Anécdotas de Carlos Ml. Vicente (9)
Contenidos
Dr. Carlos Ml. Vicente C.
Ex ministro Gobernación
Ex diputado Asamblea Legislativa
Lo que más le costo aprender a don Pepe
Cada vez que tenía oportunidad, pasaba por don Pepe, para dar una vuelta en automóvil, me gustaba conversar con él y constatar lo consistente de su pensamiento a pesar de la edad.
Un día le comenté que el paso por el Ministerio de Gobernación fue una verdadera universidad, a lo que me respondió: «Eso es cierto». Yo le agregué, y a usted don Pepe que tres veces se graduó de Presidente, que fue lo que más le costó aprender.
Meditó un poco y luego me dijo; «Hacerme el chancho».
Don Pepe lloró
Faltaban pocos días para que se cumplieran los seis meses, en que se debe dejar la función pública, si uno desea optar por un puesto de elección popular.
En la mañana, cuando leí el periódico La Nación, me encontré con unas declaraciones mías, que yo no había dado, en el sentido que tal día dejaría el Ministerio de Gobernación para optar por una diputación.
Don Pepe me llamó muy extrañado al pensar que yo había dado esas declaraciones sin haber consultado con él antes.
Le aclaré que el más extrañado era yo, porque nunca las había manifestado.
Entonces acató: «Esas son cosas de Daniel» y lo llamó inmediatamente.
Dichosamente todo se aclaró, Daniel aceptó: «Si, yo di esas declaraciones a nombre de Carlos Manuel, porque si no lo hago así, él no renuncia y yo lo necesito en mi Fracción Legislativa».
Aclaradas las cosas, acepté la renuncia que no había solicitado, seis meses antes de que concluyera el mandando de don Pepe.
«No se me vaya en blanco, yo convoqué un Consejo de Gobierno especial para despedirlo», me dijo don Pepe.
Llegaron todos los compañeros ministros, don Pepe con el nudo en la garganta explicó el motivo de esa convocatoria especial.
Nota aparte, merece recordar un lindo y emotivo discurso de Chalo Facio, que me llegó tan hondo que casi podría repetirlo de memoria. Narró una por una mis obras en el viejo y abandonado ministerio, que terminó con estas palabras: «Don Pepe, usted le entregó a Carlos Manuel, un ministerio modelo del siglo pasado y hoy él le entrega un ministerio de último modelo».
Todos los ministros se levantaron para despedirme, el último fue don Pepe, que con los ojos llorosos me dio un abrazo de padre, de hermano o de gran amigo, que me hizo llorar a la par de él.
«El hombre que no llora al ver llorar
un amigo, no es hombre y yo soy hombre»
¿Por qué se me escondió?
Unas semanas antes de las elecciones de 1970, yo tenía muy claro que don Pepe ganaría las elecciones por más del 50%.
Nosotros habíamos hecho una campaña muy austera, no gastando más del 80% de lo que nos correspondería de la Deuda Política.
Estaba muy preocupado porque a Transportes se le había adjudicado una suma insuficiente de dinero.
En vista de ello, le expuse al Comité Político de Campaña, la conveniencia de ampliar la emisión de los bonos de la Deuda Política, para llevarlos al 100% de lo que según yo, nos correspondería de esa deuda.
La reacción del Comité fue muy negativa. No aceptaron aumentar esa emisión.
Yo me calenté y al final de la reunión le dije a don Pepe: «Ya yo hice mi trabajo, usted va a ganar por un buen porcentaje, pero por torpeza de su Comité Político, va a obtener de tres a cinco diputados menos, de esos que salen por subcociente o sobrante mayor»
Le dije que me iba a Golfito porque allá era más útil salvando votos.
Al día siguiente de mi llegada, don Pepe me llamó, para decirme que ya habían aceptado el aumento de la deuda, -de seguro lo decidió él solo- y que ya había descontado esos bonos con Bruce Masís y que alquilara cuanto «chunche» hubiera disponible para aumentar la votación.
Así lo hice, mis cálculos fueron correctos, don Pepe obtuvo el 53% y sacó 32 diputados.
Terminado el trabajo electoral, me fui a Palmar Sur, a Finca 8, de la Compañía Bananera, no sé si a esconderme para no presionar a don Pepe o a descansar.
El mandador de la finca me traía muy temprano los periódicos para que estuviera al día. Pero, un día llegó despavorido a decirme que don Pepe me buscaba. Salí a encontrarlo y señalándome con el dedo me dijo: ¿Por qué se me esconde? Quiero que sea mi Ministro de Gobernación, de Hacienda o de Planificación, y venga conmigo para que atendamos la cola de gente que me visita.
Pero, antes me sentenció: «Si usted no hace nada y se limita a cobrar el giro, me tendrá de enemigo, pero usted se muere y a los ocho días nadie se va a acordar de usted; pero, si usted quiere renovar ese Ministerio, va a tener mucha oposición de gente que no produce nada, a todo se oponen y nada se les ocurre, pero su labor si se recordará por mucho tiempo. Lo que usted decida tiene mi apoyo».
En esa oportunidad don Pepe llegó acompañado del Dr. Burstin, del Dr. Inocente Alvarez y de su chofer el Coronel Bravo; con ellos, un poco apretado, me regresé a San José. Comencé a atender gente, filas interminables de liberacionistas que llegaban a felicitar a don Pepe o a pulsear un «hueso».
Tamal con Contreau
Un 31 de diciembre, a primeras horas de la tarde, fui a buscar a don Pepe para saber como se preparaba para el Año Nuevo. No estaba en la casa.
Pensé de inmediato que se había ido a esconder en «La Lucha» para pensar como decía él.
En esas circunstancias, le ponía doble candado al portón y daba estrictas órdenes al guarda, para que no dejara pasar a nadie.
Sin embargo, me fui para La Lucha, me brinque la cerca por un sitio que yo conocía, y entré a la casa. Allí estaba don Pepe, leyendo un voluminoso libro, sentado en la silla de su escritorio.
Don Pepe, le llamé. Me volvió a ver, un poco extrañado, y me dijo: «Cómo hizo para entrar», le contesté: «Tenga seguridad que no fue por el portón». Se sonrió y agregué: «Si esta muy ocupado me voy para que siga devorándose ese libro titulado «El sitio de Stanlingrado»
No, quédese y se dirigió a la sala de su casa, tomos unos leños y encendió la chimenea y conversamos por horas. Cuando noté que estaba oscureciendo le dije: «Don Pepe, me voy, no me gusta manejar de noche y quiero ver como le está yendo a Olguita con la tamaleada»
Un momentito, no se vaya, quiero que pruebe un tamal de La Lucha. Se dirigió al refrigerador, sacó el tamal, lo calentó y me lo sirvió.
Antes de comenzar a saborearlo, me preguntó: «¿Y con qué comen el tamal en su casa? Le contesté, cuando no hay plata, con agua dulce y cuando hay, con vino tinto. Espere un momentito, no se lo coma, le voy a traer vino, de uno que seguro debe ser muy fino, porque me lo regaló Mario Echandi.
Se fue a su habitación, donde tenía escondido entre sus camisas, la botella de ‘vino’ que le había regalado Mario.
Tomó un vaso de casco y me lo sirvió hasta la mitad del vaso.
Yo no encontraba la forma de quitarle la idea de verme comer el tamal de La Lucha y saborearlo con el vino tinto, que no era tinto sino contreau.
Me lo comí todo, nunca me había comido un tamal tan feo, era masa con un poquillo de cerdo y simultáneamente bebiendo contreau de Mario, que venía en una botella de porcelana blanca con dibujos muy bonitos en azul.
Cuando terminé de comerme aquello, que solo por ser calentado y servido por don Pepe, esperé un momento, para levantarme de la mesa.
«¿Un momentito, adonde va?»
«Voy a mi casa a comerme otro tamal con la vicentada»
Espéreme un momentito, yo me voy con usted a pasar el Año Nuevo con la Vicentada, quienes querían y veían a don Pepe como un abuelito.
Así escuchamos las doce bombetas del Año Nuevo, pero algo le dictó su corazón porque dijo: «Ya pasé el Año Nuevo con ustedes, ahora me voy a ver como la pasó Mariano».
Me queda en el tintero el cuento que me contó Mario Echandi, de la caja de Contreau, que le regaló a don Pepe, el día de su cumpleaños.
El Contreau, don Pepe y Mario Echandi
Un buen día, entré al Club Unión, y allí estaba Mario Echandi rodeado de un buen grupo de leales echandistas.
Me atreví a irrumpir en aquel grupo -tan echandista-, para decirle a Mario: «Yo me bebí una botella de Contreau que vos le regalaste a don Pepe»
El se sonrió, -qué se yo cuantas cosas le pasarían por su mente- pero, acto seguido me dijo: «Te voy a contar el cuento del Contreau»
«Don Pepe, llamó unas cuantas veces a mi casa, yo no estaba, pero la empleada me daba el recado, pero yo no le di importancia porque pensé que era una broma de Chalo Segares o de Oscar Collado. Pero un día, me pescó y me dijo: ‘Mario te habla Pepe Figueres, te he llamado varias veces, pero vos nunca estas en la casa’.
«Bueno don Pepe, aquí estoy, que se le ofrece»
«Hablar con vos, porque vos y yo somos responsables de la Costa Rica que hoy vivimos, en paz, con honorabilidad electoral y me siguió relatando el cambio habido en nuestro país.
Don Pepe y don Mario trabajaron juntos en la campaña de Otilio Ulate.
Y nos hemos distanciado por cosas de la política. Yo creo que debemos hacer las pases para darle un ejemplo a la juventud.
Mario contestó muy emocionado.
«Sí don Pepe, ¿qué quiere que haga?»
«Mira Mario, yo cumplo años el 25 de setiembre, venite a mi casa a comerte una tajada de pastel, que todos los años me regala Teresa Merayo»
«Don Pepe, no me parece oportuno, usted va a estar con todos sus amigos y quién sabe que cara van a poner»
«No, te venís a las doce en punto y disfrutaremos viendo esas caras»
Don Pepe, ese día estaba viendo el reloj y cuando faltaban unos minutos, salió a esperar a Mario, -quien fue muy puntual-
Don Mario y don Pepe subieron juntos y amigables ante la cara de susto de los presentes, que hay que destacar que se mostraron muy contentos con la llegada de Mario.
Luego, Mario siguió con el relato.
«Pensé, don Pepe me invitó a su cumpleaños, ¿qué le voy a regalar?»
En eso se acordó, que cuando fue presidente, inmediatamente después de don Pepe, había ordenado hacer una minuciosa investigación en la Casa Presidencial, para hacerle un escándalo a don Pepe. No encontraron nada, todo estaba en orden, si se extrañó que en la bodega hubiera una caja con botellas de Contreau vacías.
Don Mario dice que pensó: «Don Pepe dice que no toma, seguro se lo mete con Contreau en las noches y eso es lo que le voy a regalar en su cumpleaños, en esa feliz reconciliación.
Don Pepe no se la tomó, me la tomé yo, con un tamal en su finca La Lucha.
El guayabo
Faltaban pocos días para las elecciones cuando don Pepe me llamó para decirme que la dirigencia mariachi de Grecia, se estaba organizando.
Muy de mañana me fui para Grecia y el tiempo me dio para visitar a los dirigentes liberacionistas y de la Unidad, así como a personalidades, a algunos amigos personales.
Como a las cuatro de la tarde ya había formado criterio, no había «tal culebra de pelos». Eso sí mis amigos quedaron resentidos al considerar que yo había dudado de la honorabilidad de ellos, lo que no era cierto, pero si necesario para formar criterio.
Regresé a San José a eso de las 7 de la noche, en los precisos momentos en que don Pepe estaba pronunciando su discurso en la Plaza Pública de Goicoechea, exactamente en el costado norte de la Iglesia.
No me explico como me divisó entre tanta gente, por estar yo en la parte de atrás de la manifestación, por haber llegado tarde.
Cuando me divisó interrumpió la armonía de su discurso, para decirle a la multitud: «Miren quien está ahí, Carlos Manuel. Carlos Manuel venga aquí a la tarima para que salude a este gran grupo de liberacionistas»
Me abrí campo ante la multitud, subí a la tarima y acompañado por don Pepe saludé a los asistentes. Don Pepe siguió con su discurso interrumpido y en el momento que creyó pertinente me preguntó: «Averiguó algo de ese fraude que me dicen están preparando» «No don Pepe, no hay intento de fraude, los dos partidos se están preparando para el día de las elecciones».
La multitud comenzó a inquietarse por la interrupción del discurso y tal vez con mi presencia, que francamente no venía al caso.
Don Pepe reinició su discurso con las siguientes palabras y una voz muy pausada y seria.
«Me acaba de comunicar Carlos Manuel, que se está preparando un pavoroso fraude electoral, pero desde aquí les digo que no nos vamos a dejar, que vamos a pelear. «Ustedes todos deben armarse de un palo de guayabo y rajarle la cabeza al primero que intente un fraude»
La tónica de la campaña cambió, se dio una mística sin igual, los muchachos siguieron asistiendo a las plazas públicas con su «palo de guayabo» y con ganas de rajarle la cabeza al primero que intentara un fraude.
El grito de guerra se simplificó en una palabra: «guayabo».
Yo me quedé paralizado, al observar aquel líder aplicando el conocimiento de la psicología a sus partidarios, les hablaba en su idioma, con sus matices y dándoles aliento para que lo acompañaran sin vacilar.
Un error
Para Las elecciones venideras, el Presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, amigo de don Pepe y de Otilio Ulate consideró conveniente para favorecer a don Pepe, provocar un acercamiento entre ellos.
Los invitó a pasar una semana con él, en Venezuela, en su Casa Rosada, -Casa Presidencial-, en Caracas, cada uno con un amigo, de su confianza.
Ciertamente lo logró, el ambiente fue de mucha camaradería, abundaron las bromas y las anécdotas. El éxito de esta iniciativa del Presidente Betancourt tuvo raíces profundas. A su manera don Otilio le ayudó a don Pepe, y don Pepe triunfó.
Siendo don Pepe Presidente de la República y yo Ministro de Gobernación, asistimos a una fiesta en la Embajada China.
También, según don Pepe estaba el Dr. Vega, con quien tanto había fraternizado en Venezuela.
Don Pepe se indignó de notar al «Dr. Vega», entre comillas, tan serio con él, como si no lo hubiera visto, y se fue contrariando en frases que mostraba su indignación.
No se contuvo y con paso apresurado se acercó al «Dr. Vega» para reclamarle su indiferencia.
La cara de asombro y de congoja del «Dr. Vega» era indescriptible.
Noté algo extraño y me acerqué discretamente para saber lo que estaba pasando y al llegar saludé al «Dr. Vega», de la siguiente manera: «¿Cómo está Señor Embajador?»
Don Pepe, al oír estas palabras me volvió a ver, como para preguntarme con los ojos: «¿Por qué señor Embajador y no Doctor?»
De inmediato le aclaré, el señor Fulano de Tal es el Embajador de México, en Costa Rica, y tiene un gran parecido con el «Dr. Vega».
Vinieron las risas, las disculpas y la amistad. El señor Embajador de México pidió tres copas de champagne, para celebrar ese divertido error de don Pepe y continuar con un interesante diálogo, entre el Presidente de Costa Rica y el Embajador de México, en Costa Rica.
Este no fue el único error de don Pepe, en su carrera política, porque era un pésimo fisonomista.
Don Pepe y los “brassiers»
Un buen día, conversando con don Pepe me lamentaba del descalabro de CODESA.
Don Pepe también se lamentó y razonó el descalabro diciendo que el fue consecuencia de no haber hecho conciencia del propósito que inspiró su creación.
Carlos Manuel -comenzó con vos pausada y como meditando cada palabra- el deber de un gobierno es crear riqueza y repartirla, incluyendo a los que menos tienen en ese reparto.
Para repartir riqueza hay que crearla, crear empresas que ocupen mano de obra, paguen buenos salarios y exporten sus productos, ayuda a la economía del país. Si no la crea la iniciativa privada debe crearla el gobierno.
La idea de crear CODESA fue para crear empresas para lograr trabajo y riqueza en áreas en las que no intervenía la iniciativa privada. Si posteriormente, alguna empresa se interesa en el negocio, se le vende y el gobierno se sale.
No importa el Santo lo que interesa es el milagro y el milagro es crear empleo y riqueza. Hay casos que constituyen la excepción, por conveniencia social, como el caso del ICE, que debe pertenecer al Estado.
Tal vez un ejemplo absurdo me explique mejor: Si en Costa Rica no hubiera una buena industria de «brassiers» y en el mundo hay mucha demanda de esos chunches, se puede pensar que el Gobierno, por medio de CODESA, la instale.
En vista de ello, el Gobierno -CODESA- pone una gran fábrica, da empleo a mucha gente y les paga bien. Además, aumenta la exportación, de tal manera logramos el objetivo, crear empleo y el ingreso de dólares.
Si los inversionistas al ver el éxito del negocio, ofrecen comprarlo y si el precio es justo, lo vende porque al Gobierno no le interesa la venta de «brassiers» lo que le interesa es crear empleo y atraer dólares.
Si este principio tan fácil y comprensible no se le explica a quien va a dirigir la empresa y éste para hacer algo, ejecuta sus ocurrencias y desconoce los propósitos para lo que fue creada esta Institución, la lleva al fracaso.
Son defectos de la democracia que permiten elegir gobernantes que lo único que persiguen es ostentar el título de presidente y el país camina al revés.
Un buen funcionario
Al entrar una tarde a la Casa Presidencial, iba saliendo de la oficina de Don Pepe un buen grupo de ciudadanos.
Don Pepe me recibió, con un visible malestar porque esos señores pretendían que don Pepe intercediera para que botaran al empleado del Consejo Nacional de la Producción, en Nicoya, porque ese año, había comprado muy poco frijol.
Don Pepe les explicó que el Consejo Nacional de la Producción no se creó para competir con la empresa privada, que se creó como un organismo regulador de precios.
Si ese funcionario no compró bastantes quintales de frijoles, fue porque los comerciantes de Nicoya pagaron un mejor precio que el del Consejo. Ojalá hubieran comprado toda la cosecha a ese mejor precio porque más plata recibirían los agricultores.
Yo le dije, «Si yo fuera Gerente del Consejo, le hubiera aumentado el sueldo a ese funcionario por el favor que le hizo a los agricultores de Nicoya».
A mí no me hizo caso el Congreso cuando mandé un proyecto para modificar la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Producción, para convertirlo en una Institución Reguladora de Precios, que era su verdadera función.
El resultado fue el de siempre, nombrar un Gerente, que desconoce la filosofía de la institución que va a dirigir y comienza el Consejo a dar tumbos, hasta que deja solo el cascarón y la burocracia, sin norte, sin saber para que existe.
La tragedia que hoy viven los arroceros, es el producto de la falta de una política agrícola congruente.
A mis años, veo con satisfacción el impacto en la economía que produjo la Nacionalización Bancaria, la Creación del ICE, la política de Salarios Crecientes y la Regulación de Precios, por competencia y no por Decreto.
Veo también como se está empobreciendo el costarricense con la desaparición de esas medidas socialdemócratas, que nos permitió crear una formidable clase media y agro próspero.
Estoy viendo con dolor el abandono del agro campesino y el debilitamiento de la clase media.
«Viva don Pepe, vivan sus hombres…
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