RELACIÓN CON NICARAGUA
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RELACIÓN CON NICARAGUA
Al momento de la invasión de diciembre de 1948, el presidente de Nicaragua era Víctor Román y Reyes, pariente de Anastasio Somoza García, mientras que este último ocupaba el cargo de ministro de Guerra. La relación entre Figueres y Somoza durante el período de estudio se caracterizó por una constante tensión y presencia de acusaciones de agresión verbal, de intervención en el territorio o en los asuntos del otro país, como deja ver en su declaración el ministro de Relaciones Exteriores, Benjamín Odio: “Desde hace tiempo venimos haciendo lo humanamente posible para arreglar las diferencias diplomáticas que surgieron con Nicaragua a raíz del triunfo de las fuerzas libertadoras de Costa Rica” (La Nación, 14 de diciembre de 1948, 8-9).
El embajador Odio, el 13 de noviembre de 1948, envió una carta a Oscar Sevilla Sacasa, ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, en la que se transcribe una serie de telegramas y radiogramas recibidos por el gobierno de Costa Rica durante los meses de octubre y noviembre de 1948, en los cuales se informaba sobre la violación de la soberanía costarricense por parte de dos aviones de la Fuerza Aérea Nicaragüense, por lo que se le solicitaba a Sevilla Sacasa la respectiva investigación (ANCR, MRE, 10624, f. 1). Sin embargo, el último, quien además era representante de Nicaragua ante la OEA, en una carta del 12 de diciembre de 1948 dirigida a dicha organización, desmintió las acusaciones del gobierno de Costa Rica y aseguró:
Los acontecimientos de Costa Rica –que nos son conocidos a través de la radio, de la prensa y por la nota del señor Embajador Esquivel– son indiscutiblemente de la jurisdicción interna de nuestra vecina del Sur y Nicaragua está muy lejos de querer intervenir en ellos… La Representación de Nicaragua no encuentra justificación alguna para que el Honorable Consejo se reúna a discutir problemas que son de la jurisdicción interna de uno de los Estados Miembros de la Organización de Estados Americanos (ANCR, MRE, 27010, s. f.).
Continuando con el argumento del gobierno de Nicaragua que representó la invasión como un conflicto interno, en el periódico nicaragüense La Prensa, Somoza acusó a Figueres de ser el culpable de la inestabilidad y la permanencia de la conspiración en la oposición:
Estoy seguro de que todos los brotes revolucionarios cesarán en el mismo momento en que Figueres entregue la presidencia al candidato electo, Otilio Ulate, quien, como todos los buenos costarricenses, querrá la paz y armonía entre sus conciudadanos… Es muy difícil que un catalán como el que rige los destinos de Costa Rica, tenga amor patrio y sentimiento patrio como Otilio Ulate (ANCR, MRE, 26995, s. f.).
El principal reclamo de Somoza era la presencia de miembros de la Legión Caribe en Costa Rica, pues era una potencial amenaza a su régimen. Figueres culpó a Somoza de permitir que fuerzas armadas procedentes de Nicaragua invadieran Costa Rica. Además, se aseguró que también existían motivos económicos detrás del apoyo a los invasores, como se mencionaba en una carta de Mario Esquivel, embajador en Washington, al Consejo Directivo de la OEA:
Toda esta agitación no busca otra finalidad que restablecer en Costa Rica un Gobierno impopular e inescrupuloso que permita al dictador del Norte reanudar sus negocios de ganado denunciados mil veces por la prensa continental, negocios realizados en connivencia con el expresidente Calderón Guardia (ANCR, MRE, 27001, s. f.).
Sobre la participación de Nicaragua, en un documento de la CIA del 14 de diciembre de 1948, se reseñó que el Capitán Víctor Fonseca de la Guardia Nacional había afirmado que Luis y Anastasio Somoza Jr. dirigieron un convoy de camiones a la frontera de Costa Rica y lo invitaron a participar en la invasión. Además, el Mayor de la Guardia Nacional Federico Davidson Blanco le informó a Fonseca que se habían movilizado quinientos hombres para la invasión, los cuales eran exoficiales de la Guardia. Aseguró que para evitar los cargos de una intervención de Nicaragua los exoficiales fueron abastecidos con armas previamente tomadas de los costarricenses que emigraron a Nicaragua (CIA-RDP82-00457R002100710001-3).
Sobre lo anterior, en una confesión de los hermanos Florencio y Pedro José Ordóñez, nicaragüenses capturados por las fuerzas gobiernistas, se confirmó la dirigencia de Davidson Blanco. Se afirmó que las armas fueron entregadas en un edificio de la Guardia Nacional en Peñas Blancas, pero, a diferencia del informe de la CIA, se mencionó que tenían grabado el escudo de armas de la República de Nicaragua; por último, se dice que el poblado de La Cruz en Guanacaste fue tomado con trescientos hombres de los cuales, por lo menos una tercera parte, eran nicaragüenses, es decir, una cantidad inferior a la señalada en el documento de la CIA (La Nación, 16 de diciembre de 1948, 8).
El 16 de diciembre de 1948, de nuevo se informó en un documento de la CIA sobre la participación de la Guardia Nacional en la invasión, la cual se calculó en mil hombres, así como la continuidad del reclutamiento en el área de Nandaime (CIA-RDP82-00457R002100780003-4). Además, se mencionó que, iniciada la invasión, desde el territorio nicaragüense, siguieron desplazándose refuerzos hacia Costa Rica, por ejemplo: “Cuatro tractores que llevaban soldados vestidos con uniformes azules fueron vistos viajando hacia el sur de Managua la noche del 13 de diciembre. Fueron armados con una ametralladora por cada cuatro hombres” (CIA-RDP82-00457R002100820010-1).
Dentro de las pruebas que el gobierno de Costa Rica aportó a la investigación de la OEA sobre la intervención de Nicaragua y, específicamente, de la participación de la Guardia Nacional en la invasión, fueron la presencia de reconocidos nicaragüenses de la Guardia Nacional en el territorio de combate, así como parte de los cadáveres, la aparición de uniformes y documentos a nombre de Nicaragua y la utilización de la radio de la Guardia Nacional. Al respecto, en una carta del embajador Esquivel dirigida al presidente del Consejo Provisional de Consulta de la OEA, Enrique V. Corominas se aseguró que “al reconquistar La Cruz, quedaron seis muertos del enemigo identificados como Guardias Nacionales” (ANCR, MRE, 27001, s. f.).
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