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Anecdotario

Anécdotas variadas (15)

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Don Pepe Disneyworld

Don Mario Echandi cuenta que en un vuelo México-San José, le tocó estar sentado a la par de don Pepe. Esto fue varios años después de la última administración de don Pepe. Dice don Mario que don Pepe le pidió un whisky y él le pidió un coñac a don Pepe.

Al calor del trago, don Pepe le cuenta a don Mario que cumplirá años en unos días, y lo invita a que vaya a su casa para la fiesta. Don Mario acepta, y el 25 de setiembre, es recibido en la entrada por don Pepe. Ya la mayoría de los otros invitados, habían llegado. Ninguno sabía de la invitación del compañero de viaje.

Don Mario describe mucho mejor que yo, las caras de sorpresa al entrar, codo a codo con don Pepe, para la celebración de este memorable cumpleaños.

Recuerdo que don Pepe insistió mucho, en que él no quería morir, sin antes hacer las paces con todos: don Alex Murray, don Manuel Mora, don Alberto Martén, Fidel Castro, y obviamente, don Mario, para nombrar unos pocos.

¡Bonita lección!

José Martí Figueres

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Don Pepe, durante su tercera presidencia, fue invitado por la NASA a ver el lanzamiento de unos de los cohetes Apollo en Cabo Cañaveral. En ese entonces para salir fuera del país, más allá de Centroamérica, había que solicitar un permiso de salida a la Asamblea Legislativa, pero este le fue denegado.

Entonces don Pepe, simplemente salió del país, y se fue a la NASA a ver el lanzamiento del Apolo, y de paso se llevó a su familia a visitar el recientemente inaugurado parque de diversiones de DisneyWorld en Orlando, florida. Por supuesto su salida del país generó un gran escándalo en el país en su momento.

Ya de regreso, un periodista le preguntó a Figueres porqué se había ido del país sin solicitar el permiso de la Asamblea Legislativa, y don Pepe, siempre tan acucioso, le respondió “Si solicité el permiso, lo que pasa es que no me lo dieron”.

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Al principio de los años sesenta, cuando formaba con otros artistas parte del «Grupo Ocho», hicimos una exposición en Las Arcadas. A la misma llegó don Pepe y doña Karen, a quien le gustó mucho una obra mía llamada «Mujer y gato»; la adquirieron y a la hora de pagarme don Pepe me preguntó: ¿Cuánto es que vale ese cuadro del gato? Yo le dije el precio y entonces él me extendió el cheque y exclamó riendo socarronamente: ¡Pucha, me salió como a peso el pelo!…

Aporte de César Valverde

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Dos ejércitos

Don Pepe fue una personalidad de fama casi mundial, conocido más que todo por el acto de abolición del ejército, algo que asombra a casi todos los que conocen el hecho.

Un amigo de un país de Europa, vino a Costa Rica, y una de sus primeros deseos, ya estando en el país, fue el de conocer a don Pepe. Concerté una cita, a la que gustosamente él accedió.

En ese entonces don Pepe, ya mayor, vivía en lo que el bautizó Entebbe, una casa diseñada por él en las faldas de los cerros de La Carpintera, en Ochomogo, un lugar realmente hermoso.

Don Pepe nos recibió, como era su costumbre muy amablemente, y le presenté a mi amigo, que parece que le cayó bien, pues comenzaron a conversar animadamente.

En un momento dado, mi amigo le preguntó a don Pepe si él había abolido el ejército. A lo que don Pepe le contestó que no.

Ante su respuesta, nos quedamos en una pieza, ¿cómo don Pepe decía eso?, pensé.

Pero casi inmediatamente agregó «Yo no abolí un ejército, abolí dos ejércitos, el mío (ejército de Liberación Nacional) y el del Gobierno».

Aporte de Juan Manuel Villasuso

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El Generalísimo y don Pepe

Aunque don Pepe era antifranquista, hizo una visita oficial a España, siendo embajador su gran amigo Francisco «Paco» Urbina. Para no encontrarse con Franco, incluso cambio de vuelo de llegada, pero ni así logró despistar a la gente de Franco, que quería aprovechar su visita para darle legitimidad a su régimen.

Figueres había ignorado la política de castellanización de Francisco Franco al dar un discurso en catalán. Franco había prohibido el uso de esta lengua regional pues se pregonaba la visión de que la diversidad lingüística contravenía la «unidad española» que siempre buscó la dictadura. El discurso de Figueres, siendo él de origen catalán, fue un claro desafío a esta política de Franco.

Ya casi al final de su periplo, se vio en la obligación de visitar al dueño de España, quien le ofreció un brindis en Madrid. Como Franco tenía muy claro que Figueres no apoyaba su régimen y que su don de palabra podría traerle incomodidades a las que no estaba acostumbrado, el dictador dio un discurso justamente antes del brindis, de manera que no permitió a don Pepe pronunciar palabra en público durante la recepción.

Don Pepe y Francisco Franco.

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Ir a la guerra

Don Pepe no era muy afecto a los militares, esto a pesar que como sabemos, por motivos de fuerza mayor tuvo que ir a la guerra y comandar un ejército en la Guerra de Liberación Nacional (guerra civil), donde incluso llegó a obtener el rango de General.

En su tercera administración (1970-1974), le toçó ir a una reunión de presidentes centroamericanos en Honduras. En esa época las dictaduras militares estaban a la orden día, salvo, por supuesto Costa Rica, el resto de países padecía de una.

En una comida de gala, estaba don Pepe sentado en una mesa, junto con los otros cuatro presidentes centroamericanos, todos ellos generales de sus respectivos ejércitos, y vestidos con sus mejores galas militares, muy bien acicalados y llenos de bruñidas medallas. El único de saco y corbata era don Pepe.

Por supuesto, Costa Rica y don Pepe, siempre causaron algún recelo entre los militares, por la condición del país de no tener ejército, y especialmente su figura, que era el causante de esa «barbaridad».

En un momento dado, antes que empezara formalmente la comida, don Pepe los volvió a ver a todos, y le dijo a sus colegas presidentes, vestidos con sus flamantes trajes militares: «saben una cosa… de todos ustedes el único que ha peleado en una guerra, soy yo».

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Salir del “Cajón”

En su tercera administración, don Pepe andaba siempre preocupado por el tema eléctrico, y la necesidad que el ICE construyera nuevas nuevas represas, para satisfacer la creciente demanda eléctrica del país. Esto era especialmente cierto para la Zona Sur del país.

Don Pepe ubicó el lugar para la represa en el sitio llamado “Cajón”, en el margen inmediato del río Térraba, donde fluye por unos cinco kilómetros paralelo con la Interamericana, bajando a Palmar Norte. Don Pepe señaló el lugar en 1969, durante la campaña política.

El problema social y cultural indígena, dijo don Pepe, se arregla sin hacer fiestas bajo toldos gringos, y el ambiental tiene remedio si se regionaliza la solución y se le pide permiso y opinión a los residentes del área, dejándolos presidir las reuniones, sin intervención de “sindicaleros” ni gentes que lleguen con aires de Ejecutivos. Que los técnicos oigan y opinen. Nada más. Lo importante también es que en esas soluciones no intervengan directamente, ingenieros del Banco Mundial que trabajan en oficinas viendo muy bonito el río Potomac o el laguito de la Sabana.

Tengo de testigo a “Pillique” Guerra, que, junto con Otto Escalante, eran los únicos que metían un avión en cualquier tempestad o cualquier estrecho que les pidiera don Pepe.

Tres veces nos metimos en Cajón a mas de 200 kilómetros por hora: Don Pepe explicaba a gritos a Mario Quirós Sasso (Q.d.D.G.) en que forma se construiría la represa, —el Capitán Guerra tenso, agarrado de los controles y con un ojo en el paredón y el otro en los indicadores, y yo, bajando todos los Santos y sudando frío—. Al proponer la tercera vuelta, Pillique le explicó a don Pepe que para pasar cerca del paredón de la carretera, había que enrumbarse muy al Noreste, río arriba y que era posible que nos agarrara una corriente descendente, y no saldríamos del Cajón.

Don Pepe, le dijo a Pillique: “no te preocupes, si no salimos del Cajón, salimos mañana en la Nación”. Faltaban como seis o siete meses para que don Oscar Arias y don Mario Quirós fueran nombrados ministros, y Pillique viceministro de seguridad.

Aporte de Enrique Carreras

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En el tercer Gobierno de don Pepe (1970-1974), se establecieron relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. El embajador ruso fue Vladimir Kazimírov, que llegó a ser gran amigo de Figueres.

En una oportunidad Kazimírov invitó a don Pepe para que realizara un vuelo en un avión de Aeroflot, aerolínea soviética, que había enviado un sofisticado aparato a América como promoción de su tecnología.

Todos los países aceptaron la visita, excepto Estados Unidos. Personalmente el embajador invitó a don Pepe para que dar un paseo en el avión, pero el día antes de la fecha indicada tuvo que cancelar, diciendo que no podía cumplir con el compromiso, porque tenía que inaugurar un ferrocarril en Puntarenas. Entonces Kazimírov le ofreció hacer el viaje al puerto en el avión y la sorpresa fue que llegó con toda la familia.

Durante esa gira, aunque no tenía nada que ver con el asunto de la inauguración, don Pepe tomó al embajador del brazo y lo llevó junto con la comitiva. Primero inauguró la estación, y luego se dirigieron hacia una bodega que también iba a ser estrenada. En aquel tiempo hablar de «embajador» casi siempre era interpretado por la gente del pueblo como el representante estadounidense.

Estaban en medio acto cuando un señor pasado de tragos se acercó a don Pepe y lo tomó del hombro de su guayabera, más para sostenerse de su ebriedad que para saludarlo. Alguien se le acercó y le susurró al oído que era una barbaridad, que viera que ahí estaba hasta el señor embajador y que eso que él hacía era una vergüenza. Entonces el borrachito se acercó a Kazimírov, y lo tomó de la misma forma que lo había hecho con Figueres y exclamó a viva voz: «¡Qué alegría conocerlo! ¡Usted sabe que nosotros los ticos somos el aliado más fiel de Estados Unidos!».

La misma persona que lo había regañado antes le volvió a llamar la atención al señor sobre la «torta» que se había jalado, diciéndole que más bien era el embajador ruso.

Entonces el señor se volvió hacia el embajador y mientras lo abrazaba, decía: «¡Mejor todavía, ¿no ve que que yo soy muy amigo de Manuel Mora?!»…

Esa era una de las anécdotas favoritas de don Pepe, pues le parecía una muestra de la astucia del tico para arreglar las «tortas».

El presidente Jose Figueres Ferrer con el embajador sovietico Vladimir Kazimirov.

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Leche para todos los escolares

Cuenta don Roberto Solórzano, ex ministro de Agricultura de la administración Figueres Olsen, que una vez fueron los directivos de la Cámara Nacional de Productores de Leche a una audiencia con el presidente José Figueres. Don Roberto era en ese entonces un jovencito, el menor de los productores de leche en aquella cita.

Estaban esperando a don Pepe en una salita, cuando asomó la cabeza el presidente y les dijo,

-¿Ustedes son los lecheros?

Cuando le dijeron que sí, los pasó adelante.

-Yo también fui lechero. ¡Qué mal negocio! Pobrecitos ustedes. ¿Y a qué vienen? ¿Qué es lo que necesitan?

Los lecheros empezaron a meterle una larga y una corta, y al final le explicaron que hacía mucho tiempo que no les subían el precio para la leche, y que ellos estaban bien jodidos.

-Estoy de acuerdo, con ustedes, muchachos. ¿Cuánto quieren?

Los lecheros le pidieron un aumento de veinticinco céntimos por botella.

-¿Una peseta de aumento? No, no. Les voy a aumentar seis reales (cincuenta céntimos), porque de por sí toda la leche de ustedes se queda entre Los Yoses y Rohrmoser porque sólo los ricos pueden darse el lujo de tomar leche, porque la economía del país está muy mal.

Las palabras de don Pepe extrañaron muchísimo a los productores. Ellos se imaginaban que les iba a «llorar» un poquito y saldrían de la Casa Presidencial con un aumento un poco más pequeño de lo que pretendían.

Se vino un largo silencio, y después terminó la reunión. Don Pepe se puso de pie y los acompañó hasta la puerta. En la puerta les dijo,

-Les aumento la leche seis reales, pero con una pequeña condición. Ustedes me van a dar la leche para regalarle a todos los escolares pobres de Costa Rica. Les voy a meter un buen aumento para que los ricos nos financien un proyecto que tengo, se llama Asignaciones Familiares. Es que lo más importante es llevarle proteína a los chiquillos a la escuela.

Si no comen proteína, no se les desarrolla el cerebro. Y eso no lo voy a conseguir aumentándole el salario a la gente, porque si les llega más plata, se la beben en guaro. La escuela es la única salida, el único lugar donde podemos alimentar a los chiquitos pobres, y hay que darle a todos, porque si escogemos a los más pobres, les va a dar vergüenza ir al comedor. Tienen que ir todos, porque si no no van, ni conviven. Si no me ayudan, se me va a olvidar lo que les acabo de prometer.

Al final, los lecheros tuvieron aumento del doble de lo que ellos pretendían, y don Pepe dispuso de la leche para su proyecto para todas las escuelas públicas y todos los niños de Costa Rica.

Aporte de Camilo Rodríguez Chaverri

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Mucha galleta

Allá por lo años 70s del siglo pasado, la oposición a liberación tuvo un precandidato, Andrés Pozuelo, que era de los dueños de la que —en ese entonces— era la fábrica más reconocida de galletas, y que llevaba su apellido como su marca distintiva (aún se mantiene el nombre, a pesar que la vendieron).

Su campaña tenía un eslogan que se popularizó, que decía «Costa Rica primero», y con el cual hacían pintas en las calles y muros de la capital y otras ciudades importantes del país. Para abreviar solo pintaban «Costa Rica 1». Esto llevó a que a Pozuelo lo pasaran a llamar Atila, por aquello de que era el rey de los Unos (en realidad es con hache), aquel bárbaro y su pueblo (los Hunos), que desafiaron a Roma en la antigüedad.

El señor Pozuelo empezó a criticar a don Pepe por televisión, cuando ese medio empezaba a popularizarse. Salió varios días hablando mal de él. Era tanto la jodarria, que en una oportunidad los periodistas, le preguntaron a don Pepe qué pensaba de sus críticas.

Y don Pepe contestó: «Ah, a mí me parece que el señor Pozuelo es mucha galleta»

Todos los periodistas soltaron las carcajadas, porque ese era precisamente el lema comercial de las galletas.

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El vicio

En una oportunidad, don Pepe inicia una campaña para «calzar» a todos en La Lucha. Cuenta su hijo Mariano que al final sólo quedaba una persona sin zapatos, y nadie lo hacía ponerse unos. Mariano le pidió al propio don Pepe que le fuera a hablar, a ver si él lograba convencerlo.

Don Pepe fue a hablarle a aquel campesino.

-Mire, yo quiero que en La Lucha todos andemos «calzados». Sólo falta usted. Hagamos un trato. Le regalo el primer par de zapatos y el primer par de botas de hule.

-No don Pepe. Mejor no.

Y don Pepe le volvía a insistir, pero el campesino seguía negándose.

Hasta que don Pepe le preguntó:

-¿Por que no compañero?

Y le contesta el campesino:

-Porque después, ¿quién me mantiene el vicio?

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Una frase que tranquilizó a toda Costa Rica

Cuando los dictadores Anastasio Somoza, de Nicaragua; Pérez Jiménez, de Venezuela, y Rafael Leónidas Trujillo, de República Dominicana, enviaron unos aviones para bombardear algunas ciudades de nuestro país, pues tenían el objetivo de llevar al Dr. Calderón Guardia de nuevo al poder, en lo que se conoce como la invasión del 55, una frase de don Pepe tranquilizó a Costa Rica entera.

Como recordarán Costa Rica ya no tenía ejército, y no contaba con armamento militar adecuado, en cuenta lo que se conoce como baterías antiaéreas, o incluso aviones militares para repeler los ataques.

En una conferencia de prensa improvisada, después de los ataques de los aviones a la ciudad de San José, un periodista le preguntó a don Pepe, qué se iba a hacer al respecto.

Y don Pepe respondió de inmediato:

-A mí con avioncitos…

Y eso fue suficiente para devolver la tranquilad a los costarricense.

Pocos días después, con la ayuda de naciones amigas, Costa Rica se armó adecuadamente, y logró rechazar a los invasores.

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Arrepentido

Los enfrentamientos y antagonismo del periódico La Nación con don Pepe fueron legendarios.

En 1948 —en plena Revolución— don Pepe recibió en su oficina, en el San Luis Gonzaga, a los representantes de la oligarquía nacional, junto al director de La Nación Ricardo Castro Beeche, que venían desde San José, a ofrecerle todo su apoyo y el del periódico, a cambio de que derogara las garantías sociales y el código de trabajo. La reacción de don Pepe fue echarlos de su oficina, y enviarlos de vuelta a San José, sin acceder a ninguna de su peticiones. Este incidente marcó para siempre la enemistad del periódico hacia don Pepe, y el Partido Liberación Nacional.

Muchos años después, en una oportunidad el periódico «La Nación», que lo seguía atacando un día si y otro también, lo entrevistó, y en una de tantas el periodista le preguntó a don Pepe si se arrepentía de algo en la vida, entonces él contestó:

-Sí, claro, me arrepiento de no haber quemado el edificio de «La Nación».

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Indulgencias

Un día don Jorge Rossi se puso a hablarle a don Pepe de las indulgencias. Estaba preocupado por el futuro del caudillo en el cielo.

-¿Y como es eso Jorge? ¿Las indulgencias son como «vales» que uno paga aquí y luego cobra en el cielo? le preguntaba don Pepe, y luego se hacía el despistado.

Otro día, don Jorge, que no quería descansar en su lucha por salvar a don Pepe del fuego eterno del infierno, le dijo al caudillo que un sacerdote quería hablar con él. Ese sacerdote había simpatizado con Calderón Guardia, pero don Jorge no quiso recordárselo a don Pepe. No le convenía. Convino en reunirse con él.

Cuando el padre llegó, don Pepe salió a saludarlo y le dijo,

-Idiay, padrecito, cómo está, ¿siempre tan mariachi?

Hasta ahí llegó la aspiración del sacerdote de confesarlo. Lo desarmó.

Al final Jorge Rossi ganó su batalla, porque se encontró con el Padre Casals, un cura catalán, a quien don Pepe recibió muy bien, porque le encantaba hablar en el idioma de sus padres.

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Baile

En el libro «El Cardonazo» de Guillermo Villegas Hoffmeister, cuenta que cuando se dio la intentona de golpe de Estado, don Pepe llamó a Vico Starke, a quien le pidió que se fuera a la estación del tren del Pacífico, que era donde estaba reunida la Junta de Gobierno, y que era -por el momento- el cuartel general.

Vico le dijo que venía llegando de la finca, que se iba a bañar y luego llegaría.

A lo que don Pepe le contestó:

– No, no, venite así, que no te estoy llamando para invitarte a un baile.

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En una recepción que don Pepe le hizo a Fidel Sánchez Hernández, presidente de El Salvador apodado “El Tapón”, en el hotel Camino Real de ese país, vi que, una vez que salió el presidente Sánchez, Figueres se dirigió a los militares que lo cuidaban y les dijo: “Miren, mis muchachitos, yo no pienso irme de la fiesta que está muy bonita. Lo mejor es que ustedes se vayan a descansar, porque yo no necesito que me cuiden”. Doy fe, porque estuve presente.

Aporte de Emilia Piza Escalante

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Con la jareta abierta

En la tercera y última administración de don José Figueres Ferrer (1970-1974), un grupo de manifestante llegó hasta la casa presidencial en son de protesta por el alto costo de la vida. El líder de la manifestación, un hombre corpulento y de abultado abdomen, portador de una pancarta con la leyenda “tenemos hambre” fue recibido por el mandatario quien de manera insistente señalaba con su dedo índice aquella formidable barriga. “Tranquilo don Pepe, yo sé que tengo una gran panza”. “No, hombre, es que tenés la jareta abierta”, respondió don Pepe.

Aporte de Álvaro Campos Solís

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