Anécdotas de Rodolfo Cerdas (5)
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Compilador Camilo Rodríguez Chaverri.
Don Pepe me llamaba a la una o dos de la mañana y me decía, «Rodolfo, ¿qué está haciendo?»
-Diay, don Pepe, ¿qué voy a estar haciendo? Durmiendo.
-Es que vamos a estar en la casa de Luis (Burstin). Vamos a abrir un vino.
Mi esposa, Marjorie, y yo nos poníamos la ropa y nos íbamos.
Era muy interesante. Hablaba de los libros que estaba leyendo.
Uno le preguntaba, don Pepe, ¿usted ha leído a García Márquez?
Se volvía y decía, «yo no pierdo el tiempo con los escritores nuevos. Sólo leo clásicos. Hay que leer quince escritores nuevos para encontrarse con uno bueno. En cambio, con los clásicos uno no pierde el tiempo».
—o—
En una de esas reuniones que teníamos con don Pepe, le comenté que me acababa de enterar de la candidatura presidencial de don Óscar Barahona Streber. Don Pepe estaba aspirando a la presidencia, de nuevo.
Se volvió y me dijo,
-No importa. Don Óscar se monta en una yegua recién parida, y se devuelve la cría.
—o—
Una vez, mi papá, fundador del Partido Vanguardia Popular, estaba conversando con don Pepe, en La Lucha y le reclamó las muertes del Codo del Diablo. Mi papá considera que esas muertes fueron asesinatos, y que no eran necesarias en el contexto de las circunstancias de aquel momento. Él le reclamaba a don Pepe que no hubiera condenado aquellos hechos.
Don Pepe se puso de pie, se fue a ver por la amplia ventana de su casa, y le dijo, sin mirarlo,
-Es mi maldita manera de entender la amistad.
—o—
Estaba en una reunión, con estudiantes, dirigentes y representantes de lo que se llama «fuerzas vivas». Todos hablaban de la importancia del diálogo, y de ponerse de acuerdo.
Don Pepe estaba callado, y en un momento dado, se vuelve y les dice,
-Está muy bien que dialoguemos muchachos. Dialoguemos, dialoguemos. Pero al final, ¿la opinión de quién es la que manda?
—o—
Un día, estaban discutiendo con don Pepe un grupo de sindicalistas. Él les explicaba por qué no se podía subir los salarios al punto que ellos querían, y ellos le contestaban que «las bases» por aquí, y «las bases» por allá. Parecía que no iban a decidir por «las bases». Entonces, don Pepe se encanfinó y les dijo,
-¿No es cierto que ustedes son los dirigentes? Pues si son los dirigentes, ¡dirijan!
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