gobierno de la Junta, en labores de inteligencia e, incluso, pudiendo haber participado de la organización de una emboscada a los gobiernistas, como se verá más adelante. Las mujeres que colaboraron con el gobierno costarricense se dedicaron a actividades que reproducían los roles tradicionales adjudicados a las mujeres en los procesos de violencia política y en enfrentamientos armados, tales como las tareas de alimentación, cuidado de enfermos o heridos y las labores de secretariado.

El 22 de diciembre de 1948 un documento de la CIA informó sobre la preparación de un ataque a gran escala a Costa Rica que se realizaría en los días próximos (CIA-RDP82-00457R002200170009-4). Posiblemente hacía referencia al último enfrentamiento vinculado con la invasión que se llevó a cabo el 25 de diciembre en Puerto Soley, en Guanacaste. En la prensa se describió como una emboscada de los invasores a los combatientes del gobierno, aparentemente con la ayuda de dos mujeres, como se describe a continuación:

Dos mujeres vestidas de Blanco, fueron las que vendieron a la guarnición de Puerto Soley, indicando a los invasores el momento oportuno para su emboscada… Las mujeres mencionadas, el cebo de la emboscada, procuraron pasar inadvertidas y estuvieron conversando de cosas indiferentes con algunos soldados de la República allí acantonados… se retiraron sigilosamente, procurando no llamar la atención de nadie y burlando la vigilancia (La Nación, 28 de diciembre de 1948, 5).

Se asegura que fueron esas dos mujeres quienes avisaron a los invasores para que realizaran la emboscada justo cuando las fuerzas armadas del gobierno estaban distraídas comiendo. El ataque sorpresa dejó a los gobiernistas sin posibilidades de defenderse militarmente, pues estaban desarmados. Algunos huyeron hacia el Murciélago y otros, ante la desesperación, optaron por protegerse en el mar al amparo de la oscuridad. Sobre este enfrentamiento, en una carta de Mario Esquivel, embajador de Costa Rica para Enrique Corominas, presidente del Consejo de la OEA, se describe:

Es lamentable el suceso ocurrido en Puerto Soley, Costa Rica el día de Pascuas en que, conforme lo declaran los sobrevivientes, a las diecisiete horas y cuarenta y cinco minutos de la tarde, tropas procedentes del norte cayeron sobre la pequeña guarnición que mi Gobierno mantiene en ese lugar, ametrallando a cuarenta y ocho de las tropas nacionales costarricenses, juntando sus restos en un edificio abandonado el cual impregnaron de gasolina y quemaron (ANCR, MRE, 27001, s. f.).

Ante la emboscada a Puerto Soley, Figueres dio un discurso en el que señaló que existían tres motivos que volvían más indigno el ataque:

Primero había orden de cese de hostilidades de parte del Consejo de Organización de los Estados Americanos, orden que nosotros acatamos de lleno; segundo, eran voluntarios los muchachos destacados en Puerto Soley y se encontraban en plena Navidad. Todos estaban confiados, sin sospechar la agresión (La Nación, 28 de diciembre de 1948, 2).

El rol que desempeñó la Organización de Estados Americanos (OEA) en el conflicto es estudiado más adelante. En un editorial de La Nación, con un discurso religioso, se declaró lo siguiente sobre el ataque en Puerto Soley:

Ese lejano puerto, muy cercano a la frontera con Nicaragua, ha sido escenario cruento donde lucharon las fuerzas del mal con las fuerzas del bien… Como si Dios hubiera abandonado nuestra causa, los invasores se saciaron de sangre noble. ¡Cómo estará de satisfecho su instinto de chacales!… Pero sería blasfemo pensar en que el Altísimo protege a los traidores. Quiere sin duda someternos a duras pruebas, para que al conquistar con nuestra sangre la victoria, sepamos apreciar lo que vale una patria libre y digna… Dejemos que las hienas se regodeen aspirando los efluvios de la sangre derramada por su bestial apetito… Llevarán en su frente y en la de los suyos, durante muchas generaciones, el estigma de caínes despiadados (La Nación, 28 de diciembre de 1948, 3).

Los primeros reportes del gobierno sobre el ataque de los invasores informaron que de la guarnición de sesenta y tres hombres que estaban en aquel lugar, solo once habían aparecido; se ignoraba lo acontecido a los demás. Luego se comunicó que habían aparecido diez personas y que el gobierno de Nicaragua tenía en su poder a treinta y cinco prisioneros pertenecientes a las fuerzas gobiernistas (La Nación, 28 de diciembre de 1948, 5).

La prensa no es clara con respecto a si los combatientes desaparecidos habían huido a Nicaragua por ellos mismos o si habían sido secuestrados y llevados en contra de su voluntad al país del norte. En el periódico nicaragüense La Prensa se informó: “El comunicado de La Guardia Nacional dice que treinta y nueve soldados costarricenses, ‘huyendo después de haber sido derrotados en Puerto Soley’, habían cruzado la frontera, ingresando en territorio nicaragüense y que fueron internados” (ANCR, MRE, 26995, s. f.).

La proscripción del ejército fue una oportunidad aprovechada por los vencidos de la guerra civil de 1948 para sorprender al gobierno de la Junta desorganizado con respecto a su seguridad. Para Manuel Solís Avendaño dicha proscripción se dio en un contexto en el cual no había concluido la fase de violencia política, considerando que la inexistencia del ejército pudo haber contribuido a que algunos sectores vieran la opción violenta como viable y posible, además de legítima (xvi-xvii). Sin embargo, el objetivo de la penetración al territorio costarricense parece no haber estado claro ni siquiera para sus propios líderes y no se conoce sobre un proyecto político en caso de que los invasores lograran consolidar sus posiciones en Costa Rica y obtener la victoria militar. Para este autor la invasión se trató de “una emboscada calderonista, sin sentido militar alguno” (319).

Al parecer, la invasión de 1948 no pasó de ser un intento desesperado por revertir los resultados de la guerra civil. Lo que motivó al movimiento invasor, más que tomar el poder, fue el rencor y el deseo de venganza de los perdedores, quienes habían tenido que enfrentar en algunos casos el exilio forzado reubicándose principalmente en Nicaragua y en otros, la persecución y represión del gobierno de la Junta, la cual era además legitimada con la creación de legislación. Las medidas tomadas por el gobierno son una muestra de su temor a perder el poder, además de un intento por evitar que los grupos opositores que se encontraban en Costa Rica se unieran a los invasores.

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